Site hosted by Angelfire.com: Build your free website today!
 

XXIII. Sueños Ambiciosos

  Las campanadas anunciaron un nuevo día; la hermosa ciudad recibía los rayos del Sol; una ciudad antiquísima, donde los hermosos edificios de la época del Renacimiento, engalanaban la urbe, en contraste con modernas y funcionales construcciones, que le han dado a esa ciudad el título de una de las más importantes en la Tierra; a lo largo de un extenso sendero de árboles, corre un ancho río, el cual pasa por una torre, la más representativa de la ciudad, en cuyo cuerpo aloja un famoso reloj, que indica las 8 de la mañana, exactamente.

Ese reloj puede verse desde las ventanas de una hermosa mansión, a orillas de la ciudad. Un séquito de 3 mujeres, vestidas con blancos ropajes, entraron a la habitación donde un hombre duerme, cuyo rostro se encuentra deformado, al igual que su cuerpo.

-          Buenos días...

El hombre abre sus ojos, de un color verde; de inmediato recibe atenciones por parte de las 3 mujeres, incorporándolo, con sumo cuidado; una silla se encuentra al lado de la cama, ostentando unas ruedas para desplazarse, y una pantalla de computadora, frente al asiento.

-          Aquí está el desayuno, señor... espero que sea de su agrado...

Una de las mujeres coloca el desayuno en una plataforma sobre la cama; el hombre es ayudado a comer, como si fuera un bebé.

-          Espere un poco; enseguida prepararemos el baño, Señor...

Las 3 mujeres se retiran de la habitación; las transparentes cortinas ondean con el suave viento que entra por la ventana; el hombre, sentado en su cama, mira hacia el exterior.

-          Estoy harto de vivir de ésta manera... – pensó.

Durante todo el día, y en absolutamente todas las actividades que debe realizar, es ayudado y supervisado por varias personas, entre ellas, su esposa.

-          Discúlpame – dice su mujer, acercándose su cabeza, besándolo en una de sus mejillas – Debo irme: tengo algunas cosas que hacer, pero regresaré pronto... – la mujer se retira; él la ve alejarse.

-          Si cuando menos pudiera acompañarte... pero sé que soy un estorbo... – pensó.

Al caer la noche, encerrado en un elegante estudio, por fin el hombre se encuentra solo, las personas que lo cuidan y lo protegen a cada paso lo han dejado por unos momentos. Sus ojos, ya cansados, recorren las paredes del estudio, repleto de libros, pinturas, y adornos; el viento vuelve a entrar al estudio, haciendo que su lacio cabello se mueva al compás de éste.

-          Maldita enfermedad... no importa qué tan importante sea en éste mundo, la enfermedad que me carcome solo hace que provoque compasión a los demás... estúpidos... si tuvieran mis conocimientos no pensarían de esa forma...

El viento arrecia; las cortinas se mueven, dejando entrar la racha de aire.

-          ¡Cómo odio ésta vida! – pensó, mientras apretaba su única mano con movilidad, furioso; sus ojos han dejado escapar algunas lágrimas – Pero no deseo morir; tengo que conocer los secretos del universo; sé que será la única forma de encontrar alguna cura a mi trastorno... Si tan solo obtuviera una segunda oportunidad, en la que pudiera sobrellevar éste pesar, y hacerles ver a todos los hombres mi superioridad...

El viento dejó de entrar a la habitación; las estrellas se ven, brillando, desde donde él está.

-          ¡Quiero saber, quiero saber más, descubrir los secretos del universo! – pensó lleno de odio hacia los suyos; sus cansados ojos se cerraron; su cuerpo se volvió ligero; el sueño lo invadió.

En otro lugar de la lujosa e inmensa mansión, la esposa de ese hombre regresó.

-          ¿Dónde está mi marido?

-          En su estudio...

-          Prepara todo para llevarlo a descansar, iré a verlo...

