-
¿Qué
te pasa, no te gusta? – Millerna dejó de levantar la caída de su
vestido. – ¡Pero si está precioso! -
No
niego que es muy elegante y hermoso, pero... -
¿Pero
qué? -
Mira
el escote... En
efecto, el corte del escote del vestido era redondo, y dejaba al
descubierto más de lo que Hitomi estaba acostumbrada. -
¿El
escote? ¿Qué tiene de malo, Hitomi? – Millerna se miró a sí misma
– A mí me parece que es grande, pero así es la moda en Basram... -
¡No
pienso ponerme eso! – dijo Hitomi, tomando su propio vestido para
descubrir que era idéntico al de Millerna. -
¿Piensas
ignorar a la Dama Cathera? Tú misma aceptaste gustosa su ofrecimiento... -
¡Pero
yo no sabía que era así! Una
doncella entró a la habitación. -
Señoritas,
la Dama Cathera las espera para salir a la ciudad... -
Sí,
en un momento estaremos allá – dijo Millerna. Cuando la doncella se
retiró, Hitomi comprendió que no tenía otra opción. Extendió su
vestido con los brazos, el cual consistía en un cuello alto con un pequeño
encaje; sin mangas, y un escote grande; la caída translúcida del vestido
pendía de un faldón de encaje que salía de la cintura. Los accesorios
eran guantes, zapatillas, un pañuelo atado a un anillo que debe de ir en
la mano derecha, y un cinturón de tela, símbolo característico de
Basram. -
Esto
es vergonzoso... Terminando
de vestirse, ayudada por Millerna, bajaron a la terraza principal de
palacio, donde la Dama las esperaba en un carruaje cuyo techo podía
plegarse. -
¿Veo
que ya están listas, eh? – dijo Cathera, como siempre, sonriente. –
Hitomi, que bien te ves... -
Gra...
gracias S
- Hitomi intentaba cubrirse el pecho con el pañuelo que pendía del
anillo en su mano, pero éste era translúcido, al igual que la caída del
vestido. Una
enorme biblioteca se localizaba en una de las torres más altas del
palacio de Basram; Cehris había encaminado a Dryden hacia ella, quien
buscaba algo de la historia del país. -
Mi
padre debe estar descansando aún, así que no hay problema si entramos... -
Ah,
¿Es que no está permitida la entrada a su colección? – dijo Dryden
tratando de disculparse por su osada insistencia la noche anterior.
-
Es
demasiado reservado en cuanto a sus estudios, incluso en sí mismo... –
dijo Cehris, abriendo la puerta, invitando a Dryden a entrar. – No deberías
saberlo, pero en vista de que pronto seremos parientes, no creo que haya
problema en que lo sepas... -
¿Saber
qué, Joven Cehris? – Dryden pasaba la vista por los libros en la pared. -
Mi
padre enfermó hace tiempo, y con ello cambió por completo... la
enfermedad lo desfiguró, y su personalidad también se endureció;
es por eso que se mantiene fuera de la vista de los demás...
incluso yo lo he visto tan solo en 3 ocasiones después de su deceso...
Cathera es quien se encarga de él, y aún así también han sido contadas
las ocasiones en las que ella ha podido verle por completo... -
En
verdad lo siento... no sabía nada de esto... – dijo Dryden. -
No
hay de que preocuparse, después de todo, si así lo quiere, debemos de
respetar su opinión... -
Entonces...
