Site hosted by Angelfire.com: Build your free website today!
 

XXVI. Un Anhelo Truncado...

-          El Némesis de Gaea, somos nosotros...

-          Merecemos morir... – dijo Van – hemos defraudado a todos los que confiaban en nosotros...

El Pendiente de Hitomi cayó al suelo, resbalando de sus manos; algunas lágrimas le siguieron, cayendo alrededor de él.

Merle no podía creer que todo había resultado de la manera opuesta a la planeada; no podía concebir que ese hombre, frente a ellos, resultara el benefactor de Gaea y de la Luna Fantasma. Allen también se resistía a creer eso; parecía tan incongruente, pero era real...

-          No fue su decisión... yo estropeé el proceso, al descubrir el punto débil del artefacto... ¡Yo soy el culpable! – dijo Allen.

-          ¿Miau?

-          De ser cierto, Gaea lograría el éxito, si yo no hubiera intervenido en ésta batalla... – dijo Allen, sintiéndose culpable por todo.

-          ¿Pero... porqué piensas eso? – dijo Merle, sin entenderlo aún.

-          Alguien que se siente solo, como yo, debe estar resentido con el resto de las personas... – dijo Allen – Creo que me dejé llevar por ello...

-          ¿Eh? – el hombre escuchó a Allen; Hitomi y Van también, extrañados con esas palabras.

-          Allen, no... – dijo Hitomi

-          Siempre he estado solo; mi hermana desapareció cuando niña, y desde entonces me dediqué a suplir esa soledad buscando la felicidad con varias mujeres, pero nunca la obtuve; por el contrario, solo lograba sentirme más y más solo; cuando Cerena volvió a mi vida, pensé que encontraría la felicidad, pero ahora ella está con Gaddes, y me encuentro solo de nuevo...

-          Este hombre... – pensó Stephen – parece comprender la soledad...

-          Tal vez sea la soledad, el motivo por el que los hombres adquirimos rencor a los demás; envidiamos su dicha, y más que alcanzar nuestra felicidad, deseamos estropear la dicha ajena, como si eso nos hiciera felices... eso fue lo que hice durante tanto tiempo, jugando con los sentimientos de tantas chicas... ¡Pero no creí que ese rencor me llevara a atentar contra mi propio planeta! ¿Es que acaso mi odio hacia las personas felices es tal, que traté de deshacerme de todos ellos, en una cobarde acción?

-          Allen, no te culpes por ello... – dijo Hitomi – tú no eres el culpable...

-          Hitomi, también jugué contigo cuando nos conocimos; en el fondo, creo que lo sentía por ti no era amor, solo buscaba reemplazar el cariño de Cerena... Perdónenme, pero no creí que pudiera llegar a dañarlos con mi actitud...

Merle estaba algo confundida; Allen le parecía bastante sincero, pero...

-          ¿Porqué es necesario buscar un culpable? – dijo la niña gato – tal vez Allen sea infeliz, pero no por ello creo que haya buscado matarnos a todos...

-          ¿Eh? – dijo Allen.

-          Sólo estás buscando la forma de sentirte responsable... creo que sé como te sientes...

-          ¿Cómo puedes saberlo? – dijo Allen.

-          Yo vivo enamorada de un hombre, que nunca me amará... ¿No crees que eso me hace sentir sola? – los ojos de Merle se cubrieron de lágrimas, ante la atónita mirada de Van y Hitomi.

-          ¡Merle! – dijo Hitomi.

-          Me siento miserable, sola, abandonada... – continuó Merle, dejando que sus lágrimas resbalaran por sus mejillas – por eso puedo imaginar que tratas de cargar con la culpa; piensas que tu vida ya no tiene sentido, y tratas de reconfortarlos, llevándote la culpa contigo...

Allen no respondió; se notaba terriblemente deprimido.

-          Pero es una cobarde actitud – dijo Merle, tomando valor - ¿Tu crees que es fácil permanecer junto a Van sama y Hitomi? Sin embargo, he comprendido que hay miles de personas más, y que alguno estará esperando para conocerme... solo tengo que vivir día con día, con esa ilusión, y eso me hace feliz, mientras tanto...

-          ¡Merle!

-          Sé que la felicidad me espera en algún lugar, en algún momento... pero tengo que esmerarme por llegar a ella; yo no me doy por vencida en mi empresa...

Allen se sintió desarmado.

-          ¿Es que acaso no tienes una ilusión? – dijo Merle.

-          Antes de venir aquí, le prometí a mi hermana que si sobrevivía, encontraría a la mujer de mi vida... pero...

-          ¿Pero qué? – dijo Merle - ¡Hay que luchar por lo que se quiere! ¡Yo quiero ser una chica felina, que sepa manejar su Guymelf diestramente, para poder conseguir a alguien como Van sama, y ser feliz!

Allen sonrió, esperanzado.

-          Tienes razón; quiero ser feliz...

-          ¡Allen!

-          Y creo que si una sola persona, en todo este mundo, busca la felicidad, sin importar lo que suceda con el futuro, entonces lo que ustedes 2 decidieron será bueno; las personas buscan la felicidad a pesar de las adversidades... ¡Y yo no me daré por vencido!

-          Creo que no hay culpables en esto... – dijo Merle – Gaea no se dará por vencida, solo porque no logrará ser un mundo perfecto, con la ayuda de ese tipo... puede llegar a la perfección, si cada uno de los que vivimos en ella, tenemos el firme propósito de ser felices...

Hitomi y Van miraron a los 2, que habían desahogado sus más íntimos pesares; Hitomi se levantó, tomando su pendiente de nuevo.

-          Es verdad... el rumbo de Gaea puede ser reivindicado, si así lo deseamos... porque yo quiero que todos sean felices...

-          Hitomi... – dijo Van.

-          Van, debemos regresar a Gaea a su dimensión; porque quiero que todos cumplan sus sueños...

-          Tienes razón... – dijo Van, tomando con seguridad el Energist verde.  

El hombre estaba contrariado; Hitomi estaba renunciando a su propia felicidad, por salvar a Gaea.

