-
Van
sama... La
puerta de la habitación de Van se cerró, después de que el médico
saliera de ahí. Van se encontraba acostado, inconsciente; Merle aguardaba
compungida que recobrara el conocimiento. Las
últimas gotas resbalaron por las nervaduras de las hojas, de los grandes
jardines en Palacio de Astoria. El Sol volvía a aparecer, después de
toda una noche de desastre. Los rayos de luz incidían en las sábanas del
lecho del Rey de Fanelia. Otra
habitación albergaba a la joven salvada por Van esa noche. -
El
mal tiempo pasó... debo partir a Basram de inmediato – dijo Cathera,
tratando de secar su húmedo cabello con una absorbente tela. Van
aún permanecía dormido; su piel mostraba un color pálido; Merle le tomó
de la mano, tratando de reanimarlo. -
Van
sama... despierta, por favor, Miauu... – Merle recordó cuando, esa
noche, su instinto le indicaba que algo se encontraba mal; albergando una
horrible desesperación, y al encontrar la habitación de Van y Hitomi vacías,
corrió por los pasillos del Palacio, en su búsqueda. Corriendo por uno
de los pasillos, pudo ver que la alfombra en éste mostraba pisadas húmedas,
bastante recientes, que se internaban en una recámara; pero, presa del pánico
que sentía en su interior, no prestó mucha atención a eso. Su aguda
visión le permitió descubrir a Van, tirado en el redondo patio, cuando
ella cruzaba los arcos que lo bordean; fue ella quien tuvo que arrastrarlo
hasta el interior de Palacio, y solicitar ayuda; notoria fue para Merle,
la extraña coloración de los labios de Van. -
Tenía
que ser esa maldita mujer... – dijo Merle, recordando cómo al amanecer,
comprobó sus sospechas, al ver que Cathera salía de la habitación a la
que las pisadas en la alfombra acusaban. De
repente, un ataque de tos hizo a Van reaccionar; los ojos de Merle se
mostraron alegres por el acontecimiento. -
¡Merle!
– dijo Van, una vez tranquilizado -
¡Van
sama! – chilló, abrazándolo, como siempre - ¡Pensé que te perdería
para siempre! -
¿Qué
sucedió? -
¿No
lo recuerdas? Cuando menos lo esperé, te vi tirado, en medio de la
intemperie, inconsciente... -
No...
no recuerdo nada... – en efecto, el aceite que Cathera utilizó contra
Van, le hacía sido vendido, garantizándole que dejaría inconsciente al
individuo en el acto, y lo haría olvidar el suceso.
-
¿Y
Hitomi? ¡Porqué no estaba contigo? – dijo Merle. -
¿Hitomi? -
¡Sí,
ella tampoco está en Palacio! -
¡Pero
qué estás diciendo? – Van trató de abandonar el lecho, a pesar de las
suplicas de Merle por descansar un poco más; pero fue ignorada. -
¿Qué?
¿Hitomi desapareció? – dijo Allen, con sorpresa y enojo a la vez. -
Sí...
no está por ninguna parte – dijo Millerna; Cerena, junto a su hermano,
imaginó qué pudo suceder. -
¡Sabía
que no podían planear algo bueno! – y saliendo de la habitación,
furiosa, comenzó a desenfundar su espada. -
¡Cerena,
espera! -
¡No
puedo esperar, hermano! – gritó, dándole la espalda - ¡Esa mujer no
se saldrá con la suya! -
¿Esa
mujer? – se preguntó Millerna. Irrumpiendo
en la habitación de Cathera, Cerena entró en guardia, dispuesta a
hacerla confesar, pero la habitación se encontraba vacía. -
¡Maldita
sea! ¡Esto me confirma que fue ella! Los
pasos en el ancho pasillo, de un hombre furioso, se acercaron a la
habitación del Rey Dryden. -
¡Hermano
Dryden! – dijo Cehris - ¡Mi hermana abandonó el Palacio! ¿Sabías tú
de eso? -
¿Lo
abandonó? – dijo Dryden, acomodándose las gafas - ¿Qué acaso no tuvo
la suficiente hospitalidad aquí? -
Te
ruego me disculpes, pero tendré que viajar a Basram... estoy seguro que
se dirige hacia allá... -
No
hay porqué pedir permiso, Cehris... tú eres el mandamás de Basram; además,
tu pueblo te reclama... -
No
es solo mi pueblo... es también mi honor el que me reclama hacer algo... Un
carruaje abandonaba la frontera de Astoria, cruzando la región boscosa
que separa a Basram de ésta. Un hombre conduce el vehículo, presionando
a las 2 bestias a que aceleren. Puede verse a Cathera a través de la
ventanilla del carruaje, huyendo oculta por ese pequeño sendero. -
¡Cerena,
no puede salir sin autorización del Rey! – dijo Grimer, tratando de
detenerla, tomándole de un brazo, siendo bruscamente rechazado... -
