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XXV. Incertidumbre hacia el Futuro

Grimer fue izado por sus hombres; una vez en su nave, se dirigió al área de controles.

-          ¿Hacia dónde nos dirigiremos, Capitán?

-          Sobrevolaremos la capital. Tenemos que estar alertas.

-          ¿Cómo supo que estarían en problemas, Capitán?

-          No lo sé... pero algo me dijo que debía seguirlos hasta Basram.

-          ¿Algo?

-          No lo entenderían, muchachos...

Grimer recordó su estancia en Palas después de la Coronación de los Nuevos Reyes; él supo que Allen y sus hombres viajaron a Basram, pero ignoraba la razón; sentado en uno de los cuartos de su embarcación, iluminado por 3 débiles velas, se mostraba pensativo.

-          Cerena se ha ido... creo que no era mi destino estar con ella...

De repente, un resplandor verdoso cruzó la ventana donde se encontraba, llamando su atención; mirando al exterior, extrañado, observó una fantasmagórica imagen, una mujer alada, que volaba en dirección a Basram.

-          ¿Qué fue eso?

-          Es el momento de pelear por Gaea... – una femenina voz lo dejó desconcertado.

-          ¿Quién habló? – Grimer inspeccionó el cuarto, cerciorándose de que se encontraba solo; Pronto comprendió que la voz provenía de esa mujer – Es el momento... de pelear por lo que anhelamos... ¡Pelearé por ti, Cerena!

El recuerdo de Grimer terminó.

-          De alguna manera, mi ansiedad por estar con Cerena me hizo venir, para pelear por ella... pero éste no es el momento...

Mientras tanto, Cathera era llevada a una habitación, a toda prisa.

-          ¿No hay nadie que pueda ayudar a ésta chica? – dijo Allen, que la depositó en el lecho; comenzaba a perder demasiada sangre, a pesar del vendaje que Gaddes le hizo de emergencia.

-          Ninguno de nosotros sabe sobre medicina o cuidados... – dijo uno de ellos.

-          ¡Arggh! – dijo Gaddes desesperado, entrando a esa habitación. - ¡No puedo dejarla morir! – y quitándose la chaqueta de su uniforme, se dispuso a extraer la munición alojada en el brazo de la chica.

-          ¿Qué haces, Gaddes? – dijo Allen, al verlo decidido.

-          Poniendo en práctica los conocimientos de la Reina Millerna... Allen, toma el brazo, con fuerza, hacia ambos lados de la herida; la sangre tiene que dejar de fluir por unos momentos...

-          Eh... está bien...

La Luna Fantasma dejó su aspecto romántico; ahora se veía amenazadora, como si planeara devorar a Gaea.

-          El Reactor no se detendrá... ya lo han comprobado; la fusión con la Tierra será inminente – dijo el hombre, lleno de gloria; sus piernas comenzaban a volverse fuertes, pudiendo dar algunos pasos.

-          ¡Van, tienes que destruir el Reactor, no hay otra manera de detener el proceso!

-          ¡Pero... debemos hacerlo juntos!

-          ¡No hay tiempo, yo te brindaré mi energía desde aquí! ¡Van, corre!

Van se separó de Hitomi; Escaflowne, que había aparecido ahí, estaba cubierto de polvo y trozos de cristal, por el derrumbe de la bóveda, pero su corazón brillaba con un verdoso resplandor.

-          Madre... lo haré... ¡Por ti, por Hitomi, y por todos los habitantes de nuestro mundo!

Saltó a la cabina, donde se acomodó; sus brazos y piernas adoptaron su posición, y la cabina se cerró, despidiendo algo de humo; Escaflowne sacó su espada, de una de sus piernas, donde la mantenía oculta.

-          ¡Destruiré ese reactor, a como dé lugar! – gritó Van, abalanzándose contra el gigantesco cilindro rotor del Reactor; una gigantesca nube de chispas se levantó al contacto de la espada con la superficie en movimiento; la tracción aventó a Escaflowne hacia atrás.

-          ¡Van!

-          No lo logrará... la fuerza con la que gira lo aventará en cuanto se acerque...

Escaflowne se levantó de nuevo.

-          ¡Esa máquina endemoniada... no me vencerá! – Escaflowne volvió a la carga; trató de perforar el cilindro, pero al contacto, la espada se movió hacia abajo, siguiendo el movimiento del cilindro – ¡Maldita sea! ¿Cómo puedo detener su marcha?

