Site hosted by Angelfire.com: Build your free website today!
 

XX. Faz Oculta

  Cathera vio con terror que los ciudadanos se volcaban sobre ella; apenas y pudo escapar; corría por las lastimadas calles, tratando de alejarse de esos sujetos, quienes prefirieron salvarse de la catástrofe, y dejarla huir.

-          ¡Espero que muera aplastada por las tierras que la vieron nacer, maldita mujer!

-          ¿Porqué están todos así? – se preguntó Cathera, asustada, sin dejar de correr; el Templo de Knar se encontraba cerca; en su desesperación, tropezó; unas manos la ayudaron a levantarse.

-          ¡Dama Cathera, tenga cuidado! – era un hombre, que trató de ayudarla.

-          ¡Aléjese, no dejaré que me mate!

-          No diga eso... ahora la gente está alarmada, pero todos sabemos que es sólo una inocente víctima de los planes del Supremo Señor Estillon...

-          ¿Qué? – sus ojos reflejaron una inmensa sorpresa - ¡Suélteme! – y arrojando al sujeto al suelo siguió su camino - ¡Toda Escitia está en contra de mi padre! ¡Maldita seas, Hitomi!

-          ¡Hitomi, a dónde vas? ¿Qué piensas hacer? – gritó Van, al verla correr, apartándose de ellos

-          ¡Tengo que detener esto! – gritó.

-          ¡Siempre te vas así, espera! – gritó Merle, saliendo a su alcance - ¡Dime a dónde vas, que no ves que podemos morir?

-          ¡Voy al Templo de Knar, es la única forma en la que podamos salvar a Gaea de éste terremoto!

-          ¡Pero qué estupidez! – gritó Merle, corriendo a cuatro patas, a su lado - ¡Cómo piensas detener algo así?

Hitomi y Merle llegaron al templo; se encontraba desolado, pues los que laboraban en él, huyeron al sentir el sismo. La estatua del Dios Knar permanecía ahí, conteniendo esa gigantesca cantidad de energía.

-          ¡Por favor, ayúdame a detener esto, abuela! – Gritó Hitomi, y extendiendo su pendiente, éste brilló con fuerza; la estatua comenzó a reaccionar; ambos comenzaron una perfecta sincronización.

Fanelia. La gente estaba al borde de la histeria; la terrible tormenta asoló los campos, dejándolos en la miseria; y ahora, ese terrible sismo amenazaba con arrojar la gigantesca fortaleza flotante que se encontraba depositada en las cumbres de las montañas que bordean la ciudad; El deslave de las montañas ocasionó terribles pérdidas, pero si la fortaleza se desplomaba sobre la ciudad, sería el ultimátum para Fanelia.

 

Se habían tomado medidas para tratar de frenar la caída de la fortaleza; los 4 soldados de Van, tripulando sus Guymelfs, dirigían una gran cantidad de Melefs que jalaban la fortaleza por el otro extremo, a fin de hacerla ceder hacia la otra ladera de las montañas.

-          ¡Vamos, tenemos que resistir! – gritó Zircon, empujando junto con sus compañeros y sus hombres. El sismo, de pronto, cesó, aminorándose la vibración, hasta hacerse imperceptible.

-          ¡Nos hemos salvado de nuevo! – gritaron los ciudadanos de Fanelia; lo mismo sucedió en otras grandes ciudades; al parecer, el sismo fue generalizado, y se detuvo en el mismo momento, en toda la corteza del planeta.

-          ¡Lo... lo lograste? – le dijo Merle, viéndola concentrarse, el pendiente dejó de brillar; Hitomi cayó al suelo, extenuada. Merle la socorrió.

-          ¿Se detuvo? – preguntó Hitomi; las fuerzas volvían a ella muy lentamente.

-          ¡Sí... Sí, Miau... ¡Viva! – Merle, feliz, lamió repetidamente la cara de Hitomi.

Las puertas del Templo se cerraron violentamente.

-          No creí que ese fuera el poder del pendiente... ja, ja, ja... ¡Pero lo he comprobado con mis propios ojos!

-          ¿Quién es? – dijo Merle, volteando a sus espaldas; Cathera se encontraba ahí, sedienta de éxito.

-          ¡Dama Cathera! – dijo Hitomi, tratando de reponerse.

-          Sabía que no eras una chica ordinaria... lo supe desde un principio... – caminó un poco, pero Merle se levantó, en guardia.

