Cathera
tomaba posesión de sus habitaciones en el Palacio Aston. La hermosa bahía
se extendía frente al ventanal donde ella veía con detenimiento el
horizonte. -
Pareciera
como si nos siguiera... – dijo Cerena, después de enterarse de la
noticia del arribo de Cathera a Palas. También miraba el horizonte de la
bahía desde su lecho, donde debía guardar reposo mientras se recuperaba. La
sala del Concejo en Palacio tenía una de sus sesiones más polémicas. -
¡Pero...
¿Cómo se atreve usted a estar aquí? – gritó uno de los miembros del
Concejo al ver a Cehris entrar a la sala. - ¡Dryden-sama, debemos
aprehenderlo cuanto antes! – Cehris no esperaba tal recibimiento, a
pesar de ser advertido que los miembros del Concejo no entenderían que él
no tenía nada que ver con la alianza de Basram y Zaiback. -
¡Guardias!
– dijo Dryden, llamándolos; Cehris volteó a ver a Dryden, sin creer
que le hiciera eso – Hagan el favor de escoltar al señor hasta la
salida... Los
guardias se acercaron a Cehris, quien no se opuso, pero...-
¡Eh...Que,
qué pasó? – los guardias pasaron a su lado, sin tocarlo siquiera;
pronto los gritos del miembro que condenó a Cehris reclamaron a Dryden: -
Pero...
¡Dryden-sama! – los guardias lo tomaron por los brazos - ¿Porqué
tengo que salir yo, si no soy el traidor aquí? -
Cuando
la histeria le haya bajado, mi estimado Gesem, lo invitaré a pasar de
nuevo... mientras tanto, manténgase lejos... – Dryden indicó con su
mano que se fuera, despectivo, mientras se acomodaba las gafas. Algunas
doncellas se encargaron de indicar su sitio a Cehris, en la asamblea.
Pasada la escena, la sesión continuó. -
Hemos
convocado esta asamblea para decidir nuestros próximos pasos con
Basram... – dijo Millerna, que desde entonces tomaría parte activa en
la Monarquía. -
Antes
que nada, deben saber que las fuerzas basramitas que atacaron Palas no son
conocidas, ni siquiera por el hijo del Gobernante, aquí presente... –
dijo Dryden, otorgando la palabra a Cehris. -
Así
es... – dijo Cehris – las unidades Astharon son modelos de Guymelf
experimentales que supuestamente fueron prohibidas en Basram; su potencial
de pelea era muy alto, pero los riesgos al manejarlos eran mayores; mi
Padre, gobernador de Basram, fue quien prohibió su producción, y mandó
destruir las unidades Astharon existentes... eso fue lo que el país
completo, incluido un servidor, sabíamos acerca de ese hecho... -
¿Entonces
cómo explica la existencia de esos Guymelfs en filas de Zaiback? –
asestó otro miembro del Concejo. -
¿Acaso
Zaiback consiguió las instrucciones para construirlos? -
No...
estoy seguro que fueron hechos en Basram... – la afirmación de Cehris
produjo sorpresa en la asamblea – lo sé porque ostentan el cinturón
tradicional de nuestro país... -
¿No
cree que se está contradiciendo, Señor Cehris? – dijo otro consejero
– sabe que esos Guymelfs son basramitas, y sin embargo, dice que no tenía
conocimiento de la alianza entre su país y el enemigo... -
Sé
que suena contradictorio, pero esa es la verdad; Mi Padre, el Supremo Señor
Estillon de Basram, me relegó toda la responsabilidad gubernamental hace
tiempo; pero con éstas pruebas, me atrevo a decir que lo hizo para engañar
al país, presentándome como responsable ante Gaea, y seguir gobernando
detrás de mí... así que no sería erróneo pensar que pudiera reanudar
la producción de las unidades Astharon de manera secreta... -
¿Y
qué vamos a hacer ahora? – dijo otro hombre – el problema es que
Astoria ha sido atacada por Basram, pero hay 2 gobernantes en ese país,
uno de ellos es el culpable; si atacamos Basram, quedaremos en duelo de
cualquier forma, ya sea con usted o con su padre, Joven Cehris... -
Si
el problema es que habemos 2 gobernantes... entonces yo me haré cargo...
– dijo Cehris, levantándose. -
¿Qué
piensas hacer, hermano? – dijo Millerna, al verlo abandonar la sala. -
Derrocaré
a mi padre, de una vez por todas... Fanelia.
Hitomi y Merle (acostumbraban estar juntas desde el ataque) seguían en el
Castillo. -
Hitomi... -
¿Van?
