-
¡Sin
duda, ahí se encuentra Poseidópolis! – dijo Dryden, entusiasmado. -
Tenemos
que apresurarnos, ¡Ahora! – gritó Van. -
¡Pronto,
abran las compuertas! – gritó Allen; las hélices del Crusade se
levantaron, para estabilizarlo, y acercarlo a la superficie del mar.
Cerena y Van regresaron presurosos a tomar posesión de sus Guymelfs,
listos para sumergirse. -
!No
lo olviden, por ningún motivo permitan que el Energist sea destruido;
Si esto sucediera, el suministro de aire se perdería! – dijo Dryden,
advirtiéndoles del peligro. El
Oreades tomó su posición de vuelo; la capa se pegó a la armadura del
Guymelf por el Medum que lo cubría. Una gran manta cubrió el cuerpo de
Escaflowne, que podría hacerse invisible con un cambio de temperatura,
según Zaiback había patentado. Van se sumergió en las aguas, seguido
por Cerena. -
Bueno,
me gustaría manejar al Fassares, pero no tengo experiencia en ello...
– dijo Dryden un tanto decepcionado de sí mismo – me hubiera
encantado conocer la ciudad del Clan Mir... -
Pero
– dijo Hitomi – tú eres quien más conoce del problema; tienes que
ir a dirigir a Van y a Cerena... -
Pero
no he practicado nunca... podría estorbarles... -
Si
el problema es maniobrarlo, yo me encargaré – dijo Gaddes, asumiendo
la responsabilidad – solo espero que la cabina sea lo suficientemente
amplia para ir ambos... -
¡Bien
pensado, muchacho! – dijo Dryden; ambos entraron al Fassares, aunque
Gaddes ocupaba toda la cabina y Dryden tendría que viajar detrás de él,
un tanto apretado. Escaflowne
bajaba rápidamente, por su peso; el agua podría amenazar con irrumpir
el interior, pero Van se sentía seguro, pues la cabina estaba cerrada
herméticamente. La oscura tela que lo cubría comenzó a desvanecerse,
haciéndolo invisible por el cambio de temperatura en el agua. El
Oreades se había perdido de vista hace tiempo, solo las líneas de
burbujas que a su paso se originaban, podían dar una señal de dónde
se encontraba. Bajo ellos no se apreciaba nada, salvo ese resplandor que
palidecía conforme ellos seguían bajando. Pronto, una imagen comenzó
a esclarecerse bajo ellos: una extraña ciudad, conformada por un enorme
círculo, en cuyo centro se alzaba una majestuosa torre, semidestruida
por la explosión antes ocurrida, lugar de donde provenía el resplandor
que los había orientado. Alrededor
se veían construcciones antiquísimas, ordenadas rodeando dicha torre,
el Santuario del Dios
Jichia; sus accesos se encontraban en sus techos, debido a la naturaleza
del Clan Mir, el cual, por cierto, parecía haber desaparecido. La
ciudad parecía abandonada, y escombros del Santuario, regados por toda
la urbe. -
Malditos
bastardos... – dijo Cerena al ver un sistema de drenaje que salía del
Santuario, y cuyos tubos se perdían en la lejanía. – Así que han
estado robando la energía de éste templo... Escaflowne
tocó fondo; se encontraba oculto a la vista gracias al manto; cerca de
él, las pisadas del Oreades indicaban que Cerena también estaba
caminando sobre la ciudad. Después de caminar un poco, en dirección al
semidestruido Santuario de Jichia, pudieron visualizar algunos cuerpos;
numerosos hombres trabajaban entre los escombros; vestían extrañas
escafandras, que les permitían permanecer en las profundidades. 3 máquinas
nadaban cerca de ellos; aparentemente, funcionaban como grúas marinas,
pues contaban con 2 grandes tenazas que retiraban escombro. Van
buscaba algún Guymelf con la vista, pero parecía no haber ninguno. Las
3 grúas se movían lentamente; de repente, una de ellas fue atravesada
por una larga navaja de líquido Kuriima, procedente de la nada (en
realidad, era Cerena). La reacción de los hombres fue instantánea,
asombrándose por lo ocurrido. Van aprovechó el momento para sacar su
espada, fuera de la capa que lo cubría. Los hombres miraron aterrados
una gran espada manejada por un brazo que salía de la nada. -
¡Ahora
verán, malditos! – el puño de Escaflowne dirigió su espada contra
la aglomeración de hombres, matando a unos cuantos con el impacto. Una
de las 2 grúas se dirigió velozmente hacia Escaflowne, tratando de
detenerlo, pero perdió una de sus tenazas con un espadazo del Guymelf.