¿Puedo tomar cualquier libro? No quiero molestarlo... -
Si
no se entera, nada sucederá... además, yo mismo te permití hacerlo; por
favor, siéntete como en tu casa... -
Gracias... La
biblioteca era enorme; los libreros contaban con más de 50 niveles,
cubriendo las más altas paredes; una bóveda de cristal tallado dejaba
entrar la luz; justo encima de la bóveda levitaba la Roca Incandescente,
cuyo brillo menguaba con la luz del sol. Un sistema de escaleras permitía
recorrer los distintos niveles de la biblioteca; lo más extraño que
Dryden pudo observar era una extraña red de pequeños rieles a lo largo
de escaleras y pasillos, como si se tratara de una mina, aunque con un
gran adelanto tecnológico. Dryden comenzó a subir, mientras que Cehris
permaneció abajo. -
En
un momento estaré abajo – dijo Dryden, gritando desde las alturas –
el libro que busco debe de estar por aquí... creo... -
Está
bien... – Cehris se sentó en un pequeño vestíbulo. Dryden
buscaba entre los libros algo de su interés, pero la curiosidad por saber
hacia donde se dirigían los rieles lo convenció; aprovechó que Cehris
no lo veía para adentrarse por los pasillos más estrechos, en donde los
rieles corrían. Millones de libros a su alrededor cubrían un conducto
que lo llevaría hasta una plazoleta, oculta entre pilares y falsas
paredes. -
¡Qué
es esto! – Dryden se asombró al encontrarse en ese pequeño lugar,
cuyas paredes eran de cristal; el mar se veía desde ahí, uno de los
puntos más alto del castillo y por tanto, de la ciudad. La línea de
rieles terminaba ahí, en cuyo costado una puerta metálica pequeña con
motivos épicos sellaba la entrada a otro lugar.
Un sistema de lentes y engranes colgaba del techo cristalino,
acomodados de extraña manera, intrigándolo. Su curiosidad lo llevó a
analizar la máquina frente a él. – Esto debe aumentar la visión a lo
lejos, si no me equivoco... Sin
saber porqué, miró a través del complejo de lentes. Sus pupilas se
abrieron de sorpresa. La maquina le permitía adentrarse visualmente en
las aguas. -
¡Poseidópolis!
– En efecto, una ciudad con una magna torre en su centro se apreciaba
por el lente. Dryden había descubierto que alguien en Basram sabía de la
existencia de la mítica ciudad. - ¡No puede ser, así que con esto
localizaron la ciudad, para después sitiarla! – Se percató de que había
tardado mucho tiempo ahí, y que Cehris podría saber de la existencia de
esa remota plazoleta. – Tengo que regresar... - encaminándose de nuevo
para regresar, observó varios libros cuyos signos le parecieron extraños.
Tomando uno de ellos y hojeándolo, se asombró aún más. - Éste
idioma... me parece familiar... – y tomando el texto, regresó rápidamente
por el conducto, hasta llegar de nuevo a la periferia de la biblioteca,
fingiendo tomar varios libros de las repisas, para despistar a Cehris. -
¿Encontraste
lo que buscabas, Mercader? – le gritó Cehris desde abajo. Dryden bajó
con varios libros en las manos. -
A
decir verdad, encontré más de lo que buscaba... estoy seguro que me
servirán mucho... -
Espero
que sea así... – los 2 salieron de la biblioteca, que Cehris volvió a
cerrar bajo llave. La
gran avenida de la ciudad de Escitia comunicaba al mar con el castillo,
adentrándose por la masa urbana; el carruaje de la Dama Cathera viajaba
despacio por ésta vía. Hitomi y Millerna miraban la ciudad a través de
los vidrios, Cathera se mantenía silenciosa, mirando a Hitomi con cierta
incertidumbre, pero siempre tratando de disimular su interés. -
Parece
ser que a la otra dama le disgustó la invitación, ¿verdad? – dijo
Cathera, iniciando la conversación. -
¿Se
refiere a Cerena? – preguntó Millerna; Hitomi también se mostró
confundida por la pregunta de la Dama. -
Si...
