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XII. Traición Consumada

La barrera metálica del dorso del Oreades se volvió líquida; el cuerpo de un joven cayó al suelo. Aún así, trató de levantarse, pero su pierna se encontraba muy lastimada, desmayándose frente a los ojos de Allen y Gaddes, que habían abandonado sus respectivos Guymelfs para socorrer a...

-          !Cerena, estás bien? – dijo Allen, reclinándose para auxiliarla. El cuerpo de Cerena se veía muy extraño; no parecía ella; Dilandau había aparecido de nuevo en ese cuerpo.

-          ¡Ha vuelto a ocurrir! – dijo Gaddes, cuyos puños se cerraron con fuerza, conteniendo su rabia - ¡Maldito seas, Basram! – los ojos del ahora Dilandau se abrieron con dificultad pudiendo ver a Gaddes. Un cálido sentimiento recorrió su cuerpo, el cual se volvió más frágil; la profunda herida en su mejilla comenzó a desvanecerse, a la vez que su cabello recuperaba poco a poco su forma ondulada y rubia.

-          ¡Vamos, tenemos que curarla pronto! – dijo Allen. Sus hombres salían de la embarcación en ese momento, que no tardaba en arder en llamas.

-          ¡Jefe, señorita Cerena! – los rostros de los tripulantes del Crusade tenían una expresión de asombro ante la escena que presenciaban.

Un gran estallido hizo volar en pedazos la embarcación supuestamente Basramita; el Crusade ya se encontraba alejado para entonces.

El cielo del atardecer coloreaba las nubes con un enigmático tono rojizo. En las lejanas tierras inexploradas del norte, un par de haces luminosos regresaron a Hitomi y Escaflowne a la superficie. El pecho de Escaflowne se abrió; Van salió de él.

-          ¡Hitomi!

-          Van...

-          ¿Qué... que hacías ahí, cómo llegaste?

-          Fue el pendiente – Hitomi lo tomó, mirándolo fijamente – de repente, desaparecí y me vi dentro de la gran ciudad de Jichia... Van, tenemos que detener a Basram; el desequilibrio de Gaea ya ha comenzado...

-          ¿Qué dices?

-          Esa explosión... fue la segunda alteración en el planeta; de no haber sido por el Clan Mir, las consecuencias de esa explosión hubieran sido catastróficas... y me preocupa aún más la primer catástrofe... ignoro qué haya ocurrido, y pudo haber sido muy grave...

-          Pero... ¿Cómo lo sabes?

-          Van, el poder de Jichia es parecido al Poder de Atlantis... me lo dijo uno de los habitantes de Atlantis, que resguarda ese poder junto con el Clan Mir... – el pendiente comenzó a oscilar.

-          ¡Qué pasa, porqué hace eso? – dijo Van. Hitomi cerró los ojos, concentrándose en el pendiente, éste le mostró que se encontraban cerca de una estructura, oculta en las profundidades de un cañón cercano a la orilla del mar, la cual funcionaba para extraer y canalizar la energía drenada desde Poseidópolis, hasta Escitia.

Pronto, Escaflowne estaría volando sobre esa estructura, descubierta por Cerena tiempo antes. Los trabajadores de ese lugar se percataron que algo volaba sobre ellos.

-          ¡Miren, es un Dragón! – Arrus, el Comandante de la obra miró al cielo; pronto reconoció que no se trataba de un dragón - ¡Es un intruso! – gritó - ¡Preparen los Astharon!

Escaflowne aterrizó bruscamente en la construcción, similar a lo que en la Tierra podría llamarse una base petrolera, aunque con recursos de Gaea. 7 Guymelfs salieron a hacerle frente. Hitomi se encontraba en la colina más próxima, esperando que Van terminara con eso.

-          Van, por favor, regresa pronto...