¡Tengo
toda la aprobación del Rey de Astoria, así que suéltame! -
¿Pero
qué piensas hacer? -
¡Justicia! Cehris
entraba a la arena, donde los Guerreros de Ofir permanecían en
entrenamiento. -
¡Escuchen,
Guerreros de Ofir! – gritó Cehris; sus soldados abandonaron la práctica
de inmediato, formándose frente a él. -
A
sus órdenes, Joven Cehris... – dijo Lorne, el Segundo a mando entre
ellos, lo que extrañó a Cehris; se suponía que Pertén debería estar
ahí. -
¡Es
hora de regresar a Basram... y restauraremos el poder del País! Los
Guerreros comprendieron que ésta vez irían en contra de su propio
Gobernante, Estillon; el rostro furioso de Cehris se los transmitía; su
deber era apoyar a Cehris, así que, levantando sus lanzas en actitud de
honor, salieron de la arena; sabían que tendrían que llegar hasta la
nave que los trajo, en Rampant. -
Espera,
Lorne... – dijo Cehris al soldado que encabezaba a los Guerreros de Ofir
en esa ocasión - ¿En dónde está Pertén? -
La
Dama Cathera lo designó su protector durante la visita... no ha estado
con nosotros desde entonces... -
Pertén,
apoyando a Cathera en sus caprichos... – pensó Cehris, imaginando que
él la estaría acompañando en su viaje a Basram – Podría considerarlo
traición... -
¿A
dónde vamos, Jefe? – preguntó Kio, tomando el timón del Crusade.
Todos los hombres de Allen fueron llamados de emergencia a abordarlo. -
A
donde Cerena nos indique... – dijo Allen, decidido. -
¿Y
el Comandante, perdón, el Caballero Gaddes? -
Deberá
llegar en cualquier momento... – en efecto, las pisadas de un Guymelf,
entrando al hangar del Crusade confirmó su arribo, el Fassares fue
estacionado en uno de los asientos para Guymelfs. -
¡Vamos!
– gritó Reeden, eufórico, en la búsqueda de una nueva aventura (hay
que aceptarlo, se comportan como piratas). -
¡Tengo
que encontrarla, a como dé lugar! – dijo Van, despegando con Escaflowne
en su modo dragón; la pequeña Merle se sostenía de la cintura de su Van
sama. -
Pero...
¿Cómo sabrás en dónde está? – dijo Merle; el viento en su peludo
rostro la atragantaba al abrir la boca para hablar. -
¡Sé
que la encontraré! ¡Solo es cuestión de concentración! – Van cerró
los ojos, tratando de dibujar la imagen de Hitomi en su mente; el péndulo
comenzó a aparecer en la oscuridad de su memoria, oscilando, tratando de
encontrarla; el Energist de Escaflowne brilló con fuerza, y su tono de
brillo era verdoso, como el de la vez que Van volvió a despertarlo. -
Por
favor, descansemos... no podrás seguir con una herida así, podría
empeorar... – dijo Hitomi, tratando de persuadir a Pertén de seguir su
camino. -
Estoy
bien, no es nada... – Pertén continuaba; en realidad su herida ya había
cerrado, gracias al vendaje que Hitomi pudo hacerle en torno a su frente;
pero se encontraba débil por la sangre que perdió. -
Comprendo
que necesitas llegar a Escitia, y te ayudaré, pero no puedo dejar que
sigas esforzándose así... -
Creo...
que ésta vez tú... ganaste... – el cuerpo de Pertén se desplomó, débil. -
¡Pertén!
– Hitomi trató de levantar su cabeza; parecía agotado, desmayado por
la debilidad. - ¡No... no está respirando! – dijo, aterrada; como
atleta, sabía a la perfección aplicar los primeros auxilios, así que
trató de reanimarlo; tomó su nariz, y obstruyendo sus fosas nasales, se
decidió a darle respiración por la boca. Después de unas cuantas
exhalaciones, algo cruzó por la mente de Hitomi – Se... se parece a
Kappei sempai... – en ese momento, los pulmones de Pertén volvieron a
reaccionar, haciéndolo volver en sí, tosiendo; Aún así, siguió muy débil,
y se durmió, instantáneamente. Hitomi lo acomodó, de forma que pudiera
descansar, y se alejó un poco, para sentarse a la sombra de un árbol; La
caída de su largo vestido se encontraba empapada, así que decidió
deshacerse de ella (volvía a arruinar otra costosa prenda regalada por
Millerna). Sus piernas estaban manchadas con la sangre del guerrero, pero
poco le importó; ahora lo primordial era que él estaba bien. Algunas
aves cruzaron el cielo, anunciando que la lluvia había cesado hace horas;
Hitomi veía a Pertén, tendido en el suelo, como un indefenso chiquillo.