simplemente no se presentó con nosotras, a pesar de que a primera hora le
hice llegar su atavío, igual que a ustedes... -
Señorita
Cathera, por favor, no juzgue a Cerena... – dijo Hitomi – ella no
viene como invitada desde Astoria, sino que forma parte de la guardia de
nuestra princesa Eries... -
Así
es – continuó Millerna – es una magnífica Caballero que cumple su
misión al pie de la letra... -
!Oh,
discúlpenme, pero no creí que ella fuera una Caballero... es raro en una
mujer... El
carruaje se detuvo. Las 3 chicas descendieron de ésta ayudadas por el
cochero; habían llegado a un mausoleo, dedicado al dios Knar, enclavado
en la ciudad; sus paredes talladas con metal y piedra mostraban dragones,
caballeros, y numerosas serpientes, los animales simbólicos
representativos del país. -
Aquí
veneramos a Knar, nuestro dios dragón terrestre... – Cathera y las 2
invitadas entraron al mausoleo, un lugar en donde desembocaban tubos
procedentes de todas partes de Escitia. – como un recinto sagrado,
debemos mantenerlo activo, todo gracias a la concentración de la energía
de toda la ciudad en éste punto... Una
enorme estatua cristalina del dios dragón Knar recibía grandes
cantidades de energía luminosa a través de miles de tubos tallados,
conectados en su base. Grandes sistemas de engranes y levas, ambos
tallados, trabajaban en la periferia de la estatua. -
Escitia
se mantiene con vida durante el día con la energía del sol, y de noche,
gracias al poder de la Roca Incandescente; todo éste poder es el
combustible para desarrollar nuestra tecnología. – Hitomi se sentía
algo incómoda en ese lugar, pero no sabía por qué. Su pendiente comenzó
a brillar tenuemente; de repente, la tierra comenzó a cimbrarse. Gritos
desde el exterior anunciaron un temblor; los soldados cercanos a la Dama y
sus acompañantes las ayudaron a mantenerse de pie. -
¡Qué,
qué fue lo que sucedió? – dijo Millerna, instantes después de volver
todo a la calma. -
No
deben preocuparse – dijo Cathera – esto sucede frecuentemente en
Basram, pero nunca hemos tenido consecuencias severas; la ciudad está
bajo control. Aunque es la primera vez que el sismo es relativamente
fuerte... La
estatua del dios Knar comenzó a brillar a intervalos regulares, con
pausas de brillo más intenso, como si estuviera sincronizándose con
algo. Hitomi advirtió que su pendiente hacía exactamente lo mismo;
tratando de que Cathera no se diera cuenta de la acción de su pendiente,
lo ocultó entre sus manos, ayudada por el pañuelo atado en el anillo que
traía consigo. -
¡El
pendiente... está reaccionando! – pensó Hitomi. La actividad del
mausoleo se normalizó. Varios hombres cerca de ahí, dentro de las
cabinas de control, notaron que la energía se canalizaba de mejor manera,
como nunca antes lo habían visto, sin razón aparente. - Nivel de distorsión mínimo, señor – indicó un hombre a su superior, extrañado por la notable mejoría en el sistema del mausoleo.
-
Necesitas
de Escaflowne? – preguntó Van, desconcertado. -
¡Sssshhht!
– Chistó Dryden, tratando de que no hablara tan alto. – Tienes que
saber algo... -
¿De
qué demonios me estás hablando? -
Se
trata de Sylphy... -
¿Esa
sirena? -
Sí,
pero – Dryden se cercioró de que nadie se encontrara cerca – es muy
serio; te lo confío porque sé que tu habilidad guerrera me puede ser muy
valiosa... -
¿Qué
es lo que sucede? -
Poseidópolis... -
¿Poseidópolis? -
La
mítica ciudad guardiana del poder de Jichia, el dios dragón marino... sé
que no has escuchado hablar de ella, pero es una ciudad apartada de
nuestra civilización... -
No,
no había escuchado nada... -
Van,
el poder del dios Jichia, celosamente protegido por el clan Mir, es el
responsable de mantener el equilibrio de Gaea, y Basram se ha apoderado de
él... -
¿Qué?
– El rostro de van reflejó sorpresa. -
Tal
vez no lo entiendas ahora, pero Gaea puede perder su estabilidad en
cualquier momento si no hacemos algo... -
Pero,
¿En dónde se encuentra esa ciudad perdida? -
Bajo
las aguas... Van
se desilusionó. -
Pero,
nunca podremos llegar ahí... no puedo manejar a Escaflowne bajo el agua.