Cerena se encargó de la última grúa, despedazándola en unos
cuantos minutos. Numerosos faros se prendieron en torno a la ciudad; de
entre las construcciones salieron más grúas y unos extraños Guymelfs,
de forma aerodinámica, desprovistos de piernas, que eran sustituidas
por una sola extremidad a manera de caudal, articulada, que les permitía
desplazarse con mayor velocidad; sus brazos, sostenían una lanza
gigantesca; carecían de cabeza, y la cabina del tripulante se
encontraba en el “pecho” del Guymelf. -
¿Qué?
– dijo Van al verlos acercarse rápidamente - ¡Estos malditos estaban
preparados! – uno de los Guymelf, denominados Triter, prendió 2 faros
cercanos a sus hombros, buscando al enemigo. Van se dio cuenta que tenía
ventaja al no ser visto con facilidad. Un
choque entre la navaja del Oreades contra la lanza del Triter
contrincante, advirtió a Van que Cerena había comenzado a pelear.
Después de 3 intentos, la lanza del Triter fue partida en 2, junto con
el cuerpo del Guymelf, y la navaja de Cerena se manchó un poco con la
sangre del tripulante contrario. 2 Triter atacaron a Van al ver la
espada de Escaflowne, pero pudo librarse de ellos, a pesar de que
Escaflowne no tenía una movilidad adecuada. -
¡Vaya,
parece que éstos sujetos no son muy buenos que digamos! – dijo Van,
mientras los pedazos de Guymelf flotaban frente a él. Cerena se deshizo
de varios Triter en poco tiempo. Las grúas que trataban de reforzar a
los Triter no eran ningún obstáculo para Cerena, que podía
destruirlas a distancia. Van
se dirigió hacia el Santuario, al ver que Cerena era muy ágil para
mantener a los Triter lejos, así que confió en que ella lo cubriera.
Sus pisadas aplastaban a algunos hombres, que no advertían que
Escaflowne se encontraba sobre ellos. La torre del Santuario estaba
derruida, y el acceso le fue fácil. Varios sujetos que nadaban dentro
de la Torre, se estrellaban contra el invisible Escaflowne, y sus
escafandras se desquebrajaban, ahogándolos. Dentro del cuerpo todavía
intacto del Santuario, podían observarse frisos alusivos al Dios
Jichia; Van advirtió que Jichia no era sino una Diosa, como lo
constataban esos relieves; los frisos mostraban también al Clan Mir,
raza de seres marinos que guardaban el poder del Dios. El resplandor al
fondo, muy por debajo del nivel del fondo del mar, impulsó a Van a
descender por ahí, siguiéndolo. Cerena
había terminado con la mayoría de los enemigos fuera del Santuario.
Ayudada por su visor, revisó los alrededores, eliminando a pisotones o
golpes con Kuriima, a cualquier tipo con escafandra que pudiera
encontrar. -
No
puedo dejar un solo testigo... cualquier sobreviviente podría hablar
sobre el enemigo invisible, y soy la única que maneja un Oreades de
Zaiback en toda Gaea... me culparían de inmediato – Detrás de ella,
y sin que se diera cuenta, un sigiloso Triter se había escabullido,
reptando por el fondo, para sorprenderla, orientado por las burbujas que
sus movimientos soltaban. El Triter se levantó lentamente, empuñando
su lanza. Cerena no se había percatado de su atacante, el cual en una rápida
acción, levantó su lanza y... de repente cayó al suelo, aplastado por
una gran masa. -
¿Qué
demonios pisaste, Gaddes? – dijo Dryden, asustado, por el rudo
“aterrizaje”. -
No...
no sé... – dijo Gaddes con una risa un poco nerviosa. Cerena
giró a ver lo que sucedía. El cuerno del Fassares funcionaba como un
faro, iluminando los alrededores. Eufórica por el momento, Cerena apuntó
hacia el Fassares. El brazo disparador del Oreades se hizo visible. -
¡Ahhhhhh,
nos matarán! – gritó Dryden, aterrado. -
¡Ah,
es Cerena! – dijo Gaddes. La capa del Fassares descubrió la cabina
donde los 2 se encontraban. -
¿Gaddes?
– Cerena vio a su compañero a través de la cabina, que le sonreía
nervioso, al igual que el azorado Dryden detrás de él. El Oreades bajó
su brazo disparador. El
Crusade seguía volando a poca distancia de las aguas, esperando el
regreso de Escaflowne y los otros 2. La proa de la nave estaba repleta;
Hitomi y Allen esperaban mortificados a Van y Cerena, respectivamente. -
¡Jefe!
– gritó Reeden, que vigilaba las aguas circundantes con el visor. -
¡Hay algo allá, cerca de nosotros! -
¿Qué?
