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VIII. Extrañas Coincidencias

-          ¡En guardia!

Una gran cantidad de soldados Basramitas rodearon a los 3 Caballeros de Eries, los hermanos Schezar y Gaddes Haghia, quienes desenfundaron sus espadas, dispuestos a defenderse. Se encontraban en una amplia arena, iluminada por la incidente luz del atardecer en Gaea.

-          ¡Guerreros de Ofir, ataquen! – la orden del capataz Pertén fue acatada por sus subordinados, quienes cubiertos completamente con placas de metal, protegían su cuerpo del enemigo. Los soldados de Basram portaban grandes lanzas, con filosas terminaciones en sus extremos, en vez de espadas, de forma que podían atacar con los extremos y defenderse con el cuerpo de la lanza, a manera de escudo, sin contar con sus armaduras.

Las espadas de los astorianos levantaban chispas al impactarse contra las doradas lanzas.

-          ¡Eso es, Jefe! – le gritó Gaddes, entre la lucha, animando a Allen; ambos derribaron fácilmente a algunos soldados sin herirlos, tan solo los despojaban de su arma.

-          ¡Sigue así, Gaddes! – le respondió Allen, sin perder la atención contra el enemigo.

Impactos de metal contra metal se escuchaban sin parar.

-          ¡A un lado, bastardos! – el grito de Cerena fue seguido por la caída de 8 soldados. Su mejilla derecha comenzaba a enrojecerse de forma poco ordinaria.

-          ¡Cerena! – le gritó Allen.

-          ¡Déjamelos a mí, Allen!

Una lanza voló por los cielos, doblada por la fuerza de choque, clavándose en el suelo por la fuerza de gravedad. Una sonora trompeta se escuchó, y todos se detuvieron en seco. Unos cuantos aplausos festejaron la victoria de Allen, Gaddes y Cerena.

-          ¡Formidable! – dijo Cehris, en el palco de la arena, aplaudiendo junto a Eries, orgullosa de su guardia. - Los caballeros de Astoria son realmente únicos, sin duda la mejor guardia que he visto llegar a Basram...

Los soldados Basramitas salieron de la arena, formados en 2 hileras, después de inclinarse frente a Cehris, levantando sus lanzas en señal de honor. La arena acogió a los 3 guardias de Eries, quienes se arrodillaron.

-          Allen Schezar, veo que los Caballeros del Cielo han enviado a sus 3 mejores representantes... felicidades, espadachines...

-          Estamos a la orden de nuestra princesa Eries, y suya también, Joven Cehris – contestó Allen.

Eries se levantó para llegar junto a su prometido.

-          Cehris, debes saber que los 3 son estupendos, pero Gaddes y Cerena no han sido nombrados aún parte de la élite guerrera del Rey de Astoria.

-          ¿En serio? – respondió Cehris, extrañado.

-          Mi padre ha juzgado mal a Cerena... opina que es débil para pelear, porque es una chica – Cerena frunció el rostro, recordando la amarga experiencia. – y Gaddes está aún en espera de su aprobación...

-          Eso es muy injusto por parte de Astoria – dijo Cehris, mirando a Cerena, en la arena – pero, Caballeros, en Basram tienen mi nombramiento como Guerreros de Ofir, mi mejor ejército, si el Rey Aston no varía su opinión al respecto. – Cerena se sorprendió por el ofrecimiento de Cehris. Gaddes miró la mejilla de Cerena, enrojecida; un pequeño hilo de sangre comenzaba a resbalar por ella.

-          ¡Cehris...! – le dijo Eries, agradecida.

-          La futura Primera Dama de nuestra nación necesita de Caballeros valientes y leales como ustedes... reflexiónenlo, espadachines...

Allen se levantó; Gaddes ayudó a Cerena a incorporarse, y discretamente, le mostró su pañuelo; Cerena entendió lo que Gaddes le decía, y disimuladamente limpió su mejilla, lejos de la vista del soberano y la princesa. Su cara mostraba sorpresa por las palabras de Cehris. 

El palacio de la nación se veía lleno de vida, a pesar de que el sol se ocultaba lentamente, gracias al resplandor de la Roca Incandescente, que ganaba intensidad a medida que el cielo se obscurecía. Cathera caminaba por un enorme pasillo, cuyas paredes de cristal dejaban a la vista el panorama de la ciudad, por un lado, y la enorme masa del castillo, por el otro.

-          ¿A dónde se dirige la Dama Cathera? – se preguntaban algunas doncellas en el castillo, al verla a través de los cristales.

-          Me ha dicho que irá a ver al Supremo Señor Estillon, así que no debemos acercarnos – comentó una de ellas.