Se sonrojó, al advertir que lo había besado. -
No;
tan solo le di los primeros auxilios... no fue nada más... – mirándolo
ahí, pudo corroborar su parecido con Kappei, el chico que la pretendía
en Tokio – En verdad se parecen; los 2 se ven arrogantes, pero conmigo
parecen ablandarse; su cara, su cabello... aunque Kappei sempai no tiene
bigote, barba, ni ese extraño lunar en su cabeza... ¡Qué extraño! Podría
decir que he besado al Sempai por medio de Pertén... ¡Guac! – tosió,
con asco; en realidad, Pertén no le parecía odioso, como el chico de
Tokio, aunque admitía que ambos eran atractivos. -
¿Estás
seguro que debe estar por aquí, Van sama? – decía Merle, gritando;
Escaflowne se hallaba en su forma más aerodinámica, para llegar lo antes
posible hasta donde Van presentía que Hitomi podría encontrarse; las
alas de Escaflowne volvieron a desplegarse, y las turbinas se apagaron,
volviendo al modo dragón. -
Tienes
que estar alerta – le dijo Van a Merle – debemos inspeccionar al área,
para encontrarla... -
Miau... Había
un lugar aún que no se había salvado de la tormenta; una nave trataba de
salir del cañón en el que se había adentrado para investigar, pero el
crecido mar de Gaea había irrumpido en él, formando una fenomenal
cascada; la tormenta seguía violenta, y en el mar podían verse algunas
trombas, formadas por huracanados vientos concentrados ahí. -
¡Vamos,
tenemos que salir de aquí! – gritó Sisnos, desesperado; la nave
luchaba por elevarse y salir de ahí, pero la descomunal cascada caía
exactamente sobre ella; toda la tripulación se encontraba asustada, pues
la nave ascendía, pero la fuerza del agua la obligaba a retroceder. -
¡Hacemos
todo lo posible, Señor, pero... -
¡Maldita
sea! – gritó Sisnos - ¡les advertí a todos que esto sucedería! ¡No
podíamos permanecer más tiempo en la construcción, con ésta tormenta! En
un desesperado impulso, la nave logró salir del cañón; su gigantesca
roca levitante se encontraba parcialmente fragmentada, debido al agua, que
con su fuerza, había logrado socavarla; así mismo, los vidrios habían
estallado, y las bóvedas comenzaban a ceder después del continuo impacto
con esa cascada. -
¡Lo
logramos! – gritaron los tripulantes; Sisnos respiró profundamente; habían
logrado escapar de la catástrofe que Estillon le había auguriado. Los
restos de la base de recepción, junto con Arrus, su comandante, y todos
los cadáveres del personal en esa construcción, fueron reclamados por el
mar, en una ironía por haberle robado la energía que celosamente
guardaba en sus profundidades. El
final de la tormenta se veía próximo; las nubes oscuras se terminaban en
el horizonte, hacia el sur, donde la averiada nave trataba de viajar, en
dirección a Basram; finalmente, logró cruzar el límite: las últimas
nubes quedaron atrás; por fin, el sol parecía darles la bienvenida. Un
conjunto de naves volaban la frontera de Basram con Astoria; la Nave Real,
de Basram, en la que Cathera arribó a Astoria, y que ahora llevaba a
Cehris, su esposa y su élite; el Crusade surcaba los cielos, detrás de
ésta magna nave; bastante retirada, otra nave similar al Crusade, volaba
oculta por la baja altura: era el navío de Grimer, quien por cuenta
propia decidió viajar a Basram también. -
No
permitan que puedan vernos, debemos ser cuidadosos – dijo Grimer a sus
hombres, para después pensar – No sé que demonios suceda en ésta nación,
pero... Cerena Schezar... no te dejaré sola... Hitomi
recordaba su extraño sueño, en el que Yukari había hablado con ella;
sentada a la sombra de ese árbol, la luz se filtraba por entre las hojas,
iluminando parcialmente su cara. -
No
pensé que ese CD-ROM tuviera información como esa... nunca pensé que
alguien así pudiera estar en Gaea... El
sonido del aire, a oídos de Hitomi, le advirtieron que algo volaba cerca;
se levantó, y miró al cielo, tapándose con la mano el sol. La silueta
de un dragón atravesó la bóveda celeste. -
Pero
si es... – sus labios dibujaron una esperanzadora sonrisa - ¡Van! -
Van
sama... hay algo allá abajo... – dijo Merle, distinguiendo una figura
en tierra - ¡Miauu, es Hitomi! - ¡Lo sabía, estaba por aquí! – dijo Van, feliz, moviendo las manivelas de Escaflowne, preparándolo para aterrizar.
