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XI. Reacción Inesperada

  -          ¡Allá abajo, encontramos una señal! – gritó la tripulación del Crusade; todos en el hangar subieron a la proa para poder ver ese extraño resplandor.

-          ¡Sin duda, ahí se encuentra Poseidópolis! – dijo Dryden, entusiasmado.

-          Tenemos que apresurarnos, ¡Ahora! – gritó Van.

-          ¡Pronto, abran las compuertas! – gritó Allen; las hélices del Crusade se levantaron, para estabilizarlo, y acercarlo a la superficie del mar. Cerena y Van regresaron presurosos a tomar posesión de sus Guymelfs, listos para sumergirse.

-          !No lo olviden, por ningún motivo permitan que el Energist sea destruido; Si esto sucediera, el suministro de aire se perdería! – dijo Dryden, advirtiéndoles del peligro.

El Oreades tomó su posición de vuelo; la capa se pegó a la armadura del Guymelf por el Medum que lo cubría. Una gran manta cubrió el cuerpo de Escaflowne, que podría hacerse invisible con un cambio de temperatura, según Zaiback había patentado. Van se sumergió en las aguas, seguido por Cerena.

-          Bueno, me gustaría manejar al Fassares, pero no tengo experiencia en ello... – dijo Dryden un tanto decepcionado de sí mismo – me hubiera encantado conocer la ciudad del Clan Mir...

-          Pero – dijo Hitomi – tú eres quien más conoce del problema; tienes que ir a dirigir a Van y a Cerena...

-          Pero no he practicado nunca... podría estorbarles...

-          Si el problema es maniobrarlo, yo me encargaré – dijo Gaddes, asumiendo la responsabilidad – solo espero que la cabina sea lo suficientemente amplia para ir ambos...

-          ¡Bien pensado, muchacho! – dijo Dryden; ambos entraron al Fassares, aunque Gaddes ocupaba toda la cabina y Dryden tendría que viajar detrás de él, un tanto apretado.

Escaflowne bajaba rápidamente, por su peso; el agua podría amenazar con irrumpir el interior, pero Van se sentía seguro, pues la cabina estaba cerrada herméticamente. La oscura tela que lo cubría comenzó a desvanecerse, haciéndolo invisible por el cambio de temperatura en el agua. El Oreades se había perdido de vista hace tiempo, solo las líneas de burbujas que a su paso se originaban, podían dar una señal de dónde se encontraba. Bajo ellos no se apreciaba nada, salvo ese resplandor que palidecía conforme ellos seguían bajando. Pronto, una imagen comenzó a esclarecerse bajo ellos: una extraña ciudad, conformada por un enorme círculo, en cuyo centro se alzaba una majestuosa torre, semidestruida por la explosión antes ocurrida, lugar de donde provenía el resplandor que los había orientado.

Alrededor se veían construcciones antiquísimas, ordenadas rodeando dicha torre, el Santuario  del Dios Jichia; sus accesos se encontraban en sus techos, debido a la naturaleza del Clan Mir, el cual, por cierto, parecía haber desaparecido. La ciudad parecía abandonada, y escombros del Santuario, regados por toda la urbe.

-          Malditos bastardos... – dijo Cerena al ver un sistema de drenaje que salía del Santuario, y cuyos tubos se perdían en la lejanía. – Así que han estado robando la energía de éste templo...

Escaflowne tocó fondo; se encontraba oculto a la vista gracias al manto; cerca de él, las pisadas del Oreades indicaban que Cerena también estaba caminando sobre la ciudad. Después de caminar un poco, en dirección al semidestruido Santuario de Jichia, pudieron visualizar algunos cuerpos; numerosos hombres trabajaban entre los escombros; vestían extrañas escafandras, que les permitían permanecer en las profundidades. 3 máquinas nadaban cerca de ellos; aparentemente, funcionaban como grúas marinas, pues contaban con 2 grandes tenazas que retiraban escombro.

Van buscaba algún Guymelf con la vista, pero parecía no haber ninguno. Las 3 grúas se movían lentamente; de repente, una de ellas fue atravesada por una larga navaja de líquido Kuriima, procedente de la nada (en realidad, era Cerena). La reacción de los hombres fue instantánea, asombrándose por lo ocurrido. Van aprovechó el momento para sacar su espada, fuera de la capa que lo cubría. Los hombres miraron aterrados una gran espada manejada por un brazo que salía de la nada.