El pasillo de cristal (un largo puente cuyos arcos sostienen los cristales por ambos lados del andador) se incrustaba en la torre más alta e imponente del castillo; su altura sobrepasaba a las torres contiguas (una de ellas, la que contiene la Biblioteca), y se levantaba en la parte más lejana de la construcción, de forma que la Roca Incandescente “eclipsaría” a la Torre del Rey (llamada del Rey en memoria a la monarquía existente en el país antes de la llegada de la república), si se le mirara desde abajo, en la ciudad. El fulgor de la Roca bañaba la torre durante las noches, más que a ningún otro lugar en Basram.

Cathera ascendía por una escalera dentro de la torre; grandes balcones permitían que el brillo de la roca se adentrara por ésta. Cathera caminaba lentamente, hasta llegar al final de la escalera, donde una gran puerta se hallaba entreabierta; Entrando por ella, la gran oscuridad era sólo interrumpida por la pobre luz que entraba por un gran ventanal (la luz era pobre debido a que la Roca Incandescente se hallaba detrás de la torre, y su fulgor sólo pasaba por los lados).

Cathera dio un paso; de inmediato, una red de pequeños haces de luz roja aparecieron de la nada, a la vez que un extraño sonido electrónico se escuchó al fondo.

-          ¿Padre?... Soy yo, Cathera...

Una voz a lo lejos, en la penumbra, se escuchó:

-          Adelante...

Pasando la “telaraña” de luz roja, Cathera llegó, por un pequeño pasillo oscuro, a la habitación de su padre, en penumbras; una habitación redonda, sin duda, abarcando todo el cuerpo de la torre; una escalera curveada ascendía por el centro de la habitación, hacia diversos pisos, que Cathera nunca había distinguido por completo, por la poca luz; justo frente a ella, podía ver ese gran ventanal, con las cortinas corridas; la figura de un ser enjuto, sentado en una extraña silla, le daba la espalda, mirando por la ventana; todo era tan sobrio. Cathera trató de acercarse un poco más a su padre, pero...

-          ¡Quédate ahí! – la voz del hombre se tornó recia, para después calmarse – Sabes que no quiero que me veas en este estado... hija... – Lo único que Cathera podía ver desde ahí, a unos cuantos metros de su padre, era su corto cabello, algo lacio; todo su cuerpo se ocultaba detrás del respaldo de esa silla tan extraña para ella.

-          Padre, la prometida de mi hermano Cehris llegó a Basram hace poco... creo que debes conocerla...

-          Mmmhh...

-          Cehris dice que se casará dentro de poco... Padre.

-          Bien... ya es tiempo de que él se encargue por completo de Basram...

Cathera no soportaba el hecho de que su padre le hablara de espaldas siempre.

-          Padre... ¿Porqué no me dejas estar junto a ti? – sus ojos se conmovieron – extraño abrazarte...

-          Ya lo hemos discutido, Cathera...

-          Pero...

-          ¡No sigas con eso! – Estillon volvió a enfurecerse. Cathera tuvo que contenerse.

-          Discúlpame... si esa es tu voluntad, la acepto...

Estillon permaneció inmóvil, mirando por el gran ventanal, de espaldas a su hija.

-          Conozco a la prometida de Cehris... pude verla ésta mañana...

-          ¿De verdad? – dijo Cathera.

-          Creo que es la joven perfecta para tu hermano...

-          Yo... yo también lo creo así...

Los 2 permanecieron mudos por unos instantes.

-          Padre, quería hablarte sobre una joven... ha venido con Eries desde Palas... – Estillon no pronunció ni una palabra; Cathera continuó. – es muy extraña... tiene una pequeña caja igual a la tuya...

La cabeza de Estillon se movió un poco, extrañado, asomándose discretamente por el respaldo. Cathera pudo observar que su padre usaba unos delgados anteojos.

-          Es una caja pequeña, negra... y emite el mismo sonido que la tuya, Padre...

-          ¿Qué estás diciendo?

-          Creí que eras el único que tendría algo semejante... además, sus atuendos, su calzado, su peinado, todo en ella es tan extraño...

-          Sigue...

-          Sus orejas no tienen orificios; lo que más extraña es el lugar de donde proviene... Padre, ¿acaso tú sabes dónde está la ciudad de... Tokio?

Las pupilas de Estillon se dilataron al escuchar a su hija. Pequeños focos se encendieron en uno de los costados de su silla; Estillon se colapsó.

-          Padre, ¿Qué te pasa? – Cathera se alarmó.

-          Vete...

-          ¿Qué?

-          Retírate...