-
¡Hitomiiiii!
– gritó Merle, corriendo hacia ella, pero se detuvo sorprendida antes
de llegar con ella - ¿Qué, qué pasó aquí? -
¿Eh? -
¡Hitomi!
– Van se acercó, y desenfundó su espada, con odio. -
¿Qué
sucede, Van? – la actitud de los 2 le parecía extraña – Estoy bien,
no tienes que... -
¿Qué
demonios te hizo éste sujeto? – dijo Van, furioso; Hitomi advirtió la
mirada de Merle hacia sus piernas, que estaban desnudas (ella se había
quitado la caída del vestido), y tenía sangre en ellas (la sangre de
Pertén, cuando lo ayudó a levantarle el rostro). La cola del vestido se
encontraba tirada cerca de Pertén, quien dormía. -
¡Hitomi!
– dijo Merle, sin creerlo aún - ¿Cómo fuiste capaz de...? -
¿Qué?
– Hitomi comprendió que todo era un malentendido - ¡No, esperen, no es
lo que piensan! -
¿Y
entonces qué debo pensar? – dijo Merle, ante los asombrados ojos de Van
– Todo indica que... -
¡No,
no, no! – dijo Hitomi, desesperada – Lo que sucede es que la embarcación
en la que ese hombre me llevaba cayó, y se lastimó; protegí su herida,
y me manché con su sangre... -
¿Entonces,
ese hombre te raptó? – dijo Van, levantando su espada - ¡No se lo
perdonaré! -
¡Espera,
Van! – Hitomi se abalanzó para detenerlo. -
¿Qué
pasa, porqué lo defiendes? – dijo Van, confundido y enojado - ¡Te raptó,
no te parece suficiente? -
No
es un mal hombre... lo hizo por el bien de Gaea... -
¿Qué? Los
ojos de Pertén se abrieron al sentir una peluda cara junto a la suya;
Merle lo olfateaba, con cara de malos amigos. -
¡Ahhhh!
– dijo Pertén, impresionado. -
¡Aaaaaahhhhhhhhhhhhmmmiiiiiaaaaaaoooo!
– gritó Merle, erizando su cola, asustada porque no esperaba que
despertara. -
Habla...
si no quieres morir en manos del Rey de Fanelia... – la espada de Van lo
apuntó directo al cuello. -
¡Van!
– dijo Hitomi; Pertén se sintió aliviado; alguien más podría
ayudarlo a salvar a Cathera. La
Torre del Rey seguía solitaria, como siempre; la servidumbre tenía
prohibido acercarse, así que evitaban cualquier contacto con esa parte
del castillo; aún así, era responsabilidad de algunas doncellas, el
mantener limpia el área, incluso el Pasillo de Cristal, que comunicaba al
castillo con la altísima torre; pero, una vez comenzadas las escaleras
dentro de ésta, el camino estaba totalmente vetado. Mirando
desde la pesada puerta, la entrada a la habitación, todo permanece en la
oscuridad; sin embargo, el gigantesco ventanal en la parte opuesta a la
entrada, permite el paso de una buena cantidad de luz; todo está intacto:
los muebles, la gran cama, que pareciera no usarse nunca, incluso los
restos de los vidrios que en aquella ocasión una niña gato dispersó en
la habitación al huir por el ventanal, siguen en el mimo sitio, justo
donde cayeron. Reflejan la luz del sol, y las cortinas, corridas a ambos
extremos del ventanal, ondean con el aire que se filtra por la averiada
parte del ventanal. La escalera, al centro de la habitación, también
parece inhóspita, pero se puede escuchar un breve sonido: el ruido
provocado por unas llantas metálicas, deslizándose sobre rieles, indican
que la habitación no está precisamente sola; en efecto, alguien
permanece ahí, sentado en una silla montada sobre el sistema de rieles a
lo largo de toda la estructura, y que sube por la escalera, perdiéndose
en lo más alto. El sonido de una puerta cerrarse apaga el sonido de esas
llantas: el hombre ha salido de su habitación. Por
un estrecho túnel, la figura de Estillon viaja sentado en su extraña
silla; al final de ese túnel, una pequeña compuerta se abre, y una pequeña
plazoleta se descubre al terminar este recorrido. Se trata de esa
plazoleta, oculta entre los falsos muros de la Biblioteca del castillo; se
encuentra iluminada con la luz del exterior, que penetra por la cristalina
bóveda, y los arcos que sostienen vidrios herméticos; Estillon permanece
seguro en ese lugar, su observatorio. El sistema de lentes sigue ahí,
enfocado hacia el mar, de la misma forma en la que Dryden, una vez dentro
de la plazoleta, descubrió la ciudad de Poseidópolis. El
lente más próximo a Estillon muestra la situación de aquella ciudad
profanada; permanece en constante revolución; hay un incesante fulgor
verdoso que se percibe en lo más profundo de la semidestruida torre
central de Poseidópolis; las aguas se están tornando violentas... -
