Capitulo 3
Carta de Lagos a los Chilenos......
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LO PRIMERO ES FORTALECER A NUESTRAS FAMILIAS
Todos los chilenos queremos a nuestra familia. Ella es el núcleo básico de nuestra sociedad. Es nuestra primera escuela; el lugar donde aprendemos valores esenciales, como la lealtad y la sinceridad. Es el espacio en que nos sentimos protegidos, queridos, donde crecernos y donde depositamos nuestros más profundos afectos. Es la mejor fuente de la energía y la estabilidad que nos alimentan para enfrentar las numerosas dificultades del mundo en que nos movemos. Cuando se afecta tan gravemente una sociedad, como lo hizo la dictadura en Chile, la familia también se ve tensionada, pero se hace más importante aún.
Es mi experiencia y uno de mis mas preciados logros: haber sido capaz de construir una familia donde imperan estos valores, de los que podemos nutrirnos a diario. Para los jóvenes, la familia es el principal grupo de referencia. Todos queremos tener una familia, la inmensa mayoría quiere casarse y tener hijos. Por otra parte, nadie está "a favor" de los embarazos prematuros ni es "partidario" de divorciarse. A las mujeres y a los hombres no les gusta que les engañen o les peguen.
Debido a su gran significación, es habitual que se hagan discursos sobre la importancia de la familia y la maternidad, pero en la práctica existen , formas de trabajo y de comportamiento difíciles de conciliar con una vida familiar satisfactoria. Todos sentimos que es un deber apoyar a la familia, pero hay que hacerlo con políticas públicas concretas y no sólo con frases hechas. Debemos enfrentar los problemas reales con soluciones para la seguridad familiar, que incluyan la vivienda y la salud, pero también debemos tener respuestas para la violencia y la amenaza de la droga. Por otra parte, es necesario compartir con los jóvenes, mantener con ellos una comunicación abierta, sincera y que ayude a formarlos, abordar con franqueza las dificultades reales de¡ matrimonio y, especialmente, de la paternidad y la maternidad; prepararlos para enfrentarías y ayudarlos cuando tengan dificultades para hacerlo.
Una familia forma parte del patrimonio cultura¡ de Chile. En ella tenemos una reserva de recursos éticos, tales como la solidaridad, que es la herramienta más poderosa para alcanzar una sociedad más justa, construida sobre valores. Son las familias reales las que se apoyan una a otras en el vecindario para enfrentar tiempos difíciles. Y es un deber de las políticas públicas ayudarlas de una manera práctica y concreta, pero con un enfoque humanista. No con una visión estrecha y basada en una particular concepción, sectaria y excluyente, de cómo debe ser la familia. Eso no es más que intolerancia. Para que las políticas familiares sean realistas y eficaces debe considerarse la riqueza de su variedad y complejidad. De ellas nos informa el último Censo Nacional en su detalle sobre los hogares: a modo de ejemplo, la familia que incluye a otros parientes, además de los padres (familia extendida), corresponde a sólo 40 por ciento de los hogares, lo que constituye un gran cambio respecto del pasado. La familia nuclear, que abarca a padres e hijos y en la que sólo el hombre trabaja fuera de la casa, hoy corresponde apenas a un tercio del total. Uno de cada cinco hogares tiene una mujer a cargo del sus@ tento familiar y aumenta el número de familias a cargo de abuelos o hermanos.
Cualquiera que haya leído al Padre Hurtado sabe que las diferencias entre las familias chilenas no son nuevas, y que ellas tienen principalmente que ver con la evolución social y económica de Chile. A la mayoría de los hogares les cuesta adaptarse al nuevo. papel de la mujer y el hombre, a la falta de tiempo, a la presión consumiste y, sobre todo, a la tensión que deriva de la carencia de medios o recursos para realizar el ideal de la familia. En su seno, la inseguridad y el temor están bastante generalizadas.