-          Es inútil... – dijo el hombre – Tu Guymelf se destruirá, antes de que puedas detener el Reactor.

-          ¿Porqué lo haces? ¡Es claro que tu teoría no resultará! – dijo Hitomi.

-          Gaea es un mundo que no respeta muchos de los principios universales... ¿Porqué no debería funcionar? Lo hago por el bien de ambos mundos.

-          ¡Mientes! ¡Lo haces para demostrar que lo lograste, ante todos!

-          ¿Eh?

-          ¡Poco te importan las reacciones que esto pueda conllevar! ¡Lo único que te interesa es dejar de dar lástima!

-          ¡Cállate! – gritó el hombre - ¡Mi cuerpo se ha curado, así que no levantaré más compasión de nuevo!

-          ¡No puedo creer que alguien tan brillante como tú, busque venganza por algo tan sórdido!

El hombre enfureció.

-          ¡Tú nunca sabrás lo que significa vivir como yo! ¡Nunca! Vivir condenado a una silla de ruedas, a un aparato que te permita hablar, moverte... ¡Eso no puede ser una vida dichosa!

-          ¡Pero has logrado grandes avances en la ciencia! ¡Las personas de la Tierra te lo han agradecido! ¡No sé si sientan lástima por ti, pero te tienen una gran admiración, por tu fuerza de voluntad!

-          ¿De qué sirve tener una enorme fuerza de voluntad, cuando ésta no te ayuda siquiera a sostener un lápiz para escribir? ¡NO necesito la admiración de nadie! El ser alguien normal me daría la capacidad de demostrarles mi superioridad... ¡Porque soy único!

-          Qué mente tan enferma y llena de rencor... – dijo Hitomi – Es muy egoísta utilizar el poder que le da vida a todo un planeta, para fortalecerte a ti, únicamente; dices que Gaea saldrá beneficiada con tu proyecto, pero sabes que eso nunca sucederá...

-          ¡Sucederá, tiene que suceder!

-          Gaea y la Tierra no tienen nada en común; ambas comparten costumbres que solo desembocarían envidias, conflictos por poseer lo que el otro no tiene... ¿Es que no te importa eso?

-          Lo que importa es que haré realidad lo que se creía imposible; uniré 2 mundos, 2 situaciones antagónicas; materia y antimanteria, unidas, en una situación única en todo el universo...

La espada de Escaflowne comenzaba a sufrir severos daños en su filo; y eso provocaba a Van más odio hacia esa máquina.

-          ¡Tú, maldita máquina, has robado el tesoro de Gaea, el secreto de mis antepasados! ¡Aaaaahhhhhh! – en una nueva embestida, la espada salió disparada, lejos de Escaflowne, por el choque con la superficie en movimiento.

Hitomi trató de concentrarse, a pesar del atroz zumbido provocado por la rotación del Reactor de Partículas; su pendiente brillaba, con un tenue resplandor verdoso; Hitomi comprendió, al fin, que la madre de Van se encontraba dentro de éste, al igual que en Escaflowne.

-          ¡Por favor, ayúdenme a detener ésta catástrofe! – gritó, haciendo alusión a Varie y a su abuela.

El pendiente brilló, lentamente; parecía que no era suficiente el poder de Hitomi; pero trató de esforzarse más; después de todo, Van trataba de destruir el Reactor, así que ella tenía que brindarle sus fuerzas.

-          ¡Maldita sea, es casi imposible! – gritó Van, quien había tomado su espada de nuevo, y trataba inútilmente de herir la coraza del Reactor.

Palas. Millerna y Dryden se encontraban mirando al cielo; Millerna estaba horrorizada por el extraño fenómeno, abrazada de Dryden, quien también estaba perplejo. Un estruendoso sonido surgió del cielo, como un terrible relámpago; en él, se abrió un inconmensurable agujero; las nubes rodeaban a éste y eran arrastradas al interior.

-          Conque éste, es el poder de Estillon...

-          ¡Seremos absorbidos en cualquier momento! – dijo Millerna.

-          ¡Rey de Fanelia, Hitomi! – dijo Dryden - ¡Tal vez sea difícil en éste momento, pero tienen que conseguir que esto se pare ya!

Un pequeño personaje irrumpió en la sala.

-          ¡Dryden sama! ¡Dryden sama!