– Allen no distinguía nada entre las olas, pero el visor de Reeden
mostraba claramente una embarcación, cercana, oculta por el oleaje; su
casco era pequeño, y carecía de mástiles, para camuflajearse mejor. -
¡Pero... acaso es Basram? -
¡Jefe,
nos han visto! – dijo Reeden al observar 2 extraños Guymelfs que se
acercaban al Crusade; volaban de una manera muy similar al Crusade: en
sus hombros se encontraban 2 pequeñas rocas, cuyo poder levitante podía
ser controlado a través de la energía de un Energist. Sostenían en
sus manos la característica lanza de doble punta de Basram. Su color,
negro, resaltaba el símbolo de su país en sus pechos metálicos. Su
capa, más corta de lo normal, terminaba por debajo de la cintura. Tenían
corazas grisáceas en brazos y piernas; las cabezas eran pequeñas en
comparación al cuerpo, y lucían un penacho parecido a los cascos
romanos, de color amarillo. El modelo era llamado Astharon, Guymelf
basramita de combate, al igual que los Ofires, aunque el Astharon se
producía en forma secreta. -
¡Saldré
con Scherezade! – gritó Allen - !Kio, condúcenos hasta ellos, todos
saldremos a pelear! -
¡Sí!
– Kio giró el timón del Crusade. Los 2 Astharon se acercaban a la
embarcación. -
¡Dios
mío! – pensó Hitomi, sosteniendo con firmeza su pendiente – Espero
que salgamos con bien de esto... -
Hitomi,
tengo miedo... – le dijo Merle, aferrándose a ella. -
No
se preocupen, chicas – les dijo Kio, mientras el Crusade volaba rápidamente
a la embarcación enemiga – Nosotros no sabemos perder... Los
2 Astharon estaban a poca distancia del Crusade. Pronto visualizaron el
cuerpo de un imponente Guymelf que los esperaba en la cubierta de la
nave, empuñando su brillante espada: Scherezade, cuya capa volaba con
el viento. El
Crusade se estremeció al posarse los 2 intrusos sobre él con fuerza.
Todos a bordo estuvieron a punto de perder el equilibrio. Desde la proa
se podía observar la pelea entre los 3 Guymelfs. Uno de los Astharon
blandió su poderosa lanza contra Scherezade, quien esquivó el ataque;
aún así, el Crusade seguía acercándose hacia el barco basramita. -
¡Qué
hacemos? – dijo Pairu, al ver la desventaja de Allen frente a 2
combatientes – son 2 a 1... -
Confiemos
en el Jefe Allen... – dijo Ort, tomando sus cuchillos – él puede
con muchos más... -
¡Allen!
– gritó Hitomi al ver que lo acorralaban al borde del navío,
pudiendo caer al mar. -
¡Maldición!
– Allen viró su espada, chocando contra la lanza de uno de los
enemigos; el otro Astharon aprovechó para golpear a Scherezade, quien
se escabulló, causando que éste (el enemigo) resbalara del Crusade.
Sus 2 rocas levitantes se accionaron, salvándolo de la caída. -
Ese
maldito... – dijo Reeden, al ver el espectáculo - ¡No podemos dejar
al jefe solo! Ahora
uno de los Astharon volaba por encima del Crusade. Scherezade sostenía
batalla con el otro, sobre el navío. El Astharon volador fue a
estrellarse a propósito contra la cubierta del Crusade, tratando de dañarlo;
Scherezade podía perder el equilibrio con el impacto. Hitomi y Merle se
aferraban en la cabina de control. -
¡Grrr,
malditos! – dijo Pairu, viendo impotente el ataque directo al Crusade.
El Astharon se alejó un poco, buscando algún punto débil en la nave.
El cuello del Guymelf tenía las clásicas ranuras que permitían al
piloto mirar y respirar. Pronto visualizó la proa, donde se encontraban
la mayoría. -
¡Oh,
no! – gritó Hitomi; una visión en su mente le advirtió que pronto
atacarían la cabina, matándolos a todos. - ¡Nos atacarán justo aquí! -
¿Qué,
como lo sabes? – dijo Reeden, asustado. -
¡Dejen
de hacer preguntas idiotas y pónganse en acción! – gritó Merle
hasta desgañitarse - ¡Cuando Hitomi dice algo siempre tiene razón! En
ese momento, el pendiente de Hitomi brilló con gran intensidad; Su
cuerpo también brilló, y desapareció. -
¡Hitomiiiiiii!
– chilló Merle, ante la mirada de los tripulantes del Crusade. El
Astharon voló hacia la cabina, donde todos se tiraron al suelo al ver
la lanza del Guymelf, que destrozaría la cabina, a no ser por los rápidos
reflejos de Kio, que movió la nave con rapidez, esquivando el impacto
total, pero los vidrios del costado derecho de la cabina se hicieron
pedazos. El aire entró violentamente, debido al cambio de presión. -
¡Perdóneme,
Jefe! – dijo Kio al oír como Scherezade perdió el equilibrio debido
a la maniobra del Crusade. Allen
se encontraba en el suelo, y su espada trataba de detener la lanza
asesina de su contrincante, que amenazaba con matarlo. -
¡No
me dejaré vencer tan fácilmente! – dijo Allen; la pierna de
Scherezade golpeó inesperadamente al Astharon, haciéndolo caer ahora;
soltó la lanza, quedando indefenso. Scherezade ahora lo amenazaba con
su espada. Por su parte, el Astharon volador se había alejado de la
cabina para tomar impulso y destruirla por completo. Kio sabía que la
cabina no resistiría otro ataque. -
¡Vamos,
lleven a esa niña adentro! – gritó Kio; Ort había tomado una
bayoneta que colgaba de la pared de la cabina, preparándola. -
¿Qué
vas a hacer, Ort? – gritó Pairu, tomando a Merle para llevarla al
interior - ¡No hay tiempo para intentar nada! Ort
no lo escuchó; el Astharon volador se acercaba a ellos con velocidad;
Ort colocó la bayoneta frente a sus ojos, tratando de dar en el blanco.