-          ¡No te acerques, mujer endemoniada! – maulló Merle, cuyas pupilas se contrajeron; sacó las garras, y su cola se esponjaba.

-          ¡No vas a detenerme, niña! – dijo Cathera - ¡le llevaré a mi Padre ese pendiente, y también a esa chica!

Merle se acercó contra Cathera, quien levantó su mano; mostraba un anillo, con una piedra azulada.

-          ¿Sabes qué fue lo que pasó esa noche? – dijo Cathera – El Rey de Fanelia y yo, descubrimos que estábamos hechos el uno para el otro.

-          ¡Cállate! – Gritó Merle, bufando.

-          Y me besó... creo que ambas deben saber eso, ¿No es verdad? – Hitomi se asombró, pero Merle lo hizo aún más.

-          ¿Así que utilizaste a Van sama para tus asquerosos planes?

-          Yo no usé a nadie... él me ama, y yo a él...

-          ¡Arrrgh! – Merle se abalanzó contra Cathera, quien la esquivó, con dificultad.

-          ¡Merle, no!

Merle no lo pensó 2 veces; se arrojó contra Cathera, y ambas cayeron al suelo; Cathera sostenía las manos de Merle, que amenazaban con deformar su rostro. El anillo azul en su mano derecha era idéntico a uno verdoso, en su mano izquierda.

-          ¡Tal vez no sea yo a quien Van sama ame, pero sé que ama a Hitomi y a nadie más, y me alegro por ello, miaaggrrr!

-          Veo que eres muy observadora... – dijo Cathera, en voz baja, esforzándose por no liberarla – así que te lo diré: lo usé, como el trapo que es, un Rey de un país primitivo al que no se le puede llamar nación... – Merle sudaba iracunda por alcanzar la cara de Cathera – sí, lo hice perder el conocimiento con el anillo verde que llevo en mi mano izquierda... ¡esa es mi arma!

-          ¡Maldita mujer, sabía que lo embrujaste de alguna manera! – dijo Merle, mirando su mano izquierda; efectivamente, ahí estaba el anillo; Merle recordó el instante en el que vio a Van, inconsciente, tirado bajo la tormenta; su instinto la hizo lanzar un mordisco hacia esa mano, en actitud vengativa.

-          ¡Agggh! – Cathera sintió que los colmillos de la niña gato se clavaban en su mano, pero sonrió; en unos instantes, el cuerpo de Merle se desvaneció, sobre ella. Cathera no tuvo más que aventarla a un lado.

-          ¡Merle! – Hitomi no podía levantarse, pues se sentía muy débil, y no podía ayudarla; tampoco había escuchado lo que entre ellas se habían dicho, así que seguía ignorando la táctica de Cathera.

Cathera se levantó, sosteniendo su mano izquierda; algunos hilos de sangre salían de las heridas de la profunda mordida, pero aún así, miraba con desprecio a Merle, desmayada a varios metros de ella.

-          Sabía que su instinto la traicionaría – pensó – su ceguera por el odio no la hizo reconocer el anillo azul... el verde desvanece a las chicas, y el azul a los hombres...

-          ¿Qué le hiciste, porqué la lastimaste? – dijo Hitomi; Cathera, ya junto a ella, la hizo levantarse.

-          ¡Mira la herida que me hizo! – le dijo Cathera, mostrándole el puño sangrante - ¿te atreves a decir que yo la lastimé? Ahora, vamos a ver a mi padre, el Supremo Señor Estillon...

-          Por favor, quiero ayudarte... – dijo Hitomi – El Gobernante de Basram solo te utiliza, tienes que entenderlo...

-          ¿Cómo puede mi padre utilizarme? ¡Él me amaba, siempre fui su predilecta, hasta que enfermó... y ahora que por tu culpa me ha tratado mal, le daré lo que quiere... ¡A la chica de la Luna fantasma!

Hitomi se dio cuenta de que su secreto era conocido por Cathera; fue obligada a levantarse, aún a costa de su debilidad.

-          Me doy cuenta que el pendiente no es nada si no está contigo... así que te llevaré... – ambas caminaron hasta entrar a las salas de proceso y maquinaria en el templo; ahí, la dejó descansar; ella también descansó; por sus sienes corría sudor, demostrando que trataba de soportar el dolor en su puño.

-          Tu herida podría infectarse si no hacemos algo pronto... déjame ayudarte...