-          Pero... ¿Es que acaso abandonarás tu mayor anhelo? ¿Prefieres renunciar a ese hombre, solo para darle una segunda oportunidad a éste planeta?

Hitomi no contestó; pero su mirada lo decía todo; estaba decidida.

-          ¿Es más importante la felicidad de los otros? – dijo el hombre, furioso - ¡Qué estupidez! ¡Jamás podrás entenderlo! ¡Durante años he sido aborrecido, compadecido por todos mis semejantes! ¡Y ahora que he cumplido mi sueño, recuperando mi salud, no dejaré que mi felicidad se vea truncada! ¡Todos los que se compadecieron de mí, sabrán que soy un ser superior a ellos, y entonces me temerán! ¡Ese es mi sueño!

-          Yo sí puedo entender esa soledad, pero siempre hay una manera de salir adelante, sin buscar la manera fácil, la destrucción y humillación de los demás... – dijo Allen.

Furioso, el hombre caminó hacia el Reactor, y trató de hacerlo funcionar, accionando las manivelas.

-          ¡Eso no te lo permitiré! – gritó Van, desplegando sus alas - ¡En nombre de los Dioses Dragones, te daré lo que mereces, maldito!

Van levantó el Energist que sostenía en sus manos, decidido. Hitomi comprendió y levantó el pendiente también.

-          ¡Muere!

-          ¡NO! – dijo Hitomi, solemne – No es nuestra decisión arrebatarle la vida; será el deseo de toda Gaea quien lo juzgue y le dé su merecido...

-          Pero... ha causado la muerte de tantas personas, y puso en peligro a Gaea entera con su ambición...

-          Van, somos los representantes de Gaea, de sus dioses y sus habitantes; decidamos por ellos lo que debe ser... lo mejor y lo más justo...

-          ¡Piénsalo bien, Hitomi Kanzaki! – gritó el hombre - ¡Tu deseo y tu mayor anhelo se volverá realidad al cumplirse mi magno proyecto! ¡Tu destino está escrito, vivir con el Rey de Fanelia por siempre, juntos! ¡Solo lo lograrás cuando ambos planetas hayan logrado unificarse! – y miraba el cilindro, esperando que comenzara a rotar de nuevo, accionando desesperado las manivelas - ¡Lo haré funcionar! ¡Fui capaz de crear la bomba de Energist de Gaea, algo imposible, con lo que demostramos ser los líderes en la Guerra de Gaea! ¡Logré hacer de Escitia la ciudad más avanzada de Gaea, gracias al poder de Poseidópolis! ¡Sané mi cuerpo con ese poder! ¡He diseñado el proyecto más importante de la historia, la unión de 2 mundos! ¡Tengo que ser capaz de reivindicar el proceso ya comenzado! ¡Mi propósito logrará hacer realidad tu sueño! ¡Piénsalo bien!

Hitomi guardó silencio por unos momentos, mientras lo veía fijamente.

-          Quizás tengas razón, pero mi sueño puede hacerse realidad sin necesidad de tu ambición...

-          ¿Qué?

-          El destino me guió hasta Gaea, y el destino me separó de ella; pero el destino se forja en cada uno de nosotros; no está escrito, ni es seguro; por eso hay que tomar la mejor decisión a cada momento de la vida... y mi decisión ya ha sido tomada...

-          ¿Tu decisión?

-          Gaea y la Tierra no deben unirse; si mi sueño no se cumple así, al menos sé que los sueños de las demás personas se cumplirán... y así seré feliz...

-          Pero... ¡Qué estupidez!... ¡Piénsalo bien! ¡El mundo se revolucionará por completo, nos transformaremos en una raza perfecta, aún mejor que la civilización de Atlantis, porque tendremos el control de los deseos, gracias a la ciencia!

-          Atlantis pereció por su ambición; y tu ambición es la que matará a la nueva raza que surgiría al final de tu proyecto... porque en realidad no buscas una raza perfecta, sino una posición suprema sobre ellos, someterlos y humillarlos con tu rencor...

El hombre no contestó; estaba iracundo, pues sus propósitos habían sido descubiertos.

-           Gaea es una segunda oportunidad, y no cometeremos el mismo error... porque una tercera oportunidad, no la habrá...

-          ¡Si es así, entonces no te corresponde decidir sobre Gaea, porque no perteneces a ella, chica terrestre!

-          Pertenezco a Gaea más de lo que crees... porque represento a todos sus habitantes, ante Atlantis...

El Pendiente brilló, como nunca antes lo había hecho; el lugar se inundó con esa luz; miles de figuras comenzaron a dibujarse ahí, pronto se consolidaron como miembros el Clan Mir, hombres y mujeres sirenas, que acompañaban a la sobreviviente de Atlantis, cuya identidad era Jichia.

-          ¡Esto no puede estar ocurriendo! – dijo el hombre.

El Energist de Van también brilló cuando éste lo elevó; una figura salió de la armadura de Escaflowne, luminosa, que se posó después en el suelo; era Escaflowne, el dios Dragón, en realidad el otro hombre de Atlantis que viajó a Gaea con el poder de los Dioses para darle vida a Gaea.

-          Ahora lo entiendo... – dijo Hitomi – El Poder de los hombres es el único que puede devolver a Gaea la tranquilidad, siempre y cuando, los hombres lo deseen, con todas sus fuerzas... pero estaban confundidos, igual que yo, y no nos dábamos cuenta de nuestro deseo; pero ahora los 2 dioses han aparecido, y en unión con el Poder de los hombres, lograremos lo imposible...

-          ¡Me he curado, e hice realidad mi teoría! ¡Debo mostrarle al mundo que soy un Dios!

Los hombres alados se transformaron en luz, que llenó toda la estancia, deslumbrando todo alrededor. Desde la nave de Grimer, se podía ver esa luz, que se extendió por toda la atmósfera.

-          Esa luz...

-          Ésta sensación... – dijo Cerena – es tan extraña...

Pronto todo quedó cubierto por esa luz.