-          ¿Clerk? ¿Qué sucede? – dijo Dryden al ver a su mayordomo, entrando con estrépito.

-          ¡Es esa sirena, se ve muy mal!

-          ¿Qué? – Dryden se alarmó - ¡Sylphy! – los 2 Reyes salieron del Palacio Aston, en dirección a la mansión de los Fassa, donde se encontraba la sirena. La encontró tendida, en el fondo de la pecera.

-          ¡Hay que hacer algo! – gritó Clerk, alarmado. Millerna miró a Dryden.

-          Dryden, no puedes dejarla morir... ve con ella...

-          ¡Millerna! – Dryden se asombró de la decisión de Millerna.

-          ¡Anda, vamos!

Dryden no pudo esperar un segundo más; arrojando la mesa más próxima al vidrio de la pecera, logró destruir la barrera cristalina; las aguas se desbocaron sobre Dryden y el estudio, pero resistió la embestida; la cabeza de Sylphy se levantó un poco, agonizante.

-          ¡Clerk, prepara un recipiente para mantenerla con vida!

-          ¡Sí, Dryden sama!

Cargándola con ambos brazos, Dryden la notó sumamente enferma.

-          ¿Es por la situación del planeta, verdad? – dijo Millerna.

-          Sí... el Clan Mir vive gracias al Poder de Jichia; pero como éste se ha agotado, no le quedará mucho tiempo de vida... – mostrando un gran coraje hacia lo sucedido, Dryden gritó: - ¡Maldita sea, porqué tuvieron que usar el poder sagrado de los Dioses!

Clerk llevó el recipiente, una copa de grandes dimensiones, donde podrían tenerla al su alcance.

-          ¡Van, Hitomi, ¿Es que no han podido terminar con eso? – dijo Dryden, claramente molesto.

Kappei no daba crédito; un gigantesco agujero se había abierto en la atmósfera del planeta; la gente de la ciudad comenzó a llenarse de pánico.

-          ¿Se está cumpliendo? – dijo Kappei, atónito ante el fenómeno.

-          ¡Kappei sempai! – Yukari lo llamó, al verlo junto a su auto; ella y Amano lo buscaban.

-          ¡Yukari! ¡Susumu! – dijo Kappei, todavía impresionado - ¡Es tal y como lo explicaba ese CD!

-          ¡No puedo creerlo! – dijo Amano, cubriéndose la cara con los brazos, para evitar el recio viento.

-          ¡Si todo sigue así, en cualquier momento ese pequeño planeta se fusionará con la Tierra! – dijo Yukari, quien ya conocía el contenido de ese CD.

-          ¡Será el evento más importante en la historia del Universo! – dijo Kappei - ¡2 mundos, unidos en una única naturaleza!

-          Pero... – dijo Yukari.

-          ¿Qué sucede? – dijo Kappei - ¿No te alegra ver esto? ¡Es algo inaudito, que según lo que leímos, revolucionará la vida en la Tierra, nos convertirá en seres perfectos!

-          ¡No puedo creer que estés convencido de ello, Kappei sempai! – dijo Yukari, asustada - ¡Hitomi no quiere que esto suceda, el mundo podría perder su equilibrio!

-          ¡No seas tonta, la teoría parece descabellada, pero estamos comprobándola ante nuestros propios ojos! – dijo Kappei, fascinado ante el espectáculo - ¡No cabe duda, la humanidad se volverá perfecta!

El navío de Grimer continuaba sobrevolando la ciudad de Escitia; la Torre del Rey, podía verse desde ahí, iluminada por la Luna Fantasma. Grimer veía el espectáculo, atónito.

-          ¿Qué demonios está pasando allá?

Allen salió de la habitación donde Gaddes había conseguido sacar la munición del brazo de Cathera; estaba algo asombrado por la faena, pero no se dejó llevar; limpiándose las manos, se acercó a Grimer, en la proa de la embarcación.

-          Eres tú, Allen...

-          ¿Qué ha ocurrido? – dijo Allen, al ver la reacción de toda la tripulación.

-          Míralo tú mismo...

Allen miró el gigantesco agujero; después miró hacia la Torre; Cerena, cerca de ellos, caminó junto a su hermano.

-          Allen, esto es el límite...

-          ¿A qué te refieres, Cerena? – dijo Allen.

-          No lo sé, pero... Tenemos que ayudar a Van y Hitomi; presiento que no saben cómo resolver el problema... han estado mucho tiempo allá, y todo ha empeorado...