La mujer avanzó, a lo largo de la senda que la llevaría hasta la entrada a ese estudio. Tomando la empuñadura de la puerta, se dispuso a abrirla.

Los ojos del hombre se abrieron al escuchar que la puerta se abría. Esperó ver los libreros y cuadros que engalanaban su estudio, pero no fue así; sin saber cómo, se encontraba en una majestuosa sala, cubierta por libros, desde el suelo, hasta la cúspide; se encontraba ésta incluida en una hermosa torre; las escaleras de esa Biblioteca comenzaban a ascender desde la planta baja, recorriendo como una espiral, los distintos pisos del lugar.

-          ¡Quién es usted? – el hombre escuchó alguien tras de él; el miedo lo invadió, pues desconocía el sitio en el que se encontraba. De espaldas a esa persona que le había hablado, no pudo darse la vuelta, permaneció gélido, inmóvil. Escuchó que la puerta se cerró, y la hoja de una espada salió de su funda - ¡Qué hace aquí, conteste!

Paralizado, el hombre no pudo responder nada; y no podría haberlo hecho, pues su extraña enfermedad le impedía hablar por sí mismo, y necesitaba de una máquina con él para lograrlo. De pronto sintió como la filosa hoja de una espada se acercó a su nuca.

-          ¿Es algún enviado de Zaiback, no es así?

El hombre comenzó a temblar, sin poder controlarse; la impresión en esos momentos lo hizo desvanecerse, perdiendo el conocimiento. La espada se retiró de su nuca; los pasos del otro hombre lo rodearon.

-          Pero... – el hombre, alto, y con un gran parecido a Cehris, vio asombrado el deplorable cuerpo del intruso – Esto es... increíble...

Cuando el enjuto hombre despertó de su inanición, la mirada compasiva de alguien frente a él lo hizo levantar el rostro, trabajosamente.

-          Mi nombre es Estillon Escia, El Supremo Señor de la nación de Basram... – dijo el hombre, parado frente a él. De inmediato notó que su presencia le causaba pánico al deformado individuo; sin saber cómo hacerlo sentir tranquilo, desabrochó la correa de su cintura, donde colgaba su pesada espada, y la depositó en el suelo – No te haré daño, tranquilízate...

Para el enjuto hombre, la sorpresa de entender ese extraño idioma lo dejó consternado; poco a poco dejó su timidez a un lado, ante la bondadosa mirada de Estillon.

-          ¡No puedo creerlo! – dijo el Gobernante - ¡Posees una tecnología... asombrosa! – y mirando a la silla de ruedas que lo sostenía, enfocó su interés en la extraña caja negra, metálica, con cables en su parte posterior, y una grisácea pantalla al frente - ¿De dónde has venido? – Una extraña sensación recorrió el cuerpo de Estillon, quien inconscientemente, miró hacia la bóveda de la Biblioteca, cristalina; la Luna Fantasma brillaba junto a la Luna, en el cielo nocturno; Estillon comprendió - ¿Acaso tú... eres un ser de la Luna Fantasma?

La mirada del hombre, llena de incertidumbre, lo hizo saber que estaba en lo cierto; Estillon había sido un hombre culto, propietario de la Biblioteca más extensa conocida en Gaea; se le conocía como el Gobernante Sabio, entre los Reyes y gobernantes del Planeta. Sus conocimientos en historia de Gaea eran muy profundos, gracias a que era el único hombre que guardaba en su vasto volumen de libros y textos, antiguos pergaminos escritos por los primeros habitantes de Gaea.

Estillon sabía, por consiguiente, del Poder de Atlantis, un poder que destruyó a la raza de los hombres dragones, y que en el último momento, creó Gaea, como un último deseo de los hombres de Atlantis; sabía que, en cierta forma, los habitantes de ese planeta descendían de los habitantes de la Luna Fantasma. Eran pergaminos legendarios, de un incalculable valor, y por consiguiente, pocos hombres podían tener acceso a ellos; en esos momentos, solo él conocía esa historia.

