Site hosted by Angelfire.com: Build your free website today!
 
IX. La Dama del Enemigo

Se detonó el disparo; por las gafas del hombre podía verse el cuerpo de la niña gato, caer lentamente.

Los ojos de Merle se abrieron; se encontraba en el suelo; la pequeña flecha metálica había atravesado su cabello, salvándola de la muerte. Un segundo disparo la hizo saltar instintivamente hacia el interior de la habitación.

-          ¡Demonios! – el hombre giró en su silla; el aparato disparador volvió a enfocar; Merle saltaba con rapidez para salvarse; pero el ensordecedor sonido de las alarmas electrónicas, seguidas por los haces de luz roja que aparecían frente a ella a cada paso, la hacían confundirse y no planear su huida correctamente. Varios disparos siguieron. Merle seguía saltando muerta de terror. Un último disparo la hizo saltar sin planear, haciéndola estrellarse en el ventanal, cayendo irremediablemente al vacío.

El jardín que tanto le gustaba para jugar le parecía ahora como una tumba, al ver como se acercaba a él con más y más aceleración.

Una espiral en el aire apareció, seguido por una distorsión en el ambiente.

-          !Miiiiiioaaaaaaauuuuuu... Ouch! – La cabeza de Merle se hundió en algo invisible, a mitad de la caída, que le pareció duro, pero a la vez maleable, algo casi metálico. Un extraño manto la cubrió, y después de surgir otra espiral en el aire, Merle desapareció. Un sonido parecido a una turbina se escuchó, disminuyendo hasta desaparecer, a lo lejos.

La habitación de Estillon (el hombre que agredió a Merle) estaba de nuevo, solitaria; los vidrios del ventanal brillaban con la luz del sol que entraba desde el exterior. Las alarmas y los haces de luz roja se atenuaron hasta quedar todo en silencio. Las manos del hombre temblaban, recargadas en la silla; su frente estaba llena de sudor, el cual le resbalaba por las sienes y el cuello; sus gafas reflejaban la luz del exterior, ocultando sus ojos. Su cuerpo se encontraba estremecido.

-          No... no puedo permitir que esto se repita...

Lejos, más allá de los grandes jardines del Palacio, más allá de las tierras exploradas, donde el mar de Gaea se internaba en la masa continental para formar otra pequeña bahía, el aire volvió a sufrir una distorsión; la espiral de aire resultante descubrió un Guymelf, un Oreades de color rojo. En uno de sus brazos, una niña gato se encontraba hundida en líquido Kuriima, siendo únicamente las piernas lo que permanecían a flote.

-          Mia... grr... Cof, cof, Aaaaggghh!!! – la cabeza de Merle salió del líquido metálico, tratando de respirar aire puro. - ¿Qué es esto, quién eres?

-          ¿Te encuentras bien? – la voz de una joven salió del interior del Guymelf; La compuerta metálica del Guymelf se volvió líquida; Cerena se encontraba dentro.

-          ¿Se... señorita Cerena? – Merle estaba (además de asustada, nerviosa, desesperada, en busca de aire, y tratando de salir de la masa de pesado líquido) confundida por lo ocurrido.

-          Sshhhtt – le dijo Cerena, liberándola del líquido – no hagas ruido...

-          Gra... gracias... no pensé que estuvieras... por ahí – Dijo Merle, apenada.

-          Sabía que el gobernante Estillon trama algo... – dijo Cerena, volviendo a cerrar la cabina del Oreades. – Quédate quieta y no hagas ruido...

-          ¿Que no haga ruido?

-          ¡Cállate!

-          ¡Miau!

El manto invisible volvió a esconder al Oreades; Merle trepó previamente, justo junto a la cabeza del Guymelf. Volando un breve trecho, Cerena llegó a la bahía.

-          Mira...

En la bahía se encontraba instalada algo similar a una planta o fábrica; era pequeña, y trataba de ocultarse de la vista, situada dentro de un cañón que se interponía entre la orilla del mar y el lugar donde Cerena y Merle se encontraban.