– Hitomi y Merle voltearon a sus espaldas. -
Tienes
razón... no podemos precipitarnos; tenemos que saber si Dryden planeará
atacar... -
Sabía
que lo entenderías... -
¿Podrían
dejar de dar ese espectáculo, por favor? Miau.... – refunfuñó Merle,
tratando de separarlos. La fortaleza de Zaiback yacía sobre las montañas
que bordeaban Fanelia, destinada a ser vaciada por los habitantes de ese
país rural. El
Palacio de Palas seguía albergando varios visitantes; los representantes
de las naciones de Daedalus, Chezario y Freid habían regresado a tiempo a
sus respectivos países, evitando mayores problemas con Zaiback; pero la
Reina Thera de Egzardia permanecía en Palacio, y por tanto, Eron seguía
sitiada, aunque la fortaleza sobre la capital de Egzardia ya no recibía
órdenes. Una jovencita caminaba impaciente por el palacio Aston, como si
buscara a alguien. -
¿A
dónde habrá ido esa chica? – se preguntó Cathera – debería estar
en este lugar... -
¿Buscas
a alguien, hermana Cathera? – la voz de Eries detrás de ella la hizo
volver en sí. -
Eh...
¡Ah, eres tú, hermana Eries! – fingió Cathera – me pareció ver a
la prometida del Rey de Fanelia esta mañana, y quería saludarla, pero no
la encuentro aún... ¿No sabes es donde se encuentra? -
¿Te
refieres a Hitomi? -
¡Sí,
Hitomi, es ella! – Cathera sonrió mientras juntaba sus manos – Parece
como si hubiera desaparecido, ¿Verdad? -
¿No
te habrás confundido, Cathera? -
No,
estoy segura que la vi por aquí... -
Hitomi
se marchó hace días a Fanelia... -
Oh...
eh... – una gota resbaló sobre la cabeza de Cathera, al descubrirse
sola - ¿De verdad? Tienes razón, debo haberla confundido con la chica
Caballero de tu guardia... como ambas usan el cabello corto... -
¿Te
refieres a Cerena? -
¡Si,
creo que la confundí con Hitomi al verla pasear por los jardines del
Palacio! -
Cerena
está herida y no puede salir de su habitación desde ayer... -
Oooh...
– otra gota se deslizó por su sien, cayendo en un error de nuevo - ¡Ay,
creo que estoy alucinando, ja, ja, ja, ja...! -
Probablemente
te afecta la latitud de la ciudad... – dijo Eries, caminando, dejándola
atrás. -
¡Gggrrrrr!
– pensó Cathera, deseando que Eries resbalara por las escaleras más
cercanas – Así que esa maldita chica no está en Palas... ¡Maldición! Eries
bajó las escaleras. - No se porqué... pero dudo que Cathera realmente haya huido de Basram... El
monitor de una computadora mostraba cómo la persona que estaba frente a
ella, la manejaba de forma experta. Algunas ventanas se desplegaron en la
pantalla, la cual alcanzaba a reflejar el rostro de 2 personas. -
¿Esto...
te lo mandó Hitomi? – dijo Kappei, introduciendo un CD-ROM al puerto de
la computadora. -
Mh...
podría decirse que sí... -
Pues
se ve algo maltratado... talvez esté dañado... -
Pero
Hitomi necesita saber qué contiene – dijo Yukari, preocupada; el lector
de CD comenzó a funcionar; una pequeña ventana indicó a Kappei que
pronto podrían tener acceso a esa información. -
¡Banzai!
– gritó Kappei levantando los puños en señal de triunfo – Sí
podremos leerlo... Por
el sendero principal de Palas, aquel que lleva hasta las puertas del
palacio Aston, las personas comenzaron a congregarse; la mayoría sostenía
entre sus manos, ramilletes de flores; faltaba poco para la ceremonia de
Coronación de los nuevos Reyes de Astoria. Allen bajó de Scherezade,
después de colocarlo en fila junto a los otros Guymelfs de sus colegas
los Caballeros del Cielo. Unos
hombres a caballo llegaron a las puertas de Fanelia, sostenían el
estandarte de la vecina nación de Astoria; las puertas de la ciudad se
abrieron para darles la bienvenida. -
¡Maestro
Van! – uno de los 4 soldados de Van entró al salón de entrenamiento
– Mensajeros de Astoria vienen con una noticia para usted... -
Diles
que ahora voy... – Van bajó su espada; Megnon, que practicaba con él,
también guardó su espada. – Lo siento... seguiremos con esto después...
– Van se dio la vuelta, dispuesto a salir del salón. -
Como
usted diga, Maestro Van... -
¿Acaso
vienen de Astoria? – se preguntó Hitomi al ver a los jinetes desde su
balcón; inmediatamente bajó a la plazoleta multicolor, donde los
mensajeros permanecían en espera. Van llegó con ellos. -
Rey
de Fanelia... – los mensajeros se inclinaron frente a Van; uno de ellos
sostenía un pergamino, el cual desplegó para leer: - “Al distinguido
Rey de Fanelia, Van Slanzar de Fanel,
y sus acompañantes: los futuros Reyes de Astoria se complacen en
invitarlos a la Ceremonia de Coronación de la Pareja Real; no
disculparemos su inasistencia... Próxima Reina de Astoria, princesa
Millerna Sara Aston...” -
¡Fantástico,
Miau! – La metiche de Merle, ya estaba ahí, recibiendo a los hombres
mucho antes que Van (en realidad, trataba de ganarse algún regalo de
parte de los forasteros...S)
- ¡Merle quiere viajar otra vez! -
No
sé... la situación está muy tensa y... -
¡Por
favor... ¡ - los mensajeros se sorprendieron al ver que la niña gato se
colgaba de las ropas del Rey de Fanelia, en actitud demasiado infantil, y
a punto de chillar... -
Es
que... -
Van,
no perdemos nada con ir a la Coronación... – dijo Hitomi, tras él –
Después de todo, Zaiback ya no nos molestará más (eso lo decía
deduciendo que si Millerna los invitaba a la Coronación, significaba que
todo estaba en paz, y Astoria había derrotado a Zaiback sin mayores
problemas) – Además... estás advertido que no nos perdonarán si
faltamos – finalizó Hitomi, sonriente (en realidad también se moría
por regresar a Astoria unos días). -
¿Lo
ves, Van sama? – Merle corrió junto a Hitomi, buscando una alianza –
Ella también quiere ir... ¿No vas a decirle que no, verdad? -
Eh...