Uno de esos pergaminos incluía la historia de Poseidópolis, donde el Clan Mir, desconocido por los habitantes del planeta, resguardaban  el Poder de Jichia, aquel con el que los Dioses formaron Atlantis, y que se utilizó para darle vida a Gaea.

-          Entiendo... no debes hablar nuestra lengua... – le dijo Estillon, buscando en un hermoso estante, próximo a ellos; extrajo un texto de ahí – Creo que podrás hablar conmigo después de analizar esto...

Efectivamente, la poderosa capacidad intelectual de ese hombre lo sorprendió; no pasó mucho tiempo para que el extraño pudiera comunicarse de forma rudimentaria con Estillon. Para el Gobernador de Basram era extraordinario ver cómo ese hombre podía articular palabras por medio de esa caja negra frente a su cuerpo, después de presionar numerosamente un botón con su mano derecha.

-          ¿Entonces es cierto? ¿Vienes de la Luna Fantasma?

-          ¿Luna... Fantasma...? – se escuchó una extraña voz producida por vía electrónica.

-          Sí, esa hermosa luna que puedes ver sobre nosotros, en el cielo... – ambos miraron arriba; para ese tiempo, la Roca Incandescente no existía sobre la bóveda, así que no interfería el paso de la vista al cielo.

-          Nosotros estamos en Gaea...

-          ¿Ga... Gaea?

-          Se dice que quienes vivimos en Gaea, descendemos de los hombres de la Luna Fantasma...

El extraño sujeto se sorprendía con las historias de Estillon; no le parecía inaudito la existencia de otro mundo habitado, desarrollado; pero la idea de que había sido creado gracias al deseo de los hombres de Atlantis, le causaba una gran conmoción.

-          Y dime... ¿Cuál es tu nombre? – preguntó Estillon.

-          ...Ste... phen...

-          Ya veo... está bien, Stephen; volveré mañana, para asearte, y conversar de nuevo...

Durante algún tiempo, ese hombre, que le dijo llamarse Stephen, fue atendido por Estillon, a pesar de ser el Gobernador de Basram; para Estillon la diplomacia no tenía nada que ver con la bondad, cosa que su allegada, la Reina Thera de Egzardia, nunca comprendió; además, podría ser peligroso que supieran de la existencia de Stephen, por su procedencia, más aún cuando se tenía la tonta idea en Gaea de que la Luna Fantasma era habitada por demonios...

Pero para Stephen, los cuidados de Estillon hacia su lastimera persona, lo hicieron sentir resentimiento, tal y como lo sintió en la Tierra; el sentirse inútil, necesitado de protección extrema, lo hacía enfurecer; así que se dedicó a averiguar más y más sobre la historia de Gaea, hasta que Estillon, confiando en él, le contó esa fantástica historia acerca del Poder de Atlantis y la ciudad de Poseidópolis. Una vez solo, su cabeza se llenaba de pensamientos, reflexiones, y conjeturas.

-          Así que en Gaea la vida se rige por el Poder de Jichia, encerrado en esa ciudad sumergida... ese poder, que podría ser capaz de regenerar mi cuerpo... ¡Tengo que conseguirlo!

Creyó que Gaea era aquella oportunidad que tanto había deseado: el poder curarse de su afección, y comprobar al mundo que era un ser único, al que le debían respeto, en lugar de lástima; Pronto descubrió que su fervor, la intensidad con la que se deseaba escapar de la Tierra, había sido la causa que lo llevó hasta allá.

-          Debe de funcionar de manera inversa...

Un día, como era acostumbrado, la puerta de la Biblioteca se abrió; Estillon entró al lugar.

-          ¿Stephen? – preguntó; éste, sentado frente a él, sostenía con su única mano servible, un pergamino - ¿Qué pasa, porqué tienes ese... – de pronto, las puertas de la Biblioteca se cerraron - ¿Qué?

Un hombre desconocido estaba en la puerta, con una mirada retadora.