Los Guymelfs se abalanzaron contra Escaflowne, cuyo Medum se había hecho polvo hace tiempo, luciendo su color original. La espada de Escaflowne terminó con varios de ellos de un solo golpe, partiéndolos en 2, o arrancándoles los brazos. De ésta manera, no podrían manejar las puntiagudas lanzas. Cayeron pronto todos los contrincantes de Van, menos uno, aquel tripulado por el Comandante del lugar. Se trataba de una versión un tanto diferente del Astharon. Las rocas levitantes en sus hombros tenían ambas un Energist incrustado. Su capa no era corta, sino de tamaño normal, pero rodeaba las rocas, cubriendo los brazos, mucho más fuertes que los de un Astharon común. El penacho amarillo era mucho más largo, a manera de cabellera, que caía por la espalda; las partes grisáceas del modelo convencional, eran de un tono verde oscuro, en éste modelo único llamado Gaodhem; Su brazo derecho ostentaba un escudo hecho de roca, para hacerlo resistente. Todo el brazo izquierdo se encontraba reforzado con piedra, y era notablemente más grande, sustituyendo la fuerza de combate de  la lanza del Astharon convencional.

-          ¿Cómo te atreves a irrumpir aquí? – la voz del Comandante Arrus salió del Gaodhem – este Fuerte no debe ser conocido...

-          Ustedes se han encargado de robar la energía que Gaea necesita para vivir... no puedo permitir eso... – contestó Van, listo para atacar.

-          ¿Quién lo dice?

-          ¿Acaso importa? – Van se lanzó en contra del Gaodhem, quien lo embistió gracias a su poderoso escudo. Escaflowne retrocedió. El Gaodhem levantó su poderoso brazo izquierdo, tratando de golpear a Escaflowne, pero éste lo esquivó. El puño del Guymelf basramita se enterró en el suelo, levantando grandes cantidades de polvo.

-          No me importa quien seas... no puedes vivir después de habernos encontrado... – volvió a elevar su brazo, estrellándolo contra la espada de Escaflowne. Van advirtió el gran potencial que tenía esa extremidad, reforzada con fragmentos rocosos. – Tu espada no resistirá mucho, así que... – separando el brazo de ésta, volvió a embestirla varias veces, causándole algunas abolladuras en su filo.

-          ¡Maldición! – Van miró su espada, la cual podría arruinarse por completo de seguir peleando así. El Gaodhem trataba de hacerlo soltar la espada, cosa que Van jamás haría. En un rápido e inesperado movimiento, el brazo del Guymelf apresó el brazo de Escaflowne. - ¿Qué? – el poderoso Guymelf levantó la masa de Escaflowne, para estrellarlo en el suelo con gran fuerza.

-          ¡Van! – Hitomi no podía ver la batalla, pues se encontraban en el cañón, pero presentía lo ocurrido, y sabía que Van estaba en clara desventaja; decidida, comenzó a correr colina abajo, tratando de llegar el borde del cañón, donde tal vez podría ayudar a Van.

Van alcanzó a girar en el suelo, haciendo que el puño del enemigo volviera a hundirse en el suelo, pequeñas piedras y polvo se levantaron con el impacto. Escaflowne se levantó, en guardia.

-          ¿Qué debo hacer? – se preguntó Van – es bastante bueno... – ante otro intempestivo ataque del Gaodhem, Escaflowne se convirtió en Dragón Volador. La garra libre de Escaflowne sostenía la espada. Los 2 Energist en las rocas levitantes del Gaodhem brillaron; el Guymelf pronto dejó el suelo, dejando a Van perplejo. – Pero... ¿Es que también puede volar? – la mano asesina del Guymelf se precipitó sobre Escaflowne, quien huyó por un instante para regresar a golpearlo con su espada; pero entonces pudo darse cuenta de la destreza del Gaodhem incluso en el aire, al parar sus ataques con su escudo rocoso.

-          !Ja, ja, ahora me doy cuenta... – celebró Arrus al ver la figura del Dragón Volador – si se trata de un Guymelf Ispano! ¡Me sentiré honrado al terminar con un Guymelf de tal manufactura!

Hitomi seguía corriendo, sin perder detalle de la batalla que se libraba ahora a varias costas del suelo, saliendo del profundo cañón, a la vista de Hitomi. Un nube de chispas se originó cuando la espada de Escaflowne golpeó salvajemente la palma abierta del brazo del enemigo.