-          La solución era tan simple... – dijo Hitomi – Sólo tenía que decidir cuál era mi mayor anhelo... pero no tenía la seguridad para decidir por uno de ellos; llegué a sentirme culpable por lo sucedido, confundiéndome aún más... pero ahora estoy decidida...

-          ¡Soy un Dios! ¡Un Dios!

-          Ahora sé lo que quiero, y Gaea se salvará...

-          ¡Soy un Dios! ¡He desafiado las leyes universales, y he cumplido mi teoría! ¡Nadie podría haberlo hecho más que yo! ¡Porque soy único, un Dios!

-          Y... ¿Sabes algo? – dijo Hitomi, llena de seguridad – Si hubiera decidido que lo mejor era cumplir tu teoría, los dioses hubieran hecho realidad tu deseo... tú Teoría puede cumplirse, pero no quiero que eso pase... porque amo a Gaea y a la Tierra, tal y como son...

-          ¡Soy un Dios, un Dios! – los gritos de ese hombre retumbaron en el iluminado lugar.

Todo el planeta se vio cubierto por esa luz.

-          Me pregunto si en verdad he renunciado a mi sueño... – dijo Hitomi.

-          ¡Soy un Dios, un ser supremo que ha logrado lo imposible! ¡Y cumpliré mi sueño! ¡No hay nadie que pueda interponerse! ¡!!!¡Soy un Diooooos!!!!

La nave de Grimer volvió a estabilizarse; Cathera, inconsciente, permanecía recostada en el camastro, su brazo se hallaba vendado, sanando con ayuda de una pomada vegetal. Sus párpados indicaban que sus ojos se movían rápidamente.

-          Mi deseo es... que el sueño de ese hombre no se haga realidad... – dijo Cathera, volviendo a su estado inconsciente, descansando tranquilamente.

 El resplandor que cubría el lugar disminuyó, permitiendo ver el exterior; todos, a bordo de la nave, abrieron lo ojos, de nuevo.

-          ¡La Luna Fantasma...! – dijo Gaddes.

-          ¡Está en el cielo, majestuosa! – dijo Cerena.

Las extrañas auroras en la infinita atmósfera se desvanecieron; oscuras nubes aparecieron en su lugar; una lluvia de luz, el Poder de Jichia, que había sido liberado del templo de Knar, regresaba a la tierra de Gaea, en forma de lluvia, emulando el principio de la vida; en poco tiempo, las nubes dejaron su pardo color, para volverse blancas; la luz volvía a Gaea; la Luna Fantasma reinaba de nuevo en el cielo de su gemelo y antagónico planeta. Jichia y Escaflowne, volando por los cielos de Gaea, desaparecieron en la lejanía del mar, donde Poseidópolis los esperaba.

La fiebre desapareció del cuerpo de Sylphy, quien pudo recobrar el conocimiento.

-          ¿Dry... Dryden sama? – dijo la sirena, repuesta, al verlo junto a la pecera, en compañía de Millerna y Clerk.

-          ¡Sylphy! – dijo Dryden, al verla mejor.

Sylphy pudo mirar el brillante cielo de Gaea, por uno de los ventanales del palacete; su rostro esbozó una sonrisa; volteando a ver a Dryden, exclamó:

-          ¡Lo logró, Dryden sama, tal y como me lo había prometido!

-          Je, je, je... digamos que ésta vez hay que agradecerle al Rey de Fanelia y a Hitomi... – dijo Dryden, rascándose la cabeza, apenado.

-          ¡No importa quién haya sido, Poseidópolis ha sido salvada! – dijo Sylphy, llorando emocionada, saltando hacia Dryden, tumbándolo al suelo, como la vez que la vio en Fanelia.

-          ¡Hey.. Sylphy... espera, ahora yo...

Sylphy detuvo sus labios a escasos milímetros de los labios de Dryden, cuando éste le mostró un anillo en su mano. Sylphy se quedó pensativa, por unos instantes.

-          ¿Lo ves? Lo siento, pero ésta vez no habrá un beso de agradeci....mmmhhh! – los labios de Sylphy se unieron a los de Dryden con frenesí.

-          ¡Agh! – la cara de Millerna no mostraba estar muy conforme.

-          No se preocupe, mi Reina... es que así es la chica... demasiado impulsiva, ¿Sabe? – dijo Clerk, tratando de suavizar la situación.

-          Bueno, pero será solo ésta vez...

Sylphy miró a Millerna, después de expresar su agradecimiento, y le sonrió, dándole las gracias también; Millerna tuvo que reconocer que era una buena chica.

-          No hay porqué agradecer nada... después de todo, tú fuiste muy valiente al venir a buscar a Dryden... – Millerna sonrió, contestando a Sylphy.

-          Que sea feliz, Dryden sama... – dijo Sylphy, en su idioma, comprensible únicamente por Dryden; la sirena volvió a arrojarse a la pecera, llena de alegría; no podía dejar de ver el glorioso y naciente cielo de Gaea.

El navío de Grimer se acercó a la Torre del Rey; levantó sus hélices para estabilizarse sobre ella.

-          ¡Allen, Hermano! – gritó Cerena, al verlo saludar desde abajo.

-          ¡Están... vivos! – dijo Cehris.

-          ¡Lo lograron! – dijo Eries, profundamente conmovida.

Cerena giró su cabeza hacia el interior del navío; en algún lugar, allá, el cuerpo de Pertén descansaba por fin, en paz.

-          Mi felicidad... es tu felicidad también... – dijo Cerena, pensativa.

Gaddes se acercó a ella, tomándola de la cintura.

-          ¿En qué piensas, Cerena?

-          En que soy inmensamente feliz de haberte conocido... – dijo Cerena, besando a Gaddes, con pasión. Grimer los veía, sin disimulo.

-          No podré competir jamás... porque realmente se aman... – pensó el Caballero, resignado.

Miró el cielo, resplandeciente.

-          No sé por qué vine hasta aquí, pero de algo sí estoy seguro... he contribuido a salvar al planeta entero... y también me he dado cuenta de que Cerena no es para mí, así que pelear no será necesario... – Y caminando hacia la pareja, los tomó de los hombros.

-          ¡Grimer? – dijo Gaddes.