-          ¿Qué sucede aquí? ¿Quién es usted? – dijo Estillon, poniéndose en guardia; el hombre, de estatura media y estómago abultado, vestía ropajes extraños.

-          Él... es... Sisnos... el nuevo sacerdote... de Escitia...

-          ¿Que? – dijo Estillon, sacando su espada - ¿Un sacerdo... Aggh!; de repente, y sin poder defenderse, fue tomado por la espalda, por un hombre bastante robusto y de fuerte musculatura; apretándole la muñeca, lo obligó a soltar su arma.

-          Arrus... quien llevará la... batuta en un nuevo... proyecto...

Estillon pudo darse cuenta, hasta ese momento, que ese hombre llamado Stephen sostenía el antiguo pergamino que localizaba la ciudad de Poseidópolis.

-          ¿Qué, qué piensas hacer? – dijo Estillon, tratando de zafarse de su opresor.

-          Daré... una nueva vida... a Escitia...

-          ¿Pero cómo te atreves? ¡Has traicionado mi confianza!

-          El destino me ha... indicado... que debo... suplantarte... para lograr... mis objetivos... – dijo el hombre a través de su máquina – Mi segunda oportunidad... es tu vida...

Los ojos de Estillon se abrieron al máximo, y sus pupilas se contrajeron de horror, al sentir un extraño y pequeño cañón con el que su opresor le apuntaba a la garganta.

-          Alégrate... amigo... será el principio... de la odisea... más grande... que haya jamás... existido...

-          ¡Cehris, Cathera! – gritó Estillon, tratando de hacerse escuchar, sin resultados.

-          No te preocupes por ellos... Me encargaré... de tus hijos... de tu país... y de tu nombre...

Un disparo se detonó; el cuerpo de Estillon cayó al suelo; Arrus tenía el pecho y la mitad derecha del rostro, manchada con sangre.

-          En verdad que tenía sangre de noble... – dijo el fornido sujeto, pasando su mano por su pecho, manchando sus dedos.

-          A partir... de hoy... seré... el Supremo... Señor de Basram... ¡Estillon... Escia!

Los recuerdos terminaron; ese hombre abrió los ojos, para ver de nuevo a un Cehris herido, y su mujer inutilizada por el miedo; a la que llamó durante algún tiempo “Su hija”, Cathera, a punto de explotar; a un descendiente del Clan dragón, tirado a varias costas de él, y una chica, Hitomi Kanzaki, que se debatía entre aceptar su máximo deseo, o reprimirlo para siempre...

-          ¿Cuál es tu mayor anhelo?

-          ¿Eh? – Hitomi escuchó esa voz, que le parecía conocida; Cuando se dio cuenta, se encontraba en los vestidores de las chicas. Se desconcertó; hace unos instantes se encontraba frente al hombre que le ofrecía la felicidad - ¿En, en dónde estoy?

-          En el Instituto Kamagura... ¿En dónde más? – respondió su amiga Yukari, vestida con su habitual uniforme, recargada en el escritorio que se encuentra en el vestidor, justo debajo de la ventana.

-          ¡Acaso... he regresado? – se preguntó Hitomi, mirándose, llena de incertidumbre.

-          ¡Qué demonios te ocurre, Hitomi? – dijo Yukari, algo molesta, con los brazos cruzados.

Hitomi se dio cuenta de la realidad; estaba en la Tierra, justo en medio de una escena que nunca había vivido.

-          ¡Aún no me has contestado! – replicó su amiga.

-          Discúlpame, Yukari, pero... – Hitomi trató de disimular su desconcierto - ¿Qué me habías preguntado? No puse atención.

-          ¿Cuál es tu mayor anhelo? – repitió Yukari.

-          ¿Mi... mayor anhelo? – se dijo Hitomi – No lo sé... lograr que mi verdadero amor durara para siempre...

-          ¿Te refieres al chico alado? – dijo Yukari, algo pícara.

Hitomi no sabía el porqué Yukari conocía sobre Van. La expresión de su amiga la dejó extrañada.