Tal
y como lo pensé... fuiste tú quien causó ésta tormenta... – dijo
Estillon, mirando la ciudad. El cielo que se extiende sobre el área de océano
donde Poseidópolis se levanta, presenta las formaciones de nubes más
concentradas, obscuras, que son dispersadas hacia el norte con fuertes
vientos huracanados: a lo lejos pueden verse cómo se forman algunas
trombas. Sin embargo, en Escitia, el clima ha regresado a la normalidad, y
los grandes diques se han ocultado por segunda vez bajo la arena de la
playa, después de pasar el peligro. – Ah, la ciudad sumergida... tratas
de resistir, pero no lo lograrás; 3 cataclismos han sucedido, y sigo en
pie... – su cruel sonrisa se convirtió en una sonora risa. Los
parajes de Basram son el lugar más indicado para descansar, según lo
creen los 2 vendedores, Remo, el hombre zorro, y Garo el hombre delfín,
que viajan a todas las ciudades importantes del mundo conocido, en busca
de fortuna, vendiendo todo tipo de mercancías. Habían huido
milagrosamente de la ciudad de Eron, al ver que una gigantesca fortaleza
flotante aparecía sobre ellos. -
¡Ah,
esto es vida! – dijo Remo, el zorro, fumando una extraña pipa, alargada
como una flauta. -
Espero
que ésta vez corramos con buena suerte... – dijo Garo, limpiándose el
cuerpo con una húmeda toalla. Despojado de su gabardina y la camisa que
vestía, trata de humedecer su piel de cetáceo para no sufrir
deshidrataciones después; ese es el precio de abandonar sus natales
tierras costeras, para buscar riqueza al lado de su compañero. -
Eron
pudo ser la perfecta oportunidad para vender todo lo que traemos, pero... -
Sí,
fuimos afortunados al lograr salir de la ciudad antes de que la situación
empeorara... -
Oye,
amigo – dijo Remo, suspendiendo su actividad, dejando la pipa a un lado
- ¿Cuánto faltará para llegar a Escitia? -
No
creo que mucho... – el delfín, apuntando hacia una dirección, mostró
a su compañero el camino – siguiendo éste sendero, podremos llegar en
unas cuantas horas. -
Espero
que ahora sí nos llueva el dinero... -
¿Quieres
más lluvia? – dijo el delfín, fastidiado - ¡Poco faltó para que
nuestros carros se estancaran en las laderas del camino con esa
endemoniada tormenta! -
Oye,
oye... – dijo el zorro, moviendo las orejas, alerta – Alguien se
acerca... En
efecto, el sonido de los cascos de varias bestias, anunciaban que un
carruaje se acercaba a gran velocidad. -
¡Hey,
Garo, amigo! – dijo el delfín – este es un sendero solitario... podríamos
incrementar nuestra mercancía, ¿eh? -
Je,
je... Creo que tienes razón... – El zorro comprendió a su amigo, con
una cómplice sonrisa. Un
carruaje se acercaba a los camuflajeados carros de los 2 vendedores,
quienes ocultando sus rostros con telas, se prepararon para atacar. Las
bestias del carruaje a toda velocidad se detuvieron frente a 2 sujetos que
les interrumpían el paso. -
¿Qué
sucede? – dijo el hombre al mando de las bestias - ¡Tengo prisa, háganse
a un lado! Garo
sacó una flecha, con la que apuntó al hombre; tensando su arco, lo obligó
a bajar del carruaje. -
Abre
la portezuela, amigo... – dijo Remo al hombre, que no pudo resistirse, y
en compañía de su opresor, tomó la cerradura del carruaje. -
¿Qué
sucede, porqué nos detuvimos? – Cathera abrió la portezuela por
dentro, asustando al hombre; Garo apuntó hacia la chica - ¡Ahhh! -
¡Ahhhh!
– dijo Remo, reconociendo a la chica, y corriendo despavorido - ¡Es
“Ella”, corre! – su compañero delfín también huyó con su compañero,
desapareciendo entre el follaje. -
¿Se
encuentra bien, Dama Cathera? – dijo el hombre, aún en el suelo,
temblando. -
Sí...
pero no hay tiempo que perder, ¡Muévete, hay que llegar a Escitia cuanto
antes! – Cathera cerró la portezuela; en segundos, el carruaje volvía
a correr velozmente, alejándose del lugar del frustrado asalto. Cathera
se mostraba pensativa: - Yo... he visto a esos sujetos... ¿Acaso no
fueron los que... agggh, pude haberlo recuperado! Ocultos,
los 2 vendedores-asaltantes, trataban de calmarse. -
¿La
viste? ¡Era ella, “Ella”! -
¡Nunca
pensé que volveríamos a cruzarnos con “Ella”! -
¿Recuerdas
cuando le robamos por primera vez, que juró encontrarnos y matarnos? -
¡Vaya
que sí! Parecía que ese círculo brillante que nos llevamos era muy
importante para ella... -
¿Círculo?