-          ¿Qué es eso? – preguntó Merle, susurrando para no ser escuchada por nadie más. El visor del Oreades permitió a Cerena visualizar de cerca la construcción, llena de vigas y tubos. Varios obreros trabajaban en ella, accionando múltiples palancas; una cortina de humo hacía difícil ver más allá.

-          No puedo equivocarme... – dijo Cerena -  deben estar extrayendo algo del mar...

-          Pues sí... – dijo Dryden, cerrando el libro que Hitomi había encontrado en su habitación – sí puedo leerlo... no es un idioma difícil, por lo que veo – Hitomi se enrojeció por el hecho de que Dryden pudiera dominar el inglés, siendo un idioma de la Tierra, que ella no entendía muy bien.

-          ¿Crees que eso pueda aclararnos qué está sucediendo? – preguntó Van.

-          Tal vez, aunque no puedo asegurarlo... Dryden se retiró a leer. Van y Hitomi se quedaron solos.

-          Siento mucho que tu visita se haya estropeado por nuestra culpa... – dijo Van, disculpándose.

-          No te preocupes, Van – contestó Hitomi – es por el bien de Gaea...

-          ¡Ah, estaban aquí! – dijo Millerna, entrando en escena – Eries me pidió que los llamara; tiene algo muy importante que decirnos...

-          ¿Dónde está Cerena? – preguntó Allen a Gaddes.

-          No lo sé, Jefe...

-          Me preocupa que se haya ido... últimamente no se encuentra bien...

-          Lo dices... por su mejilla, ¿no es así?

-          Sí...

-          No te preocupes – le dijo Gaddes, tomándolo del hombro – Sé que no le pasará nada... es bastante fuerte...

-          Dime Gaddes – preguntó Allen, tratando de averiguar algo - ¿Qué sientes por Cerena?

-          Eh... no sé de que me hablas.

-          Sabes de lo que hablo.

-          Mmh, Jefe... – Gaddes se rascó la cabeza, apenado - ¿Cómo te lo diría?

-          Olvídalo... – Allen tomó su espada y salió para llegar con la Princesa Eries – Date prisa...

-          Eh... sí...

-          A sus órdenes, Dama Cathera – Pertén, el capitán de la Guardia Real se arrodilló frente a ella.

-          Tengo una misión que encomendarte...

Cerena y Merle entraron al Palacio; Merle lucía un chichón en la frente. Hitomi y Van se dirigían a atender el llamado de Eries; Allen y Gaddes los acompañaban.

-          Van samaaaaaaa... – Merle corrió a abrazar a Van.

-          ¿Y ahora, qué te pasó? – preguntó Van, al mirar su frente adolorida.

-          Cerena, ¿En dónde estabas? – le dijo Allen. – En este momento vamos con la Princesa Eries; tiene una noticia para nosotros.

-          Tengo que hablar contigo, Allen – dijo Cerena, seria. – Vamos con la Princesa... hablaremos después.

Por la expresión de su hermana, Allen comprendió que, fuera lo que fuera aquello que Cerena le diría, no era nada bueno. 

Palas. Elche recorría los grandes pasillos del Palacio; la servidumbre lo miraba con disimulo, aunque sólo uno de ellos, Anna, temía de las acciones del consejero; por eso se mantenía siempre cerca de la Habitación Real. Elche llegó pronto hasta la Habitación, donde Anna atendía al Rey. 

-          Te he dicho que no te quiero cerca del Rey... – le dijo Elche; en su posición de doncella, Anna tendría que obedecer a Elche, pero...

-          No puedo abandonar al Rey ahora que necesita de mayor cuidado... – le contestó Anna, en actitud un tanto retadora.

-          ¡Yo me haré cargo del Rey! – dijo Elche, molesto, caminando decidido a sacar a la doncella de la habitación - ¡No confió en la servidumbre! – y tomándola con fuerza del brazo, la obligó a acompañarlo hasta la puerta – Mientras yo esté aquí, tus cuidados salen sobrando, jovencita... – la puerta se cerró violentamente.

-          Estúpido... – pensó Anna, frotando su brazo adolorido, mirando la puerta.

Dentro, Elche hablaba con el Rey...