-          ¿Pero, cómo es posible que ignoren eso?

-          Allen, el Rey Van no puede pensar cuando enfurece, lo sabes bien; y Hitomi no puede estar en todo al mismo tiempo... 

-          Está bien, pero... iré yo solo – dijo Allen.

-          ¡Hermano!

-          ¡Allen! – dijo Grimer, al oír esa decisión.

-          Si fueras tú, Cerena, podrías arriesgarte, y Gaddes sufriría por ello; en cambio yo, no tengo a nadie que me espere de vuelta...

-          Pero, hermano... – dijo Cerena, conmovida – no digas eso...

-          Mi misión terminó; te cuidé y te protegí hasta que encontraste al hombre adecuado; ahora, es tiempo de comenzar de nuevo, y quiero arriesgarme junto a Van y Hitomi; si logro sobrevivir, te juro que encontraré a una mujer que me haga feliz; pero si no vuelvo, al menos moriré sabiendo que hice lo posible por salvar a Gaea...

-          Hermano...

Grimer abrazó a Cerena, para reconfortarla.

-          No te preocupes por él... regresará y cumplirá lo que ha jurado...

-          Pero...

El navío se dirigió hasta llegar encima de la Torre.

-          ¿Estás seguro de hacerlo, Allen? – dijo Grimer, al ver que Allen tomaba con fuerza la cuerda que lo llevaría hasta abajo.

-          Grimer, dile a Gaddes que cuide de Cerena... – y le dio la mano, en actitud de despedida, para después descender, ayudado por algunos hombres, que accionaban las poleas.

Grimer miró su mano.

-          ¿Dile a Gaddes... que proteja a Cerena...?  ¿Gaddes? – pensó Grimer, apretando el puño.

-          ¡Hitomi! ¡Van! – el grito de Allen llamó la atención de los 2 y de Stephen.

-          ¿Allen? – dijo Van - ¿Qué sucede? ¡Huye, o podrás morir!

-          ¡No me importa si muero! – Allen saltó al suelo - ¡Hay que salvar a Gaea!

-          ¡Allen! – dijo Hitomi.

Allen miró que Escaflowne se empeñaba en destruir el artefacto, sin éxito.

-          ¡Van! – le gritó - ¡Debes atacar por el frente, no por el costado del cilindro!

-          ¿Qué? – dijo Van.

-          ¿Pero cómo te atreves...? – dijo el hombre, iracundo; al parecer, Allen descubrió algo que no le convenía a él; comenzó a caminar hacia Allen, con el arma con la que disparó a Cathera,  en sus manos; se encontraba débil, pero podía caminar y mover sus brazos con cierta destreza.

-          ¡Allen! – gritó Hitomi, al ver las intenciones del sujeto.

Van comprendió que lo que Allen le indicaba era cierto; el eje sobre el que giraba el Reactor era el único punto que no estaba en movimiento, es decir, el punto débil de la máquina; levantó su espada, apuntando hacia ese lugar.

-          ¡!!!!!!!Allen!!!!!!! – gritó Hitomi, cuando el hombre levantó su brazo, apuntando a la cabeza de Allen, a lo lejos; Hitomi corrió para tomarlo y arrojarlo al suelo.

-          ¡Hitomi, no...

El disparo se escuchó; la bala atravesó el lugar, a gran velocidad; Hitomi no alcanzó a Allen, y extendió su mano con la que sostenía su pendiente, tratando de alcanzarlo; la bala siguió su camino, ante la horrorizada mirada de Hitomi.

La espada de Escaflowne se hundió con fuerza en el eje del Reactor; un extraño sonido metálico se escuchó en el interior del gigantesco cilindro metálico.

-          ¡No te atrevas...! – gritó el hombre.

El pendiente, movido por la inercia de la mano de Hitomi, se interpuso entre Allen y la bala; ésta tocó el Pendiente, haciéndolo pedazos; un fuerte resplandor rosado salió de él; Hitomi y Allen fueron cubiertos por el resplandor.

-          ¡Hitomi, Allen! – gritó Van, viendo lo sucedido; de repente, de la profunda herida en el Reactor de Partículas, salió disparado un potente rayo increíblemente luminoso, directo a Escaflowne; el contenido del Reactor había escapado.