Reconocer estas diferencias permite enriquecer las políticas con valores. ¿Qué sentido tendría la ética si no se aplicara a los hechos? Como señaló nuestra primera general de Carabineros, Mireya Pérez, tener una familia no es solamente tenerla con un marido. También con los hijos se puede tener una familia bien constituida. Los valores no cambian. Hay que ser consecuente con la realidad, hay gente que aparenta una situación que en realidad no existe.
Es ético liberar a los hijos de los errores de sus padres. No lo es, relegarlos a la condición infamante de "ilegítimos" o "huachos". Lo ético es que las estudiantes embarazadas puedan terminar sus estudios; lo inmoral es empujarías premeditadamente a un grupo de mayor pobreza. Por eso, cuando fui Ministro de Educación dicté una resolución por la cual las estudiantes embarazadas Podían seguir sus estudios, porque lo anterior me parecía muy injusto: el joven que había tenido participación en el hecho, como no había quedado embarazado, podía continuar estudiando, no recibía una sanción, si de eso se trataba, y por supuesto la niña, cuando ante la aflicción de lo ocurrido decidía abortar, también podía continuar estudiando porque no quedaba constancia de que hubiese estado embarazada. En suma, esa disposición nos parecía aberrante porque, en último término, castigábamos a' la niña que se atrevía a asumir las consecuencias de lo ocurrido y tener la guagua. No fue una decisión fácil, recuerdo que tuvimos una larga conversación con Monseñor Oviedo y éste al final, con gran comprensión me dijo: "Ministro dicte la Resolución". Para evitar adolescentes embarazadas, más que sancionar, hay que ayudarlas a superar su situación. Esto implica completar la formación moral con una adecuada educación sexual. Es más ético atender a las embarazadas solteras en el sistema de salud pública y educacional que rechazarlas.
Es ético apoyar a las familias cuyo jefe es una mujer sola; no lo es presumir que su abandono es el pago de alguna culpa. Es ético apoyar a los abuelos que cuidan a sus nietos, aunque esa familia no sea un matrimonio. También es más ético establecer un divorcio que proteja a los hijos y no mantener la mentira institucionalizada de las nulidades o apoyar, de hecho, una relación basada en la violencia o la desvalorización de los auténticos papeles de esposa y marido, padre o madre.
Lo correcto es asegurar protección policial y judicial a las mujeres maltratadas dentro o fuera del matrimonio. Lo inmoral es pedirles que se resignen de por vida a esta situación. Es ético que la dignidad de mujer como persona humana sea reconocida al mismo nivel que la del hombre, en lugar de mantener criterios arcaicos. Es ético también asegurar la igualdad de hombres y mujeres en el mercado laboral, combatir la discriminación contra la mujer y colaborar para que no viva agobiada por una doble jornada: la de su empleo y la de su casa y sus niños.
Más vale reconocer que algunas veces la familia no puede preocuparse de sus miembros en la tercera edad; la sociedad está obligada a buscar soluciones para este problema. Lo ético es asegurar educación preescolar para todos los niños v niñas; no lo es consolidar la desigualdad ya antes de¡ ingreso a la educación primaria. En una palabra, lo ético es privilegiar la ayuda a las familias que más lo necesiten.
A algunos conservadores no parece preocuparles la necesidad de actuar con criterios éticos frente a la realidad de la familia chilena: lo que les preocupa es rechazar lo que se aparta de su propia visión de la familia. Para ellos, el único elemento en que se basa el matrimonio parece ser su indisolubilidad. ¿Y qué hay de los valores espirituales del amor, la sinceridad, la lealtad, la búsqueda conjunta de la felicidad, el socorrerse mutuamente, la gratuidad del afecto y la solidaridad?
Quiero, en consecuencia, una familia donde no exista el temor a que nuestros hijos queden en la ignorancia porque el estado les garantiza a todos una educación de calidad, en donde ningún joven vea limitadas sus posibilidades de soñar porque sus padres no tienen plata para pagar su educación. Quiero una familia donde no exista el temor a la enfermedad o al accidente, porque hay un sistema de salud eficiente y equitativo, quiero una familia donde no exista el temor a que no hay con qué pagar el pan de cada día, porque el padre o madre quedó cesante. Quiero una familia donde no exista el temor a la vejez, porque existe un sistema de previsión y de pensiones digno.
