Art. 47
Las 4 Nobles Verdades
Libro del Dalai Lama.
-T3-
El afecto y la compasión, base de la Felicidad humana.
Aunque resulte difícil de justificar, todo ser humano posee un sentido innato del yo, así como el deseo connatural de alcanzar la felicidad y superar el sufrimiento.
En otras palabras, la vida del hombre está regida por el derecho natural de conseguir la mayor felicidad posible y, en consecuencia, el derecho natural de vencer el sufrimiento.
La historia de la humanidad se ha desarrollado sobre las bases de este sentimiento.
De hecho, este sentimiento no está limitado ni es exclusivo a los seres humanos; desde el punto de vista del budismo, incluso el más pequeño de los insectos lo posee y, en función de sus capacidades, trata de alcanzar cierto grado de felicidad y evitar situaciones adversas.
Sin embargo, entre los seres humanos y las otras especies animales hay una diferencia de grado: la inteligencia humana.
En efecto, gracias a ésta estamos mucho más avanzados y poseemos una mayor capacidad. Sólo nosotros podemos pensar el futuro y proyectarnos en él, sólo nuestra memoria es lo suficientemente poderosa para retroceder en el pasado.
Más aún tenemos tradiciones orales y escritas que nos permiten rememorar acontecimientos ocurridos hace siglos e incluso, gracias a los métodos científicos actuales, millones de años atrás.
No cabe duda de que nuestro intelecto nos convierte en seres muy inteligentes, pero a la vez:
Y precisamente debido a ello en los seres que albergan más dudas, recelos y temores.
La sensación de miedo está mucho más desarrollada en los humanos que en otros animales.
Además, la mayoría de conflictos familiares, por no mencionar los conflictos dentro de las comunidades y entre naciones, así como los conflictos internos de cada individuo, emergen como consecuencia de las diferentes ideas y puntos de vista que nuestra inteligencia nos proporciona.
Así pues, desafortunadamente la inteligencia
Puede ser la causa de los estados de infelicidad mental y, por tanto, una de las fuentes de la miseria humana,
Aunque a su vez es la única herramienta útil para superar estos conflictos y diferencias.
Desde esta perspectiva, es innegable que los seres humanos somos la especie animal que más problemas genera.
Si la vida humana se extinguiera el planeta estaría a salvo. A decir verdad, millones de peces, gallinas y otros animales disfrutarían de cierta clase de liberación.
Sin embargo, es importante utilizar la inteligencia de forma constructiva. Esta es la clave.
Si utilizáramos su capacidad adecuadamente, perjudicaríamos menos a nuestra propia especie y al resto del planeta y, por supuesto, seríamos mucho más felices.
Utilizar nuestra inteligencia correcta o incorrectamente está en nuestras manos. Pero ¿cómo podemos aprender a usarla constructivamente?
En primer lugar, reconociendo nuestra naturaleza y albergando la determinación de que todavía hay una posibilidad real de transformar el corazón humano.
En base a estos presupuestos iniciales, hablaré hoy de cómo el ser humano puede encontrar la felicidad como individuo, ya que, en mi opinión, éste es la clave de la totalidad.
A pesar de los cambios que puedan advertirse en una comunidad, la iniciativa debe proceder del individuo.
Si éste puede convertirse en una buena persona, tranquila y pacífica,
Su cambio generará automáticamente una atmósfera positiva en quienes le rodean.
Cuando los padres son afectuosos y apacibles, los hijos tienden a manifestar las misma actitud y a desarrollar el mismo tipo de comportamiento.
Dado que nuestra actitud como seres humanos a menudo se ve afectada por factores externos, eliminar los problemas que nos rodean constituye una cuestión primordial.
El entorno, es decir la situación que nos rodea, es un factor muy importante para alcanzar un estado de ánimo favorable y feliz.
Sin embargo, el elemento fundamental, y que complementa al anterior, es nuestra propia disposición o actitud mental.
La situación ambiental puede no ser favorable, puede ser incluso ser hostil, pero si nuestra actitud mental es la correcta, no afectará nuestra paz interior.
Por el contrario, si nuestra disposición mental no es la adecuada, a pesar de estar rodeados por nuestros mejores amigos y contar con las mejores facilidades, nunca seremos felices.
Esta es la razón por la que la actitud mental es más importante que las condiciones externas.
Sin embargo, la mayoría de la gente parece más preocupada por las condiciones externas que por su propia disposición mental.
En este sentido, mi propuesta es que deberíamos prestar más atención a nuestras necesidades interiores.
En efecto, aunque hay un gran número de cualidades que pueden proporcionarnos la paz mental, desde mi humilde experiencia creo que
Las más importantes son la compasión y el afecto humanos, es decir, el sentido connatural a nuestra especie de ser humanitarios.
Permítanme explicar a qué me refiero con la palabra "compasión".
En general, nuestro concepto de compasión o amor engloba los sentimientos de intimidad que tenemos respecto a nuestros amigos y personas amadas.
Sin embargo en ocasiones el significado de "compasión" se confunde con el de "piedad". Nada más alejado de la realidad.
Cualquier sentimiento de amor o de compasión que entrañe menospreciar al otro, sentir lástima por él, no es genuinamente compasión.
Para que sea auténtica, la compasión tiene que basarse en el respeto por el otro y en la convicción de que los demás tienen el mismo derecho de ser felices y superar el sufrimiento que nosotros.
Sólo si somos capaces de advertir el sufrimiento de los demás podremos desarrollar un auténtico sentido de compasión.