-          Está... está bien... – Cathera estaba totalmente confundida por la reacción de su padre, se dispuso a salir.

-          Manténla vigilada...

-          ¿Eh? Sí, Padre, como tú lo digas...

-          Cathera salió. Estillon se quedó solo, de nuevo. Sus ojos, ocultos entre las sombras de sus gafas, mostraban alarma. Algunas gotas de sudor resbalaron por su frente.

-          To... ¡Tokio!

Frente a él, la gran imagen de la Luna Fantasma se extendía en el cielo.     

-          Estuve en el templo de Knar, la deidad de ésta región – le comentó Hitomi a Van.

-          ¿Ah, sí?

-          Van, el pendiente reaccionó ante la energía concentrada en el mausoleo...

Van se levantó y se acercó a Hitomi.

-          ¿Reaccionó?

-          Sí... de la misma manera como lo hizo con la Máquina de Atlantis...

En la mente de Van se escucharon las palabras de Dryden:

-          “No dudo que estén utilizando la energía de Poseidópolis, tal y como Zaiback se adueñó del poder de Atlantis... pero no podemos tomar una decisión apresurada”

-          Hitomi, Basram podría provocar el desequilibrio de Gaea... tenemos que hacer algo...

-          ¿Qué?

-          Dryden me comentó acerca de la ciudad de Poseidópolis...

Palas. En el castillo Aston se respiraba una atmósfera tensa. Las doncellas entraban y salían de la habitación del Rey, llevando consigo fomentos y hojas curativas; todas mostraban un semblante preocupado. El catarro del Rey se hacía cada vez más fuerte con el tiempo, y le era ya imposible abandonar su lecho.

-          Esperamos que pueda dormir bien con éste medicamento – dijo uno de los doctores que lo atendían a Elche, uno de los consejeros del mismo - pero creo que tendremos que analizar la sangre del Rey...  – Elche disimuló su inconformidad por el aviso del doctor.

-          ... Dudo que el Rey permita eso; pero... – sus ojos se tornaron malévolos – trataré de convencerlo...

-          Ojalá que lo logre... tal vez así sepamos con certeza qué es lo que padece y podamos curarlo...

-          Si, si, yo me encargaré... – y dirigiéndose a todas las personas en la habitación, dijo: - ¿Podrían dejar a Su Majestad tranquilo?, hay demasiada gente aquí...

-          Pero, Señor Elche... – dijo Anna, una de las doncellas, cargando una bandeja plateada con el alimento del Rey. – En éste momento me disponía a servirle a Su Majestad...

-          Salgan todos, por favor – Elche caminó hacia Anna, y tomó la bandeja – Puedes retirarte, yo atenderé al Rey...

-          Pero... – la mirada sagaz de Elche la hizo callar, retirándose junto con la servidumbre.

El Rey Aston, reclinado en la cama, seguía tosiendo pausadamente.

-          En un momento le serviré, Rey... – Elche sacó un pequeño saco de piel, del que extrajo una pequeña hoja, triturándola con discreción, todo a espaldas de Su Majestad. Posteriormente comenzó a ayudar al Rey a comer.

-          Esto... sabe espantoso... – dijo Aston, entre la tos.

-          Si quiere recuperarse, tiene que comerlo...

Anna presentía algo; por eso decidió espiar por la cerradura de la gran habitación.

-          Eso es, sigue comiendo, Aston... – pensó Elche, esbozando una malévola sonrisa – no durarás mucho... así podré tomar el trono...

El corazón de Anna latía acelerado.

-          Algo malo sucederá... puedo sentirlo...

La servidumbre de Palacio se reunió en su habitual comedor, en la construcción contigua al Palacio, donde se encontraban sus habitaciones. El comedor, parecido a una taberna, era atendido por las mismas doncellas, sirviendo los platillos a sus compañeros.

-          ¡Qué demonios tendrá el Rey? – dijo uno de los cocineros; Anna, entre las doncellas, repartían platos. – Es bastante raro que no se reponga desde hace tiempo...

-          Lo peor es que sus hijas no están aquí, y no saben que ha empeorado...

-          Lo siento por la Princesa Eries...

Los comentarios  entre ellos acerca del Rey se escuchaban por todas las pequeñas mesas.

-          No dudo que se trate... de envenenamiento – dijo el cochero. – todos se interesaron por sus palabras.

-          ¿A qué te refieres?

-          Es fácil de imaginarlo, más ahora que la Familia Aston puede perder el trono...

-          ¿Qué? – dijeron las doncellas, al unísono...

