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 EDITORIAL

Sin ciudad, sin acueducto y sin autoridad

Finalmente, al parecer, hizo crisis la abominable situación en la que sobreviven los cerca de 150 mil habitantes de Quibdó, que nada tienen que envidiar a las poblaciones más descaecidas del continente africano.

El burgomaestre declaró que este asunto de las ostentosas y mal llamadas empresas públicas de la capital del Chocó, tocó fondo y es lo único sensato que le hemos oído decir.

Para algo ha de servir este dramático episodio. Los medios de comunicación nacionales y regionales se han ocupado de las protestas populares frente a una ignominia que alcanza 70 días sin suministro de agua potable, un "privilegio" al cual tenía acceso solo el 30% de la población. El 70 por ciento restante –en contraste– es el que elige a la corruptela política que tiene sumido a Quibdó en su miserable condición.

Nos acabamos de enterar que el gobierno nacional por medio de la Superintendencia de Servicios Públicos intervino la empresa, lo que equivale por ahora a cancelarle a sus trabajadores los sueldos y prestaciones, a cargo de una interventoría y liquidación –con el subsiguiente paso a la privatización– donde los políticos locales no tengan injerencia en la administración.

Francamente nos parece plausible la determinación, así después de restablecido el esencial servicio comiencen los rechazos por las alzas y cobros, tal como acontece con la energía eléctrica, hoy cara si se quiere pero regularizada.

Hemos llegado a estos extremos porque la clase dirigente regional del Chocó no ha correspondido a nuestras expectativas.

Existe una cadena de enriquecimiento ilícito y de corrupción que parte del congreso y se distribuye hacia la gobernación, las alcaldías y los organismos descentralizados.

En el Chocó todo está en quiebra. La fábrica de Licores se le escrituró a un "gigante" de la política regional que la arruinó, con gerentes títeres y gobernadores laxos. De la Lotería del Chocó lo que quedan son los escombros de un edificio de ocho pisos habitado por ratas. ¿Para qué proseguir en este catálogo de dolientes tragedias que estremecen el alma?

En el encabezamiento de esta nota dijimos que no teníamos ciudad. Es cierto: Quibdó desapareció en manos de la informalidad, del desorden urbano y de la falta de planeación. Y eso es conexo con la carencia de autoridad. Las autoridades municipales parecen no percatarse –o se hacen– de lo que es y se vive en Quibdó.

La Alameda Reyes, cuya gráfica fue publicada en este periódico, ofrece un espectáculo de inaceptación que ninguna autoridad puede ignorar.

Los problemas que afligen a Quibdó se han dimensionado de tal manera, que las propuestas conocidas de los grupos políticos que se han disputado el control de la alcaldía, resultan obsoletos y francamente desechables.

El cordobismo, que tuvo su manejo durante cuarenta o más años, y el MLP de los Sánchez M. de Oca, que los desplazaron, han fracasado en el propósito de hacer de Quibdó, una ciudad nuevamente acogedora y autosuficiente.

El problema de las EPQ, aclaramos, puede redimirse por ahora, con la solución del paro laboral. Pero la cuestión de fondo seguirá siendo la solución de la provisión de agua a los quibdoseños. El sistema actual de bombeo no garantiza que en el futuro funcione para los que hoy lo reciben con racionamiento, y mucho menos para su expansión a los sectores de población que no reciben el servicio.

Por todo lo anterior, tendremos que persistir en el empeño de soluciones definitivas. La única posible es la del acueducto por gravedad, compromiso firmado por el gobierno desde el paro cívico del 2000. Chocó 7 días emprende desde hoy esta nueva campaña en la seguridad de que será, como todas las anteriores, exitosa.

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