-          ¡Tú no harás nada, y permanece quieta! – dijo Cathera, levantándose, y asomándose a la cámara de la Estatua - ¿Dónde está Pertén? Cumplió lo que le ordené, trayéndote aquí, pero no lo veo...

-          ¿Per... tén...? – preguntó Hitomi; entonces se dio cuenta que Cathera creía que Pertén se encontraba en el Templo, como acordaron.

-          ¡Pertén, ven ahora mismo! – gritó Cathera - ¡Tienes que llevarnos al castillo cuanto antes!

Nadie respondió, lo cual extrañó y alarmó a Cathera, haciéndola voltear hacia Hitomi, furiosa.

-          ¿Dónde está el hombre que te trajo hasta aquí?

-          No... nadie vino conmigo...

-          ¡No finjas! ¡Él tiene que estar aquí, para llevarnos con mi padre!

Pertén, sin embargo, y a pesar de la creencia de Cathera, se encontraba en la ciudad, corriendo para alcanzar a Hitomi; las puertas del Templo estaban cerradas frente a él. Van y los demás se habían dirigido al Castillo. Van confiaba en que Merle estaba con Hitomi, y Pertén no le haría daño.

-          Pero... – se dijo Pertén, al ver las puertas cerradas - ¡La Dama Cathera está dentro! – recordó que ella le dijo que se encerrarían en el Templo hasta que él consiguiera llevarlas al Castillo; pero esos planes ya no se llevaron a cabo. Con todo su cuerpo, se arrojó a las hojas de pesada madera, tratando de abrirlas; éstas se vencieron después de varios intentos; Pertén entró atrabancadamente; Merle se encontraba tirada a pocos metros de la estatua.

-          ¿Qué pasó...aquí? – Pertén tomó a Merle en brazos; en la boca de la niña gato se podía ver un extraño aceite verdoso. - ¡Esto... es obra de los anillos de la Dama Cathera!

-          ¡Pertén! – se escuchó el grito de Cathera, quien salió del cuarto de máquinas, viéndolo cargar a Merle - ¿Qué demonios haces con esa chiquilla?

-          Dama Cathera, acordamos que no lastimaríamos a nadie...

-          ¡No me digas lo que tengo que hacer! – Cathera comenzaba a comportarse de una manera muy extraña; fuera de sí, histérica. - ¡Esa niña intentó matarme, y me defendí! – y mostrándole su sangrado puño, cayó al suelo.

-          ¡Dama Cathera! – Pertén corrió hacia ella, y dejando a Merle tendida a su lado, se prestó a atender a Cathera.

-          Moriré si no me llevas al Castillo cuanto antes... – gimió Cathera; en realidad su herida (un mordisco) no la mataría, pero ese era un nuevo plan de la chica: envolver a Pertén.

-          No diga eso, podré curarla aquí mismo; es solo un mordisco...

-          ¿Qué? – Cathera se golpeó la mano con salvajismo, contra el suelo, en una actitud totalmente fuera de control - ¡llévame allá, o de lo contrario me mutilaré yo misma la mano!

-          ¡Espere, yo... – otro fuerte golpe que Cathera arremetió contra sí misma, lo hizo ceder  a su petición - ¡Esta bien, pero deje de lastimarse!

Cathera sonrió, con unos ojos malvados; Pertén no la reconocía, era como si su maldad hubiera estallado de repente, invadiéndola por completo – Ve por esa niña... está junto a los controles del Templo... después aclararemos porqué no estuviste aquí cuando te necesité...

Pertén no tuvo opción; no podía dejarla sola, era palpable que Cathera necesitaba tenerlo cerca, para que no cometiera otra locura más; la frenética chica pateó con fuerza a Merle, tratando de descargar su coraje hacia ella.

-          ¡Dama...

-          ¿Qué esperas, ve por Hitomi Kanzaki!

Hitomi se había asomado, y había visto la escena; por su propia voluntad se acercó a Pertén.

-          Tenemos que llevarla al castillo; puede empeorar si no hacemos lo que te dice...

-          Pero... el Rey de Fanelia creerá que en verdad trato de hacerte daño, cuando lo que quiero es salvar a la Dama...

-          ¿De qué hablas con la chica de la Luna Fantasma? – Cathera abandonó a la pobre y lastimada Merle, para llegar hasta Hitomi, y bofetearla, tirándola al suelo. - ¡No te atrevas a seducirlo! – gritó Cathera, abrazando a Pertén, con fuerza, como si tratara de demostrarle a Hitomi que el hombre era de su propiedad. Pertén se desconcertó.