-          Je, Je, Je... estúpido... – dijo Arrus. La mano del Gaodhem se cerró, atrapando la espada.

-          ¡Oh, no, maldito! – Un brusco tirón por parte del enemigo obligó a Escaflowne a soltar su arma, la cual fue arrojada con fuerza al vacío. Escaflowne trató de recuperar el equilibrio en el aire por la sacudida, pero la cola del Dragón fue apresada también por Arrus.

-          Esto le pasa a todo aquel que se atreve a pelear con Arrus, comandante de la fuerza secreta del Supremo Señor Estillon... – Escaflowne fue arrojado al suelo, fuera del cañón, estrellándose con estrépito sobre la dura superficie. Van rodó, cayendo lejos de su Guymelf.

-          ¡Van! – gritó Hitomi, que se encontraba ya cerca. El Gaodhem hizo apagar el brillo de sus Energist incrustados en las rocas de sus hombros, comenzando a descender. Van se levantó trabajosamente, en parte por los golpes de la caída, sumados por los golpes que Escaflowne recibió también. Aún así, Van seguía con intenciones de terminar el enfrentamiento. Hitomi llegó hasta él. - ¡Van, no sigas!

-          Tengo que seguir...

-          ¡Pero puedes morir, recuerda que no puedes volver a repararlo!

-          Por eso tengo que llegar hasta Escaflowne, y huir...

Es ese momento el Gaodhem tocó tierra; nubes de polvo se levantaron en el lugar donde sus pies se posaron. Escaflowne se encontraba a unas costas de él, a su merced. Van vio que sería imposible recuperarlo.

-          Hitomi... ayúdame...

-          ¿Qué?

-          Tengo que manejarlo desde aquí... – es la única manera.

-          Van... – Hitomi lo tomó de la mano – recuerda... tienes que concentrarte en él...

Van y Hitomi cerraron sus ojos, Hitomi comenzó a sentir el dolor de Van, ya iniciada la conexión. El Energist de Escaflowne comenzó a brillar; los pasos del enemigo se escuchaban cada vez más cerca.

-          Escaflowne... muévete...

-          Por favor... Escaflowne... – dijo Hitomi. El cuello del Dragón comenzó a levantarse. Hitomi podía ver la estructura del Gaodhem a través de su mente; se dio cuenta de algo: poseía 3 depósitos de Energist: 2 destinados para hacerlos volar, situados en las rocas levitantes, y uno más, el que lo hacía funcionar, pero Hitomi no podía averiguar su correcta ubicación.

-          ¡Ah, veo que te resistes! – dijo el Gaodhem al mirar que Escaflowne se movía; tomándolo por el cuello del dragón, lo levantó con su poderosa mano; la cola de Escaflowne no tocaba el suelo. – Lástima, veo que eres un Guymelf muy hermoso... – y comenzó a apretar el largo cuello de Escaflowne, saltando algunas chispas de él. Van y Hitomi sintieron lo mismo.

-          Hitomi... dé... déjame solo... no puedo... agh... permitir que sufras... es... esto.

-          No, Van... – le dijo Hitomi, algunas lágrimas de dolor resbalaron de sus ojos – tenemos que acabar... con él...

El Gaodhem se mostraba victorioso, con Escaflowne colgando de su gigantesco brazo; movió el brazo opuesto para equilibrarse mejor, dejando al descubierto...

-          ¡Su depósito de Energist! – dijo Hitomi, entre el dolor en su garganta - ¡Oculto en su brazo derecho..., tras el escudo!

-          ¡Aaaahhhhhhh! – el grito de Van se transformó en un violento golpe de la cola de Escaflowne contra la parte posterior del brazo derecho del Gaodhem, donde un pequeño compartimiento que brillaba se hizo pedazos. El Gaodhem se quedó inmóvil, de una pieza. El dolor en Van y Hitomi desapareció. El cuello de Escaflowne se vio libre de fuerza opresora, resbalando y cayendo al suelo, libre.