-          Rey, me parece algo desconsiderado que sus hijas no se encuentren aquí, ¿No le parece?

-          Creo que yo tuve la culpa de eso... – contestó el Rey, después de toser – Elche, manda por Meiden... necesito hablar con él...

-          ¿Meiden? – pensó Elche – Ese maldito, padre del mercader que heredaría el trono... podría ser un obstáculo para mí... – después le dijo al Rey – Pero, Señor... es que acaso no me tiene tanta confianza para hablar conmigo?

-          Es muy diferente... la Familia de Meiden heredará el trono, y tengo que acordar varias cosas con él...

Los ojos de Elche se inyectaron de coraje; por lo visto, el Rey Aston, sintiéndose cada vez más enfermo, se esforzaría en que Dryden volviera con Millerna para heredar el trono, y, de no ser así, designaría a Meiden el trono; de cualquier manera, la corona de Astoria estaría a cargo de la Familia Fassa.

-          Yo mismo lo buscaré, Señor... – le dijo Elche, levantándose, dispuesto a irse.

-          Confío en que harás hasta lo imposible para traerlo, Elche...

-          Claro, Señor, hasta lo imposible...

Anna, que había escuchado parte de la conversación por la cerradura de la puerta, se apresuró a retirarse de ahí al ver que Elche se disponía a salir. Aún así, pudo ver un profundo odio en el rostro del consejero, que se marchó iracundo.

-          ¡Dios Jichia!, Ese hombre es capaz de todo para quedarse con la corona... – pensó Anna, angustiada, adivinando en cierta forma las intenciones del Rey Aston, gracias a la conversación que escuchó.

-          ¿En unos días? – dijo Millerna, asombrada por la noticia que su hermana le había dado a ella y a sus acompañantes.

-          Puede oírse algo precipitado, pero ya lo he decidido – dijo Eries, tranquila; Cehris estaba a su lado – he esperado mucho tiempo para esto...

-          Pero, hermana...

-          ¿Qué puedo decir? – dijo Dryden, dispuesto a besarle la mano – Muchas felicidades, Princesa Eries; Cehris, sé que harás de la princesa una mujer feliz...

-          Así será – contestó Cehris.

Todos se encontraban asombrados, pero felices por la noticia; a Millerna le parecía algo demasiado precipitado, pero no por eso dejó de alegrarse; Hitomi también estaba contenta por Eries. Pero Cerena...

-          No... no puede ser... – pensó – Si se casan ahora, no podremos pelear contra Basram...

Cathera también estaba emocionada.

-          Me alegra tanto su decisión... Eries, desde ahora te considero como mi hermana...

-          También yo, Cathera... – contestó Eries.

-          Bueno, ahora lo que más importa es la boda – dijo Cathera, entusiasmada – ¡No podemos perder tiempo!

Cerena tomó a Allen del brazo.

-          Tenemos que hablar ya...

-          Princesa Eries, Joven Cehris, Dama Cathera, nos retiramos...

-          Adelante, Caballeros – Cehris les permitió salir. Cerena, con paso apresurado, se alejó del lugar; Allen y Gaddes la seguían confundidos.

-          ¿Qué te sucede, Cerena? – le dijo Allen.

-          Allen, no podemos permitir que la Princesa culmine su compromiso con ese hombre...

-          ¿Qué estás diciendo? – dijo Gaddes, extrañado.

-          No digas tonterías, Cerena – le contestó su hermano.

Cerena desenfundó su espada; en un instante, la garganta de Allen estaba amenazada con el arma de su hermana.

-          ¡Cerena! – le dijo Gaddes.

-          Yo no digo tonterías...

-          Está bien, cálmate...

-          Basram es una nación próspera... – Cerena bajó su espada – pero sus avances tecnológicos están llevando a Gaea al infortunio...

-          ¿Qué?

-          Allen... el Supremo Señor Estillon, Gobernante de Basram, es un tipo ambicioso que no mide las consecuencias de sus actos... reconstruyó Escitia con el poder del Dios Jichia, oculto en el corazón de Gaea... ese poder es el que mantiene a Gaea con vida...