Los ojos de Merle comenzaron a abrirse; los gritos de Cathera la ayudaron a reaccionar más pronto; su metabolismo, algo distinto al humano, le permitió resistir la intoxicación, mejor que a Van, aunque estaba muy débil aún. -          Está bien, vayamos al castillo, Cathera... – dijo Hitomi, incorporándose; el pendiente brilló de nuevo, y una columna de luz la rodeó, junto a Cathera y Pertén.

-          ¿Qué haces, maldita? – los 3 desaparecieron, ante la mirada de Merle.

-          Hi... tomi...? – alcanzó a pronunciar la niña gato; de repente, ella se vio envuelta en un pilar también, elevándose poco a poco - ¿Miau, es que quieres que vaya contigo? Miaaaaaauuu – ella también desapareció. 

Van maniobraba a Escaflowne, junto con Scherezade y el Fassares; de pronto se detuvo en seco.

-          ¿Qué pasa, te encuentras bien? – preguntó Allen.

-          Hitomi... ¡está en el Castillo! ¡Me lo ha dicho ahora! – dijo Van, quien no esperaba escuchar la voz de Hitomi dentro de sí.

-          Pero... ¿Qué no fue al Templo, para detener el sismo?

-          ¡Sí, pero ahora está en el Castillo! ¡Debemos darnos prisa!

Escaflowne aceleró; Allen y Gaddes no entendían cómo se enteró de ello, pero lo siguieron también.

Mirando desde los extensos jardines del Castillo, se puede ver cómo la torre más alta de la mole, la Torre del Rey, se levanta majestuosa, sobre todas las demás. El gran ventanal de la habitación de Estillon, en esa torre, es casi imperceptible si se le busca desde la superficie, así que ha permanecido oculto para toda la servidumbre desde entonces; pero en las alturas, el aire próximo a esa ventana, se encuentra enrarecido; una pequeña espiral en el aire de ese lugar indica que Cerena en su Oreades ha llegado ahí, y permanece vigilando el interior.-          Esa maldita mujer no ha arribado al Castillo... – pensó, mientras enfocaba su visor – pero no puedo dudar que vendrá a visitar a su asqueroso padre en cuanto arribe; aquí podré desenmascararla...

Sin embargo, la habitación se ve solitaria, como la mayoría de las veces. Pero Cerena está decidida a aguardar pacientemente hasta que algo suceda en esa torre.

Una inmensa nave, vuela por los cielos de Gaea; en sus paredes pueden admirarse hermosos frisos de oro, plata, y diamantes; incluso las rocas levitantes, que la hacen volar, se encuentran bellamente talladas; en su conjunto, el navío es una completa obra de arte, en la proa y el estribor de ésta, se encuentra engastado en piedras preciosas, el símbolo de Egzardia. Se trata de un Saba, nave de esa glamorosa nación. Por uno de los innumerables senderos que tiene la nave, un pequeño hombre-borrego, Deka, camina hasta llegar a una hermosa terraza, en lo más alto de la nave; pareciera como si la terraza fuera un pequeña isla; La reina Thera de Egzardia se encuentra relajada, mientras un conjunto de casi 40 músicos tocan especialmente para ella.

-          Mi amada Monarca...

-          ¿Qué sucede, Deka?

-          Permítame felicitarla, por la decisión de abandonar Astoria... de verdad que Egzardia necesitaba de su presencia...

-          ¿Quién dijo que vamos a Egzardia? – dijo la Reina, tomando un poco de licor, servido por un sirviente.

-          ¿Eh? – Deka sufrió un espasmo por la impresión; después de recuperarse, se atrevió a preguntar: - ¿Pero, entonces, a dónde se dirige vuestra nave, Ilustrísima Monarca querida?

-          A Basram...

-          ¿Quéeeeeee?

-          ¿Recuerdas esa chica, que amablemente me ayudó cuando desfallecí? El Rey Dryden me confirmó que se trata de la hija de Estillon, el gobernante de Basram... así que en agradecimiento, voy a visitarla, y a ofrecerle mi más sincera amistad... hacía tanto tiempo, desde que Mirna, la esposa de Estillon, murió, y dejé de frecuentar Basram...