-          ¡Ahora verán, malditos! – el puño de Escaflowne dirigió su espada contra la aglomeración de hombres, matando a unos cuantos con el impacto. Una de las 2 grúas se dirigió velozmente hacia Escaflowne, tratando de detenerlo, pero perdió una de sus tenazas con un espadazo del Guymelf.  Cerena se encargó de la última grúa, despedazándola en unos cuantos minutos. Numerosos faros se prendieron en torno a la ciudad; de entre las construcciones salieron más grúas y unos extraños Guymelfs, de forma aerodinámica, desprovistos de piernas, que eran sustituidas por una sola extremidad a manera de caudal, articulada, que les permitía desplazarse con mayor velocidad; sus brazos, sostenían una lanza gigantesca; carecían de cabeza, y la cabina del tripulante se encontraba en el “pecho” del Guymelf.

-          ¿Qué? – dijo Van al verlos acercarse rápidamente - ¡Estos malditos estaban preparados! – uno de los Guymelf, denominados Triter, prendió 2 faros cercanos a sus hombros, buscando al enemigo. Van se dio cuenta que tenía ventaja al no ser visto con facilidad.

Un choque entre la navaja del Oreades contra la lanza del Triter contrincante, advirtió a Van que Cerena había comenzado a pelear. Después de 3 intentos, la lanza del Triter fue partida en 2, junto con el cuerpo del Guymelf, y la navaja de Cerena se manchó un poco con la sangre del tripulante contrario. 2 Triter atacaron a Van al ver la espada de Escaflowne, pero pudo librarse de ellos, a pesar de que Escaflowne no tenía una movilidad adecuada.

-          ¡Vaya, parece que éstos sujetos no son muy buenos que digamos! – dijo Van, mientras los pedazos de Guymelf flotaban frente a él. Cerena se deshizo de varios Triter en poco tiempo. Las grúas que trataban de reforzar a los Triter no eran ningún obstáculo para Cerena, que podía destruirlas a distancia.

Van se dirigió hacia el Santuario, al ver que Cerena era muy ágil para mantener a los Triter lejos, así que confió en que ella lo cubriera. Sus pisadas aplastaban a algunos hombres, que no advertían que Escaflowne se encontraba sobre ellos. La torre del Santuario estaba derruida, y el acceso le fue fácil. Varios sujetos que nadaban dentro de la Torre, se estrellaban contra el invisible Escaflowne, y sus escafandras se desquebrajaban, ahogándolos. Dentro del cuerpo todavía intacto del Santuario, podían observarse frisos alusivos al Dios Jichia; Van advirtió que Jichia no era sino una Diosa, como lo constataban esos relieves; los frisos mostraban también al Clan Mir, raza de seres marinos que guardaban el poder del Dios. El resplandor al fondo, muy por debajo del nivel del fondo del mar, impulsó a Van a descender por ahí, siguiéndolo.

Cerena había terminado con la mayoría de los enemigos fuera del Santuario. Ayudada por su visor, revisó los alrededores, eliminando a pisotones o golpes con Kuriima, a cualquier tipo con escafandra que pudiera encontrar.

-          No puedo dejar un solo testigo... cualquier sobreviviente podría hablar sobre el enemigo invisible, y soy la única que maneja un Oreades de Zaiback en toda Gaea... me culparían de inmediato – Detrás de ella, y sin que se diera cuenta, un sigiloso Triter se había escabullido, reptando por el fondo, para sorprenderla, orientado por las burbujas que sus movimientos soltaban. El Triter se levantó lentamente, empuñando su lanza. Cerena no se había percatado de su atacante, el cual en una rápida acción, levantó su lanza y... de repente cayó al suelo, aplastado por una gran masa.

-          ¿Qué demonios pisaste, Gaddes? – dijo Dryden, asustado, por el rudo “aterrizaje”.

-          No... no sé... – dijo Gaddes con una risa un poco nerviosa.

Cerena giró a ver lo que sucedía. El cuerno del Fassares funcionaba como un faro, iluminando los alrededores. Eufórica por el momento, Cerena apuntó hacia el Fassares. El brazo disparador del Oreades se hizo visible.

-          ¡Ahhhhhh, nos matarán! – gritó Dryden, aterrado.

-          ¡Ah, es Cerena! – dijo Gaddes. La capa del Fassares descubrió la cabina donde los 2 se encontraban.

-          ¿Gaddes? – Cerena vio a su compañero a través de la cabina, que le sonreía nervioso, al igual que el azorado Dryden detrás de él. El Oreades bajó su brazo disparador.

El Crusade seguía volando a poca distancia de las aguas, esperando el regreso de Escaflowne y los otros 2. La proa de la nave estaba repleta; Hitomi y Allen esperaban mortificados a Van y Cerena, respectivamente.

-          ¡Jefe! – gritó Reeden, que vigilaba las aguas circundantes con el visor. - ¡Hay algo allá, cerca de nosotros!

-          ¿Qué? – Allen no distinguía nada entre las olas, pero el visor de Reeden mostraba claramente una embarcación, cercana, oculta por el oleaje; su casco era pequeño, y carecía de mástiles, para camuflajearse mejor. - ¡Pero... acaso es Basram?