-          ¡Mi proyecto! – gritó el hombre - ¡Alterarás el curso de la historia!

El Reactor se desquebrajó, sin disminuir su velocidad de rotación; de repente, Escaflowne se vio rodeado por la energía que salía disparada del Reactor, a gran velocidad; el paso de las partículas en esos rayos, dañaron seriamente la armadura del Guymelf Ispano; los gritos de dolor de Van se escucharon dentro de un Escaflowne bombardeado por las emisiones de energía que se fugaba, disparada a velocidades inimaginables.

Una gigantesca explosión se llevó a cabo en el lugar; desde la nave de Grimer se pudo ver la gigantesca detonación; la onda expansiva se extendió por todos los alrededores, sacudiendo la embarcación.

-          ¡Hermanooooo! – gritó Cerena, al ver aquello.

-          Todo terminó... – dijo Cehris, resignado.

-          ¡La Luna Fantasma! – gritó uno de los miembros de la tripulación, apuntando al cielo, en donde el gigantesco planeta se borraba en el panorama.

-          ¿Acaso se trata... del Apocalipsis? – dijo Eries.

Fanelia; una tremenda onda expansiva cruzó el área de Fanelia, provocando terror en la gente, que ya había perdido sus hogares con las catástrofes anteriores, y veían ese agujero en el cielo.

-          ¡Maestro Van! – dijo Megnon - ¿En dónde puede encontrarse?

-          Estoy seguro que está luchando por devolver todo a la normalidad... – dijo Amenfis, esperanzado.

-          Pero... esto se pone cada vez peor...

-          Tenemos que confiar en el Rey Van, y en la Señorita Hitomi...

El cielo comenzó a comportarse de una extraña manera; gigantescas auroras aparecieron en la bóveda celeste, la cual comenzó a perder su color; en poco tiempo, la atmósfera se vio transformada en un extraño vacío, donde ráfagas de energía deambulaban de un lado a otro. La Luna Fantasma, que momentos antes se acercaba peligrosamente, había desaparecido por completo, en la inmensidad de esa infinita atmósfera.

Los ojos de Hitomi se abrieron lentamente; ella y Allen se encontraban suspendidos en el vacío. Una especie de neblina cubría todo el entorno.

-          ¿En dónde estamos? – dijo Hitomi; Allen recobró la conciencia también.

-          ¿Hitomi, te encuentras bien? – dijo Allen, algo consternado.

-          Sí... pero – Hitomi se mostró angustiada - ¿En dónde está Van?

-          No lo sé... ni siquiera sabemos en dónde nos encontramos ahora...

-          ¡Allen, lo escuché sufrir, vi como Escaflowne se lastimaba con la energía de ese Reactor!

 

La niebla se disipó; pronto se vieron en la Torre del Rey, junto al destruido Reactor de Partículas. Hitomi vio con horror los restos de Escaflowne, casi totalmente destruido, mostrando señales de haber sido arrastrado varias costas por la fuerza de esa extraña energía.

-          ¡!!!Van!!!!! – gritó Hitomi, llena de horror; el corazón del casi destruido Escaflowne ya no brillaba.

-          ¡Hitomi! – Allen no pudo detenerla; Hitomi, cegada, corrió hacia los restos del Guymelf Ispano. Allen trató de conservar la calma; miró al cielo, asombrándose; la Luna Fantasma ya no se veía ahí; en su lugar se extendía una extraña atmósfera, donde auroras luminosas se movían lentamente por todo el espacio - ¿Qué sucedió?

Hitomi trepó con dificultad, por la coraza de Escaflowne, tratando de llegar a la cabina, totalmente destruida.

-          ¡Van, Van! ¡En dónde estás, Van! – Hitomi se asomó por las rendijas de la cabina; el cabello negro de éste podía verse en el interior, indicando que Van estaba ahí. - ¡Van, despierta! ¡Despierta!

-          ¿Van sama? – la felina voz de una niña se escuchó a lo lejos, llena de horror.

Allen escuchó esa voz, y viró hacia la cúpula, destruida; la sombra de una niña, trepada en ese lugar, llamó su atención.

-          ¿Quién es? – se preguntó Allen.

-          ¡Van samaaaaaaa! – la figura descendió a grandes saltos, por los escombros; pronto descubrió que se trataba de Merle, que había trepado por el acantilado del castillo, y posteriormente por el cuerpo de la Torre.