-          Pero... ¿Creé usted que la reciba? No ha avisado a nadie sobre su próximo arribo...

-          Sé que con ella no necesito anunciarme... Seremos tan buenas amigas, que podré entrar al Castillo de Basram como si se tratara del mío... además, sé que se alegrará cuando sepa quién soy yo en realidad...

-          Co... como usted ordene, Monarca de mi corazón... – dijo Deka, pasando saliva – y, perdone mi atrevimiento, pero... ¿Cuándo piensa volver a Egzardia?

-          ¡Ay, de eso no te preocupes! – dijo la Reina, ingenua – Egzardia es un país pacífico, no hay ningún problema si me ausento por un corto periodo...

Un rápido vistazo a la capital de Egzardia, Eron. Ésta permanece sitiada aún por Zaiback, siendo la única ciudad en toda Gaea, que aún permanecía en esa situación. 

Un pilar de luz se materializa en la Biblioteca del castillo de Basram; Hitomi, Pertén, y Cathera, aparecen ahí, después de desvanecerse la luz que los rodeaba.

-          ¿Estamos... en el Castillo? – dijo Cathera, absorta. Pertén también está confundido; Hitomi deja de sostener su pendiente, el cual ha dejado de emitir su fulgor. – No sé cómo lo hiciste, pero nos beneficiaste con ello... – Cathera soltó a Pertén, cerciorándose de que se encontraban, efectivamente, en la Biblioteca de su Padre.

-          Vayamos con tu padre, Cathera... – dijo Hitomi, decidida, pero Cathera no le ponía atención, y miraba su vestido, manchado de sangre.

-          No puedo presentarme con mi padre así... Pertén, cuídala mientras regreso...

-          Pero, Dama...

Cathera lo tomó por la cintura, acercando su rostro hacia él.

-          Sé que puedo confiar en ti... – y lo besó; era la primera vez que Cathera hacía eso; Pertén estaba anonadado. Hitomi los miró, corroborando hasta entonces lo que Pertén sentía por esa chica. Retirando sus labios, Cathera salió de la Biblioteca. Pertén y Hitomi se quedaron ahí.

-          Pertén...

-          ¿Comprendes ahora porqué no quiero que sufra ningún daño? – dijo Pertén, tocándose los labios – Necesito de tu poder para liberarla de Estillon... sé que es su padre, pero solo está orillándola a la locura... pude comprobarlo hace unos momentos, en el Templo de Knar... – después sonrió, algo apenado – Perdón... Creo que estoy diciendo puras incoherencias...

-          No, claro que no... – dijo Hitomi.

Una de las habitaciones excavadas dentro del gran acantilado, sobre el cual se levantaba la mole del castillo, despidió por su ventana un extraño fulgor.

-          Miau... – Merle se encontró en el Castillo; la boca la tenía aún un poco dormida, pero la sensación era insoportable para ella; aún así, comenzó a inspeccionar el lugar; se trataba de una habitación, sin más ni más; La cama, una cómoda, varios objetos colgando de las paredes, etc. una lámpara colgaba del techo; De pronto, sus ojos se abrieron de sorpresa: Una jarra con agua descansaba en el escritorio, en uno de los costados de la habitación - ¡Mia... uuuglu, glu, glu! – Merle trató de limpiarse la boca de tan amargo sabor; la sensación que la desesperaba comenzó a disminuir. Una vez satisfecha, recordó:

-          ¡Hitomi! – y corriendo a puerta, trató de salir, pero la cerradura se encontraba cerrada. - ¡Aggh, ábrete, ábrete, ábreteeeeeee! – fue inútil; las manos de Merle estaban enrojecidas. - ¡Miau... y ahora qué demonios hago?

-          ¡Dama Cathera! – dijo una de las chicas en el castillo - ¡No supimos que había llegado! – De inmediato se percató de las manchas en su vestido, y su mano sangrante - ¡Pero... qué le sucedió?

-          Qué bueno que estás aquí, Lía... – dijo Cathera; pero la doncella se dio la media vuelta.

-          ¡Espere aquí, Dama, avisaré al Joven Cehris que ha llegado herida!

-          ¡NO! – Lía, la doncella, se detuvo en seco; Cathera prosiguió – No quiero que sepa que estoy aquí... ahora, necesito que me ayudes a curar mi herida...

-          Claro que sí, Dama... – ambas se dirigieron a las habitaciones de Cathera, donde pronto fue despojada de sus ropas; desnuda, fue ayudada por Lía a bañarse; la doncella vendó la mano de Cathera,  antes de secar su cuerpo.