-          ¡Qué... pero? ¡Maldito idiota! – gritó Arrus al ver que su Guymelf había sido anulado.

Van dejó a Hitomi, para llegar hasta donde se encontraba Escaflowne. Estando a punto de alcanzarlo.

-          ¡Esto no se ha terminado, intruso mal nacido! – la cabina del Gaodhem se abrió de repente; Arrus saltó de ella, para enfrentarse a Van, quien a tiempo desenfundó su espada. Arrus, un hombre grande y fornido, utilizaba un guante metálico, fijado en su mano izquierda con ataduras de cuero y piel, y sujeto hasta el codo con un mecanismo de amarre y metal que impedía que se moviera de su lugar; de la parte superior del guante (detrás de la palma de la mano) se encontraba soldada una hoja de espada, que podía retraerse hasta el codo cuando no era utilizada. Con ella, Arrus arremetió contra Van, quien lo detuvo utilizando el cuerpo de su espada para protegerse. – Debo admitir que eres el primero que resiste pelear con mi Gaodhem... pero no vivirás para contarlo... – las espadas se separaron para golpearse de nuevo. 

-          No permitiré que sigan robando la energía que le pertenece a Gaea... – gritó Van, furioso. Arrus pudo visualizar con facilidad el símbolo real en la espada de Van.

-          ¡Vaya... así que estoy peleando contra el Rey de Fanelia! ¿Quién lo diría? – Van se dio cuenta que su identidad había sido descubierta, algo que Dryden le hizo hincapié en ocultarlo para evitarse graves problemas con Basram.

-          ¡Aaaahhh! – los gritos de los combatientes se acompañaban por sus fieros movimientos, tratando de herirse el uno al otro, sin resultados; los 2 eran magníficos en el manejo de la espada. Se encontraban peleando al borde del cañón que ocultaba la base de extracción. Arrus se empeñaba en hacerlo caer, orillándolo cada vez más. Pero Van era muy ágil.

-          ¡Te escabulles como la rata que eres! – le dijo Arrus, manejando diestramente su arma.

Hitomi se encontraba junto a Escaflowne.

-          ¿Qué me sucede? – dijo, alterada - ¿Porqué tengo un mal presentimiento?

Van y Arrus no se habían dado cuenta, pero sus ataques y saltos eran muy pesados, y la roca que se encontraba debajo de ellos había comenzado a desquebrajarse. Se encontraban en peligro. Arrus se empeñaba en hacerlo caer al profundo cañón.

-          ¡Muere! – gritó Arrus, dándole un veloz navajazo que Van alcanzó a esquivar con mucha suerte. La navaja de Arrus se incrustó en la roca donde peleaban, abriendo una profunda grieta. Van miró al suelo, que comenzaba a desquebrajarse.

-          ¡Van! – Hitomi quiso alertarlo, pero ya era demasiado tarde; la roca que ellos pisaban se vino abajo, junto con ellos, cayendo al profundo cañón. Grandes rocas se vinieron abajo. El pesado cuerpo de Arrus las acompañó.

-          ¡Moriré, pero tú también lo harás! – gritó Arrus, cayendo con gran aceleración; la mirada de Van hacia él se tornó sarcástica; en ese momento, la vestimenta roja de Van se rasgó, dando lugar a 2 majestuosas alas que le darían la oportunidad de salir de ahí, ante los azorados ojos de Arrus, que fue a estrellarse contra las vigas que sostenían parte de la construcción allá abajo. Sus últimas palabras, interrumpidas por la muerte, maldijeron al descendiente del Clan Dragón.

-          ¡Van! – Hitomi vio cómo un ángel salía del cañón, agitando sus grandes alas. La obscura figura de Escaflowne Dragón enmarcaba el rojo horizonte.

-          Pero... ¿Cómo que no saben a dónde fue esa niña? – gritó Cathera, iracunda, al recibir la noticia por parte de Pertén, capitán de los guerreros de Ofir.