-          ¡Jefe, nos han visto! – dijo Reeden al observar 2 extraños Guymelfs que se acercaban al Crusade; volaban de una manera muy similar al Crusade: en sus hombros se encontraban 2 pequeñas rocas, cuyo poder levitante podía ser controlado a través de la energía de un Energist. Sostenían en sus manos la característica lanza de doble punta de Basram. Su color, negro, resaltaba el símbolo de su país en sus pechos metálicos. Su capa, más corta de lo normal, terminaba por debajo de la cintura. Tenían corazas grisáceas en brazos y piernas; las cabezas eran pequeñas en comparación al cuerpo, y lucían un penacho parecido a los cascos romanos, de color amarillo. El modelo era llamado Astharon, Guymelf basramita de combate, al igual que los Ofires, aunque el Astharon se producía en forma secreta.

-          ¡Saldré con Scherezade! – gritó Allen - !Kio, condúcenos hasta ellos, todos saldremos a pelear!

-          ¡Sí! – Kio giró el timón del Crusade. Los 2 Astharon se acercaban a la embarcación.

-          ¡Dios mío! – pensó Hitomi, sosteniendo con firmeza su pendiente – Espero que salgamos con bien de esto...

-          Hitomi, tengo miedo... – le dijo Merle, aferrándose a ella.

-          No se preocupen, chicas – les dijo Kio, mientras el Crusade volaba rápidamente a la embarcación enemiga – Nosotros no sabemos perder...

Los 2 Astharon estaban a poca distancia del Crusade. Pronto visualizaron el cuerpo de un imponente Guymelf que los esperaba en la cubierta de la nave, empuñando su brillante espada: Scherezade, cuya capa volaba con el viento.

El Crusade se estremeció al posarse los 2 intrusos sobre él con fuerza. Todos a bordo estuvieron a punto de perder el equilibrio. Desde la proa se podía observar la pelea entre los 3 Guymelfs. Uno de los Astharon blandió su poderosa lanza contra Scherezade, quien esquivó el ataque; aún así, el Crusade seguía acercándose hacia el barco basramita.

-          ¡Qué hacemos? – dijo Pairu, al ver la desventaja de Allen frente a 2 combatientes – son 2 a 1...

-          Confiemos en el Jefe Allen... – dijo Ort, tomando sus cuchillos – él puede con muchos más...  

-          ¡Allen! – gritó Hitomi al ver que lo acorralaban al borde del navío, pudiendo caer al mar.

-          ¡Maldición! – Allen viró su espada, chocando contra la lanza de uno de los enemigos; el otro Astharon aprovechó para golpear a Scherezade, quien se escabulló, causando que éste (el enemigo) resbalara del Crusade. Sus 2 rocas levitantes se accionaron, salvándolo de la caída.

-          Ese maldito... – dijo Reeden, al ver el espectáculo - ¡No podemos dejar al jefe solo!

Ahora uno de los Astharon volaba por encima del Crusade. Scherezade sostenía batalla con el otro, sobre el navío. El Astharon volador fue a estrellarse a propósito contra la cubierta del Crusade, tratando de dañarlo; Scherezade podía perder el equilibrio con el impacto. Hitomi y Merle se aferraban en la cabina de control.

-          ¡Grrr, malditos! – dijo Pairu, viendo impotente el ataque directo al Crusade. El Astharon se alejó un poco, buscando algún punto débil en la nave. El cuello del Guymelf tenía las clásicas ranuras que permitían al piloto mirar y respirar. Pronto visualizó la proa, donde se encontraban la mayoría.

-          ¡Oh, no! – gritó Hitomi; una visión en su mente le advirtió que pronto atacarían la cabina, matándolos a todos. - ¡Nos atacarán justo aquí!

-          ¿Qué, como lo sabes? – dijo Reeden, asustado.

-          ¡Dejen de hacer preguntas idiotas y pónganse en acción! – gritó Merle hasta desgañitarse - ¡Cuando Hitomi dice algo siempre tiene razón!

En ese momento, el pendiente de Hitomi brilló con gran intensidad; Su cuerpo también brilló, y desapareció.

-          ¡Hitomiiiiiii! – chilló Merle, ante la mirada de los tripulantes del Crusade.

El Astharon voló hacia la cabina, donde todos se tiraron al suelo al ver la lanza del Guymelf, que destrozaría la cabina, a no ser por los rápidos reflejos de Kio, que movió la nave con rapidez, esquivando el impacto total, pero los vidrios del costado derecho de la cabina se hicieron pedazos. El aire entró violentamente, debido al cambio de presión.

-          ¡Perdóneme, Jefe! – dijo Kio al oír como Scherezade perdió el equilibrio debido a la maniobra del Crusade.

Allen se encontraba en el suelo, y su espada trataba de detener la lanza asesina de su contrincante, que amenazaba con matarlo.