-          Hacen una pareja... estupenda... – dijo el Caballero – 2 geniales caballeros, unidos por el amor entre ambos y hacia Astoria...

-          Gra... gracias... – dijo Gaddes, algo apenado; Cerena descubrió resignación en los ojos del Caballero.

-          Fue lo mejor... – pensó Cerena, al verlo adentrarse en su navío, cabizbajo.

Hitomi, Van, y Merle, miraban con alegría el navío, del cual comenzaba a descender el ascensor; el Reactor de partículas estaba totalmente aniquilado; el hombre había desaparecido del lugar.

-          Gaea... se ha salvado... – dijo Allen, mirando el navío que iría por ellos.

-          ¡Vamos, tienen que dar en el blanco! – gritó Maak, ahora el líder de los Arqueros de élite en Astoria, adiestrando a varios hombres, armados con arco y flecha.

-          ¡Maak! – dijo Anna, ahora una mujer perteneciente a la Corte de Astoria, saliendo a buscar al arquero en los patios del Palacio.

-          Eh... – dijo Maak, al verla cerca – Continúen con el entrenamiento... nos veremos después...

El arquero se alejó de sus hombres, para recibir a Anna con un fuerte abrazo.

-          ¿Cuál es el motivo de la inesperada visita? – dijo Maak, rodeando la cintura de Anna con sus brazos.

-          Elche acaba de morir... – dijo Anna.

-          ¿Qué?

-          Parece que él mismo se envenenó con Sutaro... no resistió la humillación que el Rey Dryden le hizo pasar durante la ceremonia de Coronación...

-          Pero... de eso ya ha pasado mucho tiempo... – dijo Maak - ¿Cómo es que hasta ahora falleció?

Anna se mostró algo intranquila; miró a los alrededores, para cerciorarse de que se encontraban solos.

-          Aplacé el efecto del Sutaro...

-          ¿Pero, qué...?

-          Cuando vi esas manchas en sus brazos, comprendí que estaba intoxicado; pero, tenía que pasar por la misma agonía que el Rey Aston, así que contrarresté el efecto con aceite de Tárnaso; así, el efecto se alargó hasta que no pudo soportar más dosis...

-          ¡Pero, Anna, si eres descubierta, podrás ser enjuiciada!

-          ¡No hay problema! – dijo Anna, tranquilizando a Maak, tomándole de la barbilla – tengo la aprobación de los Reyes...

Maak se quedó algo desconcertado.

-          ¿Qué sucede? – dijo Anna - ¿Acaso el Rey Dryden no te había ofrecido matarlo con las primeras flechas que te otorgó?

-          Sí, pero... creí que era un método muy cruel y...

-          Pues la Reina Millerna resultó ser aún más cruel... – dijo Anna - pero hay que comprenderlo; el Rey Aston no se merecía ese final, así que Elche tuvo un desenlace muy apropiado...

-          En fin... – ambos se besaron.

-          Dime algo... – Maak interrumpió el largo beso - ¿Cuándo viajará Jenia a Basram?

-          En poco tiempo... La Primera Dama Eries la convenció para acompañarla allá, pero...

-          ¿Pero qué?

-          Ya sabes... tiene que despedirse de su Caballero... – ambos sonrieron.

En Rampant, una nave despegaba del puerto. Grimer veía la nave, desde el suelo; la ahora miembro de la Corte de Basram, la joven Jenia, se asomaba por los arcos rocosos de la nave, ondeando su pañuelo, el cual soltó; Grimer lo tomó, como un presente. La nave se elevó. El Caballero tomó el pañuelo, y aspiró el aroma que despedía.

-          No tardaré mucho; mientras tanto, espérame en Escitia... – dijo Grimer.

Jenia, mientras tanto, recordaba el calor del cuerpo de Grimer, cuando la abrazó para despedirla.

-          Estando cerca de la Dama Eries, me siento segura... pero esperaré tu arribo, mi leal Caballero del Cielo... – y tomándose los labios, recordó aquel beso de despedida.

Escitia.  La ciudad había cambiado notablemente; la Roca Incandescente había sido removida del Castillo de Basram; ahora, la ciudad se mantenía en constante producción, gracias a la construcción de depósitos de Energist en lugares claves de la urbe; de ésta forma, la ciudad se mantenía funcional, sin necesidad de utilizar el poder robado de Poseidópolis.

El Puerto de Balkis se encontraba en remodelación; de ser una isla, a corta distancia de la ciudad, ahora se encontraba comunicada permanentemente con un enorme puente, atravesando el Canal de Kurgan, que permitía el traslado y el intercambio continuo, muy al ritmo de la incesante ciudad. De ésta manera, la marea no afectaría el acceso a Balkis. Las obras estaban adelantadas, pero no se terminaban aún. El mismo Supremo Señor de Basram, Cehris Ofir Escia, se dedicaba a supervisar la costosa obra. Su mujer, la Primera Dama Eries Aria Aston, lo acompañaba siempre.

-          En poco tiempo terminaremos con el puente, y continuaremos con la construcción del Templo de Jichia... – dijo Cehris, observando cómo se levantaba una pesada viga, incrustándose en un peñón en el canal.

-          Creo que Escitia ha logrado asimilar la religión de Astoria...

-          Claro, cuando se enteraron que la religión inventada por ese maldito sacerdote era una patraña, tuvieron que buscar otra opción, y qué mejor que la religión que su Primera Dama profesa...

-          Tienes razón... – dijo Eries, recargando su cabeza en el hombro de su marido.

-          No podemos dejar que Escitia pierda la supremacía en cuanto a tecnología en Gaea... eso fue lo único que aprendí de ese sujeto...

-          Por favor, Cehris...

-          Está bien... no lo mencionaré otra vez...

El viento proveniente del mar de Basram, los hizo mirar hacia el norte.

-          Ahora, somos los protectores de Poseidópolis... – dijo Cehris, orgulloso.

-          Pero eso no significa que debamos revelar el secreto... – dijo Eries.