Hoy la familia chilena está acechada por estos temores, pero hoy Chile puede derrotar estos temores. Por eso pongo en el centro de mi acción la familia y dentro de la familia te invito a ti, chileno y chilena, a derrotar estos miedos y temores. Si lo hacemos, viviremos en una sociedad más justa.
Debemos terminar con el miedo de los niños de Chile
Veamos qué ocurre hoy con estos temores. El miedo a la ignorancia comienza con niños y niñas que continúan siendo parientes pobres de la prosperidad a pesar de nuestros éxitos económicos. Así lo prueban las cifras de maltrato infantil, el millón de niños que continúa viviendo en la pobreza según la última encuestas CAS o los 400 mil niños y niñas que viven en la indigencia, como lo señala la Iglesia Católica, la baja cobertura de la educación preescolar, entre otros indicadores.
La política de infancia que siga Chile deberá tener un enfoque mucho más amplio que las desarrolladas hasta ahora. Chile debe respetar la Convención Internacional de los Derechos de¡ Niño en todos sus aspectos, no sólo aquellos que se relacionan con la cruda realidad de la pobreza, sino los que tienen que ver con la cultura, la recreación, el esparcimiento, la comunicación entre adultos y niños, la relación entre niños y niños, y con la comunicación social, Es importante aumentar rápidamente la cobertura de la educación preescolar, especialmente para los ,hogares que viven en la pobreza y en la extrema pobreza, dotando de presupuesto a las instituciones que trabajan en el área. No bastan las paredes y el techo de un jardín. Estos deben tener recursos suficientes para que los niños dispongan de juguetes y material didáctico y personal calificado encargado de cuidarlos, de modo que los más pobres tengan las mismas oportunidades de desarrollo de sus capacidades cognitivas, sociales y efectivas que los que van a jardines privados. Nos preocupan en especial los niños rurales y los hijos de madres trabajadoras y jefas de hogar. Allí, como aprendí en el Ministerio de Educación, hay que hacer programas especiales para las madres y padres.
En el Ministerio de Educación aumentamos en casi 30 por ciento la cobertura en educación preescolar. Pero tenemos que llegar a una cobertura completa, porque aquellos niños que no tienen educación preescolar llegan en desigualdad respecto de aquellos que la tuvieron, cuando inician sus estudios en primer año básico. Como ha dicho un educador, los niños en Chile son iguales hasta los 18 meses; a partir de allí, dependiendo de sus experiencias en el ámbito preescolar, comienza la diferenciación, la desigualdad para unos y otros. En el Chile del Siglo XXI, los niños no pueden ser discriminados, todos tienen que tener una oportunidad de acceder a una educación de igual calidad que los prepare para la lucha por la vida.
A todos debe preocuparnos la baja cobertura de salas cunas. Con frecuencia las mujeres no pueden trabajar en un empleo remunerado porque se tiende a suponer que ellas son las únicas responsables del cuidado infantil. Pero un país moderno considera al hombre y a la mujer como corresponsales de los hijos. Es indispensable encontrar y entregar soluciones no discriminatorias y financiadas, para evitar el drama de guaguas "encargadas" a los hermanos mayores. Para apoyar a las madres que trabajan angustiadas y resentidas porque no tienen una solución adecuada al cuidado de sus hijos.
Un tema fundamental con relación a la niñez, es cómo y cuándo adquieren un espíritu democrático. El autoritarismo, la pasividad, la indiferencia, el individualismo y la falta de iniciativa no son hereditarios. Se crean y se desarrollan en la cultura, en el tipo de socialización que los chilenos sepamos brindar a las nuevas generaciones. Los valores democráticos se aprenden en la relación con los padres, con los pares, en la escuela, mirando televisión y escuchando radio.