-          ¡No me dejaré vencer tan fácilmente! – dijo Allen; la pierna de Scherezade golpeó inesperadamente al Astharon, haciéndolo caer ahora; soltó la lanza, quedando indefenso. Scherezade ahora lo amenazaba con su espada. Por su parte, el Astharon volador se había alejado de la cabina para tomar impulso y destruirla por completo. Kio sabía que la cabina no resistiría otro ataque.

-          ¡Vamos, lleven a esa niña adentro! – gritó Kio; Ort había tomado una bayoneta que colgaba de la pared de la cabina, preparándola.

-          ¿Qué vas a hacer, Ort? – gritó Pairu, tomando a Merle para llevarla al interior - ¡No hay tiempo para intentar nada!

Ort no lo escuchó; el Astharon volador se acercaba a ellos con velocidad; Ort colocó la bayoneta frente a sus ojos, tratando de dar en el blanco. El Astharon se acercaba cada vez más, hasta estar a unos cuantos metros de él.

-          ¡Tú, maldito bastardo!

Ort disparó, con los ojos inyectados en ira. La flecha atravesó el aire, haciendo un raro sonido, entrando a través de las ranuras del cuello del Guymelf. Algunos pequeños chorros de sangre salieron de ésta, después de escuchar cómo la flecha se enterraba en la cabeza del piloto. La inercia hizo que el Astharon siguiera su camino; la lanza en sus manos resbaló, cayendo al vacío. Ort vio al gigantesco Guymelf venir hacia él, sin poder escapar.

-          ¡Cuidado! – Kio viró el timón, tratando de salvar a su compañero, el cual apenas y pudo saltar hacia adentro; la gran masa del Astharon se estrelló contra la proa del Crusade, haciéndola pedazos. Kio se cubrió el rostro con la coraza en sus brazos, ante la lluvia de cristal, madera y metal. El Astharon continuó su breve camino hacia adelante, hasta quedar inmóvil, flotando en el cielo gracias a las rocas en sus hombros; hilos de sangre comenzaron a salir de la portezuela que encerraba al piloto.

-          Creo... creo que lo logré... ¡Me fascina la acción! – dijo Ort, entre el escombro, Kio se sorprendió de escucharlo, aún vivo; lo vio salir de los escombros en la cabina, algo lastimado, pero con una sonrisa de triunfo. Ahora Kio tendría que maniobrar al Crusade, recibiendo el fuerte viento del mar en el rostro, sin proa delante suyo.

Dentro, Merle estaba asustada por el ruido del exterior y el proveniente de la cabina; Pairu trataba de tranquilizarla.

-          No te preocupes... el Jefe sin duda estará bien.

-          ¿Qué pasará con Van sama? – Merle estaba muy preocupada por él. Ort entró a donde ellos se encontraban; un hilo de sangre recorría su calva cabeza, además de lucir algunos moretones.

-          ¡Ort!

-          Esos basramitas no son dignos de pelear con nosotros... – dijo Ort, levantando su pulgar en señal de triunfo.

-          ¡Hey...! – gritó Teo, uno de los tripulantes del Crusade, desde una escotilla - ¡El Jefe tiene acorralado al sujeto!

Los hombres del Crusade subieron (menos Kio, que tripulaba la nave). El piloto del Astharon tuvo que rendirse, saliendo de su Guymelf, y se encontraba con las manos en la nuca, indefenso, ante la espada de Scherezade.

-          !Kattsu, encárgate de él! – gritó Allen desde Scherezade. El piloto basramita tuvo que ser conducido hasta las celdas del Crusade, en la parte central de éste.

-          ¡Jefe, Hitomi desapareció a mitad de la batalla!

-          ¿Qué?

Hitomi abrió los ojos, se encontraba rodeada por una extraña luz, muy brillante. El pendiente brillaba con su extraño resplandor rosado.

-          ¿En dónde estoy? ¿Qué es éste lugar?

La luz no disminuía su intensidad, pero pudo ver que la rodeaban algunos espectros, cuya forma no pudo reconocer.

-          ¿Qui... quienes son ustedes?

Los espectros comenzaron a hacerse más visibles; frente a sus ojos se materializaron los cuerpos de varios seres, cuyas piernas se unían formando una cola de pez; se trataba de miembros del Clan Mir, aquel que resguardaba el poder de Jichia, y habitaba Poseidópolis. Eran 2 hombres y 3  mujeres, que la veían con tranquilidad, en una infinita paz, cosa que tranquilizó a Hitomi.

-          Al fin has llegado...

Una voz la hizo alertarse; al voltear hacia donde la voz provenía, el resplandor que la envolvía desapareció en un instante, junto con los seres que la acompañaban. Se encontraba en un extraño salón, cuyas formas y estilo reconoció de inmediato.