-          ¡Ouch! – dijo Cathera, al sentir ardor cuando Lía aplicó una pomada vegetal al mordisco en su mano.

-          Discúlpeme, Dama, pero tendrá que soportar un poco... si siente ardor, significa que aún no se ha infectado...

-          Eso espero... 

Van, acompañado por Allen y Gaddes, entraron a la estancia donde Cehris se encontraba.

-          ¡Cehris, Hitomi se encuentra en el Castillo!

-          ¿Qué? – Cehris no podía creerlo - ¿Cómo sabes eso, si acabamos de llegar, y no tenemos noticia de ella?

-          Ella me lo dijo...

-          ¿Qué, y cómo lo hizo? – Cehris estaba preocupado, pero era incrédulo ante la posibilidad de una telepatía.

-          No podría explicarlo, pero estoy seguro de lo que digo...

-          Si es así, Van Fanel, indícame en dónde, y te llevaré allá; no puedo permitir que Hitomi esté aquí sin su consentimiento...

La nave de Sisnos, aquella que se salvaría de perecer en el cañón en las tierras del Norte, tenía problemas para seguir adelante, hacia el sur.

-          ¡Señor, tendremos que aterrizar!

-          ¡No podemos perder tiempo, tenemos que seguir adelante! – dijo Sisnos, quien seguía con la vista hacia el sur, esperando divisar la Torre del Rey, lo que le indicaría que faltaba poco para llegar a su destino.

Los que conducían la nave pasaban amargos ratos, tratando de equilibrar al navío, notablemente averiado por el impacto de esa gigantesca cascada sobre ellos. Uno de ellos miró el regulador de levitación.

-          ¡Oh, no, estamos a punto de perder la fuerza levitante!

-          ¿Qué?

La roca que soportaba la nave se disgregó; comenzaron a caer gruesos fragmentos hasta la superficie, a varias costas de ellos.

-          ¡Todos, protéjanse! – la nave se vino abajo; pero una pequeña nave, del ancho de una pequeña roca, salió de la arruinada nodriza, tambaleante; Sisnos había logrado salir ileso, junto con 6 de los tripulantes, entre ellos, el espía mandado por Pertén. La pequeña nave no podría llevarlos, pues se trataba más bien de una cápsula, pues lo único que tenía era un control de estabilidad para poder aterrizar suavemente; en realidad no volaba, sino “planeaba”. El cometido de esa cápsula, era transportar ilesos a los hombres, hasta tierra, y de ahí huir del lugar en un carruaje, que era lo que la nave guardaba en su interior. Se trataba de un mecanismo que Basram había creado para salvar a sus hombres durante la Guerra de Gaea.  Detrás de ellos, una gigantesca explosión terminó con la nave nodriza.  

La pequeña embarcación tocó tierra, con una fuerte sacudida por la fuerza de la explosión de la gran nave tras ellos. De inmediato, los hombres de Sisnos se apresuraron a sacar un carruaje de la embarcación. Más parecido a una carreta, metálica, era remolcado con la fuerza de 1 Energist, depositado bajo el timón del carro; no era tan veloz como la nave, pero era rápido. Sisnos logró ver, por fin, después de mucho tiempo, la ansiada Torre del Rey, que comenzaba a emerger detrás de la colina más próxima.

-          ¡Estillon tiene que saberlo! – dijo Sisnos; sostenía entre sus manos una caja, donde había guardado todas las plumas blancas que encontró cerca del cuerpo de Arrus.

Los jardines del castillo de Basram eran la última porción de tierra nórdica conocida, como ya se ha sabido; pero, los límites de los jardines eran custodiados por soldados, por si acaso existieran tribus nórdicas que intentaran entrar al territorio; pero nunca había ocurrido. Los soldados permanecían silenciosos.

-          ¡Hey, soldados, algo se acerca! – dijo uno de ellos, apuntando al horizonte, una pequeña silueta podía distinguirse venir a toda velocidad.

-          ¡Es la primera vez que algo viene hacia acá! – dijo otro de los soldados; todos prepararon sus lanzas para atacar en cuanto recibieran la orden; la silueta estaba cada vez más cerca.

-          ¡Pero... pero si es...!