¡Ah, te refieres a aquel que vendimos en Fanelia! -
Sí...
parece que la chica de Fanelia sí sabía de lo que se trataba... lo llamó
C...D...? -
Creo
que sí... -
¿Qué
hacemos? Si vamos a Escitia, esa mujer puede hervirnos en aceite... me he
enterado hace poco que pertenece a la Familia más importante de Basram... -
¡Maldición!
– dijeron ambos, tirando sus cubre rostros, de mala gana - ¡Otra vez
mala suerte! Cathera,
en su carruaje, recordó que hace varias lunas, fue asaltada por esos
sujetos camino al Templo de Knar, en Escitia; su padre le encargó que
llevara ese brillante círculo a Sisnos, pero los malvados asaltantes se
lo llevaron, sin saber que ella era la hija del Supremo Señor de Basram. -
Siempre
he mantenido en secreto que me lo robaron... por eso estaba muy asustada
de que mi padre le comentara a Sisnos sobre esa cosa, cuando fue a
visitarlo... pero creo que el peligro ya pasó... ahora tengo que
entrevistarme con Pertén, que debe tener a la chica y a mi pendiente
esperándome; ¡En verdad que ese hombre es muy sagaz! – dijo, tomándose
los labios con sus dedos índice y medio, sonriendo discretamente. Las
bestias corrían sin parar; finalmente, la Torre del Rey, la más alta del
castillo de Basram, comenzó a emerger entre las colinas; Escitia estaba
ya, a muy corta distancia. Cathera se asomó por la ventanilla. -
¡Oh,
no... hermano! – la nave que ella utilizó para llegar a Astoria, podía
verse desde ahí, preparándose para aterrizar en el Puerto de Balkis, en
Escitia; otra pequeña nave, el Crusade, la acompañaba. – No contaba
con que llegaras tan pronto aquí, Cehris; ¡Debo hacer algo pronto! El
Dragón volador surcaba las nubes; Van había accedido al escuchar las
razones de Pertén, y confiar en él, según le suplicó Hitomi. Pertén
viajaba con ellos, y la verdad es que no podía contenerse al ver la
mirada vigilante de Merle. -
¿De
qué te ríes, Miauuu? ¿Te parezco graciosa? – su espalda comenzaba a
erizarse. -
No...
no, claro que no, ejem... – Pertén prefirió mirar hacia otro lado,
esperando que la burlesca sonrisa en su rostro se borrara. -
¡Grrr,
Van sama, se está riendo de mí! -
¡No,
no, claro que no! – Pertén trataba de disminuir su sonrisa, pero le era
imposible. -
Merle,
yo también me reiría si me vigilaras con esa cara todo el tiempo... –
dijo Van – deja de verlo así; no es un enemigo... -
Agradece
a mi Van sama que tu linda cara se salvará de unos buenos rasguños, por
burlesco, Miau... Grrrr... – de pronto, Merle comenzó a burlarse también
– Debe cuidarse esa cabeza, si no quiere que la sarna lo deje calvo... -
¿Eh?
– Pertén entendió la alusión hacia el lunar que se adentraba desde su
sien derecha, hasta una buena parte de su cabeza - ¡No es sarna, es un
lunar, y no me voy a quedar calvo en mucho tiempo! -
Ji,
ji, ji... – Merle se sintió satisfecha. -
¡Vamos,
tenemos que sacar a Scherezade y Fassares de aquí! – gritó Cerena,
desde el interior de su Oreades. -
Pero,
Cerena, no tienes porqué precipitarte... – dijo Allen – tenemos que
esperar a que Cehris trate de arreglarlo todo... -
¡No
he venido por el tal Estillon, sino por esa chica! ¡Ustedes 2, encárguense
del Gobernante! -
¿Eh?
– Allen se quedó sin habla, al entender que Cerena buscaba arreglar
cuentas personalmente con Cathera; Gaddes lo tomó del hombro, animándolo. -
No
te preocupes por ella, Jefe... perdón, Allen – Gaddes no se
acostumbraba a que ahora era igual que Allen – además tiene razón:
tenemos que sacar a los Guymelfs de aquí; recuerda que no se puede tener
acceso a éste aeropuerto, por la marea, y si ocurriera algo, estaríamos
fuera de la batalla... -
Creo
que ambos tienes razón – dijo Allen - ¡Vamos, apoyemos a Cerena! -
¡Sí!