-          ¿Atlantis? ¿Acaso... esto es Atlantis? – se preguntó Hitomi.

-          No... – dijo esa dulce voz que ella escuchaba venir desde el centro del hermoso salón. – esto... es Poseidópolis...

-          ¡Poseidópolis? – Hitomi se sorprendió. Espectros que se materializaron en miembros del Clan Mir, nadaban alrededor de todo el salón; sus movimientos desprendían pequeñas burbujas en el ambiente; Fue cuando Hitomi se cercioró de algo... – Pero... ¿Estoy respirando... – su cabello comenzó a moverse con el agua que la rodeaba, al igual que sus ropas; Se encontraba extrañamente, sumergida en lo más profundo del mar, sin sufrir daño alguno en sus pulmones.

Los miembros del Clan Mir dejaron de nadar, volviéndose translúcidos. El salón era redondo, como un anfiteatro griego, pero su estilo manifestaba la influencia de Atlantis; una majestuosa cúpula cubría el salón, mostrando relieves y frisos; era hermosa, como el resto del salón. La fuente del gran resplandor se encontraba en el centro; una esfera luminosa, que levitaba. La voz que Hitomi escuchaba parecía proceder de ella.

-          ¿Éste es... el poder del Dios Jichia? – preguntó Hitomi.

-          Así es... – pronunció la voz; un cuerpo salió de ella, también lleno de luz; se posó bajo la esfera luminosa. Hitomi lo miraba con sorpresa. De su espalda se desplegaron 2 majestuosas alas; el cuerpo se materializó; se trataba de una habitante de Atlantis, de  largos y abundantes cabellos blancos.

-          ¡Pero si es... un habitante de Atlantis!

Los ojos de la mujer alada miraban a Hitomi con fervor.

-          Veo que posees el Poder de Atlantis...

-          ¿Eh? – Hitomi miró su pendiente, que despedía un leve brillo.

-          Nos encontramos en el corazón de Gaea, el último deseo de Atlantis...

-          ¿El último... deseo de Atlantis? – dijo Hitomi.

-          Atlantis sucumbió ante su propia avaricia... pero su último deseo, comenzar de nuevo, se hizo realidad al formarse Gaea... fue así como éste, el poder de Jichia, llegó a Gaea.

-          Pero... el Poder de Atlantis era protegido por Freid, en el Fuerte de Fortona... – dijo Hitomi, recordando eso - ¡Es que acaso el poder de Atlantis también se encontraba en Poseidópolis?

-          El Poder de Jichia... fue creado por los dioses, para originar Atlantis... pero fuimos capaces de emular ese poder, para cumplir nuestros sueños... así fue como surgió el Poder de Atlantis.

-          ¿Quieres decir... que existen 2 distintos poderes de Atlantis?

-          El Sagrado Fuerte de Fortona resguardaba el Poder creado por los hombres... pero Poseidópolis ha mantenido vivo el Poder creado por los Dioses, aquel que originó la formación de Gaea...

-          ¿Es por eso que Gaea puede sucumbir si el poder de Poseidópolis se agota?

-          Así es... – respondió el ser alado – ambos poderes son igualmente importantes, pues uno rige la vida en Gaea, mientras que el otro es capaz de cumplir los deseos de los hombres...

-          Ahora lo entiendo... – dijo Hitomi, mirando su pendiente -  ¿Significa que el Poder encerrado en Poseidópolis, fue creado por el Dios Jichia en un principio, para dar vida a Atlantis, y posteriormente, para darle vida a Gaea, no es así?

-          Sí... pero ese poder ha sido arrebatado por los hombres...

En ese momento, la atmósfera del salón se volvió turbia; en la hermosa cúpula aparecieron de repente varias rajadas, por donde entraban varios tubos; el magno salón, sufría ahora un lamentable deterioro, y varios hombres vestidos con escafandra se encontraban dentro del salón, accionando los tubos, que drenaban la energía encerrada en ese lugar. Uno de los hombres caminó hacia donde estaba Hitomi, pero... la atravesó, como un fantasma.

-          ¿Qué sucede?

-          Ellos no pueden vernos... estamos en otra dimensión...

-          ¿Y el Clan Mir? ¿Qué sucedió con ellos? – preguntó Hitomi, mirando el desastre que causaban los intrusos en el lugar.

-          Ante la inminente invasión del enemigo, se ha confinado aquí, para seguir protegiendo de éste poder... – Algunos miembros de dicho Clan aparecieron de nuevo cerca de Hitomi. – Han estado otorgando a la ciudad su fuerza vital, para que ésta no sucumba... pero no resistirán mucho...

Hitomi se sintió reconfortada, pero había algo que le seguía preocupando.

