Chocó 7 días

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 EDITORIAL

Genocidio ecológico

Cuando oíamos hablar de protestas por la fumigación con glifosato en otras regiones del país, para erradicar cultivos ilícitos de drogas como la coca y la marihuana, creíamos con ingenuidad que ello no nos llegaría.

Tampoco nos imaginamos un Chocó poblado de guerrillas que hoy, desafiando las inclemencias del tiempo en medio de la selva, se disputan territorios y laboratorios y masacran o desplazan a sus ancestrales poseedores, en una guerra criminal sin cuartel.

Es cierto: los nuevos dueños han sembrado de espanto y de zozobra a la región desde la serranía del Baudó hasta el valle del Atrato y la costa del Pacífico, sin dejar nada a cambio, salvo un saldo de muertos, sangre y lágrimas de campesinos que todavía no entienden por qué los hiere en esa forma la ira del todopoderoso.

Pues ahora lo impensable de hace unos años por decisión del Estado nos llegó a cargo de la policía antinarcóticos y la DEA de los Estados Unidos, en el marco del "Plan Colombia", con 200 uniformados, cuatro avionetas y seis helicópteros, para ejecutar una operación inicial no encaminada a combatir a los criminales que siembran los alcaloides, que se adueñaron de la región y crearon la intranquilidad, sino para acabar con todo tipo de vida vegetal y animal, indispensable para la supervivencia humana y de los recursos naturales que por siglos han mantenido vivos

nuestra selva húmeda y tropical y su biodiversidad, en vía de extinción en el planeta azul.

La decisión adoptada sin aviso ni consulta previa con las autoridades regionales, evidencia primero el total menosprecio a nuestras autoridades políticas gubernamentales y ambientales, y ,en segundo lugar, la forma irresponsable como se predica y aplica la política estatal sobre respeto al medio ambiente.

Para no ir más lejos, hay que recordar la maraña de obstáculos que el ministerio del ambiente le ha colocado sistemáticamente a los estudios sobre la vía al mar, algunos imposibles de superar y que, desde luego, son pretextos para interponerse a su construcción, con la connivencia del gobierno. Pero para salvaguardar la supervivencia de los pueblos indígenas y afrocolombianos, tal como lo expresa el senador Rojas Birry en mensaje al presidente, y para impedir el genocidio ecológico de 8.524 especies de plantas y de 3.463 especies de aves, y poner en peligro la diversidad de especies y de ecosistemas, así como la vida del pueblo chocoano como lo manifiesta el IIAP en su campaña S.O.S. Pacifico, con violación de tratados internacionales, se procedió en el Chocó, sin intentar formulas alternativas como la "erradicación manual, la sustitución de cultivos ilícitos, la seguridad alimentaría y la promoción de mercados verdes".

No es de extrañar todo lo que se hace con el Chocó. Pero la coyuntura sirve, por lo menos, para que nuestras autoridades y voceros dejen a un lado su indolencia y den muestra del grado de compromiso que tiene contraído con el Chocó. Porque lo que acaba de acontecer con el problema de las EPQ es sintomático, revelador y deplorable. No todo se puede lograr a golpes de paros, así la experiencia demuestre que hasta ahora sigue siendo herramienta eficaz de presión. Pero si ello sigue siendo así, sobran quienes ostentan credenciales pero no ejercen cabalmente sus responsabilidades.

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