– Van enrojeció; Hitomi también; Merle entendió que en poco tiempo
pisarían tierra astoriana. Una
nave volaba sobre tierras nórdicas, supuestamente inexploradas; la sombra
del navío se dibujaba sobre las nubes; volaban a gran altura para evitar
ser vistos por alguien, a pesar de que surcaban territorios no habitados.
Sisnos, encargado del templo de Knar, encabezaba la “expedición”. -
¡Señor
Sisnos! – dijo uno de los vigías, mirando a través de un potente
sistema de lentes – el mar invade las tierras allá en el horizonte... -
Por
lo visto, no hay nada aquí... – dijo Sisnos, al comprender que una vez
llegando hasta las aguas del mar de Gaea, no habría más que buscar. -
¿Seguimos
adelante, Señor? -
¡Tenemos
que hacerlo! – dijo Sisnos – tenemos que encontrar algo antes de
llegar al mar... Por
el visor (el sistema de lentes en la nave), se podía ver a lo lejos, el
agua que brillaba con la luz del sol, indicándoles el final; el vigía
parecía desanimado, pero, de repente, una extraña y quebrada línea en
el terreno, a lo lejos, llamó su atención. -
Señor,
hay algo allá... -
¿Qué?
– Sisnos se mostró interesado. -
No
sé muy bien que sea, pero cada vez que nos acercamos, toma forma... -
¡Sigan
adelante! – gritó Sisnos a quienes maniobraban la nave – tenemos que
llegar lo más pronto posible... Pronto
se descubriría que la línea en el terreno, no era sino una profunda
grieta, bastante difícil de percibir. -
Creo
que es un cañón... una grieta justo antes de llegar al mar... –
confirmó el vigía. Uno
de los tripulantes trataba de guardar su identidad como enviado de Pertén,
disimulando ser uno más de los hombres a bordo. -
Creo
que esto es a lo que se refería el Jefe Pertén... – pensó el sujeto,
recordando que Pertén le había dicho que encontrarían algo muy extraño,
y que necesitaba un reporte a fondo de lo que viera o presenciará allá. La
sombra de la nave, ahora dibujada sobre la superficie, se hundió al
entrar por la boca de un profundo cañón. La nave se encontraba sobre la
gran depresión geográfica. -
Pero...
– los ojos de Sisnos mostraban asombro y espanto; bajo ellos se
observaban los restos de una construcción (la base de recepción, como la
llamó Estillon), parcialmente sepultada por rocas provenientes de las
laderas del cañón; al parecer, un deslave acabó con todo ahí. -
¡Señor,
hay un Guymelf fuera del cañón! -
¿Eh?
– en efecto, un imponente Guymelf yacía inmóvil en donde hace tiempo
sostuvo una batalla con Escaflowne; su brazo izquierdo era notablemente más
grande y poderoso que el derecho; se trataba del Gaodhem. -
Pero
si es... ¡el Guymelf de Arrus! – dijo para sí Sisnos, reconociendo al
Gaodhem. Un
dragón volador atravesó las montañas Chatar, apareciendo a sus pies la
hermosa ciudad de Palas. Los trabajadores del puerto aéreo de Rampant lo
reconocieron. -
¡Ese
Rey de Fanelia! ¡Se ve que su nación no es muy rica, pues nunca viene
con naves... únicamente con el Guymelf Ispano! – las risas de los
hombres en el aeropuerto reafirmaron lo dicho. -
¿De
qué se reirán esos tipos, Miau? – dijo Merle, cuya vista felina le
permitía ver con agudeza lo lejano; después de pensarlo un poco, revisó
que su vestido no se subiera con el aire, por si era eso lo que les
provocaba tanta risa. -
¿De
verdad? – dijo Cathera, juntando las manos con “alegría” -
¿Hoy es la Coronación del Señor Fassa y la hermana Millerna? -
¿Hermana...
Millerna? – pensó Eries, con ojeras bajo los ojos. -
Así
es... – dijo Cehris – y una vez terminada la celebración, nos
alistaremos para regresar a Basram... -
¿Qué?
– Cathera mostró algo de inconformidad - ¡Pero, hermano, no puedo
regresar después de haber huido del país! -
¡Claro
que puedes! – dijo Cehris – Juntos vamos a poner las cosas en claro
con nuestro Padre... no puedo perdonarle que se haya unido con Zaiback... -
Pero...