-          No... no puedo creerlo... – dijo Allen, preocupado – Pero, ¿Cómo es que sabes todo esto?

-          Allen... estuve en las filas de Zaiback; los Hechiceros de Dornkirk se enteraron de los propósitos de Basram hace mucho tiempo... yo dirigí una invasión en las tierras del norte, donde Basram estaba trabajando a espaldas de Gaea...

-          Pero, Cerena... – dijo Gaddes – No entiendo qué es lo que hacía Basram en esas tierras supuestamente inexploradas...

-          Los Hechiceros de Zaiback se dieron cuenta que Basram había comenzado a construir ahí una gran estructura; a Lord Dornkirk no le convenía que Basram obtuviera dicho poder, y quiso adueñarse de él para echar a andar la Máquina de Atlantis; así que por órdenes del General Adelphos, fui enviado(a) a detener la actividad en esas latitudes, y averiguar en dónde se encontraba esa energía. Pero... nunca obtuvimos la respuesta, así que quemamos el lugar para inutilizarlo, y nos concentramos en la búsqueda del Poder de Atlantis, que Folken tomaría de Freid tiempo después...

-          Pero dices que lo quemaste todo... ¿Cuál es el problema ahora? Parece que ese tal Estillon es un cero a la izquierda en éste país... el Joven Cehris se encarga de Basram...

-          Parece que no lo han entendido... – dijo Cerena – Después de haber minimizado a Zaiback durante la guerra de Gaea, Basram volvió a echar a andar su plan; yo misma he visto cómo una extractora de energía está funcionando más allá de las fronteras de Basram... Tenemos que hacer algo.

-          Pero... – dijo Gaddes - ¿Es que acaso esa energía de la que hablas, es tan poderosa?

-          El Poder del Dios Jichia ha mantenido el equilibrio de nuestro planeta; pero, una vez que se haya agotado, un caos sin precedentes terminará con todo lo que vive en él... fue lo que los Hechiceros adivinaron en aquel entonces...

-          ¿Quieres decir que, probablemente Cehris haya sido quien continuó con el plan de obtener el Poder de Jichia?

-          ¿Y quién más? – dijo Cerena – Él es quien gobierna el país...

-          Pero... no podemos contradecir a la Princesa Eries... ella ya ha tomado una decisión...

-          Sólo nos queda vigilar a la Princesa muy de cerca... – dijo Gaddes – y permanecer aquí, alertas.

-          Creo que tienes razón... – dijo Allen – podríamos echar a perder sus planes desde el interior.

Hitomi miraba desde su habitación; el Castillo estaba siendo preparado para la majestuosa boda del Joven Cehris. Los Guerreros de Ofir (la élite al cargo de Cehris) habían ordenado sus Guymelfs a lo largo de la amplia avenida que baja desde la entrada del Castillo hasta el templo de Knar, donde se realizaría la ceremonia. Los Guymelfs de Basram eran robustos, de alrededor de unos 7,5 costas de altura, en promedio. Ostentaban 2 cuernos curveados, similares a los de los búfalos de La Tierra, que servían como defensa a la cabina, situada en el cuello del Guymelf. Su color era plateado, casi blanco, aunque no como Escaflowne. Su capa, de color rojo, cubría sus espaldas y llegaba un poco más abajo de las rodillas. A los lados de la capa, que no alcanzaba a cubrir los hombros del Guymelf, caían 2 telas, rojas también, prendidas del hombro, llegando a la altura de los codos, antes de volver a subir y prenderse en los omóplatos. Finalmente, todos ostentaban el cinturón de tela característico de su país, con el símbolo de las 2 serpientes, estampado en la cola de tela al frente del cinturón. No usaban espadas, sino grandes lanzas (alrededor de 12 costas), con filosas navajas curvas en ambos extremos. Cada Guymelf  presentaba el escudo del Guerrero de Ofir al que pertenecían, en el pecho. Se les conocía como modelos Ofires, en honor al gobernante.

-          Hitomi...

Hitomi volteó; Allen se encontraba con Van; ambos la miraban.

-          ¿Qué sucede, Allen?

-          Cerena ha averiguado algo sobre Basram... 