El Astharon se acercaba cada vez más, hasta estar a unos cuantos metros
de él. -
¡Tú,
maldito bastardo! Ort
disparó, con los ojos inyectados en ira. La flecha atravesó el aire,
haciendo un raro sonido, entrando a través de las ranuras del cuello
del Guymelf. Algunos pequeños chorros de sangre salieron de ésta,
después de escuchar cómo la flecha se enterraba en la cabeza del
piloto. La inercia hizo que el Astharon siguiera su camino; la lanza en
sus manos resbaló, cayendo al vacío. Ort vio al gigantesco Guymelf
venir hacia él, sin poder escapar. -
¡Cuidado!
– Kio viró el timón, tratando de salvar a su compañero, el cual
apenas y pudo saltar hacia adentro; la gran masa del Astharon se estrelló
contra la proa del Crusade, haciéndola pedazos. Kio se cubrió el
rostro con la coraza en sus brazos, ante la lluvia de cristal, madera y
metal. El Astharon continuó su breve camino hacia adelante, hasta
quedar inmóvil, flotando en el cielo gracias a las rocas en sus
hombros; hilos de sangre comenzaron a salir de la portezuela que
encerraba al piloto. -
Creo...
creo que lo logré... ¡Me fascina la acción! – dijo Ort, entre el
escombro, Kio se sorprendió de escucharlo, aún vivo; lo vio salir de
los escombros en la cabina, algo lastimado, pero con una sonrisa de
triunfo. Ahora Kio tendría que maniobrar al Crusade, recibiendo el
fuerte viento del mar en el rostro, sin proa delante suyo. Dentro,
Merle estaba asustada por el ruido del exterior y el proveniente de la
cabina; Pairu trataba de tranquilizarla. -
No
te preocupes... el Jefe sin duda estará bien. -
¿Qué
pasará con Van sama? – Merle estaba muy preocupada por él. Ort entró
a donde ellos se encontraban; un hilo de sangre recorría su calva
cabeza, además de lucir algunos moretones. -
¡Ort! -
Esos
basramitas no son dignos de pelear con nosotros... – dijo Ort,
levantando su pulgar en señal de triunfo. -
¡Hey...!
– gritó Teo, uno de los tripulantes del Crusade, desde una escotilla
- ¡El Jefe tiene acorralado al sujeto! Los
hombres del Crusade subieron (menos Kio, que tripulaba la nave). El
piloto del Astharon tuvo que rendirse, saliendo de su Guymelf, y se
encontraba con las manos en la nuca, indefenso, ante la espada de
Scherezade. -
!Kattsu,
encárgate de él! – gritó Allen desde Scherezade. El piloto
basramita tuvo que ser conducido hasta las celdas del Crusade, en la
parte central de éste. -
¡Jefe,
Hitomi desapareció a mitad de la batalla! - ¿Qué?
Hitomi
abrió los ojos, se encontraba rodeada por una extraña luz, muy
brillante. El pendiente brillaba con su extraño resplandor rosado. -
¿En
dónde estoy? ¿Qué es éste lugar? La
luz no disminuía su intensidad, pero pudo ver que la rodeaban algunos
espectros, cuya forma no pudo reconocer. -
¿Qui...
quienes son ustedes? Los
espectros comenzaron a hacerse más visibles; frente a sus ojos se
materializaron los cuerpos de varios seres, cuyas piernas se unían
formando una cola de pez; se trataba de miembros del Clan Mir, aquel que
resguardaba el poder de Jichia, y habitaba Poseidópolis. Eran 2 hombres
y 3 mujeres, que la veían
con tranquilidad, en una infinita paz, cosa que tranquilizó a Hitomi. -
Al
fin has llegado... Una
voz la hizo alertarse; al voltear hacia donde la voz provenía, el
resplandor que la envolvía desapareció en un instante, junto con los
seres que la acompañaban. Se encontraba en un extraño salón, cuyas
formas y estilo reconoció de inmediato. -
¿Atlantis?
¿Acaso... esto es Atlantis? – se preguntó Hitomi. -
No...
– dijo esa dulce voz que ella escuchaba venir desde el centro del
hermoso salón. – esto... es Poseidópolis... -
¡Poseidópolis?