-          ¿El chico... alado?

-          Sí, ya sabes... Van Fanel, el Rey de Fanelia... – dijo Yukari, en un tono despreocupado.

-          ¿Cómo sabes eso? – dijo Hitomi, asustada ante esa respuesta.

-          ¡Ay, Hitomi! – dijo Yukari - ¡Eso todo el mundo lo sabe! Por cierto, que Kappei sempai no pudo resistirlo... por eso pidió su transferencia a Alemania...

-          ¿De qué estás hablando? – dijo Hitomi, sin entender nada de lo sucedido.

-          Me dio gusto conocer al chico alado... ¡Me gusta para tí! Aunque tienes que admitir que mi Amano sempai es mucho más atractivo...

Hitomi se dio cuenta que algo faltaba en sus manos.

-          ¡Mi pendiente! ¿En dónde está?

-          ¿No querrás decir el pendiente de Van? – contestó Yukari – Te estás comportando demasiado extraña, Hitomi... te pareces a esa niña gato...

Hitomi no aguantó más; salió corriendo del vestidor.

-          ¡Espera, Hitomi! – gritó Yukari - ¡Vaya, parece que el día de hoy no conseguiré otro paseo por los aires!

Hitomi salió de la escuela; su presentimiento resultó cierto: en el cielo de Tokio, podían verse algunas piedras flotantes.

-          ¡Esto no puede estar pasando! – gritó - ¡Acaso es ésta la última catástrofe?

-          ¡Miaaauuuuu! ¡Hitomiiiiii! – se escuchó la voz de Merle, desde las alturas.

-          ¡Qué? – al mirar hacia arriba, pudo ver el cuerpo de Escaflowne en su modo dragón, descender cerca de ella; Merle bajó de Escaflowne, corriendo hacia ella.

-          ¡Anda, vámonos ya! – gruñó Merle - ¡Allen y Gaddes están a punto de pelear en la arena de duelos!

-          ¡Esto es imposible! – dijo Hitomi, tomándose la cabeza, sin entender nada.

-          Hitomi, ¿Qué sucede? – dijo Van, que caminaba hacia ella; ostentaba el pendiente alrededor de su cuello.

-          ¡Van, esto no puede estar ocurriendo! – dijo Hitomi - ¡Es la última catástrofe, ese hombre lo logró!

-          Pero... – dijo Van - ¿no lo recuerdas?

-          ¿Recordar qué?

-          Tú nos salvaste, al final... a Gaea y a la Tierra...

Hitomi no comprendía.

-          El Reactor de Partículas funcionó, tal y como ese hombre lo había programado... de no haber usado el Poder de los Hombres, encerrado en tu pendiente, ambos planetas hubieran explotado al primer contacto...

-          ¿Entonces, yo...?

-          Así es... lo resolviste, y tu mayor anhelo se volvió realidad...

-          ¿Mi mayor anhelo? – dijo Hitomi.

-          Así es... nuestro amor durará para siempre, sin el obstáculo de la distancia, porque ahora todos estamos aquí; ambos mundos comparten sus conocimientos, y se apoyan mutuamente...

-          Pero...

-          Anda, vamos de nuevo a la bahía de Tokio... me reconforta estar ahí...

Las gaviotas volaban a lo largo de la industrializada costa, en la bahía; el metro corría a lo largo del borde natural de la isla nipona; Escaflowne aterrizó en la arena.

-          Tenías razón al decirme que este lugar es fascinante... – dijo Van, mientras ayudaba a bajar a sus 2 acompañantes.

-          ¡Miau! ¡Viva! ¡Es el mar! – dijo Merle, encantada con volver a ver el mar.

-          Aún no estoy segura, si lo que sucedió fue lo más conveniente... – dijo Hitomi, pensativa. Las huellas de los 3 se plasmaron en la arena; el aire movía el cabello de los 3, acompasadamente.

-          Hiciste la mejor elección... – dijo Van, tumbándose en la orilla, respirando tranquilidad.