-          Hace poco tiempo que el segundo cataclismo ocurrió – dijo el ser alado – debido a que el Poder de Jichia se está debilitando... – Hitomi supuso que se trataba de la explosión en el mar, ocurrida durante la boda de Eries. – El Clan Mir ha luchado para que el caos no se lleve a cabo aún, pero... no podrán mantener el orden por mucho tiempo, si el Poder de Jichia sigue siendo robado...

-          Pero... ¿Qué podemos hacer para detenerlos?

-          Tú posees el Poder creado por los hombres... – le dijo la mujer – con él podrás salvar a Gaea del infortunio...

-          ¿Yo... poseo el poder? – dijo Hitomi, mirando el pendiente, que seguía brillando. - ¡Es por eso que mi pendiente y esa estatua en Escitia han reaccionado de la misma manera! – para comprobarlo, le bastó mirar la esfera luminosa, que brillaba con la misma duración que el pendiente. Sin duda se trataba de la misma energía.

Un temblor se sintió; los hombres marinos dentro del salón se alertaron; en la cúpula podía verse que algo luchaba para entrar ahí.

-          Recuérdalo, tú tienes el Poder creado por los hombres... – El Clan Mir y la habitante de Atlantis se desvanecieron frente a Hitomi.

De repente, la cúpula comenzó a ceder; grandes pedazos de ésta se vinieron abajo, aplastando a los hombres que habían irrumpido en ella; después de cuartearse por el gran peso que tenía sobre ella, la cúpula se vino abajo; Escaflowne cayó dentro del salón; la manta que lo hacía invisible se encontraba rasgada con el impacto, dejando ver gran parte del Guymelf.

-          ¡Van! – dijo Hitomi, al verlo ahí. Algunos hombres salieron de los escombros, pero ya se encontraban diezmados; Escaflowne terminó con ellos. De un espadazo arruinó el sistema de tubos que drenaba el poder de Jichia.

Van miraba alrededor, buscando más sujetos. De pronto, un resplandor rosado llamó su atención; el cuerpo de Hitomi se materializó en el lugar.

-          ¡Hitomi! – dijo Van - ¿Qué está haciendo aquí?

Hitomi vio cómo su cuerpo perdía ese extraño resplandor rosado, que la protegía de las profundidades, a tiempo que regresaba de nuevo de esa dimensión. Sus ojos se mostraron horrorizados; sabía que la gran presión la aplastaría en un instante. En ese momento, el Energist de Escaflowne emitió su verdoso brillo. Ambos fueron cubiertos por pilares de luz, que los hicieron desaparecer del lugar. La mano de un hombre, entre los escombros del salón, reflejaba lo que el cuerpo completo sentía, al invadir el agua sus pulmones.

La cubierta de la gigantesca embarcación semi-sumergida estaba construida en roca, con diversas placas de metal como plataformas de aterrizaje, y algunas compuertas para dejar salir Guymelfs.

-          ¡Ahora! – el grito de Allen dio por iniciada la invasión de sus hombres en la embarcación que estaba junto a ellos; numerosos hombres protegidos por pequeños Melefs salieron a atacar, pero fueron vencidos por Scherezade, a la cabeza del equipo. Kio, Pairu, Ort, Reeden, Kattsu y Teo irrumpieron en el navío, donde hombres protegidos con corazas en brazos, piernas, pecho, y espalda, salieron a combatirlos.

-          ¡No defraudaremos al Jefe Allen! – gritó Kio, dando espadazos por todas partes; Ort manejaba sus cuchillos y Reeden, el arco; Teo y Pairu manejaban espadas, mientras que Kattsu era un experto con la maza, protegiéndose con un escudo.

La batalla en la cubierta estaba bastante dispareja; Scherezade tendría que enfrentarse a 9 Astharon, que protegían la embarcación, la cual, por cierto, contaba con varios niveles por debajo de las aguas, donde se encontraban los hangares destinados a los modelos Triter y las grúas de excavación marina. 2 de los Astharon se dejaron ir contra Allen, quien logró esquivarlos, cortando el brazo de uno de ellos, dejándolo indefenso por unos momentos.

En Poseidópolis, el Oreades y el Fassares recorrían la ciudad, en busca de enemigos; Dryden no perdía ni un momento, admirando la ciudad sumergida, a pesar de encontrarse parcialmente destruida y deshabitada.

-          !Gaddes, espera, detente aquí! – decía Dryden, en cada punto interesante en la ciudad.

-          Pero, tenemos que seguir, y... – de pronto, un Triter salió sobre ellos, dispuesto a aniquilarlos.

-          ¡Gaddes! – gritó Cerena, al ver el ataque sorpresa. Pero Gaddes, experto en la espada, lo averió, antes de que éste pudiera defenderse; la cabina del Triter se separó del cuerpo del Guymelf dañado, y huyó, en dirección a la superficie, ayudada por una pequeña turbina y un par de hélices que la impulsaban.