– Hitomi se sorprendió. Espectros que se materializaron en miembros
del Clan Mir, nadaban alrededor de todo el salón; sus movimientos
desprendían pequeñas burbujas en el ambiente; Fue cuando Hitomi se
cercioró de algo... – Pero... ¿Estoy respirando... – su cabello
comenzó a moverse con el agua que la rodeaba, al igual que sus ropas;
Se encontraba extrañamente, sumergida en lo más profundo del mar, sin
sufrir daño alguno en sus pulmones. Los
miembros del Clan Mir dejaron de nadar, volviéndose translúcidos. El
salón era redondo, como un anfiteatro griego, pero su estilo
manifestaba la influencia de Atlantis; una majestuosa cúpula cubría el
salón, mostrando relieves y frisos; era hermosa, como el resto del salón.
La fuente del gran resplandor se encontraba en el centro; una esfera
luminosa, que levitaba. La voz que Hitomi escuchaba parecía proceder de
ella. -
¿Éste
es... el poder del Dios Jichia? – preguntó Hitomi. -
Así
es... – pronunció la voz; un cuerpo salió de ella, también lleno de
luz; se posó bajo la esfera luminosa. Hitomi lo miraba con sorpresa. De
su espalda se desplegaron 2 majestuosas alas; el cuerpo se materializó;
se trataba de una habitante de Atlantis, de
largos y abundantes cabellos blancos. -
¡Pero
si es... un habitante de Atlantis! Los
ojos de la mujer alada miraban a Hitomi con fervor. -
Veo
que posees el Poder de Atlantis... -
¿Eh?
– Hitomi miró su pendiente, que despedía un leve brillo. -
Nos
encontramos en el corazón de Gaea, el último deseo de Atlantis... -
¿El
último... deseo de Atlantis? – dijo Hitomi. -
Atlantis
sucumbió ante su propia avaricia... pero su último deseo, comenzar de
nuevo, se hizo realidad al formarse Gaea... fue así como éste, el
poder de Jichia, llegó a Gaea. -
Pero...
el Poder de Atlantis era protegido por Freid, en el Fuerte de Fortona...
– dijo Hitomi, recordando eso - ¡Es que acaso el poder de Atlantis
también se encontraba en Poseidópolis? -
El
Poder de Jichia... fue creado por los dioses, para originar Atlantis...
pero fuimos capaces de emular ese poder, para cumplir nuestros sueños...
así fue como surgió el Poder de Atlantis. -
¿Quieres
decir... que existen 2 distintos poderes de Atlantis? -
El
Sagrado Fuerte de Fortona resguardaba el Poder creado por los hombres...
pero Poseidópolis ha mantenido vivo el Poder creado por los Dioses,
aquel que originó la formación de Gaea... -
¿Es
por eso que Gaea puede sucumbir si el poder de Poseidópolis se agota? -
Así
es... – respondió el ser alado – ambos poderes son igualmente
importantes, pues uno rige la vida en Gaea, mientras que el otro es
capaz de cumplir los deseos de los hombres... -
Ahora
lo entiendo... – dijo Hitomi, mirando su pendiente -
¿Significa que el Poder encerrado en Poseidópolis, fue creado
por el Dios Jichia en un principio, para dar vida a Atlantis, y
posteriormente, para darle vida a Gaea, no es así? -
Sí...
pero ese poder ha sido arrebatado por los hombres... En
ese momento, la atmósfera del salón se volvió turbia; en la hermosa cúpula
aparecieron de repente varias rajadas, por donde entraban varios tubos;
el magno salón, sufría ahora un lamentable deterioro, y varios hombres
vestidos con escafandra se encontraban dentro del salón, accionando los
tubos, que drenaban la energía encerrada en ese lugar. Uno de los
hombres caminó hacia donde estaba Hitomi, pero... la atravesó, como un
fantasma. -
¿Qué
sucede? -
Ellos
no pueden vernos... estamos en otra dimensión... -
¿Y
el Clan Mir? ¿Qué sucedió con ellos? – preguntó Hitomi, mirando el
desastre que causaban los intrusos en el lugar. -
Ante
la inminente invasión del enemigo, se ha confinado aquí, para seguir
protegiendo de éste poder... – Algunos miembros de dicho Clan
aparecieron de nuevo cerca de Hitomi. – Han estado otorgando a la
ciudad su fuerza vital, para que ésta no sucumba... pero no resistirán
mucho... Hitomi
se sintió reconfortada, pero había algo que le seguía preocupando. -
Hace
poco tiempo que el segundo cataclismo ocurrió – dijo el ser alado –
debido a que el Poder de Jichia se está debilitando... – Hitomi
supuso que se trataba de la explosión en el mar, ocurrida durante la
boda de Eries. – El Clan Mir ha luchado para que el caos no se lleve a
cabo aún, pero... no podrán mantener el orden por mucho tiempo, si el
Poder de Jichia sigue siendo robado... -
Pero...