– dijo Cathera, para después pensar – “Necesito más tiempo para
localizar a esa chica...” -
No
diré más, Cathera – Cehris terminó rotundamente, dejando a Cathera
bastante molesta. -
¡Bienvenidos,
la Princesa Millerna esperaba verlos aquí! -
Si...
Gracias... – Hitomi, Van y Merle acompañaron a Anna hasta la estancia
donde se encontraban los futuros Reyes. -
¡Hitomi,
estás aquí! – dijo Millerna, feliz; también estaba alegre por la
presencia de Van en Astoria. – Me alegro que puedan acompañarnos en
esta ocasión tan importante... Cathera
pasaba por el pasillo junto a la estancia; sus pupilas se impresionaron al
escuchar la palabra “Gracias”, de la voz de Hitomi. -
Es...
esa chica... ¡Hitomi Kanzaki! – sus labios dejaron escapar una sonrisa;
entró con atropello a la
habitación, fingiendo no saber de la llegada de Hitomi – Perdón, Señor
Fassa... – posteriormente, fingió sorpresa al ver a Van y sus acompañantes.
- ¡Oh, Rey de Fanelia! – después miró a Hitomi - ¡Señorita Hitomi!
– por último miró a Merle - ...S
- terminando su acto de sorpresa, continuó: - No sabía que estaban en
Palas... bienvenidos... -
Acabamos
de llegar hace poco tiempo... – sonrió Hitomi; Después de todo,
Cathera le parecía una chica amable, aunque algo frívola, (Millerna era
igual cuando la conoció, y ahora la estimaba demasiado. -
Grr...
– pensó Merle - ¡No estoy pintada, estúpida Dama de porquería! -
Y...
¿Ha venido también a la Coronación, Dama Cathera? – preguntó Van, al
ver que Cathera estaba también fuera de su país. -
Eh...
no... lo que sucede es que... huí de mi país después de enterarme que
mi padre y Zaiback se habían aliado... -
¡Dama
Cathera! – pensó Van, sorprendido por la “sinceridad” de la chica
– Entonces... ¿Eso significa que... -
Sí...
mi hermano y yo no tenemos nada que ver con esa decisión...
-
Ya
veo... – dijo Van – me alegro que no estén inmiscuidos en asuntos tan
deshonrosos... -
Sí...
– dijo Cathera; el espinazo de Merle comenzó a erizarse al verla hablar
con su Van sama. -
¡No
puedo tolerar que hables con Van sama, grrrrmiaouuuuu! – pensó Merle,
con las pupilas encendidas. Hitomi notó el cambio en los cabellos de la
espalda de Merle. -
¿Merle,
qué sucede? – preguntó Hitomi en voz baja, haciéndola volver en sí. -
¡Miau!
– dijo Merle, tratando de controlar su instinto animal - ¡No, no es
nada, je, je, je! Allen
entró a la habitación donde su hermana descansaba. -
¡Hey,
Cerena!... – dijo Allen, al verla levantada de la cama - ¡qué haces
levantada? -
Estoy
harta de esa cama... -
¡Pero
no puedes hacer esfuerzos! – dijo Allen, tomándola, para ayudarla a
regresar al lecho. -
¡Tranquilízate,
Allen Schezar! – dijo Cerena, retirando las manos de su hermano –
Estoy perfectamente... -
Pero... -
Mira,
hermano... voy a ser nombrada Caballero del Cielo, así que no voy a estar
acostada, esperando a que me traigan el nombramiento aquí... –
decidida, comenzó a desabrocharse las ropas de cama que traía encima. -
¡Pero,
eh... Cerena! – Allen trató de detenerla – Mejor espera un poco más...
necesitas recuperarte por completo. -
¿Crees
que no lo sé? – la bata cayó al suelo. Allen prefirió cerrar los ojos
– Por eso he protegido la herida... -
¿Eh?
– Allen abrió los ojos; Cerena vestía una pequeña camiseta, que
dejaba al descubierto la cintura y el abdomen, que estaba vendado con
fuerza, protegiendo la herida en su costado. – Ah... estás vendada... -
Sí...
y ya no me duele... -
Menos
mal... Y ¿Te vendaste tú sola? - Eh... – Cerena se sonrojó – ¡Sí, claro!