-          Pero... todo fue tan repentino... me resisto a creerlo...

-          Miau... eres muy incrédula – maulló Merle - ¿Qué te hace creer que te equivocaste? ¿Qué no ves que todo resultó como lo esperabas?

-          Es que...

El viento sopló.

-          ¿Dryden y Millerna? – preguntó Hitomi.

-          Dryden está loco por ampliar sus horizontes comerciales; considera que Astoria tiene todo para convertirse en una potencia... Millerna lo apoya, como debe ser...

-          ¿Y Fanelia?

-          Igual – dijo Merle – después de todos los desastres, no pudo pasar nada mejor que llegar a la Tierra; Van sama se ha encargado de reconstruir Fanelia, en poco tiempo, gracias a la tecnología de la Tierra, y el apoyo de las naciones de éste planeta hacia Fanelia...

-          ¿Y Allen, Cerena, Gaddes, y los hombres del Crusade? – preguntó Hitomi, sintiéndose más tranquila.

-          Siguen a la cabeza de la élite de Astoria; Gaddes y Cerena están unidos por la gracia de Jichia; Allen se ha conseguido una chica muy hermosa, con la que es feliz; los hombres de Allen siguen con él, apoyándole en todo momento...

-          Me alegro... todos han encontrado la felicidad... – dijo Hitomi – Espero que Basram se haya restablecido...

-          Así es – dijo Van – Cehris y Eries se coronaron al fin; Cathera y Pertén están a punto de unirse en matrimonio... y Estillon...

-          ¿Estillon?

-          Logró sus deseos, igual que tú, Hitomi, y es inmensamente feliz; su enfermedad desapareció gracias al poder de Poseidópolis, y ahora su fama como genio se ha elevado a niveles casi insospechados...

Hitomi caminó; sus desnudos pies recibieron las suaves caricias del mar.

-          Es tal y como lo deseé... -  Hitomi miró sus pies, llena de felicidad. Volteó a ver a Van y Merle, tras ella, que disfrutaban de la brisa. Su alegría comenzó a apagarse, una duda asaltó su cabeza.

-          Merle...

-          ¿Miau?

-          ¿Qué te parece vivir aquí?

-          ¡Es fantástico, rrrr! – ronroneó Merle – ¡Desde que estoy aquí, me he divertido como nunca! – Merle se levantó, y corrió hacia Hitomi, chapoteando con pies y manos, jugando.

-          Pero...

-          ¿Mmh? – Merle notó un drástico cambio en la conducta de Hitomi; ahora lucía asustada.

-          ¿Qué tienes, Hitomi? – preguntó Van, levantándose para acercarse a ella.

-          ¡Esto, esto no puede ser realidad! – dijo Hitomi, alterada - ¡Lo he comprobado!

-          ¿Eh?

-          ¡Merle, tú odias la Luna Fantasma! ¡Y no importa lo que haya sucedido, una niña gato como tú jamás soportará estar en el agua!

Los ojos de Hitomi se abrieron, después del trance; cayó al suelo, llena de incertidumbre.

-          ¡Hitomi! – dijo Van, que había recobrado el conocimiento; ambos estaban junto al Reactor de Partículas; todo fue un sueño.

-          ¿Van? – Hitomi se levantó.

-          ¿También pudiste verlo? – dijo Van, desconcertado; al parecer, él también compartió el mismo sueño.

Cehris intentaba permanecer de pie, apoyado con la espada de Basram; Eries lo sostenía; ambos miraban al hombre que estaba viéndoles a lo lejos. Cathera no podía más.

-          ¡Mataste... a mi padre! ¡Lo mataste! – gritó Cathera, empuñando las manos, desenfrenada; las lágrimas que resbalaban de sus ojos se habían secado; ahora no lloraba, pero su furia era incontenible.

-          Cathera... hija... – dijo el hombre, mirándola fijamente – Tú fuiste la más servil de mis cómplices...

