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 EDITORIAL

Algo huele mal en Dinamarca

Por cuenta del evidente propósito reeleccionista que anima al actual gobierno, estamos llevados del diablo.  Se perdieron las metas de seguridad democrática y de anticorrupción, portaestandartes y banderas de la campaña presidencial de Uribe Vélez, en la medida en que afloraron sus aspiraciones de continuidad en el poder, contra todas las previsiones y la tradición constitucional de la República.

El país -perplejo- ha vivido esta metamorfosis, que le ha devuelto al exgobernador y exsenador de Antioquia, su verdadera  dimensión política.  Pese a los guarismos de las encuestas que lo colocaron en la cresta de la opinión inicialmente con un índice de favorabilidad sin antecedentes, el globo comienza a desinflarse en la medida que pasa el tiempo y el pueblo comienzan a sentir los efectos de una ideología y de unas políticas manifiestamente contrarias a sus intereses.

Los consejos comunales tan promocionados por los medios televisivos oficiales, en los cuales el autoritario mandatario hace gala de su desprendimiento y preocupación, imparte ordenes perentorias a sus subalternos y da la sensación de estar atento frente a los múltiples reclamos de las comunidades, a nuestro juicio y el de connotadas opiniones respetables no pasan de ser activismo político populista.  La verdad del sainete presidencial televisivo, es que está en cam paña y lo seguirá estando hasta cuando se agote la posibilidad de ser reelecto, algo que está por verse.  Si ya una vez los demócratas colombianos derrotamos el referendo de Uribe Vélez, que también perseguía la perpetuación en el gobierno de Uribe Vélez, ¿por qué es imposible detener sus aspiraciones autoritarias para sostenerse?.

A los amigos de la reelección le formulamos una sola reflexión:  ¿Qué ocurrirá con la república cuando un mandatario arbitrario, disponga de los recursos y de la fuerza pública para su reelección inmediata?  ¿En dónde irán a parar los derechos de la oposición y las voces independientes?  ¿Cuál será el destino de las garantías ciudadanas? ¿Qué pasará con el presupuesto nacional y con las vocerías en el congreso que no se sometan a la férula gubernamental?.

A propósito de presupuesto nacional, en el umbral de lo que está por venir, ya existen antecedentes alarmantes de actualidad sobre lo que viene en camino:  A última hora se aprobaron partidas del presupuesto nacional por 1.3 billones para obras regionales en las cuales estaban interesadas las bancadas uribistas; a la presidencia se le adjudicó un rubro de 500 mil millones que los expertos consideran servirán para alimentar la campaña reeleccionista; y el contralor general de la república llama la atención porque de los 98 billones para el año entrante el 38 por ciento de los recursos se van para el pago de la deuda externa e interna, 16 billones para el pago de pensiones, 15 billones para la salud y educación y 10 billones para la defensa y funcionamiento del estado.

Ni en estas cifras multibillonarias ni en el mega proyecto de 2.500 de Invías que le concedió unos kilómetros de pavimentación a la vía El Siete, El Carmen o a La Mansa, no encontramos justificación alguna a que sin previa consulta con las autoridades regionales se les de prioridad en los planes nacionales de obras públicas a construcciones que si bien revisten interés público, no sobrepasan las expectativas que en materia de vías, han sido identificadas como prioritarias para nuestro desarrollo.

Algo huele mal en Dinamarca.

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