-          ¿Merle? – dijo Hitomi, al verla venir, desesperada.

-          ¿Qué le pasó a Van sama? ¿Está vivo, verdad? – chilló Merle, saltando hasta donde Hitomi estaba, y se asomó por las rendijas - ¡Van samaaaaaaa!

-          No responde... – dijo Hitomi, tratando de contenerse – y Escaflowne está destruido...

-          ¡No, no puede morir, no puede irse! – chilló Merle - ¡Tienes que volverlo a la vida, hazlo ya!

-          Pero...

-          ¡Usa el pendiente, ahora! – gritó Merle. Hitomi no pudo responder; levantó su mano, donde la cadena del pendiente estaba enredada; pero la piedra rosada estaba totalmente destruida; Hitomi no aguantó más, y rompió en llanto; Merle se abrazó a ella, y ambas se desahogaron, al comprenderlo.

Allen las vio, conmovido.

-          Van... ha muerto... – de repente, notó la presencia de alguien más ahí - ¿Quién... acaso es él? – se dijo, volteando rápidamente; el cuerpo de ese hombre seguía en pie, mirándolo todo con odio.

-          Destruyeron el Reactor... han provocado que Gaea se perdiera entre ambas dimensiones... – dijo el hombre, lleno de rencor - ¡Mi proyecto, el más grande logro de la historia, truncado por culpa de esa maldita pareja!

-          ¡Ese hombre... sigue con vida! – dijo Allen.

Hitomi y Merle seguían llorando, sin creerlo aún.

-          ¡No puede irse, no puedes dejar que se vaya! – gritó Merle - ¡Usa el poder que tienes para regresarlo!

-          Pero el pendiente era mi único poder... y está destruido...

-          ¡No lo dejes ir! ¿O es que te has dado por vencida? – gritó Merle, quien trató inútilmente de abrir la compuerta de la cabina, con todas sus fuerzas - ¡Van samaaaaaaaaaa!

Hitomi se quedó paralizada, por las palabras de Merle, que se repitieron en su mente un sinnúmero de veces: - “¿O es que te has dado por vencida?”

-          No me he dado por vencida... no me ha vencido... ¡NO me ha vencido! – dijo Hitomi, sin resignarse aún; en un arrebatado ataque, tomó el corazón de Escaflowne con sus manos; la cadena de su pulverizado pendiente estaba enredada en una de ellas - ¡NO me he dado por vencida! ¡NO!

-          ¿Hi...Hitomi? – Merle vio a la chica, que se afianzaba en su idea.

-          ¡NO me ha vencido! ¡Gaea no ha muerto aún!

El hombre sostenía su arma aún, lleno de rencor hacia Hitomi y Van; al ver a Merle, la reconoció como la intrusa que en una ocasión irrumpió en la Torre del Rey, y que no logró matar.

-          ¡Es esa chiquilla! ¡Todos se han unido para derrotar mi ambición, pero no lo lograrán! – gritó, sintiendo que su cuerpo mejoraba a cada instante - ¡He logrado sanar, y no dejaré que estropeen mis planes! ¡Recuperaré el control de ambas dimensiones, lo haré! ¡Seré el revolucionario que haya logrado la mayor proeza de toda la historia! ¡Seré un Dios! – y apuntando hacia ellos, disparó.

-          ¡Cuidado! – gritó Allen, al ver la acción del hombre.

Hitomi no cedía, tocaba con ahínco el sólido Corazón de Escaflowne; su desesperación la hacía no abandonar su empresa; la bala se aproximaba rápidamente.

-          ¡No hemos perdido la batalla! – gritó Hitomi, con todas sus fuerzas; Merle también gritó, colocando sus manos en las de Hitomi, pensando que podría brindarle su fuerza.

-          ¡Te salvaremos, Van samaaaaaaaaaaa! – gritó la niña gato, con todos sus bríos.

La trayectoria de la bala se acercaba fulminante, hacia ellas, ante la mirada de Allen, quien no podía hacer nada.

-          ¡¡¡Hitomi!!! – gritó Allen, tratando de advertirles del peligro.

-          ¡No dejaremos... – gritó Merle.

-          ... que abandones éste mundo! – gritó Hitomi, poniendo todo su esfuerzo.

En ese momento, de repente, las manos de Hitomi y Merle se hundieron en el corazón de Escaflowne, que brilló con majestuosidad, ante la atónita mirada de Allen y el hombre.

