Transilvenio: Las Crudezas

En esta página me dispongo a hablar de aquellas cuestiones que tienen que ver con Transmilenio que son realmente desagradables de discutir, y que no pueden ser achacadas a simplemente errores de planeación o a "los desadaptados".

Antes de comenzar quiero aclarar que aunque no soy muy amigo del llamado neo-liberalismo, hay que reconocer que los problemas de Transmilenio poco tienen que ver con esta doctrina económica como muchos piensan. De hecho, si en algo insiste el neoliberalismo es en el beneficio al consumidor y en el importante papel regulador del estado en las situaciones en que la libre competencia no implica la mayor optimidad económica. Los problemas por el contrario son en buena parte causados por décadas de negligencia que llevaron al caos actual del Transporte. El Estado, además de su debilidad, consintió el continuo aumento del número de buses como forma de generar empleo (como consintió la economía informal en su momento), algo que a largo plazo era muy perjudicial para el usuario y que en algún momento habría que revertirse. Con Transmilenio está empezando a ocurrir.

Primero que todo, hay que tener en cuenta la importancia de Transmilenio como un sistema concertado entre el Estado y los transportadores. Si no se hubiera hecho una propuesta con notable participación de estas últimas, probablemente el sistema nunca habría arrancado, como ha sucedido con los numerosos proyectos de Metro. Además, conociendo la generalizada corrupción e ineficiencia estatal, no es en prinicipio mala idea que haya intereses privados en juego que tienen mucho que perder como para descuidar el sistema.

Segundo, hay que entender que CUALQUIER sistema de transporte que fuera más eficiente que el que existía, habría generado muchos de los mismos problemas que se están viendo con la entrada en operación del sistema, tanto internamente como por sus consecuencias secundarias. Es muy posible que un metro hubiera tenido efectos secundarios más importantes que Transmilenio.

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