Nos preocupa también el trabajo infantil y juvenil, que no hace más que reproducir la pobreza, pues aquellos niños y adolescentes que trabajan se ven forzados a abandonar un mundo que naturalmente les corresponde. No sólo dejan de ser jóvenes o niños demasiado pronto. Eso ya es muy malo. Pero además deben abandonar sus estudios. Con ello se limitan o se acaban sus oportunidades de acceder a empleos mejor remunerados cuando sean adultos.
Por otra parte, debemos reducir drásticamente el maltrato infantil, que sólo se hace público cuando un caso extremo escandaliza las conciencias de los ciudadanos. Hay que perfeccionar la legislación y enfrentar seriamente la educación de los padres o parientes, utilizando mecanismos eficientes y masivos.
Nos preocupa la drogadicción, el alcoholismo y la prostitución de niñas y niños. Creemos que estos males son un reflejo de las carencias de una política de salud que hasta ahora ha sido capaz de erradicar la desnutrición y la mortalidad infantil, pero no ha logrado desarrollar masivamente políticas de prevención de estos dramas sociales y de muchos otros, que están destruyendo a niños y jóvenes, especialmente a los más pobres.
El Chile moderno, próspero y democrático, no se construye sobre estas inequidades. Es difícil desarrollar valores como la solidaridad, la responsabilidad ciudadana, la no violencia, la confianza en sí mismo y en los demás, cuando alrededor de tantos niños y niñas sólo se percibe carencia y desesperanza.
También debe haber igualdad de oportunidades entre generaciones: las de hoy no pueden consumir el capital de medio ambiente y los recursos naturales del país de nuestros hijos y los suyos; los ahorros provisionales de hoy deben ser suficientes para mañana, de modo de no dejar caer ese peso sobre las futuras generaciones.
Hacer amistosas las ciudades
Por otra parte, hay que planificar una ciudad en la que los niños, sus padres y sus abuelos puedan vivir desplazándose lo menos posible. Para eso se requiere contar con buenos colegios y buenos servicios, para no tener que trasladarse de un lado a otro a realizar cualquier trámite.
Necesitamos que nuestras ciudades sean amistosas, que tengamos siempre presente que, más que una suma de casas y calles sin racionalidad ni armonía, deben ser el fruto de un diseño funcional, armonioso y a escala humana. Las familias necesitan espacios públicos hermosos y seguros, con cuya mantención se sientan comprometidos y a los que puedan contribuir activamente. Como dice la canción de Santiago del Nuevo Extremo, quiero una ciudad sin temor, para todos construida.
Tenemos que cicatrizar las heridas que dejó la segregación social impuesta por la dictadura en nuestras ciudades. En 1984, esta violencia llevó a Gonzalo Vial a señalar que, Hay algo que incita a la rebeldía en una erradicación forzada. Esa incitación es la de sentirse chileno de segunda... La convivencia diaria de las clases es una necesidad y un beneficio.
Terminar con el miedo a la ignorancia y la falta de preparación
Es positivo que todos estemos de acuerdo en que la educación es el principal camino a la equidad. Sin embargo, para que esto sea cierto hay mucho por hacer, se requiere asegurar educación de calidad para todos los niños y jóvenes de Chile.
El criterio de éxito no es el aumento de¡ gasto y ni siquiera el mejorar las escuelas pobres para ayudarles a superar sus propios resultados anteriores. La cuestión es si todos los niños y niñas reciben una educación de calidad suficiente para desempeñarse bien en el mundo de hoy. El criterio para medir el éxito debe ser la desaparición de la desigualdad educativa. Esta es una carrera contra el tiempo, porque mientras los países tratan de mejorar la educación, el avance de¡ conocimiento y la tecnología aumenta las diferencias educacionales, en la medida en que muchos estudiantes van siendo dejados atrás, pateando piedras, como cantaron Los Prisioneros.