-          ¡No me llames hija, maldito energúmeno! – gritó la chica, comenzando a correr desenfrenada hacia ese hombre.

-          ¡Cathera! – gritó Cehris.

-          ¡Cathera! – Eries la vio correr, sin poder detenerla.

-          ¡No lo hagas!

La chica no escuchaba nada; solo seguía el impulso de su fuerte rencor; ese hombre, que la había dejado sin padre, y descaradamente jugó con ella, haciéndola creer que él era Estillon; ese hombre, que la manipuló como un títere, aprovechando el gran amor que sentía ella por su padre; ese hombre, que la hizo traicionar a su propio hermano, y recurrir a los trucos más bajos para lograr sus propósitos.

-          ¡Te mataré! ¡Te mataré! – gritó la enloquecida Cathera; el hombre se asustó; la chica se acercaba rápidamente, y sus intenciones eran reales; un sonido se escuchó, y algo comenzó a elevarse por un costado de su extraña silla. Cehris reconoció ese sonido: anunciaba que una mortal flecha metálica sería disparada hacia su hermana.

-          ¡Cathera, noooooo! – gritó Cehris.

Se escuchó el disparo; Eries se cubrió el rostro, llena de pánico; Cehris lo veía todo, al igual que Van y Hitomi; una delgada línea metálica cruzó el aire, desde donde el hombre deformado se encontraba, en dirección a Cathera, quien no advirtió nada.

-          ¡!Dama Cathera!!! ¡!!Aghhh!!!! – un cuerpo se interpuso entre la flecha y la chica, recibiendo el impacto.

-          ¡Pertén! – dijo Hitomi.

En efecto, Pertén, que había llevado a Cathera hasta allá, había aguardado oculto en las escaleras, y al ver el desenfrenado acto de Cathera, trató de salvarla.

-          ¡Pertén! – gritó Cathera; el Guerrero cayó, pero se incorporó de inmediato, sacando con un fuerte tirón, la flecha incrustada en su brazo derecho, gritando.

-          ¡Yo soy el líder de los Guerreros de Ofir, que sirve al Joven Cehris y a la Dama Cathera, de Basram! ¡Y no perdonaré a nadie que intente hacerles daño!

-          ¡Pertén, espera!

-          ¡Dama, corra y haga justicia con sus propias manos! ¡Yo la protegeré!

-          Estúpido... – dijo el hombre.

3 flechas más se hundieron en las piernas de Pertén, y otras 2 en el abdomen y el pecho; el Guerrero demostró su fortaleza, sirviendo de escudo para que Cathera pudiera llegar hasta el farsante; pero ella no pudo seguir, al ver que el Guerrero era embestido con mortales puntas metálicas.

-          ¡Pertén, no sigas!

-          Siga adelante... Dama Cathera! – Pertén se desplomó, agonizante; Cathera olvidó al hombre que pretendía matar; ahora Pertén era su prioridad.

-          ¡Resiste, por favor, resiste! – dijo Cathera; las lágrimas volvieron a correr por sus mejillas, abundantemente.

-          ¿Porqué... está aquí, conmigo? – dijo Pertén, zafando la flecha de su pecho – Debe terminar... con ese sujeto...

-          ¡No puedo dejarte solo! – gritó Cathera; Pertén respiraba con dificultad, debido a la herida en su pecho.

-          Dama Cathera... no se dé por vencida...

-          ¡No te esfuerces! – dijo Cathera

-          No quiero... verla llorar... no quiero llevarme esa última impresión...

-          ¡No, no digas eso!

-          Tal vez ya lo sabía... – dijo Pertén, con trabajo al hablar – pero la amo, con todas mis fuerzas... aún si traicionara mi código de honor, la seguiría amando...

-          Yo, yo también – dijo Cathera - ¡Por eso no puedes irte, no me dejes sola! Jugué con tus sentimientos, pero en realidad te amé, aunque no quería darme cuenta... ¡Por eso no puedes irte, porque tenemos que vivir nuestro amor, de hoy en adelante!