-          Por supuesto... Poseidópolis volvió a surgir en las aguas de nuestro país, así que es nuestro deber salvaguardar su seguridad, y mantener el secreto como sucedió en el pasado...

-          ¿Crees que Cathera revele el secreto?

-          No creo que a Cathera le interese contar algo tan complicado... – dijo Cehris – A decir verdad, la extraño en algunas ocasiones... ¿Sabes? el Castillo no es el mismo sin ella...

-          Es cierto... – dijo Eries – Pero fue su decisión partir... tenía que olvidar...

-          Espero que Pertén la acompañe siempre...

-          La acompañará, eso lo sé – dijo Eries – Lo guarda siempre cerca de su corazón...

El camino entre Daedalus y Chezario era cruzado por un pesado carruaje, cubierto con telas, objetos diversos, en fin, las más variadas mercancías; los 2 vendedores, Garo y Remo, seguían su camino.

-          ¡Maldita sea, nadie nos va a comprar eso! – dijo Remo, el hombre zorro.

-          ¡Fue tu maldita idea robarnos eso! ¡Vaya que fue difícil! – dijo Garo, el delfín - ¿Pero de qué sirvió tanto trabajo, si a nadie le importa comprar un ancla con incrustaciones?

-          Si al menos pudiéramos desgastar las piedras que tiene, pero no se puede...

-          ¿Y si la vendemos en Egzardia? ¡Puede que ahí si la compren!

-          ¡Si serás idiota! ¡La robamos de un barco de Egzardia, nos delataríamos de inmediato!

-          ¡Maldita sea! – dijeron ambos - ¡Otra vez mala suerte!

-          ¡Si al menos el ancla no pesara tanto como un Guymelf, podríamos avanzar 7 veces más aprisa!

La ciudad de Eron estaba gloriosa; las cascadas que resbalaban por la gran cordillera que rodeaba el lago interior, brillaban con los reflejos del Sol; todo era paz y tranquilidad, a pesar de que una gigantesca fortaleza flotante, propiedad de Zaiback, permanecía sobre la ciudad. En el lago Erg, el edificio más portentoso, suntuoso y elegante conocido en toda Gaea, se alzaba en toda su gloria; desde el balcón más hermoso de la construcción, en el piso más alto, la Reina Thera de Egzardia, tomaba aire con su abanico; su mirada se centraba en esa fortaleza, que obstaculizaba el paso de la luz del sol a una buena parte de la cordillera.

-          No lo sé... – dijo la Reina, algo pensativa - ¿Estás segura que es un buen método?

-          Claro que sí... – se escuchó la voz de una chica dentro. El sonido de los pasos anunciaban que alguien llegaría al balcón con la Reina – Ya lo verás, Tía Thera; llegará el día en que los víveres se les acaben y entonces vendrán, suplicantes, por un trozo de pan...

-          Mhhh – la Reina se mostró complacida - ¡Tienes razón, ni siquiera Deka pudo haberlo dicho mejor!

La chica que hablaba con la Reina salió al balcón; se trataba de Cathera, quien no pudo continuar viviendo en Basram por los recuerdos; cuando supo que la Reina Thera era en realidad su Tía, hermana de su madre Mirna, no dudó un momento en aceptar la invitación de la gruesa mujer, de vivir en el país más glamoroso de Gaea.

-          Además, Tía, no negarás que los Guymelfs del enemigo combinan perfectamente con el color del lago... – en efecto, los Alseides abandonados por sus hambrientos pilotos, yacían en las riberas del lago, acomodados a lo largo de éste.

-          ¡Mi sobrina, no sé en qué estaría pensando cuando dejé de visitarlos hace tantos años! ¡No me podré perdonar el haberte tenido abandonada tanto tiempo!

-          No te preocupes, Tía... – dijo Cathera, mirando con descuido la fortaleza en el aire – Todo fue culpa del suplantador... Cuando suspendió todas las visitas extranjeras, era obvio que te sintieras hecha a un lado... No te culpo, estabas en todo tu derecho de sentirte ofendida por tal desaire...

-          ¡Pero que bueno es tenerte de vuelta! – dijo la Reina, abrazando a Cathera, con fuerza; Cathera no pudo respirar durante el apretón, pero pudo tomar mucho aire después de la demostración de afecto.

-          No sabes cómo te agradeceré que hubieras estado en Escitia cuando sucedió todo eso, Tía Thera... – dijo Cathera, nostálgica – Pude haberme quitado la vida...

-          ¡No digas eso! – dijo la Reina - ¡La vida se disfruta a cada momento! ¡Y se disfruta más entre lujos, así que... a disfrutar como nunca!

-          Sí... – dijo Cathera, siendo acariciada por la brisa del lago.

-          Bueno – dijo la Reina – Deka contrató la Orquesta del sur de Eron para ésta tarde; hay que estar preparadas para recibirlos...

-          Por supuesto, estaré ahí – dijo Cathera.

-          Te dejo, sobrina querida – la Reina se internó en el edificio.

Cathera se quedó en el balcón.

-          La vida se disfruta a cada momento... y se disfruta más entre lujos... Tía Thera, se nota que no has conocido el amor... – Cathera sacó un pequeño colgante de entre el encaje de su vestido; las cenizas de Pertén se encontraban contenidas ahí. – Tal vez los lujos sean muchos, pero no te podré reemplazar jamás por ellos, mi querido Guerrero...

El viento seguía soplando, moviendo el cabello de la chica.

-          ¿Me volveré a enamorar? – se preguntó, mirando el colgante con las cenizas - ¿Tú que piensas, debo hacerlo? ¡Me aterra la idea de convertirme en una Tía Thera!

Sus labios sonrieron.

-          Hitomi me ha hablado de un chico que le recuerda mucho a ti... – dijo Cathera, dulcemente – El problema es que no es de éste mundo, y ella no piensa traerlo... – suspiró, aún sonriendo - ¡En fin, alguien más debe existir en Gaea, no lo crees?

Guardó el colgante, en su pecho; después tomó el cinturón de tela característico de Basram, que vestía a pesar de traer un atuendo de Egzardia.