Las
banderas de Astoria ondeaban con el viento; el pueblo se encontraba
congregado a lo largo de la vía principal de Palas, el canal que llegaba
hasta la portentosa entrada al Palacio. La góndola más grande y elegante
de la ciudad, surcó las aguas del canal; Millerna y Dryden viajaban en
ella, ataviados con diplomáticos ropajes. Tras la góndola principal, un
séquito de pequeñas embarcaciones los acompañaban, representando a la
ciudad de Palas y Astoria entera. Los
Caballeros del Cielo, 10 en total, permanecían esperando el paso de la
Pareja Real; una vez que éstos tocaron tierra, entraron por el atrio o zócalo
del Palacio, que se estrechaba formando un pasillo hacia la entrada al
palacio propiamente dicho; era a lo largo de ese pasillo donde los 10
Caballeros desenfundaron sus espadas, y cruzándolas por pares, uno en
frente del otro; Allen y Grimer terminaban con la fila de Caballeros, como
el líder y el segundo mejor de la élite. Dryden y Millerna cruzaron el
sendero donde los Caballeros les dieron la bienvenida, continuando su
camino hacia el interior del palacio, hasta la monumental sala del Rey,
donde el Trono se erguía, majestuoso. Las
puertas de la sala se abrieron de par en par, para recibirlos; los más
altos funcionarios de la Corte del difunto Rey Aston, junto con los
personajes más importantes en la vida social de Astoria y Gaea entera,
esperaban el arribo de los 2, acomodados ya en la sala; Hitomi y Van (y
Merle) se encontraban en lugares privilegiados, al igual que Eries, su
esposo Cehris, y Cathera, así como la Reina Thera de Egzardia (al parecer
la situación de su país le importaba un bledo, pues la capital seguía
sitiada, o simplemente no se había enterado aún), y el Rey Chid de
Freid, quien regresó después de confiar a Kaja, su mano derecha, la
responsabilidad militar del país durante su ausencia. Como era de
esperarse, Chid tenía que estar presente en la Coronación de su única
pariente viva (hasta donde él sabía). Se
requería subir algunos escalones para llegar al estrado donde el Trono se
levantaba, ahora acompañado por un segundo trono, que había sido
retirado cuando la madre de Millerna, Therese Aston, murió. Una hermosa alfombra con decoraciones majestuosas, indicaban
a la pareja el camino hacia el estrado; antes de llegar a las escaleras,
las autoridades eclesiásticas y militares de Astoria esperaban a Dryden y
Millerna; los caballeros del Cielo los seguían, después de recibirlos a
la entrada. Los 10 hombres marchaban tras ellos 2, tomando sus posiciones
a lo largo de la alfombra desde las puertas de la sala. Al
un costado de la sala, se encontraban los 2 aspirantes a formar parte de
los Caballeros del Cielo: Gaddes Haghia y Cerena Schezar (quien por
cierto, no parecía tener molestias en su costado). -
¿No
es irónico? – dijo Cerena a Gaddes, quien le prestó atención sin
desatender la llegada de los futuros reyes – Es la segunda vez que se
celebra algo de gran relevancia en Astoria, y las 2 ocasiones he sido
severamente lastimada... me pregunto qué me pasará antes de una tercera
celebración... -
Eh...
– Gaddes no supo que contestar. -
Por
cierto, mi hermano me preguntó si yo... Allen
veía que Gaddes y Cerena hablaban; De repente, Gaddes se sonrojó, y
volteó a ver a Allen, apenado. -
Yo...
también me sonrojé... –
puntualizó Cerena; Allen comenzó a imaginar que Cerena no podía haberse
vendado sola... Entre
los invitados se escuchaba un ronroneo. -
¡Merle,
sssht! – dijo Hitomi, vestida con un atuendo “al estilo Millerna”,
como ella lo llamaría. -
Es
que Van sama se ve taaaaaaan bien... -
Eh...
Huh... – Van intentó ocultar su bochorno; el también había sido
vestido para la ocasión, y lucía, por primera vez, como un miembro de la
realeza de Fanelia. Cathera
miraba a Hitomi y a Van con algo de prudencia, para no ser descubierta por
su hermano o alguien más. -
¡Maldita
sea! ¿Acaso siempre están juntos? – pensó – Tengo que hacer que
ella se quede a solas en el momento preciso... -
¿Decías
algo, Cathera? – preguntó Cehris, junto a ella. -
No,
nada... Dryden
y Millerna llegaron frente a los representantes de la milicia y la religión
de Astoria, y se arrodillaron; los ojos de Millerna, brillaban de emoción;
la pequeña sonrisa de Dryden también delataba su felicidad. -
Millerna...
– dijo Eries – Espero que ésta vez si se cumplan tus deseos... -
¿Crees
que fue buena idea venir, Hitomi? – dijo Van, manifestando su
inconformidad hacia la ropa elegante, ocultándolo con su preocupación
por dejar Fanelia a merced del enemigo. -
No
hay nada de qué preocuparse – dijo Hitomi – Megnon se encargará de
cuidar de Fanelia ¿No lo has entrenado para eso? -
Sí... -
¡Mhhh!
Van sama ¡rrr! ¡rrrr! ¡rrrrrrrrrrrr! (Ronroneos) -
Por
designio de Nuestro Dios Dragón Marino Jichia, la familia Aston ha
heredado y mantenido la Corona de Astoria desde tiempos pasados; hoy, que
la Corona ha perdido su cabeza, la cual ha partido al otro mundo, una
nueva cabeza recibirá la herencia de Astoria... Después
de algunas palabras, el máximo representante de la milicia astoriana tomó
la espada del Rey Aston, conmemorativa y representativa de la Corona; empuñándola,
dirigió su brillante hoja metálica hacia los hombros de Dryden. -
La
Corona de Astoria le es otorgada, desde ahora nuestro nuevo Rey de
Astoria, Dryden Fassa, y su esposa, la nueva Reina, Millerna Sara Aston
– pronunció el hombre, dirigiendo la espada a los hombros de Millerna;
terminado esto, la espada fue depositada en manos de Dryden, quien tomó
la responsabilidad del ejército de Astoria, y de la élite de la Corona,
los Caballeros del Cielo. -
¿Dryden
con una espada? – pensó Van, incrédulo. -
¿Dryden
con una espada? – pensó Hitomi, absorta. -
¿Dryden
con una espada? – pensó Allen, burlesco. -
¿Dryden
con una espada? – pensó... Millerna, preocupada. -
¿U...