Si albergamos sentimientos negativos hacia los demás y a pesar de ello esperamos que nos traten amigablemente, estamos siendo muy ilógicos.
Si lo que deseamos es que nuestro entorno sea más cordial, debemos ser los primeros en asentar las bases para conseguirlo.
Independientemente de si la respuesta de los demás es positiva o negativa, nosotros hemos de sembrar la semilla de la simpatía. Si después de hacerlo la respuesta que recibimos sigue siendo negativa, tenemos pleno derecho a actuar en consecuencia.
Albergando dicha convicción, cuando conozco a una persona sé que me hallo frente a un hermano y me acerco a él espontáneamente. En la mayoría de los casos, la respuesta de la otra persona es mimética y se convierte en un amigo. He de reconocer que a veces me equivoco, pero dado el caso tengo plena libertad de reaccionar de acuerdo con las circunstancias.
Por consiguiente, deberíamos acercarnos a los demás abiertamente, siendo conscientes de que toda persona es un ser humano como nosotros.
Si deseamos tener un amigo verdadero, primero debemos hacer que la atmósfera que nos rodea sea positiva.
A fin de cuentas, somos animales sociales y, en consecuencia, la amistad es muy importante.
Pero ¿cómo lograr que los demás esbocen una sonrisa?
Si nos mostramos imperturbables y desconfiados, nos resultará muy difícil.
Es posible que la gente nos obsequie con una sonrisa artificial si tenemos poder y dinero, pero no debemos olvidar que una sonrisa genuina sólo procede de la compasión.
-Así pues, la pregunta es cómo desarrollar la compasión. ¿Podemos desarrollar una compasión objetiva?
Mi respuesta es definitivamente afirmativa. En mi opinión la naturaleza humana es sensible y compasiva, aunque la mayoría de la gente piense que su principal característica es la agresividad.
Una disposición afectuosa no sólo favorece la paz y el sosiego mentales, sino que también repercute positivamente en nuestro cuerpo.
Por el contrario:
El odio, los celos y temores afectan nuestra paz mental, provocando una reacción física adversa.
Incluso nuestro cuerpo precisa paz mental, cualquier tipo de agitación le es siempre perjudicial.
Por consiguiente, aunque haya personas que sostengan lo contrario, soy de la opinión de que, si bien la agresividad forma parte de nuestra naturaleza, el factor dominante de la vida es el afecto humano, razón por la que es posible reforzar la bondad innata de nuestra naturaleza humana.
-Por otra parte, si profesamos una religión, nuestra fe puede ser de gran utilidad para potenciar estas cualidades.
Los Evangelios, por ejemplo, nos enseñan a poner la otra mejilla, muestra inequívoca de la práctica de la tolerancia.
Para mí, el principal mensaje de los Evangelios es el amor a nuestros semejantes y la razón por la que debemos potenciar este amor es precisamente porque amamos a Dios.
Esta clase de enseñanza religiosa es muy útil para aumentar y potenciar nuestras buenas cualidades.
La aproximación budista presenta un método muy claro.
En primer lugar tratamos de considerar por igual a todos los seres sensibles. A continuación consideramos que la vida de cualquier ser es tan valiosa como la nuestra y a partir de aquí, desarrollamos nuestro interés por los demás.
¿Qué ocurre en el caso de alguien que no profesa ninguna fe religiosa?
Sigamos o no un credo religioso, la cuestión que nos ocupa está relacionada con los derechos del individuo.
En este sentido, es posible, e incluso a veces más sencillo, no tener que recurrir a la religión.
No obstante, aunque no se profese religión alguna, el valor de las buenas cualidades humanas jamás debe ser abandonado.
En tanto que seres humanos y miembros de una sociedad, necesitamos de la compasión humana para ser felices.
Dado que todos deseamos alcanzar la felicidad, tener una familia y unos amigos felices, debemos potenciar y desarrollar la compasión y el afecto.
Es muy importante reconocer que hay dos niveles de espiritualidad:
Uno guiado por la fe religiosa
Y el otro totalmente independiente de ésta.
Potenciando el segundo nivel simplemente tratamos de ser personas con buen corazón.
Deberíamos recordar también que cultivar una actitud compasiva conduce indefectiblemente a la no-violencia.
La no-violencia no es un término diplomático, es la compasión en acción.
Si nuestro corazón alberga odio, nuestras acciones serán violentas, pero si tenemos compasión, serán no-violentas.
Como he dicho anteriormente, mientras el hombre habite la Tierra siempre habrá desavenencias y conflictos.
Si para evitar dichas diferencias hacemos uso de la violencia, nuestra vida cotidiana se verá teñida diariamente por ésta y el resultado será terrible.
A decir verdad, es imposible dirimir las diferencias a través de la violencia.
La violencia sólo conduce al aumento del resentimiento y la insatisfacción.
La no-violencia significa diálogo, es decir utilizar el lenguaje para comunicarse.
Dialogar significa comprometerse: escuchar otros puntos de vista y respetar los derechos de los demás con un espíritu de reconciliación.
-A veces he calificado al siglo XX de sanguinario, el siglo de la guerra.
Desde el presente y teniendo en cuenta las experiencias que todos hemos sufrido en este siglo, así como todo cuanto hemos aprendido de ellas, deberíamos lograr que el próximo siglo fuera el siglo del diálogo.
El principio de la no-violencia debería ser practicado en todo el mundo.
No puede lograrse simplemente a través de la meditación.
La no-violencia significa trabajo y esfuerzo, mucho más esfuerzo todavía.
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