-          ¿Qué...?

-          ¿Hitomi?

La bala se desintegró al llegar hasta ellas, rodeadas por el fulgor verdoso que desprendía el Corazón de Escaflowne. Las caras de las 2 dejaron su triste expresión, iluminadas con ese brillo.

-          ¡El Energist... – dijo Merle.

-          ...funciona! – dijo Hitomi, al sentir que éste latía, rítmicamente.

-          ¿Escaflowne está... funcionando? – dijo Allen, sorprendido.

-          ¡Maldita sea! – gritó el hombre, iracundo, volviendo a apuntar su arma, pero ésta vez la espada de Allen, arrojada por él, golpeó el arma, haciéndolo soltarla, cayendo lejos de él -¡Agh!

-          ¡Hitomi, Merle, continúen así! ¡Van tiene que volver!

Merle retiró sus manos del corazón de Escaflowne; Hitomi se dispuso a hacerlo, pero...

-          ¡El pendiente...

-          ¿Qué pasa? – dijo Merle.

Hitomi extrajo sus manos del corazón; la cadena de éste brillaba tenuemente, ante la sorpresa de Hitomi; una extraña aura rosada rodeó a Hitomi.

-          ¿Hitomi, qué... te pasa? – dijo Merle.

El aura que la rodeaba se concentró al final del pendiente, consolidándose en una piedra, rosada, idéntica a la anterior.

-          ¿El pendiente... se ha regenerado? – se preguntó Hitomi, absorta.

-          El Poder de los Hombres... tú posees ese magnífico poder... – escuchó la voz de una mujer, que reconoció como Varie, la madre de Van...

-          ¡Pero si es...

La cabina de Escaflowne, aboyada y maltrecha, despidió algo de humo, abriéndose, ante los ojos de Merle y Hitomi. La cabeza de Van se incorporó, tosiendo.

-          ¡Van!

-          ¡Van sama! – Merle se abalanzó a él, tomándolo del cuello, para llorar en su pecho y lamerlo de felicidad. Hitomi comenzó a llorar de alegría.

-          ¿Merle, Hitomi? – preguntó Van, sin entender lo sucedido, al ver a Escaflowne, destruído.

-          ¡No moriste, Van sama! ¡Me alegro tanto!

-          Pero Escaflowne está... debí morir por ello...

-          No ésta vez... – dijo Hitomi – Tu madre ha dado su vida para salvarte, como lo prometió.

-          ¡Madre! – Van miró el corazón de Escaflowne, que seguía emitiendo ese verdoso resplandor.

-          Ella permaneció aquí, en el corazón de Escaflowne, y en el pendiente, preparada para salvarnos...

Van se incorporó, para hincarse frente al corazón del Guymelf; acercó su mano, lentamente; un Energist verde salió por sí solo del corazón, depositándose en la mano de Van, donde dejó de brillar.

-          Madre... ésta vez sí has muerto... para salvarme a mí y a Gaea...

-          Ustedes serán... los reconstructores de Gaea... no lo olviden... – la voz de Varie desapareció, sin antes despedirse – No lo olviden...

-          ¡Madre! – la espalda de Van dejó escapar sus majestuosas alas, símbolo de su sangre del Clan Dragón – has muerto, definitivamente...

Van miró al cielo; la atmósfera etérea le pareció conocida.

-          Este lugar... ¿Estamos en la dimensión del Clan Ispano?

-          Parece que la energía contenida en el Reactor desequilibró la dimensión de Gaea y la de la Tierra; Gaea ha quedado atrapada en éste plano dimensional... – dijo Hitomi.

-          ¡No puedo creer eso!

El hombre, impotente, culpó a Van de lo ocurrido.

-          ¡Esto no hubiera ocurrido si el proceso se hubiera terminado! ¡Ahora Gaea estará perdida para siempre en éste lugar!

-          ¡No es posible! – dijo Allen, aterrado, mirando la atmósfera sobre ellos.

-          ¡Pero devolveré a la normalidad el proceso, y lo continuaré para lograr mi objetivo! – dijo el hombre, decidido - ¡Tengo que ser un Dios, a cómo dé lugar! ¡Seré yo quien salve a Gaea del infortunio!

Van y Hitomi no entendieron las palabras del hombre.

-          ¿De qué demonios está hablando?