Una espada? – pensó Dryden, sonriendo nervioso. A
continuación, los sacerdotes del país bendijeron a la pareja con la
espada de Jichia, un emblema de la religión del Dios Dragón marino,
consolidando a la vez, la unión de los Reyes para gobernar Astoria. Había
alguien en la celebración, mandado ahí por ordenes de Dryden, y
custodiado por varios guardias; se encontraba con las manos atadas, y
observaba el espectáculo con una enferma mirada. Se trataba de Elche, que
después de ser careado con el Plaktu otorgado por Chid, se había
declarado culpable de la muerte del Rey Aston. Por un momento, las miradas
de Dryden y Elche se cruzaron. Elche comenzó a temblar de odio; uno de
los guardias pudo darse cuenta de unas extrañas manchas, no ordinarias,
en la espalda del exconsejero, que podían verse a través de la sucia y
desgarrada camisa. Hitomi
se sentía feliz (a pesar de la situación en conflicto del planeta), al
ver a Millerna decidirse de una vez por todas y llevar adelante sus sueños;
también por Dryden, pues sabía que una persona como él podría llevar a
Astoria a la cima, como una vez lo comprobó, cuando Dryden sustituyó al
Rey Aston durante la guerra de Gaea. Las
doncellas del Palacio se acercaron a los nuevos Reyes, vistiéndoles con
un sombrero emplumado (idéntica a la que usaba Aston) para Dryden, y un
hermoso y translúcido velo para Millerna, simbolizando su nueva posición. -
A
partir de ahora, la nación de Astoria se deposita en sus manos... -
¡Prometo
a esta tierra – dijo Dryden – que gobernaré con justicia, y la llevaré
a la gloria sobre todos los países de Gaea! – y levantando la espada
simbólica de Astoria, los aplausos de la concurrencia estallaron; Hitomi
estaba aplaudiendo, alegre; de repente... -
¿Qué...
qué está pasando? – frente a sus ojos un extraño resplandor apareció
justo sobre el lugar donde Dryden y Millerna permanecían postrados – ¡U...
una luz! -
¿Luz,
en dónde, Miau? El
resplandor, visible solo para ella, comenzó a tomar forma humana; 2
gigantescas y blancas alas se desprendían de la espalda de la figura, que
Hitomi reconoció como aquella que vio en el Templo sumergido de Poseidópolis. -
Pero
si... ¿Eres tú? – se preguntó Hitomi; pronto se vio rodeada por una
atmósfera oscura, como si hubiera viajado a otra dimensión. -
No
hay mucho tiempo... – dijo la mujer; miembros del Clan Mir (hombres y
mujeres sirena) aparecieron nadando alrededor de Hitomi, quien comenzó a
sentir incertidumbre. -
¿Qué
significa eso que me dices? No lo comprendo... -
Poseidópolis
morirá pronto... el Poder de los Dioses que los hombres robaron de la
ciudad, no ha sido devuelto; Gaea sufrirá más catástrofes... -
¿Ca...
catástrofes? – Hitomi recordó los sucesos en Basram: las sacudidas en
el Templo de Knar, y principalmente, la gran explosión en el Mar de Gaea. -
Solo
tú, que tienes contigo el Poder de los Hombres, puedes devolver la
tranquilidad a Gaea... -
Pero...
¿Qué es lo que debo hacer? – la figura comenzó a desvanecerse, junto
con las sirenas que nadaban a su alrededor. -
El
Poder de los Hombres... esa es la clave... – la figura desapareció por
completo; la oscura atmósfera se disolvió, volviéndose a escuchar los
aplausos en la sala; Hitomi se encontró de nuevo en la Ceremonia; al
parecer, no se había movido de ahí. Los aplausos seguían, fuertemente,
a la vez que los nuevos Reyes de Astoria tomaban posesión de sus tronos.
Las campanas anunciaron al pueblo que la Corona tenía nuevos herederos;
la gente estalló también en aplausos, arrojando a los canales pétalos
de flores blancas. -
¿Qué
pasa, no te da gusto por ellos? - preguntó Van, al ver a Hitomi algo
desconcertada. -
Eh...