-          Maak... siento molestarte, pero...

-          ¿Anna? ¿Qué haces fuera del Palacio? – le contestó el cochero, retirando la pipa de su boca – Sabes que tienes que estar allá, por si el Rey necesitara algo...

-          Jenia se ofreció a cubrir mis actividades... Necesito de tu ayuda...

-          ¿Qué quieres saber?

-          Dime... tú que has estado en toda Palas... ¿En dónde se encuentra el Mercader Meiden Fassa?

-          ¡El Señor Meiden! – Maak trató de recordar – Si no me equivoco, salió camino a Egzardia...

-          ¿Entonces no está en Palas? – Anna comenzó a llorar.

-          Pero... ¿Qué tienes?

-          Tengo que encontrarlo pronto... – dijo Anna, entre los sollozos – puede morir...

-          ¿Qué dices? – Maak comprendió que había algo muy raro en la actitud de Anna - ¿Cómo lo sabes?

-          Es el Señor Elche... creo que lo que dijiste acerca del envenenamiento era verdad...

-          Pe... pero... ¿Cómo lo sabes?

-          El Rey... tiene unas manchas muy extrañas en el pecho y la espalda,  como si hubiera ingerido hojas de Sutaro...

-          ¡Tenía que estar ese maldito Elche involucrado en esto, ya lo temía! Sin duda está buscando deshacerse del Rey para quedarse con la corona... – y moviendo las riendas de su carruaje, alistó a sus caballos. - ¡Entra, Anna, tenemos que llegar a Egzardia cuanto antes! 

-          ¡Maak!

Las trompetas del Ejército de Ofir anunciaron el comienzo de la ceremonia donde el Joven Cehris Ofir, desposaría a la segunda Princesa de Astoria, Eries Aston. Toda la ciudad se había congregado a lo largo de la ancha avenida principal. Por ésta venían bajando desde el castillo, 3 corceles, que la Guardia Real de la princesa Eries montaban, para dar paso a 2 hermosos carruajes, decorados especialmente para esa ocasión, jalados por más de 12 corceles, negros en uno, y blancos en el otro; en uno de ellos, Cehris, vestido con el atuendo Real, y en el otro, Eries, ataviada con el vestido de novia tradicional en Gaea (del mismo modelo que utilizaron sus 2 hermanas en sus bodas). Detrás de los carruajes principales,  las doncellas de la princesa e invitados los seguían, en carruajes más pequeños, jalados por una sola bestia; Cathera encabezaba éstos pequeños vehículos, seguida por el carro de la Princesa Millerna, acompañada de Dryden. Merle, Hitomi y Van les seguían detrás (por cierto, Hitomi, usaba un atuendo del país, con pronunciado escote, mientras que Van tuvo que dejar sus ropas rurales para vestir de acuerdo a la ocasión; Ambos se mostraban incómodos). Otros carruajes continuaban, con personajes allegados a la Familia Ofir Escia.

-          Por fin tendremos una Primera Dama en nuestro país... – comentaron algunos ciudadanos.

-          Pero... ¿Dónde se encuentra el Supremo Señor Estillon? – se escuchó la voz de alguien entre la multitud – No puedo creer que no esté presente en la boda del Joven Cehris...

Allen, Gaddes y Cerena, detuvieron sus cabalgaduras, justo donde comenzaba la larga hilera de Ofires, que formaban con sus armas, un túnel conmemorativo; los Guerreros de Ofir sostenían sus largas lanzas, que fueron cruzando unos con otros cuando la pareja pasaba junto a ellos. El Mausoleo del Dios Knar se erguía frente a ellos, donde algunos sacerdotes (2 de ellos astorianos, representantes de la religión de Jichia, el Dios Dragón Marino) esperaban dentro de la construcción. Las doncellas del Castillo ya se encontraban acomodadas del lado que ocuparía la princesa, mientras que los 5 mejores guerreros de la élite de Cehris lo esperaban de su lado. Los invitados de cada una de las partes fue acomodada en 2 secciones de semicírculo, cortado por la entrada, que debía permanecer libre. La estatua del Dios Knar resplandecía frente a ellos.