¿Qué podemos hacer para detenerlos? -
Tú
posees el Poder creado por los hombres... – le dijo la mujer – con
él podrás salvar a Gaea del infortunio... -
¿Yo...
poseo el poder? – dijo Hitomi, mirando el pendiente, que seguía
brillando. - ¡Es por eso que mi pendiente y esa estatua en Escitia han
reaccionado de la misma manera! – para comprobarlo, le bastó mirar la
esfera luminosa, que brillaba con la misma duración que el pendiente.
Sin duda se trataba de la misma energía. Un
temblor se sintió; los hombres marinos dentro del salón se alertaron;
en la cúpula podía verse que algo luchaba para entrar ahí. -
Recuérdalo,
tú tienes el Poder creado por los hombres... – El Clan Mir y la
habitante de Atlantis se desvanecieron frente a Hitomi. De
repente, la cúpula comenzó a ceder; grandes pedazos de ésta se
vinieron abajo, aplastando a los hombres que habían irrumpido en ella;
después de cuartearse por el gran peso que tenía sobre ella, la cúpula
se vino abajo; Escaflowne cayó dentro del salón; la manta que lo hacía
invisible se encontraba rasgada con el impacto, dejando ver gran parte
del Guymelf. -
¡Van!
– dijo Hitomi, al verlo ahí. Algunos hombres salieron de los
escombros, pero ya se encontraban diezmados; Escaflowne terminó con
ellos. De un espadazo arruinó el sistema de tubos que drenaba el poder
de Jichia. Van
miraba alrededor, buscando más sujetos. De pronto, un resplandor rosado
llamó su atención; el cuerpo de Hitomi se materializó en el lugar. -
¡Hitomi!
– dijo Van - ¿Qué está haciendo aquí? Hitomi
vio cómo su cuerpo perdía ese extraño resplandor rosado, que la
protegía de las profundidades, a tiempo que regresaba de nuevo de esa
dimensión. Sus ojos se mostraron horrorizados; sabía que la gran presión
la aplastaría en un instante. En ese momento, el Energist de Escaflowne
emitió su verdoso brillo. Ambos fueron cubiertos por pilares de luz,
que los hicieron desaparecer del lugar. La mano de un hombre, entre los
escombros del salón, reflejaba lo que el cuerpo completo sentía, al
invadir el agua sus pulmones. La
cubierta de la gigantesca embarcación semi-sumergida estaba construida
en roca, con diversas placas de metal como plataformas de aterrizaje, y
algunas compuertas para dejar salir Guymelfs. -
¡Ahora!
– el grito de Allen dio por iniciada la invasión de sus hombres en la
embarcación que estaba junto a ellos; numerosos hombres protegidos por
pequeños Melefs salieron a atacar, pero fueron vencidos por Scherezade,
a la cabeza del equipo. Kio, Pairu, Ort, Reeden, Kattsu y Teo
irrumpieron en el navío, donde hombres protegidos con corazas en
brazos, piernas, pecho, y espalda, salieron a combatirlos. -
¡No
defraudaremos al Jefe Allen! – gritó Kio, dando espadazos por todas
partes; Ort manejaba sus cuchillos y Reeden, el arco; Teo y Pairu
manejaban espadas, mientras que Kattsu era un experto con la maza,
protegiéndose con un escudo. La
batalla en la cubierta estaba bastante dispareja; Scherezade tendría
que enfrentarse a 9 Astharon, que protegían la embarcación, la cual,
por cierto, contaba con varios niveles por debajo de las aguas, donde se
encontraban los hangares destinados a los modelos Triter y las grúas de
excavación marina. 2 de los Astharon se dejaron ir contra Allen, quien
logró esquivarlos, cortando el brazo de uno de ellos, dejándolo
indefenso por unos momentos. En
Poseidópolis, el Oreades y el Fassares recorrían la ciudad, en busca
de enemigos; Dryden no perdía ni un momento, admirando la ciudad
sumergida, a pesar de encontrarse parcialmente destruida y deshabitada. -
!Gaddes,
espera, detente aquí! – decía Dryden, en cada punto interesante en
la ciudad. -
Pero,
tenemos que seguir, y... – de pronto, un Triter salió sobre ellos,
dispuesto a aniquilarlos. -
¡Gaddes!
– gritó Cerena, al ver el ataque sorpresa. Pero Gaddes, experto en la
espada, lo averió, antes de que éste pudiera defenderse; la cabina del
Triter se separó del cuerpo del Guymelf dañado, y huyó, en dirección
a la superficie, ayudada por una pequeña turbina y un par de hélices
que la impulsaban. -
¡Maldito!