-          ¡Maldito! – gritó Cerena; el Oreades invisible tomó su posición de vuelo, y lo siguió; Gaddes también despegó, impulsado por las turbinas colocadas en los pies del Fassares.

La carrera para detener al espantado conductor del Triter dio comienzo. Los Guymelfs tenían la enorme desventaja de no ser aerodinámicos, así que le fricción con el agua los hacía más lentos, en comparación con la cápsula del piloto basramita, que por su pequeño volumen y diseño, ascendía rápidamente.

-          ¡No escaparás! – el rostro de Cerena mostró un gran odio; su mejilla comenzó a sangrar; a través del visor del Oreades, pudo distinguirlo, entre las burbujas que obstaculizaban verlo por las rendijas de la cabina. También pudo distinguir que se dirigía a una construcción, la misma que Allen y sus hombres atacaban en ese momento. - ¡Muere! – y disparando su larga navaja de Kuriima, despedazó la cápsula, antes de llegar a su destino. El agua circundante a la destruida cápsula se tornó roja.

-          ¡Mira!, ¿Qué es eso que se ve allá? – le preguntó Gaddes a Dryden, refiriéndose a la gran construcción que se encontraba cerca de la superficie.

-          No sé... pero debe estar relacionada con los hombres que invadieron la ciudad sumergida.

El hangar para los Triter y las grúas fue irrumpido por un Oreades de color rojo, el cual, al ver que el agua se mantenía fuera de la nave por un sistema de bombeo, accionó los lanzallamas que tenía en sus brazos. El manto invisible dejó de adherirse al Guymelf, debido al cambio de estado, pulverizando el Medum que lo cubría, el color rojo de la armadura brilló con el fuego. Los hombres en los hangares no tuvieron tiempo de escapar, muriendo a manos de Cerena. El Fassares pasó cerca de ahí, viendo el espectáculo de fuego que Cerena había comenzado dentro de la nave.

-          Será mejor que subamos a la cubierta del barco; probablemente haya enemigos también ahí... – dijo Dryden, ajustándose las gafas, en actitud de reflexión.

-          Está bien... ¡Allá vamos! – dijo Gaddes, subiendo rumbo a la superficie; a su costado podía verse la gran construcción basramita submarina, como un pequeño iceberg mecánico, lleno de luces y ventanas.

Arriba, Allen había terminado con 4 de los enemigos, pero los 5 restantes eran bastante astutos, y esquivaban sus ataques, poniéndolo en graves dificultades, además, las lanzas que utilizaban eran armas muy peligrosas, como pudo comprobar al ver cómo una de ellas rasgaba el suelo rocoso de la cubierta, al caer.

-          ¡Intrus...aagghh! – la garganta del soldado basramita recibió el golpe de una flecha. De inmediato, los hombres de Allen comenzaron a acabar con los hombres que se encontraban ahí dentro.

-          ¡Llamas, hay llamas en los hangares! – gritó un sujeto que había alcanzado a salir de ese lugar, totalmente horrorizado.

-          ¡Tenemos que salir de a... aggghhhhhh! – las navajas de Kuriima atravesaron varios niveles de la compleja construcción; un Oreades rojo voló por el camino que se había hecho por sí mismo, incendiándolo todo a su paso.

Allen trataba de defenderse contra uno de los Astharon que lo había tirado al suelo. De repente:

-          ¡Jefe! – la voz de Gaddes se escuchó en cubierta; un bulto invisible dejaba escurrir el agua del mar; los Astharon voltearon, para recibir 2 de ellos mortales espadazos directo en la cabina del piloto, saltando sangre de ellas.

-          Gaddes... ¿Es que no puedes ser menos agresivo? – dijo Dryden, traumado por la violenta acción.

-          ¡No hay tiempo para sutilezas! – Gaddes levantó la pesada espada del Fassares; la capa del mismo se desplegó, dejando ver el cuerpo del Guymelf azulado, parcialmente cubierto con Medum que se pulverizaba con el aire y el movimiento. Los 3 Astharon restantes se prepararon bien; 2 de ellos accionaron las rocas levitantes de sus hombros, elevándose para alejarse de la mano de Allen y Gaddes. El Astharon restante atacó con su lanza al Fassares, tratando de derribarlo, pero la destreza de Gaddes dobló la lanza con un golpe de espada, inutilizando el arma del enemigo, para después ser partido en 2. Varias columnas de humo se desprendían de los Guymelfs derrotados en la cubierta. Los 2 Astharon voladores no encontraban el momento oportuno para comenzar a atacar de nuevo, hasta que uno de ellos bajó rápidamente, blandiendo su lanza hacia Scherezade, quien logró saltar unos metros para no ser tocado por ésta. El Astharon aterrizó con fuerza, hundiéndose algunos centímetros en la roca de la cubierta. El último Astharon bajó para aterrizar junto al Fassares, y comenzar de nuevo. El Fassares esquivó 2 golpes, caminando sobre una plataforma metálica.