Directores comprometidos, profesores con una auténtica vocación de servicio, padres que participen dinámicamente en las actividades escolares y niños con un gran potencial intelectual, son los ingredientes de la receta para aumentar la calidad de la educación en el sistema público,
Aquí importan los contenidos, el financiamiento y el desarrollo institucional. No podemos avanzar más rápido con falta de motivación de los profesores, que se sienten ignorados. Necesitamos una revisión selectiva, pero constante, de los contenidos de la enseñanza. No es posible aceptar perversiones en la distribución de recursos como las provocadas por una mala aplicación del financiamiento compartido. Debemos examinar a fondo la inseguridad que provoca la descentralización, que algunos parecen querer desechar sin que le hayamos dado una oportunidad seria hasta ahora. En estos terrenos se ha hecho mucho, pero hay desafíos mayores que debemos afrontar.
En primer lugar, necesitamos una educación de calidad mundial. Hoy existe una fuerte tendencia a pasar del trabajo manual a los servicios y al trabajo basado en el conocimiento. El enciclopedismo ya no es posible. Frente a la explosión de la información y del conocimiento, la educación deber enseñar a seleccionar información, desarrollar esquemas de comprensión, manejar métodos de investigación, discernir y sistematizar.
Por otra parte, la división del trabajo entre hombres y mujeres pierde sentido, ya que el manejo del conocimiento es neutral, no discrimina entre sexos y los empleos basados en el conocimiento son igualmente accesibles para ambos. Mientras el cambio del trabajo manual a aquel basado en conocimientos es importante porque altera la forma en la que producimos, la desaparición de las diferencias entre sexos que caracteriza a este último tipo de trabajo afectará profundamente el modo en que vivimos. Este es un cambio cultural, sicológico y social de gran trascendencia, al que tendremos que adecuarnos como sociedad.
Nuestro sistema educativo debe hacer bien dos cosas a la vez. Por una parte, tiene que recoger y transmitir los cambios del mundo moderno y contribuir a una visión humanista de la comunidad escolar respecto de ellos. Al mismo tiempo, debe entregar el nuevo conocimiento y la información que permitan a los niños y niñas de Chile enfrentar con éxito el mundo de hoy y de mañana. En el Chile del 2000, no podemos permitir que exista desigualdad frente a la información y a la capacidad de emprender.
En segundo lugar, necesitamos que la educación sea moral. La educación debe fomentar y nutrir en los estudiantes la capacidad de percibir derechos y deberes y vivir de acuerdo a ellos. Debe conducirlos también a trabajar con un equilibrio entre solidaridad y competitividad.
El desafío moral para la educación consiste en desarrollar la capacidad para incorporar nuevos valores en el grupo familiar, más allá de los habituales y tradicionales: libertad, tolerancia, justicia, sentido de justicia y respeto por la verdad. Debe superarse, tanto el relativismo de quienes creen que no hay valores, como el absolutismo de quienes niegan los valores ajenos. Es una buena educación la que invita y adiestra a discutir y participar en el debate público. Todos estos son elementos fundamentales para el ejercicio de la política democrática.
En tercer término, debemos asegurar la calidad de su educación a cada niño y niña de Chile. En una sociedad de conocimiento y globalización crecientes, resulta intolerable la realidad de la que nos informa el SIMCE: los niños que han finalizado el primer o segundo ciclo de educación básica tienen niveles de conocimiento muy distintos; mientras unos son capaces de contestar todas las preguntas de¡ SIMCE en forma correcta, hay otras escuelas donde los niños no están formados para contestar más de un 35 por ciento de las preguntas en forma correcta. Esto refleja profundas diferencias en la calidad de la educación y puede determinar trayectorias de desigualdad para el resto de la vida.
Tanto por razones morales, como por la necesidad de insertarnos en un mundo de oportunidades y amenazas, los requerimientos educativos y Normativos que antes podían parecer necesarios sólo para una fracción del grupo de los más jóvenes, ahora deben proporcionarse a todos. Lo que antes parecía propio de una educación de elite ahora ¿Jebe entregarse de manera masiva. Así nos lo impone una sociedad que avanza en la dirección de¡ conocimiento, la información y el manejo de la innovación.