– gritó Cerena; el Oreades invisible tomó su posición de vuelo, y
lo siguió; Gaddes también despegó, impulsado por las turbinas
colocadas en los pies del Fassares. La
carrera para detener al espantado conductor del Triter dio comienzo. Los
Guymelfs tenían la enorme desventaja de no ser aerodinámicos, así que
le fricción con el agua los hacía más lentos, en comparación con la
cápsula del piloto basramita, que por su pequeño volumen y diseño,
ascendía rápidamente. -
¡No
escaparás! – el rostro de Cerena mostró un gran odio; su mejilla
comenzó a sangrar; a través del visor del Oreades, pudo distinguirlo,
entre las burbujas que obstaculizaban verlo por las rendijas de la
cabina. También pudo distinguir que se dirigía a una construcción, la
misma que Allen y sus hombres atacaban en ese momento. - ¡Muere! – y
disparando su larga navaja de Kuriima, despedazó la cápsula, antes de
llegar a su destino. El agua circundante a la destruida cápsula se tornó
roja. -
¡Mira!,
¿Qué es eso que se ve allá? – le preguntó Gaddes a Dryden, refiriéndose
a la gran construcción que se encontraba cerca de la superficie. -
No
sé... pero debe estar relacionada con los hombres que invadieron la
ciudad sumergida. El
hangar para los Triter y las grúas fue irrumpido por un Oreades de
color rojo, el cual, al ver que el agua se mantenía fuera de la nave
por un sistema de bombeo, accionó los lanzallamas que tenía en sus
brazos. El manto invisible dejó de adherirse al Guymelf, debido al
cambio de estado, pulverizando el Medum que lo cubría, el color rojo de
la armadura brilló con el fuego. Los hombres en los hangares no
tuvieron tiempo de escapar, muriendo a manos de Cerena. El Fassares pasó
cerca de ahí, viendo el espectáculo de fuego que Cerena había
comenzado dentro de la nave. -
Será
mejor que subamos a la cubierta del barco; probablemente haya enemigos
también ahí... – dijo Dryden, ajustándose las gafas, en actitud de
reflexión. -
Está
bien... ¡Allá vamos! – dijo Gaddes, subiendo rumbo a la superficie;
a su costado podía verse la gran construcción basramita submarina,
como un pequeño iceberg mecánico, lleno de luces y ventanas. Arriba,
Allen había terminado con 4 de los enemigos, pero los 5 restantes eran
bastante astutos, y esquivaban sus ataques, poniéndolo en graves
dificultades, además, las lanzas que utilizaban eran armas muy
peligrosas, como pudo comprobar al ver cómo una de ellas rasgaba el
suelo rocoso de la cubierta, al caer. -
¡Intrus...aagghh!
– la garganta del soldado basramita recibió el golpe de una flecha.
De inmediato, los hombres de Allen comenzaron a acabar con los hombres
que se encontraban ahí dentro. -
¡Llamas,
hay llamas en los hangares! – gritó un sujeto que había alcanzado a
salir de ese lugar, totalmente horrorizado. -
¡Tenemos
que salir de a... aggghhhhhh! – las navajas de Kuriima atravesaron
varios niveles de la compleja construcción; un Oreades rojo voló por
el camino que se había hecho por sí mismo, incendiándolo todo a su
paso. Allen
trataba de defenderse contra uno de los Astharon que lo había tirado al
suelo. De repente: -
¡Jefe!
– la voz de Gaddes se escuchó en cubierta; un bulto invisible dejaba
escurrir el agua del mar; los Astharon voltearon, para recibir 2 de
ellos mortales espadazos directo en la cabina del piloto, saltando
sangre de ellas. -
Gaddes...
¿Es que no puedes ser menos agresivo? – dijo Dryden, traumado por la
violenta acción. -
¡No
hay tiempo para sutilezas! – Gaddes levantó la pesada espada del
Fassares; la capa del mismo se desplegó, dejando ver el cuerpo del
Guymelf azulado, parcialmente cubierto con Medum que se pulverizaba con
el aire y el movimiento. Los 3 Astharon restantes se prepararon bien; 2
de ellos accionaron las rocas levitantes de sus hombros, elevándose
para alejarse de la mano de Allen y Gaddes. El Astharon restante atacó
con su lanza al Fassares, tratando de derribarlo, pero la destreza de
Gaddes dobló la lanza con un golpe de espada, inutilizando el arma del
enemigo, para después ser partido en 2. Varias columnas de humo se
desprendían de los Guymelfs derrotados en la cubierta. Los 2 Astharon
voladores no encontraban el momento oportuno para comenzar a atacar de
nuevo, hasta que uno de ellos bajó rápidamente, blandiendo su lanza
hacia Scherezade, quien logró saltar unos metros para no ser tocado por
ésta. El Astharon aterrizó con fuerza, hundiéndose algunos centímetros
en la roca de la cubierta. El último Astharon bajó para aterrizar
junto al Fassares, y comenzar de nuevo. El Fassares esquivó 2 golpes,
caminando sobre una plataforma metálica. -
!Gaddes,
cuidado! – gritó Dryden al ver la lanza del enemigo acercarse
peligrosamente, pero Gaddes golpeó la lanza por un costado. Sin
embargo, el Astharon maniobró la lanza de manera que la punta superior
fue a clavarse exactamente en el hombro derecho del Fassares, donde se
encontraba el depósito de Energist. -
¡Maldición!