-          Lo sentimos mucho, Dama Cathera... – le dijo Pertén, arrodillado – Cuando menos lo imaginamos, desapareció junto con los invitados de la Primera Dama Eries...

-          No pensé que fueras tan incompetente, Pertén...

-          Dama Cathera... – los ojos de Pertén se cerraron apenados; las palabras de Cathera lo herían, más cuando estaba enamorado de ella...

-          Jefe... díganos cómo se encuentra la señorita...

-          El peligro que temíamos ya pasó... aunque se encuentra herida de la pierna...

-          ¿Podemos verla?

-          Ahora no... Gaddes está con ella... – los ojos de Allen se cerraron, confiando en el hombre a quien le había depositado toda su confianza, su mejor amigo. Los hombres de Allen comprendieron que debían esperar.

La habitación estaba iluminada por algunas velas; Cerena descansaba en la cama; su pierna se hallaba vendada. Gaddes estaba sentado en un rincón, viéndola dormir, oculto por la penumbra de la habitación. Cerena abrió los ojos lentamente.

-          ¿Ga... Gaddes? – preguntó, cansada. Gaddes se levantó de inmediato para atenderla.

-          Aquí estoy, Cerena... – le contestó, tomándole una mano, que su compañera le estrujó.

-          ¿Estás... bien? – preguntó Cerena.

-          Sí...

-          Me alegro... – los ojos de Cerena temblaron un poco, para llorar después amargamente. Gaddes la abrazó para reconfortarla. – Pensé... que nunca volvería a sucederme... ¿Porqué ocurrió? – y lo apretó junto a ella, para sentirse segura.

-          No te preocupes, Cerena, fue una reacción ante el dolor...

-          Pero... no quiero vivir pendiente al dolor... no quiero que te alejes de mí por ello...

-          Cerena... no me alejaré... – y la besó, tranquilizándola.

-          A pesar de todo, recuerdo cómo sucedió... me aterré al ver cómo mi cuerpo cambiaba... llegó un momento en el que no supe más de mí, hasta que te vi de nuevo...

-          Dime, Cerena... ¿No recuerdas cómo acabaste con tu rival?

-          No... lo único que recuerdo era esa ansiedad por verte de nuevo, cerca...

Allen se encontraba fuera de la habitación, escuchó lo que hablaban.

-          Gaddes... sé que la harás feliz, a pesar de las adversidades...

Palas. El Rey Aston miraba desde su lecho, a través de la gran ventana de su habitación; el puerto de Rampant podía verse desde ahí; sus lastimeros ojos mostraron algo de esperanza al ver que una gran nave astoriana descendía en Rampant; sus banderas mostraban el estandarte de la Familia independiente más rica de Astoria: el apellido Fassa. Elche entró a la habitación, como siempre, sosteniendo los alimentos para Su Majestad.

-          ¿Qué tal se siente hoy, Mi Rey? – preguntó Elche, sin obtener respuesta, lo que le causó extrañeza; volteó hacia el Rey, el cual se encontraba mirando a la ventana fijamente. Caminando hacia él, escuchó:

-          Hoy no te necesito aquí... es mejor que prepares la recepción para Meiden..

 

Los ojos de Elche se inyectaron en sangre, al mirar ese navío descender en las pistas de Rampant; por lo visto, los hombres geco no habían cumplido su cometido. Con sus manos, temblorosas de ira, sacó el pequeño saco de piel con hojas de Sutaro, apretándolo con fuerza.

Al poco tiempo, las puertas del Palacio de Palas recibían al mercader, acompañado por los 2 siervos astorianos, Anna y Maak. Los ojos de la servidumbre se posaban en ellos 2, sin comprender qué hacían al lado del mercader Meiden.

-          ¿En dónde se encuentra el Rey? – preguntó Meiden, alterado y preocupado a la vez, sosteniendo el pequeño bastón que siempre traía consigo.

-          En... en sus habitaciones, Señor... – le contestaron algunas doncellas a su paso. Meiden y sus 2 acompañantes le siguieron en su atropellado camino.