-          ¡La teoría estaba totalmente estructurada; Nada podía fallar; ¡Había previsto todos los pormenores, y sabía que se cumpliría! – gritó el sujeto – Los cataclismos en Gaea no eran sino reacciones que el planeta tenía ante el cambio de sufría paulatinamente; ¡No eran desequilibrios al azar, sino acontecimientos previamente predecidos y estudiados! ¡Era necesaria la desgracia para llegar a la fortuna!

-          ¿Qué dices?

-          ¡La ciencia es mi arma más valiosa! ¡Con ella deduje los cataclismos, cuándo y cómo serían! ¡Lo hice para demostrarme a mí mismo que mis deducciones eran precisas, y que mi teoría se cumpliría una vez llevado a cabo el proceso!

-          ¡Entonces tú causaste que Gaea se perdiera en ésta dimensión!

-          ¡Se equivocan! – dijo el hombre, furioso - ¡Preparé todo el proceso, minuciosamente, para evitar cualquier fallo! ¡Experimenté lo suficiente como para comprobar que ambos mundos no explotarían al tener contacto!

-          Pero... ¿Cómo era eso posible? – dijo Hitomi - ¡Es imposible que materia y antimateria convivan en paz! ¡Por naturaleza se destruirían mutuamente!

-          Esa es la naturaleza que se conoce en la Tierra, pero no es la verdadera...

-          ¿Qué?

-          Tú eres la prueba más importante; tú eres materia, que vive en paz dentro de un mundo de antimateria...

Hitomi se quedó sin respuestas; eso era verdad.

-          Yo mismo comprobé varias veces que nada sucedería, porque viajé a la Luna Fantasma en numerosas ocasiones sin ser rechazado por las Leyes Físicas...

-          Pero eso es... ¡Imposible! ¡Incomprensible!

-          ¿Incomprensible? Según la perspectiva de la Tierra, porque la materia se comporta de una manera; pero la antimanteria, es decir, el universo de Gaea, admite esas alteraciones, porque su comportamiento es radicalmente opuesto...

-          ¡No puedo creerlo! ¡Eso... tiene sentido! – dijo Hitomi, aterrada.

-          ¡Pudiste cumplir tu deseo, sin preocupaciones! – dijo el hombre, furioso - ¡Pudiste ser parte fundamental en el acontecimiento más sobresaliente en la historia! ¡Pero no actuaste con juicio, dejándote llevar por la primera impresión, y lo estropeaste todo!

-          ¡No, no he sido yo! – dijo Hitomi, confundida.

-          ¡Claro que has sido tú, junto al Rey de Fanelia! ¡En realidad, la fusión de ambos mundos, se realizaría sin problemas, y la creación de una raza suprema se haría realidad por completo! ¡Para saberlo, hice todos los experimentos necesarios! ¡Pero sus estúpidas acciones sacaron de control el proceso, causando una verdadera catástrofe! ¡Ustedes han causado el séptimo cataclismo, por su falta de juicio!

Hitomi y Van no pudieron escuchar eso, sin sentirse culpables; Hitomi cayó al suelo, temblando.

-          ¿He sido la culpable? ¿A eso se refería el hombre alado, y la Madre de Van, al decir que podríamos reconstruir Gaea? ¿Hicimos lo que no debía ser?

-          ¡No podemos ser nosotros los villanos! – dijo Van, atónito - ¡Lo hicimos por el bien de Gaea!

-          Lo hicieron creyendo que era lo correcto, sin querer ver la realidad...

-          ¡No, no puede ser verdad! – dijo Hitomi, resistiéndose a creerlo.

-          ¡Ahora soy yo quien salvará a Gaea del infortunio, restableciendo el proceso... porque ahora ustedes, se han convertido en los destructores de Gaea!

Hitomi estaba más confundida que nunca.

-          ¿Entonces, esa visión, era la realidad? – se dijo a sí misma, refiriéndose a la visión dónde la Tierra y Gaea se habían acoplado exitosamente - ¡Pero, no podía ser cierta, no podía ser real!

-          Gracias a tus estúpidos actos, has destruido los sueños y anhelos de todos los que te rodean...

-          ¿Te has convertido en una villana? – dijo Merle, resistiéndose a creerlo - ¿Van sama, tú también?

Ambos no podían contestar; estaban tan confundidos, que les era imposible pensar con calma.

Soy la causante de las desgracias en Gaea... Van y yo hemos dirigido a Gaea a la perdición...

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