– dijo Gaddes, trepando a la cabina del Fassares, que ya había sido
reparado de los desperfectos que el general Adelphos le ocasionó en esa
pelea. Scherezade comenzó a caminar rumbo a la rampa de salida. -
¡Vamos,
junto al jefe, al Comandante, y a la Señorita Cerena! – gritó Ort,
levantando su pequeña navaja, seguido por los gritos de sus compañeros. El
canal de Kurgan, la barrera natural entre el puerto de Balkis y Escitia,
se vio repleto de embarcaciones, donde la primera llevaba consigo a Cehris
y Eries, seguidos por las tropas de los Guerreros de Ofir. La gente salía
de sus casas o de las fábricas, al ver que el Joven Cehris, y la Primera
Dama Eries, regresaban a su país. -
Detente
aquí... no podemos llegar al Castillo ahora – dijo Cathera al cochero
que la llevaba; aún no entraban a la ciudad, así que tendría tiempo de
planear qué haría de ahora en adelante. -
Dama
Cathera, estaré cerca, por si acaso... – dijo el cochero, alejándose. -
Pertén
debe estar en el Templo, como lo acordamos; si en verdad ese pendiente
reacciona con la estatua de Knar, habrá una sacudida; esa será la señal
de que se encuentran ahí... Escaflowne
volaba rápidamente; el Castillo de Basram se veía muy cerca; en poco
tiempo, sobrevolaban la antes gloriosa Escitia, cuya producción permanecía
parada desde que la Roca Incandescente se apagó. -
No
podemos llegar al Castillo; probablemente no seamos bienvenidos – dijo
Van, buscando un lugar para aterrizar. -
Se
supone que esperaría a la Dama Cathera en el Templo de Knar, con Hitomi y
el pendiente... – dijo Pertén – Creo que será mejor que no descienda
ahí, Rey de Fanelia, o mis intentos por ayudarla podrían arruinarse... -
¿Qué
haremos ahora? – dijo Van, sobrevolando en círculos la ciudad. -
¡Miau,
miren, un desfile! –apuntó Merle hacia el canal de Kurgan, donde Hitomi
y Van reconocerían los Guymelfs de Allen y Gaddes. -
¡Es
Allen! – dijo Hitomi. -
Nos
uniremos a ellos – dijo Van – tal vez estén mejor enterados de qué
sucederá... Los
carruajes comenzaron a ascender por la avenida que comunica a la ciudad
con el Castillo. Cehris y Eries entraron a la construcción. -
¡Joven
Cehris! – dijeron las doncellas - ¡Primera Dama Eries! Bienvenidos... -
¿Dónde
esta Cathera? – dijo Cehris, aún molesto. -
¿La
Dama Cathera? no ha regresado aún de su viaje... -
¿Viaje?
– Cehris creía, por las palabras de Cathera, que ella había huido del
país - ¡A qué se refieren con “Viaje”? -
La
Dama nos dejó instrucciones de mantener el castillo listo para su
regreso; además nos pidió una habitación especial para una invitada que
traería consigo... -
¿Una
invitada? – Cehris comprendió que hablaban de Hitomi, y que Cathera lo
había engañado diciendo que su estancia en Palas se debía a problemas
con su padre, cuando en realidad había ido por Hitomi. – No sé que
estará tramando, pero llegará aquí... no tiene otro lugar a dónde
ir... -
¡Cehris,
no podemos dejar que dañe a Hitomi! – dijo Eries, quien desde un
principio notó cierta atención de Cathera hacia Hitomi; presentía que
algo malo buscaba. -
Cathera,
¿En qué te has convertido? – dijo Cehris. Escaflowne
descendió hasta posarse sobre la avenida principal de Escitia, donde
Scherezade y el Fassares caminaban rumbo al Castillo, acompañados por sus
hombres. -
Pero
si es... – dijo Allen, distinguiendo a Hitomi - ¡Hitomi! -
¡Allen!
¿Qué hacen aquí? – gritó Van; las personas se reunían alrededor de
tan extraño encuentro. -
El
Joven Cehris regresó a hablar con el Gobernante... nosotros venimos a
apoyar su decisión, por parte de la Dama Eries... -
Ya
veo... -
¿Hitomi?