Escaflowne volaba en dirección al sur, dirigiéndose hacia Escitia; la torre del Rey, la más alta del castillo de Basram, comenzó a distinguirse a lo lejos.

-          No sé a dónde habrán ido Allen y los otros... – dijo Van, maniobrando las alas de su Guymelf.

-          Estoy segura que pudieron acabar con los enemigos en el mar de Gaea...

-          ¿Cómo lo sabes, Hitomi?

-          Es... un presentimiento que tuve... desde un principio... – Hitomi se afianzó aún más a la cintura de Van, haciéndolo sentir también reconfortado. Hitomi miraba el panorama bajo sus pies; una extensa tierra, al parecer virgen aún; de repente, sus pupilas se contrajeron de terror; Van sintió el brusco cambio en Hitomi.

-          !Hitomi, qué... Qué sucede? – En la mente de Hitomi se dibujó el cuerpo de un hombre que caía al suelo, acompañado por las gotas de lluvia sangrienta.

-          ¡Rey! – el atroz grito de Meiden se escuchó por toda la habitación. Anna se cubrió el rostro con sus manos temblorosas, siendo sostenida por Maak, quien no podía creerlo. El Rey Aston se encontraba tirado junto a su lecho; por su posición, parecía que había tratado de caminar buscando ayuda, desfalleciendo en el intento. Su rostro jadeaba, buscando aire.

-          ¡Rápido, tenemos que atender a su Majestad! – gritó Maak, saliendo de la habitación.

-          !Rey, por favor, dígame qué le ocurrió? – le dijo Meiden, al ver el deplorable estado de su amigo Aston. El rostro del hombre se encontraba cubierto por un extraño salpullido.

-          ¡Por Jichia! – gritó Anna, tratando de auxiliarlo - ¡Esas marcas!

Los ojos del Rey miraron con dificultad a Anna, quien lo veía con pesar.

-          !Aston, dígame qué ocurrió, por favor! – le decía Meiden, aterrado, sosteniéndolo. El Rey trató de articular palabra, pero no pudo. Un terrible ataque lo hizo toser sangre. Meiden se levantó, saliendo de la habitación buscando ayuda, desesperado. Anna se quedó con el Rey, quien la tomó de la mano, con gran esfuerzo, tratando de decirle algo.

-          Su Majestad, por favor, no se esfuerce – le dijo Anna, sollozando – ha sido el Señor Elche, ¿verdad?

 El llanto de la primera doncella inundó el Palacio.

-          ¿Eries? – preguntó Cehris al ver en su mujer una extraña actitud, volteando drásticamente a la ventana, mirando hacia el sur, hacia Astoria.

-          Cehris... – dijo Eries, llevándose las manos al pecho, invadida por una extraña sensación.

En su habitación, la princesa Millerna se encontraba también llena de incertidumbre.

-          Ésta sensación... es la misma que tuve cuando Marlene... – sus manos se estrujaron, y sus ojos comenzaron a estremecerse. - ¡No, no creo que eso pasara!.

-          !Hitomi, te encuentras bien? – preguntó Van, después de tocar tierra de inmediato.

-          ¡Alguien... Alguien va, va... a morir! – dijo Hitomi, tomándose la cabeza con las manos, aterrorizada por aquella visión.

-          Pero...

-          ¡Pude verlo, Van! – dijo Hitomi - ¡Tal y como lo vi con el hombre camaleón, con el Rey de Freid; ¡... tal y como pasó con Folken!

-          Hitomi... – Van la abrazó para tranquilizarla. Hitomi gritó al sentir lo peor.

Meiden corría por uno de los pasillos, buscando ayuda para el Rey; frente a él vio venir a Elche con varias personas, en dirección a la habitación del Rey.

-          ¡Elche... tú, maldito! – le dijo Meiden al tenerlo frente a frente - ¡Todo ha sido culpa tuya!

-          ¿Mi culpa? – dijo Elche, fingiendo estar compungido – Yo no dejé a Su Majestad a su suerte para vender en Egzardia; yo estuve aquí, velando todo el tiempo por él... ¿Y me dices que tengo la culpa? – Elche y los demás hombres tras él pasaron a Meiden – ¡Deberías agradecerme que me he preocupado por Su Majestad, por eso he traído a los mejores doctores conmigo para salvarle la vida!

