Mi mejor amiga me invitó a una de sus reuniones con
la finalidad de integrarme a su grupo de baile hawaiano.
Cuando llegue me encontré con un grupo de señoras, de entre 30 y 45 años,
que consiguieron una maestra de Hawaiano,que según mi amiga
se encargaría de mantenernos en forma y de paso agregaría
alguna gracia a nuestros movimientos.
Esto es... nos enseñaría a “mover el bote” (cadera) con sabor y estilo.
Recuerdo aun la primera y última clase a la que asistí en calidad de observadora.
Me hubiera gustado grabarla en video, pero me temo que mi vida hubiera corrido peligro inminente a partir de ese momento, razón por la cual desistí de la idea.
Todas las damas ahí reunidas (la sala de la casa, con los muebles movidos lo mas cerca posible de la pared
para crear el espacio necesario para la labor a realizar)lucían nerviosas y ruborizadas, varias de ellas por falta de oxigeno, debido a que al tener que usar “payasito” o mallas, tuvieron que recurrir a las mas poderosas fajas que mantuvieran firme y fuera del alcance del ojo crítico de las demás presentes, las
terribles “llantitas” (algunas como de camión carguero) que lo único que provocaron fueron desmayos y conatos de infarto; ya que a los primeros quiebres de cintura, las pobres (fajas) dieron de sí, con funestos resultados.

Hay que mencionar que todas hicieron su mejor esfuerzo tratando de imitar los movimientos cadenciosos
de la maestra en cuestión. No pude evitar que me viniera a la memoria las imagenes de la película “Fantasía” de Walt Disney, solo que en esta ocasión, los hipopótamos,(o... ¿eran elefantitos?) digo, las "chicas", en vez de “tu tus”, vestían faldas de rafia de brillantes colores.

Cuando la clase terminó, la maestra fue debidamente felicitada, y a mi manera de ver con muchísima razón.
Hacer mover a 8 mujeres algunas bastante pasaditas de peso, no es ninguna tarea fácil. Especialmente a la
más gorda, la cual felizmente expresaba su satisfacción por haber logrado el pasito llamado “cajitas”, que es una especie de balanceo de la pelvis, de atrás hacia delante y de derecha a izquierda, sin mover el resto del cuerpo, y mucho menos las piernas, lo cual costó no pocos tropezones, y que supongo yo; solo las Hawaianas logran hacer sin que les cueste un torzón. Yo juro que jamás ví a la gorda lograr tal movimiento. Pero mi palabra no tiene mucho peso contra la de las demás señoras y una maestra muy orgullosas de “haber logrado su objetivo”

Terminada dicha clase, las "chicas" debidamente compuestas, después de haber hecho el viaje de rigor a la recamara, para volver como la vecina de al lado, o la amiga de siempre, tomaron nuevamente posesión de la sala, con los muebles nuevamente en su lugar por arte de Magia. (Magia es la chica que ayuda a mi amiga en las labores caseras, y a la cual llaman así porque parece maga, se saca de la manga las más increíbles excusas, cuando se le hace tarde o simplemente no llega a cumplir su cometido)

Esta vez con nuestras tacitas de café o te, debidamente endulzado, con "sweet low", y tremendas rebanadas de pastel de chocolate, supongo que también bajo en calorías, pero que a juzgar por el tamaño de las mismas, igual hubiera sido que las comieramos con ellas. No pude evitar preguntarme: ¿habrán logrado rebajar algunos gramos después del tremendo ejercicio ejecutado?, o será solo cuestión sicológica o mala fe, lo que nos lleva a decir unas a las otras, lo bien que lucimos y lo mucho que estamos rebajando. Para no hablar de cuando vamos juntas de “Tiendas”, y nos llevamos dos tallas mas chicas al vestidor, y salimos fascinadas, diciendo que nos sentaron a las mil maravillas. - "La ropa simplemente nos queda perfecta" - y no tenemos nada que envidiarle a la mejor modelo europea. "Parecería que la hubieran elaborado especialmente para nosotras"

Aun cuando al día siguiente tengamos que regresar de incógnitas, a cambiarlos por la talla correcta. Sabemos que la vendedora jamás nos traicionará, perderían sus jugosas comisiones en caso contrario, además del placer que les causa reír un poco a nuestras costillas.

Pero volviendo a la dichosa reunión, mientras degustabamos nuestro delicioso pastelito y bebíamos nuestro café, amenizabamos el rato charlando de nuestro tema favorito ¡El Chisme! (¿será comunicación en este caso?)
Las que faltaron... o sus maridos, casi siempre son el blanco perfecto y salen a relucir las aventuras de los maridos (de las ausentes, claro).
¿Cómo se enteran? (las mas chismosas desde luego) es un misterio, pero siempre hay alguien que vió al marido de fulanita comiendo muy entretenido en un restaurante, en compañía de su secretaria. (A lo mejor el pobre hombre, solo discutía negocios, pero a esas alturas su reputación, queda para siempre mancillada.) Y otra habla de los cálculos renales del suyo, y así sucesivamente, parecería, que ninguna quiere ser menos que la anterior, y se cuentan las mas aterrorizadoras historias de lo que puede ser un matrimonio.
Cuando finalmente llega la hora de la despedida, nadie se quiere ir la primera, sabemos que de hacerlo,
Las que se quedan, harán literalmente pedazos a la que salió. Saldrá a relucir su ropita sucia, y ninguna queremos tomar el riesgo. Y así como por un acuerdo tácito,(imagino que alguna especie de comunicación mental)
Decidimos salir todas a la vez, solo por sí “acaso”. No faltan las que se van juntas en el mismo auto, y de
sobra es sabido que se “comerán al resto” pero eso... eso ya es otra historia.
Sandy