Para ser equitativos, para conseguir una mejor distribución de oportunidades educacionales, debemos avanzar hacia una educación diferenciada, porque diferentes son los grupos que social y culturalmente están más distanciados de¡ lenguaje de la escuela. Son ellos los que necesitan más elementos de aprendizaje y mayor apoyo técnico. Sobre este tema hay que hablar con claridad: por ejemplo, hay que entregar más recursos por persona, allí donde la pobreza es mayor, precisamente porque las condiciones no son iguales. No podemos estar de acuerdo con la consigna mentirosa según la cual hay que subsidiar por igual todas las demandas, sin considerar qué pasa con la igualdad de oportunidades.
La gran diferencia entre los gobiernos de la Concertación y la derecha en esta materia es que nosotros decimos claramente, igualdad de oportunidades en educación significa discriminar: significa .dar más recursos donde hay más pobreza. Tengo un nieto que cada día martes va a vernos a nuestra casa. Apenas alcanza a saludarnos, cuando corre a jugar con el computador. El tiene 6 años. ¿Cuántos niños en Chile cuando van a ver a sus abuelos pueden quedarse jugando con un computador? Son pocos. Obviamente que mi nieto estará mejor preparado que otros porque él tiene acceso a elementos que otros no tienen. Por eso tenemos que, en materia educacional, discriminar a aquellos niños para ponerlo en sentido figurado- que no tienen un abuelo con computador; hay que darles uno en la escuela. Tenemos que pensar ya en que cada persona tenga acceso a Internet, mediante su correo electrónico personal.
Un cuarto aspecto es que la educación requiere de una transformación profunda en su organización y metodología. Debemos evitar que el sistema educativo, en todos sus niveles, se encierre en su propio mundo. Es conveniente favorecer la participación en la formulación de las políticas educacionales y crear mecanismos que permitan a las unidades del sistema las escuelas, centros de investigación y establecimientos de la enseñanza superior- orientarse hacia fuera y relacionarse con el medio externo. Estas unidades deben gozar de una autonomía creciente y deben estimularse las iniciativas de sus profesionales.
En quinto lugar, necesitamos una política de educación superior. En Chile seguimos teniendo una educación que no prepara a los niños para el mundo del trabajo; aún hoy la enseñanza media está orientada al ingreso a la universidad. De ese modo es difícil que aumente la productividad y los ingresos de los niveles salariales medio y bajo y mantendremos la desigualdad actual. Por otra parte, no tenemos un sistema adecuado de becas para la enseñanza técnica superior.
El marco de las políticas de educación superior requiere revisiones profundas para el conjunto del sistema, incluyendo una nueva política de financiamiento. ¿Qué significa que el 88 por ciento de los jóvenes en las universidades pertenezcan al estrato más rico de la sociedad chilena? ¿Es ése el sentir profundo de una sociedad democrática? ¿Es ése el país que queremos construir? Creo que, en cambio, debemos comprometernos a que en Chile todo hijo de esta tierra pueda soñar en llegar hasta donde su capacidad y tesón se lo permitan.
Después de la devastación de las universidades públicas durante el período de la dictadura y de la imposición de un marco de libertades mal entendidas para la educación superior, necesitamos una política de Estado para el sector. De otro modo, la universidad chilena no recuperará el prestigio que tuvo en el pasado; la educación profesional y técnica será insuficiente para nuestro desarrollo nacional.
Hay que definir el papel del Estado en el sector y especificar las tareas de las universidades públicas. El carácter estatal de una universidad debe manifestarse claramente en su misión institucional, al menos en lo que se refiere a pluralismo y compromiso con la equidad y calidad de la formación, que debe responder a las necesidades del país. Los recursos fiscales para educación superior deben utilizarse para fortalecer estos principios.