Pronto Elche irrumpió en la habitación del Rey. Los hombres que lo acompañaban corrieron a auxiliar a Su Majestad; Anna fue separada de Aston por el propio Elche, quien la jaloneó con fuerza.

-          ¿Qué demonios haces aquí? – la miró con sus ojos inyectados en sangre - ¡Te dije que no volvieras a acercarte al Rey! ¡Lárgate! – Anna fue aventada fuera de la habitación, cayendo al suelo con fuerza.

Los doctores auscultaron el cuerpo del Rey.

-          No hay nada que hacer... Jichia ha tomado la vida de nuestra Majestad...

-          ¡No, no puede ser! – dijo Elche, fingiendo terror.

La gente de Palas fue reunida en una asamblea, en el patio principal del palacio para recibir la noticia.

Tassili, ciudad sede del Reino de Chezario.

-          ¿Qué dices? – gritó el Vicario Cnossos Roul, primer mandatario del país más antiguo de Gaea, interrumpiendo sus actividades gubernamentales.

-          Así es, Vicario Roul, al parecer el Rey de la vecina nación de Astoria, Grava Efud Aston acaba de fallecer... – le dijo uno de sus consejeros.

-          ¡Pero, esto no puede ser posible! ¡Tengo que viajar a Palas cuánto antes!

Por su parte, el Rey Sardos Icar Daedos, de Daedalus, también tomó la noticia con alarma, movilizándose de inmediato, partiendo desde su ciudad sede, Icar.

-          Monarca... – el consejero más cercano entró a la habitación más lujosa del palacete de Eron, capital de Egzardia, donde se hallaba la única mujer gobernante de Gaea, Thera Isabel Assab.

-          ¿Qué sucede?

-          El Rey de Astoria acaba de morir... – la robusta Reina Thera perdió el conocimiento por la impresión.

Godashim, Capital del Reino de Freid.

-          ¡No, no puede ser que mi abuelo haya muerto! ¡No puedo creer lo que me dices! - gritó Chid, rehusándose a aceptarlo. Kaja, el representante del Clan Zeru, y ahora la mano derecha de Chid, trataba de hacerlo entrar en razón.

-          ¡Pero, Rey Chid, comprenda que ahora más que nunca tiene que estar al frente de Freid! ¡No puede darse por vencido!

-          Pero...

-          ¡Rey Chid, usted sabe que podría ocurrir una guerra en contra de Astoria si no interviene pronto!

-          Tienes razón... – Chid se levantó de su “trono”, blandiendo su pequeño y simbólico sable – en éste momento Astoria necesita de Freid, su nación hermana...

-          Ya veo... parece que por fin murió ese maldito... – dijo el general Adelphos, único sobreviviente de los 4 generales de Zaiback y ahora el representante de dicho país.

Fanelia.

-          ¡Tenemos que hacer algo hasta que el Maestro Van regrese! – dijo Megnon, el líder de los 4 soldados de Fanelia entrenados por Van.

-          ¡Pero... no podemos tomar una decisión apresurada! – dijo Sutton.

-          ¡El Rey Van tiene que venir pronto, para encabezar a su país! – dijo Zircon – no debemos precipitarnos.

-          Tal vez no sea él, quien tenga que venir a nosotros... – dijo Megnon; los 4 soldados comprendieron lo que él quiso decir.

Cathera entró corriendo al estudio donde su hermano y Eries se encontraban. Millerna también se encontraba con ellos.

-          Cehris, hermana Eries... tengo algo que decirles...

Ese día, Astoria se mantuvo silenciosa, a medida como la Luna Fantasma y su pequeño satélite se iban apoderando del trono de la bóveda celeste, desplazando al Sol.

En esa ocasión, las luces de Palas no se encendieron; los habitantes de la ciudad no salieron a recoger sus redes; la atmósfera se sentía pesada y obscura.

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