-          Espero que en ésta ocasión no suceda lo mismo – pensó Hitomi, tomando su pendiente entre las manos, mirando a la estatua, con cautela.

La ceremonia comenzó. Cehris y Eries se arrodillaron frente a los sacerdotes, que le daban la espalda a la gran estatua. Los sacerdotes astorianos traían consigo la Espada del Dios Jichia (la misma con la que bendijeron a Dryden y Millerna durante su matrimonio). Por su parte, los sacerdotes basramitas sostenían un largo báculo, que ostentaba las 2 serpientes representativas de Basram, trabajadas en metales preciosos.

-          Los representantes del Dios Knar y el Dios Jichia, hemos sido llamados para consolidar ésta unión...

El rostro de Cathera mostraba una inmensa felicidad; Cerena la miraba con desagrado, pensando en lo superficial que era dicha mujer. Allen miraba a Cehris, sin poder creer que un hombre tan amable pudiera planear robar la energía del corazón de Gaea. Hitomi se sentía extraña, había algo en el ambiente que no la podía dejar tranquila.

-          Espero... que sean felices, Cehris, Eries...

Después de haberlos bendecido con la Espada de Jichia y el Báculo Sagrado de Knar, las doncellas entregaron a Cehris el Cinturón Real, de fina tela roja, con el símbolo de Basram en la tela que caía hasta casi las pantorrillas. Cehris lo colocó en la cintura de Eries, simbolizando la nueva nacionalidad de la Princesa.

-          Por designio de nuestro Dios Knar, ésta pareja que hoy han formado los dioses, será heredera del poder en nuestra nación... – de ésta manera, Eries había sido formalmente nombrada, Primera Dama de Basram.

Los ahora esposos se miraron, para besarse después. Cathera estrujó sus manos, feliz por su hermano; Millerna también estaba emocionada, tanto, que reclinó su cabeza en el pecho de Dryden, quien se sorprendió. Merle se lamía una de sus muñecas, cuando...

-          ¡Miau...! – sus orejas se levantaron, en señal de alerta.

-          ¿Qué sucede, Merle? – preguntó Van al ver tan inesperada reacción en la niña gato.

-          ¡El piso.... el piso se mueve! – dijo la niña gato, percibiendo una vibración imperceptible para todos.

-          ¿Qué? – Hitomi miró su pendiente con temor, para comprobar que su brillo comenzaba a sincronizarse como en aquella ocasión. - ¡No, no otra vez!

El Mausoleo se estremeció; el suelo se sacudió violentamente; Cehris abrazó a Eries, evitando su caída. Los gritos en la ciudad anunciaron el temblor, el más fuerte sentido en Basram.

-          ¿Qué sucede? – dijo Cathera, entre la sacudida - ¿Porqué justo ahora?

Los ojos de Hitomi mostraron terror; su mente podía ver una extraña ciudad, sumergida, que se colapsaba después de un gran estruendo, seguido por una brillante explosión. En la nave de Dryden, Sylphy se había paralizado por un fuerte presentimiento. Hitomi cayó al suelo; su pendiente rodó unos cuantos centímetros, pero su brillo era ahora demasiado intenso, llamando la atención de Cathera, antes de poderlo tomar de nuevo. La gran estatua de Knar, tal y como Cathera pudo advertir, brillaba igual que ese extraño pendiente.

-          ¿Qué significa esto? – se dijo Cathera, confundida ante el fenómeno.

Todos salieron del recinto.

-          ¡Miren allá! - Unos de los Guerreros de Ofir señaló horrorizado hacia el mar. Todos voltearon hacia allá; brillantes rayos luminosos salían de las aguas del mar de Gaea, para después escucharse un terrible estruendo, y liberar una gran cantidad de energía; las aguas se volvieron violentas, en dirección a Escitia.

Siguiente capitulo>>

| 1 | 2 | 3 | 4 | 5 | 6 | 7 | 8 | 9 | 10 | 11 | 12 | 13 | 14 | 15 | 16 | 17 | 18 | 19 | 20 | 21 | 22 | 23 | 24 | 25 | 26 |

<<Volver a Escaflowne Fanfics