-          Lo escuché hace mucho tiempo – continuó Maak, el cochero – si el Rey muere, y no hay un heredero que le suceda, el trono será disputado entre los  allegados del Rey...

-          Pero... – dijo uno de los muchachos encargado de los jardines – El Rey ya tiene un heredero, el Mercader Fassa, ¿no?

-          No es así... la Princesa Millerna rompió su compromiso con él...

-          ¡Es cierto!

-          La Princesa Marlene ya murió; la Princesa Eries se convertirá en Primera Dama de Basram... y la Princesa Millerna simple y sencillamente no es heredera del trono, porque es una mujer... así que no hay heredero...

-          ¡Eso se hubiera remediado si la Princesa Millerna fuera hombre! – las risas de la concurrencia estallaron en el comedor; los tarros chocaban para comenzar a beber... pero Anna estaba intranquila.

-          !Si el Rey Aston muere...

Escitia. Hitomi se encontraba en su habitación; sentada en un escritorio, sostenía su pendiente apoyando sus codos en la plataforma del escritorio.

-          Poseidópolis... la ciudad sumergida – se dijo Hitomi - ¿Será esa ciudad la que vi en aquella visión?

Tocaron a la puerta.

-          ¿Si?

-          ¿Hitomi? – la voz de Dryden se escuchó afuera.

-          Adelante... - Dryden entró a la habitación.

-          ¿Nos acompañarías? Millerna y yo pensamos ir a... ¡Qué es eso? – Dryden observó un grueso libro de Física Cuántica en el escritorio donde Hitomi se encontraba.

-          ¿Eh...? ¡Ah, esto! Lo encontré aquí, entre todos los otros libros...

-          Qué raro... vaya que abundan textos como éstos en este castillo...

-          ¿Acaso... acaso has visto más?

-          Eu... – Dryden pensó si sería bueno decirle a Hitomi acerca de la plazoleta en la Biblioteca – sí, Cehris me permitió entrar a buscar algo que leer y me encontré algo de esto...

-          !Dryden, son libros de la Tierra!

-          ¿Qué?

-          ¡Sí, están escritos en inglés, una lengua de mi planeta! !También conseguí esto – y sacó el CD ROM de uno de los cajones – quienes capturaron a Sylphy me lo vendieron; ¡Me dijeron que provenía del Este, de personajes muy importantes en Gaea! ¡Pero... esto solo existe en la Tierra!

-          ¿Quieres decir... que alguien de la Luna Fantasma está aquí en Basram? – Dryden recordó el extraño sistema de rieles en la biblioteca, los muros metálicos en la ciudad, entre otras cosas que le parecían tan extrañas.

-          Así es... quizás esa persona esté involucrada con la toma de Poseidópolis...

-          ¿Po... Poseidópolis???? – Dryden se asustó al ver que Hitomi sabía también de la leyenda.

-          Van me lo dijo... Ustedes quieren ir a salvar la ciudad...

-          ¡Ah, Van te lo dijo! – Dryden respiro tranquilo.

Los enormes jardines del Castillo, que se extendían detrás de éste, se habían convertido en el lugar favorito de Merle; en vista de que Van se mostraba siempre ocupado con Hitomi, se dedicaba a matar el tiempo ejercitándose en la vasta extensión de jardín.

-          No sé por qué tengo que practicar... no quiero ser como los locos que Van sama entrena en Fanelia... – Merle recuerda cierto acontecimiento en Fanelia, después de la partida de Hitomi, durante la reconstrucción del país.

-          ¡Eso es, levanten los escombros!

-          ¡Jalen con fuerza!

La gente de Fanelia se esforzaba para levantarla de nuevo. Merle se sentía animada; le gustaba pasear entre la gente; por su naturaleza, acostumbraba subir hasta lo más alto de los escombros, siempre para ver qué había más allá, y avisar a la gente. Pero en una ocasión, subida en un gran árbol, pudo ver algo a lo lejos.

-          Miau... ¿Qué es eso que está ahí? – Parecía un cuerpo, de unas 8 costa, parado entre las casas derrumbadas; tenía una larga cabellera que la encandilaba al brillar con los rayos del sol. Pero se veía inerte, inmóvil.

-          ¿Qué sucede, Merle? – le preguntó la señora que siempre la cuidaba, en el suelo.

-          Creo que hay algo raro... será mejor que Van sama venga a investigar...

Resultó ser el Teiring usado por Folken para llegar a Fanelia, cuando la fortaleza Vione se sumergió en el mar de Gaea, frente a Rampant.

-          ¡Es un Guymelf de Zaiback, destruyámoslo! – gritaron algunos.