-          Pero no te preocupes... no te reemplazaré, porque eres el único... – en realidad, ese cinturón era el de Pertén, algo más corto que el cinturón Real – Sé que me guiarás hacia el hombre indicado, porque tu alma y tus sentimientos estarán dentro de él, ¿Verdad?

Astoria. El Palacio rebozaba de armonía; la economía prosperaba como nunca, gracias al intercambio comercial entre las naciones; los Reyes de Astoria visitaban la arena de duelos, en Palas; la gigantesca nave Ispano comenzaba a desaparecer en la abertura que provocó en el cielo, regresando a su habitual puente dimensional.

-          ¡Sensacional! – dijo Dryden, al ver un Escaflowne restaurado. El Energist verde se encontraba alojado en el corazón del Guymelf. Van lo veía, maravillado; en realidad habían hecho un excelente trabajo. - ¿Pero... qué no había garantías en la reparación del Guymelf Ispano?

-          No, de hecho no... – dijo Van – pero en vista de las circunstancias, hicieron una excepción; después de todo, ésta vez no había pacto sanguíneo con Escaflowne...

-          ¡Pero a qué precio! – dijo Dryden - ¡La próxima vez, Rey de Fanelia, busca otro aval que no sea yo!

Van sonrió, entendiendo la broma; subió al Guymelf, cuya cabina se cerró.

-          ¿Porqué sonríe, es que acaso creyó que era una broma? – dijo Dryden, desconcertado; Millerna, a su lado, lo miró con cara de pocos amigos.

-          Dryden...

-          ¡Está bien, lo sé! Fanelia apenas y pudo recuperarse del desastre... procuraré ser más cuidadoso con mis comentarios; pero aún así, pienso que ha sido muy orgulloso al rechazar la ayuda financiera de Astoria y Basram...

-          Eso espero – dijo Millerna, satisfecha.

Detrás de ellos, es decir, en el extremo opuesto de la arena, El Fassares y Scherezade se batían en lucha; Hitomi, Cerena y Merle veían el espectáculo desde la superficie de la arena.

-          ¡Es formidable! – dijo Hitomi, cuando ambas espadas chocaron, levantando chispas - ¡Han mejorado bastante!

-          Tenían qué hacerlo, para llegar a mi nivel... – dijo Cerena.

-          ¿Es broma, verdad? – maulló Merle, incrédula.

Las espadas de los 2 combatientes volvieron a chocar. Los hombres de Allen acompañaban a las chicas.

-          ¡50 Gidarus a que el Jefe Allen es el vencedor! – dijo Kio.

-          ¿De dónde piensas sacar 50 Gidarus, gordo? – dijo Reeden, con afán de molestar; después de todo, Kio pasó a ser el segundo a bordo en el Crusade, motivo de más para ser sanamente molestado por sus compañeros.

-          ¡De mi paga como segundo al mando! – dijo Kio, hiriendo el orgullo del flacucho Reeden - ¿O es que tú no ajustas 50 Gidarus con tu sueldo, amigo?

-          ¡Cállate!

Los demás rieron ante la disputa. Los 2 Guymelfs se detuvieron, después de una difícil y reñida competencia. Las cabinas de ambos Guymelfs se abrieron, dejando salir a sus tripulantes.

-          ¡Bien hecho, Gaddes!

-          ¡Lo mismo digo! – ambos se dieron la mano.

Hitomi los vio.

-          Me alegra que ustedes 2 hayan decidido unirse en matrimonio... – dijo Hitomi, mirando a Cerena, quien sonrió.

-          Las damas de la Corte se sorprendieron cuando lo hicimos; digamos que yo tenía una fama... ya sabes, algo... masculina.

-          Pero las habladurías no les importan ¿O si? – dijo Merle, moviendo la cola hacia un lado y otro, sentada en el suelo.

-          No, por el contrario, nos divierten... – dijo Cerena, mirando a Gaddes, junto a su Guymelf.

-          Señorita Cerena... – dijo Teo - ¿Cuándo la veremos volver a retar a su hermano o a su esposo en lucha?

-          Primero, ya no soy señorita...

-          ¡Oh, perdón!, Pero es difícil acostumbrarse... – dijo Teo, apenado.

-          Y Segundo, no puedo pelear ahora... quizá en unos 6 meses más...

Hitomi y Merle se vieron entre sí; la duda asaltó sus cabezas.

-          ¡Cerena! – dijo Gaddes, caminando junto a Allen, acercándose a sus hombres y a las chicas.

-          ¡Felicidades! – dijo Cerena, abrazando a Gaddes – Los 2 están progresando...

-          Gracias... – dijo Allen – Hitomi, ¿Cuándo regresarán a Fanelia?

-          Estamos a punto de partir... – dijo Hitomi – por eso estamos aquí, para despedirnos...

-          Pues, espero que hayan pasado una agradable estancia en Palas... – dijo Allen.

-          Gracias... – Hitomi lo miró fijamente, como si tratara de averiguar algo.

-          Sé lo que quieres saber... – dijo Allen, apenando a Hitomi – Se llama Tovsta, y es una astoriana también...

-          Me alegro por ti, Allen...

-          Tengo que cumplir mi sueño, ¿No es así?

Hitomi sonrió.

-          ¡!!!!Miauuuuu!!!!!! – gritó Merle, al escuchar una plática entre Pairu y Ort - ¿Cerena está...?

Cerena y Gaddes miraron a Merle, totalmente escandalizada; Hitomi también ignoraba aquello que todos sabían.

-          ¿No lo sabían? – dijo Gaddes, mientras acariciaba el vientre de Cerena.

-          El primo del Rey Chid llegará en unos 6 meses... – Cerena se mostraba feliz.

-          ¡Mia...mia... miauuu! – dijo Merle, aún incrédula.

-          ¡Cerena, entonces tú... – dijo Hitomi, sospechando.

-          Sí, 3 meses de embarazo... será la noticia que cierre definitivamente la boca de las Damas de la Corte...

-          ¡Fe... felicidades! – Hitomi abrazó a Cerena, quien al oído le susurró:

-          Espero que la Cerena normal resista el dolor del alumbramiento... – dijo Cerena.