– dijo Gaddes. El Guymelf azulado dejó de funcionar, cayendo de
rodillas. El
piloto del Astharon sonrió con malicia. -
Hasta
nunca, idiotas... – la lanza del Astharon se levantó para terminar
con los indefensos hombres dentro del Fassares. En ese momento, una
navaja de Kuriima salió por debajo de la plataforma metálica,
atravesando al Astharon por en medio, pasando justamente... por la
cabina del piloto – aaaaghhh... -
¿Eh?
– dijo Dryden, abriendo los ojos, viendo lo que sucedía; el Oreades
de Cerena atravesó la plataforma, y después de salir volando,
sosteniendo al Astharon con la navaja de su brazo, lo arrojó al mar. -
¡Cerena!
– gritó Allen, que vio todo entre su difícil lucha contra el último
de los Guymelfs en el complejo. -
!Allen,
Gaddes, se encuentran bien? – se escuchó la voz por el altavoz del
Oreades. El
Astharon contra Scherezade golpeó a éste, alejándose unos cuantos
metros, para accionar sus rocas levitantes y elevarse. Cerena comprendió
que ese Guymelf pelearía con ella. -
Ven
aquí, maldito bastardo... -
¡Cerena! El
enemigo voló en dirección a Cerena, quien formó una espada con el
Kuriima de su brazo. El choque entre armas desprendió chispas. Cerena
se dio cuenta que el modelo Astharon, a diferencia del Oreades, podía
maniobrarse de igual manera tanto en el aire como en tierra, puesto que
no se modifica su estructura mecánica, algo que sí sucede con el
Oreades. El Astharon era, a pesar de ser menos veloz que el Oreades, más
diestro en la batalla aérea, cosa que perjudicaba a Cerena. El plan del
piloto era derrotar primero al Guymelf volador, pues sabía que tenía más
posibilidades de ganar en aire, que en tierra. -
!Cerena,
ten cuidado! – gritó Allen, mirando el enfrentamiento en el aire. El
Astharon movía su lanza con gran exactitud de movimientos, mientras que
Cerena tenía grandes dificultades para defenderse. Un golpe en la
armadura del Oreades fue el primer aviso, seguido por otro impacto, a un
costado de la cabina de Cerena; el metal de dicho compartimiento se
hundió. Cerena gritó de dolor al ver su pierna izquierda, apresada
entre la abolladura del metal. En la mejilla de Cerena, que había
comenzado a sangrar hace tiempo, se abrió una profunda herida, una
cicatriz; su cabello se volvió de color más claro, casi blanco, a la
vez que su cuerpo se modificaba entre el dolor que su pierna sufría. -
¡Cerena!
– gritó Gaddes. – El piloto del Astharon se disponía a terminar
con ella cuando la fuerte voz de un chico se escuchó a través del
altavoz del Oreades. -
¡Maldita
seas, Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhh! – las corazas de los hombros del Guymelf,
donde se encontraban los depósitos del Guymelf, brillaron, y de los
brazos del Oreades se dispararon las 10 navajas de Kuriima a toda su
capacidad, despedazando las rocas que hacían levitar al Astharon. -
¡Oh,
no! – el piloto perdió control en el Guymelf, que fue a estrellarse
en la cubierta de la embarcación basramita. El Oreades bajó a toda
velocidad, dispuesto a rematarlo. Los desgarrantes gritos de dolor de un
muchacho dentro del Oreades hicieron a Allen pensar lo peor. En el
suelo, El Astharon trató de levantarse, pero el pesado cuerpo del
Oreades cayó sobre él; el piloto quiso salir de ahí, pues las navajas
de Kuriima virtualmente despedazaron la armadura del Astharon; a
rastras, el piloto trató de alejarse, hasta que el Oreades viró hacia
él, descubriéndolo. Apuntándolo con sus brazos, el Oreades disparó
sus lanzallamas. – ¡Agggghhhhh! -
Cerena...
– el rostro de Gaddes se paralizó, al igual que Allen, al escuchar
las diabólicas carcajadas provenientes del Oreades, viendo consumirse
al hombre, hasta dejarlo hecho cenizas. Después de reír, el sonido de
un grito de dolor atroz salió del Oreades, el cual se quedó inmóvil,
silencioso. -
!!!!Cerenaaaaa!!!!. | 1 | 2 | 3 | 4 | 5 | 6 | 7 | 8 | 9 | 10 | 11 | 12 | 13 | 14 | 15 | 16 | 17 | 18 | 19 | 20 | 21 | 22 | 23 | 24 | 25 | 26 | |