-          !Gaddes, cuidado! – gritó Dryden al ver la lanza del enemigo acercarse peligrosamente, pero Gaddes golpeó la lanza por un costado. Sin embargo, el Astharon maniobró la lanza de manera que la punta superior fue a clavarse exactamente en el hombro derecho del Fassares, donde se encontraba el depósito de Energist.

-          ¡Maldición! – dijo Gaddes. El Guymelf azulado dejó de funcionar, cayendo de rodillas.

El piloto del Astharon sonrió con malicia.

-          Hasta nunca, idiotas... – la lanza del Astharon se levantó para terminar con los indefensos hombres dentro del Fassares. En ese momento, una navaja de Kuriima salió por debajo de la plataforma metálica, atravesando al Astharon por en medio, pasando justamente... por la cabina del piloto – aaaaghhh...

-          ¿Eh? – dijo Dryden, abriendo los ojos, viendo lo que sucedía; el Oreades de Cerena atravesó la plataforma, y después de salir volando, sosteniendo al Astharon con la navaja de su brazo, lo arrojó al mar.

-          ¡Cerena! – gritó Allen, que vio todo entre su difícil lucha contra el último de los Guymelfs en el complejo.

-          !Allen, Gaddes, se encuentran bien? – se escuchó la voz por el altavoz del Oreades.

El Astharon contra Scherezade golpeó a éste, alejándose unos cuantos metros, para accionar sus rocas levitantes y elevarse. Cerena comprendió que ese Guymelf pelearía con ella.

-          Ven aquí, maldito bastardo...

-          ¡Cerena!

El enemigo voló en dirección a Cerena, quien formó una espada con el Kuriima de su brazo. El choque entre armas desprendió chispas. Cerena se dio cuenta que el modelo Astharon, a diferencia del Oreades, podía maniobrarse de igual manera tanto en el aire como en tierra, puesto que no se modifica su estructura mecánica, algo que sí sucede con el Oreades. El Astharon era, a pesar de ser menos veloz que el Oreades, más diestro en la batalla aérea, cosa que perjudicaba a Cerena. El plan del piloto era derrotar primero al Guymelf volador, pues sabía que tenía más posibilidades de ganar en aire, que en tierra.

-          !Cerena, ten cuidado! – gritó Allen, mirando el enfrentamiento en el aire. El Astharon movía su lanza con gran exactitud de movimientos, mientras que Cerena tenía grandes dificultades para defenderse. Un golpe en la armadura del Oreades fue el primer aviso, seguido por otro impacto, a un costado de la cabina de Cerena; el metal de dicho compartimiento se hundió. Cerena gritó de dolor al ver su pierna izquierda, apresada entre la abolladura del metal. En la mejilla de Cerena, que había comenzado a sangrar hace tiempo, se abrió una profunda herida, una cicatriz; su cabello se volvió de color más claro, casi blanco, a la vez que su cuerpo se modificaba entre el dolor que su pierna sufría.

-          ¡Cerena! – gritó Gaddes. – El piloto del Astharon se disponía a terminar con ella cuando la fuerte voz de un chico se escuchó a través del altavoz del Oreades.

-          ¡Maldita seas, Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhh! – las corazas de los hombros del Guymelf, donde se encontraban los depósitos del Guymelf, brillaron, y de los brazos del Oreades se dispararon las 10 navajas de Kuriima a toda su capacidad, despedazando las rocas que hacían levitar al Astharon.

-          ¡Oh, no! – el piloto perdió control en el Guymelf, que fue a estrellarse en la cubierta de la embarcación basramita. El Oreades bajó a toda velocidad, dispuesto a rematarlo. Los desgarrantes gritos de dolor de un muchacho dentro del Oreades hicieron a Allen pensar lo peor. En el suelo, El Astharon trató de levantarse, pero el pesado cuerpo del Oreades cayó sobre él; el piloto quiso salir de ahí, pues las navajas de Kuriima virtualmente despedazaron la armadura del Astharon; a rastras, el piloto trató de alejarse, hasta que el Oreades viró hacia él, descubriéndolo. Apuntándolo con sus brazos, el Oreades disparó sus lanzallamas. – ¡Agggghhhhh!

-          Cerena... – el rostro de Gaddes se paralizó, al igual que Allen, al escuchar las diabólicas carcajadas provenientes del Oreades, viendo consumirse al hombre, hasta dejarlo hecho cenizas. Después de reír, el sonido de un grito de dolor atroz salió del Oreades, el cual se quedó inmóvil, silencioso.

-          !!!!Cerenaaaaa!!!!.

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