Hitomi se separó de ella; la vio algo preocupada.

-          Cerena... todo está en confiar en tu fuerza de voluntad... ¿No te lo enseñó Pertén?

-          Tienes razón... en honor a ese Guerrero, resistiré... – Cerena recobró la confianza en sí misma.

-          ¡Allen! – una voz se escuchó en los portales de la arena; el rostro de Allen se alegró.

-          ¡Tovsta! – dijo Allen, mirando hacia allá. Una chica de aproximadamente 17 años, lo esperaba; su cabello era negro, corto, con 2 grandes patillas curveadas hacia los pómulos. Era delgada, y muy atractiva.

Allen se encaminó hacia la  chica; Hitomi los vio saludarse, con afecto.

-          ¡Conque ella es Tovsta, eh?

-          Una chica noble, de familia conocida del Rey Dryden... parece que fue amor a primera vista... – dijo Cerena.

-          Y ésta vez es en serio... – dijo Gaddes, quien conocía a Allen a la perfección – ha vuelto a ser el mismo de antes; claro, su faceta de Playboy ya desapareció, pero sigue siendo igual de galante... 

-          Por fin encontró la felicidad... – dijo Hitomi.

-          ¡Hitomi, Van sama nos llama, es hora de irnos! – dijo Merle, ya encaminada hacia el Escaflowne dragón. Hitomi corrió para alcanzarla, no sin antes mirar atrás, donde los hombres del Crusade, Gaddes, Cerena, Allen, y esa chica llamada Tovsta, la despedían con las manos.

-          ¡Gracias a todos, nos veremos, algún día!

Llegando con Dryden y Millerna, no pudo contenerse; algunas lágrimas escaparon de sus ojos.

-          Dryden... – dijo Hitomi – pasé momentos maravillosos en Palas... no los olvidaré nunca.

-          Bienvenida seas, cuando gustes volver, Hitomi – dijo Dryden, con su característica sonrisa.

-          Millerna...

-          Hitomi...

Ambas se estrecharon con fuerza, llorando de emoción.

-          Hitomi, todo te lo debo a ti... – dijo Millerna, conmovida – Tus consejos me ayudaron a madurar, tal y como diría Eries... eres mi mejor amiga, Hitomi...

-          Millerna, ¿Qué puedo decir? – sollozó Hitomi – Todo lo has logrado tú misma... tu empeño y esfuerzo fueron recompensados...

-          Espero que vengas pronto... te extrañaré...

-          Claro, algún día volveré...

Las 2 chicas se separaron; Hitomi y Merle subieron a Escaflowne, donde Van estaba esperándolas.

-          Gracias por todo, Rey Dryden, Reina Millerna... – dijo Van.

-          ¡Hasta pronto! – dijeron ellos; Escaflowne extendió sus alas, elevándose por los aires.

-          Ahí va el Rey de Fanelia, y la Chica de la Luna Fantasma... – dijo Dryden – Allá van, los reconstructores de Gaea...

Escaflowne surcó los cielos, atravesando la ciudad de Palas, que tantos recuerdos trajo a Hitomi. El viento en su cara le recordaba la brisa de la bahía.

-          Hasta luego, Palas; hasta luego, Astoria... volveré...

Merle y Hitomi veían hacia abajo, los hermosos paisajes que se extendían debajo de ellos.

-          Hitomi... miau...

-          ¿Qué sucede?

-          Dime, Hitomi... ¿Qué fue lo que ocurrió con ese sujeto?

Hitomi miró el horizonte, pensativa.

-          Sólo sé que sigue con vida...

Cathera, escuchando el fabuloso recital junto a su Tía la Reina Thera de Egzardia, frotaba su colgante; una sonrisa se dibujó en sus labios.

-          ¿Sabes algo, Pertén? Hay algo que me alegra... No solo lo presiento... puedo asegurarte,  que mi sueño... ¡Sí se cumplió! – y rió de buena gana, satisfecha, gozando de las notas musicales.

La oscuridad total, pronto se esclareció; el hombre abrió los ojos, lentamente; se encontraba en el estudio de su mansión, justo tal y como se encontraba en el momento en que abandonó la Tierra, y llegó a Gaea. La puerta del estudio se abrió.

-          ¿Estás aquí? – su mujer lo miró, y acercándose a él, le dio un beso en la frente – anda, es hora de descansar.El hombre trató de levantarse, usando sus piernas curadas, pero no pudo; su cuerpo había vuelto a ser el mismo, deformado, atacado por esa enfermedad en sus células; sus ojos mostraron horror, cuando trató de pronunciar palabras, inútilmente.

-          ¿Qué te pasa? – dijo su mujer - ¿Te sientes mal?

El hombre miró sus manos; ya no tenían esa destreza que había alcanzado con el Poder de Poseidópolis. Sus ojos, abiertos al máximo, reflejaron su angustia, su desesperación.

-          ¡Dios mío, debes estar sufriendo alguna reacción al fármaco que te están suministrando!

El hombre trató de decirle que estaba equivocada, pero en su desesperación, no podía concretar las palabras necesarias en la pantalla de su computadora.

-          ¡No te muevas, Stephen, resiste, llamaré a los enfermeros ahora mismo! – y saliendo de la habitación, dejó solo al hombre.

-          ¡Mi... mi ambición, mi teoría! ¡Todos mis propósitos, se esfumaron! ¡Mi cuerpo, había sanado, qué fue lo que sucedió?

Miró a la ventana, donde era de noche; la Luna brillaba, en cuarto menguante; una extraña melodía, tocada por un conjunto de casi 20 músicos, invadió sus oídos; desconcertado, reconoció que la música que escuchaba, era tocada con instrumentos no conocidos en la Tierra.

-          ¿Qué? – El hombre tembló, furioso, al escuchar una risa, acompañando la música - ¿Ca... Cathera...?

-          Al final... yo he ganado... – la risa continuó, acompañada por la melodía.

 

En ese momento, alrededor de 6 enfermeros irrumpieron en la sala; lo encontraron temblando, con su boca abierta, sin poder controlar su saliva. Sus párpados se movían involuntariamente.