– preguntó Gaddes, al verla con ellos - ¿Es que acaso no había
desaparecido? -
No...
y tenemos que detener a la Dama Cathera... – dijo Pertén – pero no le
hagan daño; es solo una víctima propiciatoria del Gobernante... – el
carruaje donde Cehris y Eries viajaban, estaba bastante adelantado, así
que Pertén y su protector, no llegaron a verse. La
gente comenzó a inquietarse ante las palabras de Pertén; para ellos, la
Dama Cathera era una mujer intachable, al igual que Cehris, y el hecho de
que escucharan que el Supremo Señor Estillon tenía graves problemas con
Cehris, era algo alarmante. La veracidad de las palabras de Pertén se
sustentaban en el hecho de que un Guerrero de Ofir (lo sabían por su
uniforme), dijera algo tan escandaloso; tenía que ser la verdad. -
¿Qué
acaso el Supremo Señor Estillon está gobernando de una manera corrupta?
– se escuchó la voz de una anciana, entre las personas reunidas. Pertén
tuvo que calmar a la multitud. -
Les
ruego permanezcan en calma; lo que escucharon es la verdad, y el Joven
Cehris se encargará de remediar ésta situación cuanto antes; pero no
podemos tomar decisiones precipitadas... por favor, manténgase alertas
ante cualquier noticia, pero dejen todo en manos del Joven Cehris... -
Si
el Supremo Señor Estillon es un corrupto, ¡No debe seguir a la cabeza de
Basram! – se escucharon las voces de la multitud. -
Es
un asunto muy delicado, pero deben saber que ante todo, los Guerreros de
Ofir, de los cuales yo formo parte, protegerán la ciudad bajo cualquier
circunstancia... La
gente se sintió reconfortada; ya comenzaban a sospechar acerca de que
algo estaba mal, a partir de que la Roca Incandescente se apagó, y
Estillon no hizo nada para reanudar la actividad de la ciudad; por eso
confiaban en Cehris, que, según les dijo Pertén, se había enterado de
la situación de la ciudad y venía a salvarla. Hitomi
escuchaba a las personas, pensando en que no tenían porqué sufrir el
yugo de un gobernante como lo era Estillon. -
Escitia
debe permanecer unida, más que nunca... – de repente, todo volvió a
obscurecerse; cuando reaccionó, se encontraba de nuevo envuelta en la
oscuridad - ¿Qué, qué sucede? La
mujer de Atlantis se apareció frente a ella; varias sirenas también la
rodearon. -
¡Eres
tú! -
El
tiempo se agotará; la cuarta catástrofe aparecerá de un momento a
otro... -
¡Por
favor, dime qué puedo hacer para evitarla! ¡No quiero que más inocentes
sufran las consecuencias de los planes de Estillon! -
El
poder de los Hombres... tú eres quien posee ese magnífico poder, que
puede devolver la tranquilidad a Gaea... apresúrate, chica de la Luna
fantasma... - las imágenes desaparecieron, y Hitomi se vio de nuevo en
medio de Escaflowne y Scherezade, tal y como estaba hace unos instantes.
– Todo sigue igual... -
¡Hitomi,
tu pendiente! – gritó Merle -
¡Oh,
no! – Hitomi vio el tenue brillo rosado en su pendiente; la catástrofe
avecinada llegaría en cualquier momento. -
¿Qué
tienes, Hitomi? – preguntó Van, al verla palidecer. -
Otro
desastre... ¡Otro desastre está a punto de suceder! Una
pequeña vibración se sintió en toda la ciudad. -
¡Todos,
protéjanse ahora mismo! – gritó Van, al ver que la tierra comenzaba a
cimbrarse; los ciudadanos se alarmaron al escuchar que la tierra crujía
desde el interior. El pánico se hizo presente. Grandes
grietas comenzaron a formarse por todas las avenidas de la ciudad; el
acantilado donde el Castillo de Basram se encontraba, comenzó a
desquebrajarse, una gran cantidad de rocas comenzaron a deslavarse de éste,
rodando en dirección a la ciudad. -
¡Es
la sacudida que esperé! – dijo Cathera, creyendo erróneamente que el
temblor era provocado por el pendiente de Hitomi - ¡Pertén debe haber
llegado al Templo! – y en una loca carrera, subió al carruaje, y llamó
al cochero, pero éste no respondió; en realidad murió aplastado debajo
de un gigantesco trozo rocoso que cayó sobre él. Pero Cathera no tenía
tiempo que perder; desatando una de las bestias, cabalgó sobre ella,
internándose en la ciudad. -
¡Cuidado!
– gritaron algunos ciudadanos, al verla saltar una de las grietas,
montada en la bestia. -
¡Pero
qué terremoto tan violento! – se dijo, para después alegrarse - ¡Eso
significa que la energía en el templo está reaccionando con ese
pendiente! – la bestia tropezó, saliendo disparada por los aires; los
ciudadanos lograron atraparla antes de que cayera al suelo. -
¿Se
encuentra bien? – dijo uno de ellos, sosteniéndola - ¡pero... si es la
Dama, la Dama Cathera! -
¡Sin
duda debe de estar relacionada con lo que está sucediendo! -
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