La mano de Pertén, que intentaba sacarse otra flecha de sus piernas, perdió fuerza, y cayó, su cuerpo perdió las energías; sus ojos, comenzaron a llorar.

-          Hasta luego... Dama Ca... the... ra...

Y sus ojos se cerraron, para no abrirse jamás; la vida escapó de su cuerpo.

-          ¡NO, no me dejes sola, NO! ¡NO puedo vivir sola! ¡Pertén, vuelve, no te vayas!

Los sollozos de Cathera retumbaron en toda la habitación.

-          Pertén, mi mejor Guerrero...  me demostró su lealtad hasta el fin... – dijo Cehris, conmovido por el dolor de su hermana.

-          ¿Porqué tuvo que suceder esto? – sollozó Eries, refugiándose en los brazos de su marido.

Los contenedores de Energist en el lugar, comenzaron a brillar; el Reactor de Partículas comenzó a girar, iniciando el último paso.

-          Ahora... éste es el momento... – dijo el hombre, mirando su magna obra, extasiado, sin importarle siquiera lo que hizo con Pertén.

El gigantesco cilindro, en realidad el corazón del Reactor, comenzó a brillar, alimentado por los Energist conectados a él, en su gigantesca revolución.

-          No puedo esperar más... – dijo el hombre; ante los ojos de todos, lentamente se levantó de su silla, entre risas de éxito.

-          ¡No puede ser! – dijo Van, abrazando a Hitomi.

-          ¡Lo... lo ha logrado! – dijo Hitomi, atónita – ¡Su enfermedad...!

-          ¡Este es el uno de los objetivos de mi magno proyecto, Ja, Ja, Ja, Ja.....!

Sus pies, aún inexpertos, se arrastraron unos centímetros; sus piernas podían sostenerlo, comprobándose que la deficiencia en sus músculos comenzaba a desaparecer.

-          ¡Libérate ahora, Poder de Jichia, almacenado durante tanto tiempo, para cumplir mi objetivo!

La ciudad de Escitia se cimbró.

-          ¿Qué está sucediendo en el Castillo? – dijo Allen, junto a Gaddes y Cerena, al ver la reacción de la tierra.

-          ¡Miren, hacia el templo! – gritó Cerena; el templo de Knar, que contenía la estatua del Dios Dragón Terrestre (en realidad el receptáculo principal), se iluminó por completo; los grandes vitrales estallaron en pedazos; la gigantesca bóveda hizo explosión, y un poderoso pilar de energía luminosa se proyectó al cielo, obscureciéndolo.

El viento comenzó a soplar, a gran velocidad; los habitantes de Escitia, presas del pánico ante la explosión del Templo, miraban con terror la columna de luz, que se fugaba del Templo.

-          ¡Es el Dios Knar! – dijo uno de ellos, creyendo en la fantástica historia creada por Sisnos, para encubrir el proyecto del hombre de la Luna Fantasma.

-          ¡El Dios se ha enfurecido! ¡Todos pereceremos!

En el obscurecido cielo de Gaea, cubierto de pesadas nubes, iluminadas con ese pilar que escapaba por ellas, las estrellas comenzaron a verse, aún más claras que de costumbre. Un planeta azul, cubierto de nubes, y mostrando el archipiélago de Japón, se veía tan cerca, dominando una gran parte del cielo.

Palas.

-          ¡Reina Millerna! – entró Anna, a la habitación de Millerna, quien permanecía angustiada por la situación de Gaea.

-          ¿Qué sucede? ¿Tienes alguna noticia?

-          ¡En el cielo, la Luna Fantasma está aproximándose a Gaea!

Siguiente capitulo>>

| 1 | 2 | 3 | 4 | 5 | 6 | 7 | 8 | 9 | 10 | 11 | 12 | 13 | 14 | 15 | 16 | 17 | 18 | 19 | 20 | 21 | 22 | 23 | 24 | 25 | 26 |

<<Volver a Escaflowne Fanfics