-          ¡Ayúdenlo, por favor! – sollozó su esposa - ¡Debe tener una crisis o una intoxicación!

-          ¡Rápido, tráiganlo a su habitación! – Uno de los enfermeros lo tomó con los brazos, en una rápida acción; El hombre se sentía impotente, totalmente indefenso, a merced, de todos los que le rodeaban; y esa risa, que no podía dejar de escuchar.

-          ¡Tiéndanlo, en su lecho, ahora! – los hombres lo acostaron, pero el sujeto llamado Stephen no podía controlar sus miembros, que se movían involuntariamente.

-          ¡Al final... yo he ganado! – se escuchó la voz de Cathera, dentro de su mente, atormentándolo.

Pronto, sus brazos y piernas fueron atados para tranquilizarlo, pero su mente estaba llena de pensamientos, fuera de control; la risa no paraba de atormentarlo, y esa frase lo seguía, a cada instante.

-          ¡Al final... yo he ganado, ja, ja, ja,!

Sus ojos comenzaron a llorar, de impotencia y dolor; no había nada más humillante para él, que permanecer atado a su lecho, inmóvil, siendo inyectado cada determinado lapso de tiempo con dolorosas agujas para regular su pulso.

-          ¡Al final, yo he ganado! ¡Al final, yo he ganado!

Stephen lloró amargamente; Su sueño se vio truncado. Lágrimas y saliva se revolvían en su rostro, compungido, que se lamentaba de haber conocido ese planeta, Gaea, donde la Tierra y la Luna se veían en el cielo. Lastimeros lamentos sin sentido salieron de sus atrofiadas cuerdas vocales.

-          Dios mío, ¿Qué pudo haberle pasado? – lloró su mujer, saliendo de la habitación.

-          ¡AL FINAL... YO HE GANADO! ¡!!!!!!!!!JA, JA, JA, JA, JA, JA!!!!!!!!

-          ¡Cathera, guarda silencio, por favor!

-          Discúlpame, Tía... pero la música me hace sentir feliz... ja, ja, ja...

Las nubes comenzaban a tornarse amarillas, con la luz del sol del atardecer; las montañas que bordeaban Fanelia estaban próximas.

-          Finalmente, llegaremos a Fanelia... – dijo Van.

-          ¡Fanelia!

Escaflowne pasó la barrera rocosa; debajo de ellos se extendía la semidestruida ciudad de Fanelia, golpeada por los deslaves de las montañas que la bordeaban, cuyos campos de cultivo, su principal sostén económico, habían quedado arruinados con los aguaceros; una ciudad desquebrajada por los sismos; aún así, la gente de Fanelia se alegró al ver el el cielo, la silueta del Dragón Volador.

Los 4 soldados de Fanelia salieron del Castillo Fanel.

-          ¡Es él, el Maestro Van!

-          ¡Ha regresado, por fin, a salvar a su patria!

-          La chica de la Luna Fantasma lo acompaña...

Las puertas del castillo se abrieron de par en par; los 4 muchachos salieron a la explanada multicolor, donde Escaflowne aterrizó; la gente se congregó a su alrededor.

-          Maestro Van... – Megnon se arrodilló ante él, seguido por los otros 3 muchachos.

-          Estoy de vuelta, para edificar Fanelia sobre las ruinas... ¡Y escuchen todos, habitantes de ésta leal ciudad! ¡El peligro ha pasado! ¡Podremos vivir en paz, de ahora en adelante!

Los gritos de júbilo de la población no se dejaron esperar, después de todo, confiaban en su Rey a toda costa. Van saltó al suelo, y ayudó a Hitomi a bajar de éste; Merle bajó de un certero salto.

-          Señorita Hitomi... – dijo Megnon – nos honra que vuelva a pisar la sagrada tierra de Fanelia... por favor, sígame, la llevaré a su habitación...

-          Gracias... pero he venido a ayudar a levantar la ciudad de nuevo, porque amo a Fanelia; yo también ayudaré...

-          ¡Señorita Hitomi! – los 4 muchachos se alegraron ante los bríos de Hitomi, sintiéndose más animados - ¡Como usted diga!

Van se acercó a ella, junto con Merle.

-          Pero, Hitomi... ¿No te esperan en la Luna Fantasma? – dijo Van.

-          Yukari me ha dicho que nada sucedió; toda la vida en la Tierra transcurre con normalidad, como si nada hubiera ocurrido...

-          ¿Yukari?

-          Algún día podrás conocerla... Gracias a su ayuda y a Kappei sempai, Gaea sigue en pie... 

-          ¿Entonces...?

Van la tomó de los hombros, y ambos miraron hacia el cielo, convencidos de que hicieron la mejor elección. Ambos se miraron.

-          Hitomi...

-          Yo... te amo, sin importar la distancia o la adversidad... yo te amo...

Sus bocas se unieron, en su primer beso. La gente se entusiasmó al verlos; Merle los veía, desde unos pasos atrás, nostálgica.

-          Miau...

-          ¿Son felices, no es así? – las manos de Megnon se posaron en sus peludos hombros, haciéndola sentir reconfortada.

-          ¡Rrrrrrrrrrrrr! Se siente como Van sama... – sus ojos brillaron, pícaramente; Megnon la miró, con delicadeza.

Hitomi miró el horizonte, rojizo; la Luna Fantasma se descubría en el cielo, tras las ligeras nubes.

-          Sé que sabrán esperar...

En el mar, en las profundidades del océano, una majestuosa ciudad volvía a resplandecer; una multitud de hombres y mujeres sirena, nadaban alrededor de la Torre principal, al centro de la ciudad, guardando el secreto más importante de Gaea: el Poder de Jichia.

-          Sé que sabrán esperar...

<<Glosario>>

| 1 | 2 | 3 | 4 | 5 | 6 | 7 | 8 | 9 | 10 | 11 | 12 | 13 | 14 | 15 | 16 | 17 | 18 | 19 | 20 | 21 | 22 | 23 | 24 | 25 | 26 |

<<Volver a Escaflowne Fanfics