Tú sabes que los Guymelfs no pueden sumergirse... -
¿Cuál
es el problema? – dijo Dryden - ¿La falta de aire para quien maniobra
al Guymelf, o el funcionamiento del mismo? Cualquiera de los 2 obstáculos
los he resuelto ya... -
¿Qué
dices? – Van no lo creyó. -
¿Acaso
crees que mi colección de Guymelfs no me ha servido de nada? No sabré
manejarlos muy bien, pero he equipado mi Fassares con una cabina hermética...
y es igual de ágil en tierra como sumergido. -
¿De
verdad tienes un Guymelf? – Van se mostró incrédulo. -
Aunque
no lo creas, así es... y he estudiado su funcionamiento, aunque nunca he
intentado maniobrarlo... -
Pero,
¿qué se supone que debemos hacer? -
¿Cómo
qué? ¡Pues sacar las fuerzas armadas que sitiaron la ciudad, cuanto
antes! -
Pero,
no podemos actuar tan fácil; somos invitados diplomáticos de Basram,
podrían acusarnos de traición. – dijo Van, tratando de aclarar las
cosas – además, no sabemos a ciencia cierta si lo que dices es la
verdad... -
Debe
de ser la verdad – dijo Dryden – la ciudad es tan extraña, esa roca,
el castillo, y el gobernante también; no dudo que estén utilizando la
energía de Poseidópolis, tal y como Zaiback se adueñó del poder de
Atlantis... pero no podemos tomar una decisión apresurada... -
Debe
haber alguna forma de arreglar esto – dijo Van, sentándose, tratando de
pensar. El
teléfono sonó. -
¡Yukari,
es para ti! -
¡Ya
voy! – bajando las escaleras con atropello, Yukari se dispuso a
contestar. - ¿Si? -
¿Yukari? -
¡Kappei
sempai! -
Dime,
¿Has sabido algo de Hitomi? -
Eh,
a decir verdad, creo que salió de vacaciones... -
¿De
vacaciones? -
Sí,
a un lugar muy lejano, según nos dijo su madre hace poco... no te
preocupes por ella, se sabe cuidar sola, sempai... -
No
es eso, lo que pasa es que... la extraño -
Todos
la extrañamos, pero debe regresar en unos días; descuida... La
llamada terminó; Yukari tomó la bocina en sus manos, apretándola contra
su pecho. -
Hitomi...
¿Es que te fuiste con ese tal “Van”? ¿Qué tan lejos estás de
nosotros? Te sueño cada noche, y me dices que estás bien, pero... Detrás
del castillo de Basram se extendían los jardines, rebosantes de vegetación;
numerosas paredes cubiertas por enredaderas y musgo se levantaban a manera
de guías, haciendo de los jardines grandes complejos, donde también se
encontraban largas hileras de arcos, hasta perderse en la lejanía. El
rostro de Eries era acariciado por el viento que soplaba en uno de los
jardines, levantando algunos pétalos consigo. Su vista se perdía en el
inmenso horizonte, siempre hacia el norte, donde, según se sabía, la
civilización de Gaea nunca se había establecido; Basram era, de hecho,
un país cuyas fronteras no estaban bien definidas hacia el norte, pues
poco importaba donde terminaba, aunque se aceptaba que el mar de Gaea se
adentraba en las tierras, finalizando la masa continental en esas
latitudes; pero, era una región poco, casi vagamente explorada. -
¿Admirando
tu futuro tesoro? Eries
volteó hacia atrás; Cehris se encontraba a unos pasos de ella, contemplándola. -
Todo
lo que podemos ver será nuestro dentro de poco... – dijo Cehris,
llegando junto a ella, ambos mirando a lo lejos; Eries tomaba su cabello
con su mano derecha, para evitar demasiado movimiento. -
¿Sabes?
– dijo Eries – Me gustaría saber cuándo culminará nuestro
compromiso... -
Esa
es tu decisión, Eries... – le dijo Cehris – yo aceptaré lo que hayas
decidido. -
Puede
oírse muy precipitado, pero... me gustaría que fuera en unos días... -
¡Eries! -
Esperé
mucho tiempo para regresar... Basram ha sido mi sueño desde que nos
conocimos... -
Haré
que todo esté listo en poco tiempo – dijo Cehris, abrazándola. -
Cehris...
– los ojos de Eries se mostraban extasiados, antes de culminar con un
beso. Cehris
y Eries podían verse a través de una pequeña mira telescópica. | 1 | 2 | 3 | 4 | 5 | 6 | 7 | 8 | 9 | 10 | 11 | 12 | 13 | 14 | 15 | 16 | 17 | 18 | 19 | 20 | 21 | 22 | 23 | 24 | 25 | 26 | |