¡No, claro que no! – dijo Hitomi, comenzando a aplaudir de nuevo,
ocultando su preocupación, pensando: - ¿Habrá más catástrofes? Las
ovaciones hacia Dryden y Millerna duraron algunos minutos, después de los
cuales disminuyeron para dar paso a las palabras de Dryden. -
Por
el honor a ésta espada, que me confiere el mando del ejército de
Astoria, así como de la élite guerrera del Rey, los Caballeros del
Cielo, me dispongo a nombrar Caballeros, a 2 de los mejores espadachines
de Astoria: Gaddes Haghia y Cerena Schezar... La
reacción de la Corte y de los presentes en la estancia del Trono no se
hizo esperar, al ver a los espadachines caminar hasta las escalinatas,
donde se postraron frente al Rey y la Reina. -
¡Han
visto? ¡Es... una mujer! -
¡Corren
grandes rumores en torno a la hermana del Caballero Schezar...! -
¡Vaya,
así que esa chica se va a convertir en Caballero del Cielo! – pensó
Cathera, viéndola con algo de desprecio (después de todo, no le agradó
que la hubiera dejado plantada cuando le mandó un atavío, al igual que
Millerna y Hitomi, el día que visitaron el Templo de Knar, en Escitia). Era
de esperarse que el rostro de Allen mostraba gran inconformidad, al ver a
las Damas en la estancia, haciendo algunos hirientes comentarios sobre su
hermana. La siempre boquifloja Reina Thera de Egzardia, situada en un
lugar de honor (por su diplomática situación en Gaea), ésta vez comentó: -
¡Qué
hermosa muchacha! ¡Ya era tiempo que los Caballeros de Astoria tuvieran
una chica que los representara! – Por supuesto, la estúpida y presumida
Reina creía que Cerena haría de la élite, una especie de Ballet (por
esa “preparación militar” de la Reina, Egzardia seguía sitiada por
la fortaleza de Zaiback; En efecto, de no ser por la intervención de uno
de los mercaderes de Egzardia, que convenció a la Reina que tener un ejército
podría sacarla de problemas, Egzardia no hubiera mandado soldados a la
Guerra de Gaea, y los hubieran puesto a aprender piano, violín, o
cualquier otra cosa del agrado de la Reina)...S. No
obstante, Cerena estaba preparada para calumnias y comentarios hacia su
persona; Gaddes había sido un gran apoyo para ella, hasta el último
momento, así que las habladurías no le importaban, con tal de cumplir su
sueño. Ambos, postrados frente a Dryden, esperaban su nombramiento. -
La
señorita Cerena y el Comandante... – dijo Kio, emocionado – por fin
se harán Caballeros... -
Es...
es cierto... – dijo Reeden, sin poder contener las lágrimas,
contagiando a Pairu y a Teo, llorando los 3, y siendo consolados por sus
compañeros. -
Ya,
ya... – dijo Ort, sobando la pañoleta en la cabeza de Reeden. Era
la primera vez que una chica portaba el uniforme de Caballero del Cielo;
en vista de que su torso... era diferente, la Princesa Millerna (como
siempre, sabia en cuanto a moda y comodidad femenina) había pedido
modificaran su uniforme en esa parte; El uniforme de Gaddes era idéntico
al de Allen, y lucía una pequeña barba, rasurada por Cerena (fue el
favor por haberla vendado). Dryden
bajó las escalinatas, y tocando los hombros de ambos con su espada, llamó
a uno de sus consejeros, que cargaba con ambas manos una espada; una
doncella también se acercó, con otra espada en sus manos. -
Este
es mi designio; deberán pelear por Astoria, por sus Reyes, y por sus
ideales; de ésta manera, los nombro Caballeros del Cielo, élite personal
del Rey de Astoria, Dryden Fassa... Después
les fueron otorgadas sus espadas, que la doncella y el consejero habían
acercado al Rey. Levantándose, Gaddes y Cerena las guardaron en sus
fundas, colgadas de sus cinturas. -
Prometo
otorgarle mi vida, Rey Fassa – dijo Cerena, conmovida; Dryden y Millerna
se mostraron satisfechos -
¡Hey!
– dijo Dryden a Cerena, para después acercársele y en voz baja,
continuar: - Para ustedes, soy sólo Dryden... me haces sentir viejo con
eso de Rey... Los
ojos de Cerena se humedecieron de inmediato, y, sin pensarlo un poco, se
abalanzó contra Dryden, estrujándolo de felicidad; Millerna, mientras
tanto, felicitaba a Gaddes por sus logros. -
Sabía
que un día llegarías tan alto como Allen... -
Gracias,
Reina Millerna... -
¿Reina?
– dijo Millerna, sonrojada – ¡Vaya, suena... muy bien! -
¡No
puedo creerlo! – se siguieron escuchando algunos comentarios entre la
concurrencia - ¡Qué falta de respeto hacia el nuevo soberano! -
¿Tendrán
algo que ver? -
¡Qué
escándalo! – los cuchicheos de las siempre chismosas damas de la Corte
Imperial brotaban por entre las cabezas de las personas. -
No
lo creo... – dijo otra voz, de alguna señora más – He oído que se
comporta como hombre... a lo mejor es una... En
ese momento, las señoras callaron, asombradas al ver un tremendo beso que
la inmensamente feliz Cerena daba al asombrado y apenado Gaddes, frente a
toda la concurrencia, callándolas de tajo. -
Deka, limpia mis lágrimas... – dijo la conmovida Reina Thera; su
allegado sacó el pañuelo. Allen
se impresionó de primera instancia, pues nunca los había visto besarse;
pero la impresión se convirtió en una sonrisa; lo mismo pasó con Cehris
y Eries. -
¡Qué...