-          ¿Es un vehículo de la nación? – dijeron absortos al reconocer el artefacto; a poca distancia de ellos, una voz amplificada con un cono metálico, los hizo bajar la guardia.

-          “En nombre del Supremo Señor Estillon, venimos a solicitar una entrevista con él“... – el artefacto se detuvo, frente a ellos; Uno de los soldados se encaminó a ellos.

-          ¿Quiénes son ustedes? – dijo el soldado, al reconocer los cinturones tradicionales de Basram en esos sujetos; uno de ellos, se levantó; sostenía una caja en sus manos.

-          ¡Se... Señor Sisnos! – los demás soldados reconocieron al hombre, e inmediatamente les abrieron el paso.

-          ¿Pero... cómo es que vienen de tierras inexploradas? – la pregunta se quedó sin responder, el vehículo partió, entrando a los jardines del castillo.

Cerena pudo ver el extraño vehículo, irrumpir estrepitosamente en la propiedad; de inmediato imaginó que se trataría de algo relacionado con la base de recepción de la que ella tenía conocimiento hace tiempo, según podía ver la procedencia del vehículo, el cual arribó a la hilera de arcos que enmarcaban el Castillo. Los hombres bajaron, y uno de ellos, se adentró a la construcción, atrabancadamente.

-          ¿Quiénes son esos hombres? Se supone que el Rey de Fanelia terminó con la construcción en lo profundo de aquel cañón... o al menos fue eso lo que nos dijo – su intuición la hizo resistir  y no abandonar su posición frente a la ventana de Estillon – es mejor que aguarde... podría arruinarlo todo si aparezco frente a ellos para detenerlos...

La puerta de la Biblioteca se abrió, drásticamente; Hitomi y Pertén, sentados en el recibidor, se levantaron;

-          ¿Dama Cathera? – preguntó Pertén, pero no era Cathera quien estaba frente a él.

-          ¿Pertén? – Cehris tiró la llave de la Biblioteca al suelo, enfurecido. - ¿Así que aquí te escondes, traidor?

-          ¡Jo... Joven Cehris! – dijo Pertén, impresionado.

-          !Hitomi! – dijo Van, al verla ahí; Hitomi también se alegró al verlo.

Cehris caminó con pasos decididos hacia Pertén, quien se inclinó, como siempre lo hacía frente a él.

-          ¡Los traidores no me deben respeto! – dijo Cehris - ¡Levántate y pelea por tu vida!

-          Joven Cehris, necesito explicarle el porqué...

-          ¡No necesito explicaciones! – gritó Cehris, desenfundando su espada – Allen, trae la lanzas que penden sobre la escalera...

-          Eh... sí, Joven Cehris – Allen descolgó las lanzas y las llevó hasta Cehris, quien tomó una de las 2.

-          Toma tu arma... – le dijo Cehris a su Guerrero, quien se resistía a pelear – Sería muy cobarde si no te permitiera defender tu vida en lucha...

-          Pero, Joven Cehris... – Pertén no tuvo alternativa, al ver que Cehris apuntaba la lanza hacia él, en señal de reto; su carácter de Guerrero lo obligaba, por honor, a aceptar el duelo.

-          Creo que Cehris debería escucharlo primero... – dijo Van – después de todo, lo hizo por razones con fundamentos muy profundos...

-          Van, tú reaccionarías de la misma manera... – le dijo Hitomi, que ya estaba junto a él.

-          ¿Quién, yo? – dijo Van, incrédulo.

-          Sé que Pertén no ha buscado lastimar a la Familia Escia... – dijo Hitomi – y sé también que Cehris entenderá.

Las lanzas chocaron, una contra la otra, en feroz encuentro.

-          ¡Joven Cehris, debe creerme! ¡No he traicionado su confianza!

-          ¡Pues me has demostrado todo lo contrario, Guerrero! – las lanzas chocaron, ahora por debajo. Cehris demostró ser un estupendo contrincante, a la par de Pertén, quien demostraría el porqué era el líder de los Guerreros de Ofir.

-          ¡Solo he estado cuidando la integridad de la Dama Cathera, como es mi obligación! ¡Agh! – la filosa navaja de la lanza de Cehris pasó cerca de su rostro, pero pudo evadirlo.

-          ¡Creo que eres inteligente como para notar que Cathera no tiene juicio para decidir! – dijo Cehris; las lanzas se trabaron, y ninguno de los 2 cedía - ¡Tú, mas que nadie podría deducir que mi hermana es una marioneta!