-          ¡No! – gritó Van, deteniéndolos – Lo mantendremos intacto... puede sernos de gran ayuda en un futuro... – Transportado hasta los hangares de Fanelia, el Teiring dorado permaneció desde entonces reservado para alguien muy especial...

-          !!!!Miau!!!! – gritó Merle al enterarse que el Guymelf sería justo para ella. – ¿Pero por qué?

-          Algún día serás una mujer, y quiero que Folken esté orgulloso; él diseñó éste Guymelf para alguien como tú, así que te entrenaré para manejarlo... – le contestó Van. – ¿... no te da gusto?

-          ¡No quiero, no quiero, no quiero!

-          ¿Quieres que Fanelia vuelva a sufrir lo mismo? – le recriminó Van – Te necesito, Merle; sé que podremos hacer una buena pareja de combate...

El recuerdo terminó; los ojos de Merle estaban llenos de éxtasis, y su cara reflejaba la gran ilusión de ser la pareja de Van... al menos en el combate.

-          ¡Pero tenía que venir Hitomi, grrrr! – su puño se cerró con fuerza, y sus dientes se apretujaron con rabia. – Bueno, si así lo quiere Van sama... en fin...

Cabe señalar que el “entrenamiento” de Merle no empezaría hasta que tuviera 15 años, puesto que no puede resistir el peso de una espada y las armaduras le quedan grandes; además los esfuerzos de Van por hacerla permanecer quieta eran en vano; así que por lo pronto, Van le recomendó que tratara de ser cada vez más ágil, y veloz.

-          Miau... ¿Qué haré ahora? – se preguntó pensativa; una mariposa comenzó a molestarla, haciéndola perder la concentración. - ¡Agggh, déjame en paz! – pero ésta seguía revoloteando, hasta que Merle perdió la cabeza. - ¡Ya verás, estúpida mariposa!.

La persecución comenzó de inmediato; pero la mariposa era bastante rápida (sus 3 pares de alas le daban ventaja); aún así, Merle no se dejaría vencer tan fácil. Entre saltos y veloces estampidas, la siguió por todo el jardín, hasta que la mariposa comenzó a volar cada vez más y más arriba...

-          ¡Grrrr... No me ganarás! – y comenzó a trepar la pared del castillo (el cual, hecho de bloques rocosos, le ofrecían una buena superficie para sostenerse con las uñas). La mariposa parecía provocarla, volando cerca de ella, casi tocando con sus alas la pared rocosa. Numerosos saltos la hacían alejarse del suelo. - ¡Miiiiiiiiaaaaaauuuuuu!  - su garra derecha despedazó en el aire a la infeliz mariposa, cuyos fragmentos volaron lejos con el viento. - !Ja, quién fue la ganadora, eh? – vio una pequeña cornisa a unos metros de ella, y de un salto la alcanzó, para poder lavarse la cara  con el brazo, en señal de triunfo. – Rrrrrrr – comenzó a ronronear, feliz por la victoria, hasta que - ¡Gulp! – se dio cuenta que en su loca travesía, había escalado el castillo, y se encontraba ni más mi menos que en la cornisa más alta de la construcción.

-          Y... y ahora que hago? – a pesar de ser un gato, la gran altura comenzaba a darle algo de vértigo. La cornisa en donde fue a parar pertenecía a un gran ventanal, en la torre más alta del castillo. Llena de miedo, trató de buscar alguna cerradura, que le permitiera entrar a la torre. A través del cristal podía observar una habitación redonda, en cuyo centro una escalera curva permitía el ascenso a varios niveles; la habitación parecía estar sola.

-          No debo mirar abajo, no debo... ¡agh!

A tientas consiguió ubicar donde se encontraba la hoja de la ventana que podía abatirse; el peso de su cuerpo hizo que ésta se abriera, cayendo Merle al interior de la habitación; al instante en el que Merle tocó el alfombrado suelo, una red de haces rojizos se activó al ser interferida con el cuerpo de Merle, y una alarma de sonido electrónico se dejó escuchar. Merle se levantó asustada, con sus orejas agachadas. Detrás de la escalera, y oculto por las sombras de la habitación, un hombre, sentado en un extraño artefacto que se deslizaba por 2 rieles que recorrían toda la habitación, salió para detenerse frente a Merle, a lo lejos; un sonido de engranes y chips advirtieron a Merle que un pequeño aparato salía del costado de la extraña silla del sujeto.

-          Bue... buenos días... – dijo Merle.

-          No deberías estar aquí...

El aparato enfocó a Merle en una pequeña mira telescópica. Una detonación se escuchó.

-          Miiiiiiiaaaaaauuuuuuu...

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