ardiente! – dijo Cathera para sí, asombrada. Grimer,
parado frente a Allen, no pudo ocultar su disgusto al ver que Gaddes y
Cerena estaban enamorados. Lejos
del palacio, en las inmediaciones de la ciudad de Palas, los vigías
permanecían montando guardia, como acostumbraban hacerlo. Las nubes
comenzaron a ponerse obscuras, anunciando un pronto aguacero. -
Parece
que va a llover... y muy fuerte... – dijo uno de los despreocupados vigías,
acomodando su pipa. La
celebración parecía culminar, pero Dryden no lo permitió. -
No,
no... aguarden un momento... faltan unos nombramientos más en mi Corte...
– la asamblea se asombró, pues no estaba notificada de algo así. -
¿Te
refieres a... – preguntó Millerna, disimuladamente. -
Sí,
así es... – dijo la sonriente boca de Dryden, para después dirigirse a
todos – Como ustedes saben, el anterior Rey de Astoria, Grava Efud
Aston, fue asesinado por uno de sus más allegados hombres, el Señor
Elche Phaestos... – Elche, custodiado por varios guardias, escuchaba con
dificultad a Dryden; sentía que las fuerzas iban abandonando su cuerpo -
pero el averiguarlo fue una labor que pudo realizarse gracias a la
intervención y al testimonio de 3 personas en nuestra Corte... me refiero
a las Doncellas Anna y Jenia de Palacio, así como Maak, uno de los
hombres a cargo de manejar los carruajes de la Familia Real... Los
3 sirvientes (Maak, Anna y Jenia) no esperaban ser mencionados en la
Coronación, pero habían sido llevados ahí por orden de Millerna, lo que
les había extrañado desde un principio. -
Anna
Thandre Weyan, primera Doncella de la Princesa Millerna, se aventuró a
perder la vida, pues después de enterarse de los planes del asesino,
decidió dar aviso al mejor amigo del Rey Aston, que entonces se
encontraba en Eron...; Maak Antone Pia, quien apoyó la decisión de la
Doncella, atravesó Astoria y Egzardia de manera clandestina, para poder
localizar al mercader Meiden Fassa, y una vez con él, le salvó la vida
sometiendo a los enviados del traidor Elche para matarlo; finalmente, la
doncella Jenia Eve Afuri, se encargó de socorrer al Rey en sus últimos
momentos, y fue la portavoz de sus últimos deseos, redactándolos en una
carta, firmada con el sello del Rey... Los
ojos entreabiertos de Elche temblaban de ira al escuchar todo lo que unos
insignificantes sirvientes habían hecho con tal de arruinar sus planes;
quiso pronunciar un profundo insulto hacia el Rey Dryden, pero sus cuerdas
vocales ya no le respondieron; Dryden volvió a mirarlo, sin disminuir su
lástima por él. Dryden sabía mirarlo de una manera tan especial, que
Elche se sentía profundamente humillado. -
Lo
que ellos hicieron es una prueba de lealtad hacia la Corona de Astoria, y
me parece justo recompensarles... – los rostros de los 3 sirvientes se
quedaron sin habla; Jenia comenzó a llorar (a sus 14 años, la emoción
era demasiada), mientras que Anna y Maak se tomaron de las manos, felices. -
Maak
Antone Pia, en tu calidad de guerrero, yo, Dryden Fassa, te nombro Primer
Arquero de Astoria... – haciendo una pequeña pausa, preguntó sigiloso
a Millerna - ¿Tenemos Arqueros del Cielo, verdad? -
No... -
Bueno,
ya empezaremos con uno... -
Yo,
la Reina Millerna Sara Aston, nombro como Damas de la Corte, a mi Primera
Doncella Anna Thandre Weyan y a su compañera Jenia Eve Afuri... – eso
significaba que dejarían de servir al palacio, y podrían vivir en la
Diplomacia de Astoria. -
Me
siento... intranquila – pensó Hitomi, quien no podía olvidar la visión
de la mujer del Clan Dragón, de blancas alas; de repente, algo la hizo
sentir horrorizada: el pendiente comenzaba a brillar con un potente fulgor
rosado; las oscuras nubes descargaron algunos relámpagos sobre la ciudad. Hitomi
no se había percatado de una mirada que la vigilaba desde hace tiempo. -
¡Ese
pendiente! – dijo Cathera, impresionada - ¡Está brillando como aquella
vez, en la boda de mi hermano! Las aguas de la ciudad comenzaron a moverse a la par de las
primeras gotas de lluvia. En los charcos sobre las calles y rocosas
avenidas, los últimos rayos del sol se vieron reflejados, antes de
desaparecer entre los pesados cirros. | 1 | 2 | 3 | 4 | 5 | 6 | 7 | 8 | 9 | 10 | 11 | 12 | 13 | 14 | 15 | 16 | 17 | 18 | 19 | 20 | 21 | 22 | 23 | 24 | 25 | 26 | |