-          Sí, así lo he visto...

-          ¡Entonces, no puedo perdonar que hubieras participado en sus planes contra la indefensa chica de la Corte de mi mujer! – gritó Cehris, refiriéndose a Hitomi, aventando con fuerza a Pertén, que cayó al suelo – ¡Lo único que puedo pensar es que gozabas traicionando mi confianza, estando del lado de Cathera, confiesa!

Eries entró a la Biblioteca y vio el violento enfrentamiento.

-          ¡Cehris! – dijo Eries, llevándose las manos a la boca; Allen la hizo desistir de intervenir.

-          No se preocupe, Primera Dama Eries – dijo Allen, interponiéndose – el Joven Cehris está poniendo a prueba la lealtad de su súbdito... le pido que se mantenga al margen, solo por ahora...

Las 2 lanzas volvieron a chocar; chispas salieron del impacto entre los metálicos cuerpos de las armas, entre los 2 combatientes.

-          ¡He cometido un error al depositar mi confianza en un hombre como tú! – gritó Cehris, lanzándose de nuevo al ataque. Esas palabras sí que hirieron a Pertén.

-          ¡Yo no he sido ningún traidor! – Pertén también se abalanzó hacia Cehris.

-          ¡Cehris! – gritó Eries.

Una lanza cayó a poca distancia de los 2 hombres, clavándose con fuerza en el suelo de mármol. Cehris miró sus manos, desnudas; su lanza había sido alejada de él. Volteó a ver a Pertén, con odio.

-          Has salvado tu vida... ¡Aún así...! – Cehris sacó su pesada espada, aquella que le confería el título de Joven, e hijo del Gobernante.

Pertén soltó su lanza, y cabizbajo, se postró ante Cehris.

-          No pelearé más contra usted, así mi código de honor sea quebrantado...

-          Pero... – para Cehris, eso era algo imperdonable.

-          Mi vida es suya, y de la Dama Cathera, como una vez lo juré, cuando me entregó mi Guymelf y mi lanza, frente a toda Escitia... pero mi deber es protegerlos a ambos, y eso es lo que he hecho, aún a pesar de lo que usted, Joven Cehris, entienda por traición.

-          Humm... – Cehris lo escuchaba, sin disminuir su rencor hacia él.

-          La Dama Cathera es una mujer escrupulosa, pero no mide las consecuencias de sus actos... – dijo Pertén, sin atreverse a ver a Cehris a los ojos – No podía desobedecer las órdenes que ella me daba, porque si lo hacía, entonces me convertiría en un completo traidor... así que accedí a sus peticiones, como es mi deber, pero en realidad velé por su seguridad; déjeme decirle, Joven Cehris, que su hermana me asignó matar a Hitomi Kanzaki...

-          ¿Qué dices? – Cehris se asombró, al igual que todos en la sala, con excepción de Hitomi, que ya lo sabía.

-          Me ordenó que consiguiera ese poder con el que su padre, el Supremo Señor Estillon, se sentiría congraciado... pero era algo aberrante, y, aconsejé a la Dama que sería preferible mantenerla con vida...

-          ¿Tú...? – dijo Cehris, consternado; sus manos comenzaron a temblar tenuemente.

-          Por eso capturé a Hitomi Kanzaki, pero contrario a los deseos de la Dama, supliqué a la chica que intercediera por ella, con ese poder... Debe saber, Joven Cehris, que su padre manipula a la Dama, hasta el punto de haberla convencido de firmar un pacto entre Zaiback y Basram, aún sin su consentimiento, Joven Cehris... lo único que he hecho, es salvaguardar la vida de la Dama Cathera, atenuando las consecuencias de sus actos, y por consiguiente, la tranquilidad de nuestro país, y de toda Gaea...  – Pertén levantó su lanza, y colocando una de sus filosas navajas en su propio vientre, continuó – pero si en algún momento traicioné la confianza que usted depositó en mí, entonces no merezco vivir , ¡Porque reconozco que amo a la Dama Cathera, y daría mi vida por ella, si me lo pidiera!

Siguiente capitulo>>

| 1 | 2 | 3 | 4 | 5 | 6 | 7 | 8 | 9 | 10 | 11 | 12 | 13 | 14 | 15 | 16 | 17 | 18 | 19 | 20 | 21 | 22 | 23 | 24 | 25 | 26 |

<<Volver a Escaflowne Fanfics