Por otra parte, las universidades deben cautelar con rigurosidad la racionalidad social y económica del uso de los recursos que la sociedad pone a su disposición. También deben estar abiertas a considerar, cambios, en conjunto con los profesores e investigadores, incluyendo reciclajes orientados a modificaciones de área, planes de reestructuración y renovación, así como dignas jubilaciones anticipadas. En este sentido, la autonomía universitaria nada tiene que ver con el inmovilismo y ella debe estar referida al cumplimiento del papel social de la universidad, tanto en la docencia como en la investigación.
Un país sin ciencia es un país pobre en la riqueza del futuro, que es el conocimiento. Incluso para adquirir conocimientos tecnológicos indispensables para nuestro desarrollo, necesitamos tener un respaldo científico creciente. Aquí hay mucho por hacer y el país espera más de sus universidades y centros de investigación.
Enfrentar el miedo a la enfermedad y a las incapacidades
Chile se merece un sistema de salud mejor que el actual. Para ello es indispensable reformar la salud pública, corregir los problemas que presentan las Isapres y poner en práctica la integración de los sistemas público y privado. Los dos deberían trabajar juntos por la salud de los chilenos.
Hay que dejar atrás las modalidades erróneas en la coexistencia de ambos sectores: el sistema privado aprovecha, sin financiarías, las atenciones que el sector público presta a los afiliados de las Isapres. En cambio, los afiliados de Fonasa no tienen libre elección y no pueden hacer su gasto en el sector privado.
En el caso del sector público, debemos partir por fortalecer con nuevos recursos humanos y financieros la capacidad de los municipios en la atención primaria. Tal cómo la escuela es el motor de la educación, en la salud el motor está en el consultorio. Hombres y mujeres, jóvenes y ancianos, deben sentir que la atención primaria es algo cercano. Debe haber centros de salud en el barrio, eficientes y amigables. Para eso, hay que tener los recursos adecuados, porque los enfermos no pueden tener la sensación de que en el consultorio se les presta una atención de segunda clase.
Los hospitales necesitan mucha más autonomía, para que puedan mejorar sus procedimientos y sus resultados, tal como lo prueba la experiencia en varios hospitales.
Por otra parte, se debe fortalecer el sistema de seguros de salud pública, aumentando sus recursos y permitiendo la libre elección de los afiliados a Fonasa.
Es necesario perfeccionar el sistema de Isapres. Ellas deberían cubrir los riesgos reales de las personas, con buena calidad y con costos que no crezcan excesivamente. Los contratos y sus condiciones deberían ser claros; tendrían que especificar de manera transparente los costos de las distintas alternativas y crear un reaseguro (un seguro general financiado por todos los afiliados) que permitiera mejorar el financiamiento.
Hay un tremendo espacio para la salud privada. El que puede pagarse un seguro de salud privado que lo haga y, probablemente, tendrá una atención de salud de muy buena calidad. Pero no hay que perder de vista que, en Chile, el seguro de salud es obligatorio. A todos los que tienen un sueldo les descuentan - por ley- un siete por ciento para una Isapres o para Fonasa. Esto es muy importante, porque a diferencia de otros países, en Chile el Estado creó el negocio de las Isapres, los seguros de salud no son voluntarios. Por lo tanto, el Estado tiene la obligación de regular ese mercado para garantizar que proporcione una atención adecuada.
La seguridad de muchas familias también sufre cuando sus pacientes discapacitados no cuentan con las condiciones para el desarrollo de sus actividades. Según cifras de Naciones Unidas, tenemos un millón de chilenos y chilenas con alguna discapacidad. Para ellos la promulgación de la ley N'19.284 no ha sido una respuesta suficiente. Debemos exploras caminos nuevos y más eficaces, que ofrezcan respuestas a los problemas relacionados con su matrimonio, trabajo, vivienda y desplazamiento. Un alto porcentaje de ellos pueden llevar vidas plenas en todos estos aspectos, si la sociedad se preocupa adecuadamente del tema.
En el ámbito internacional existe una vasta oferta de aplicaciones de diverso tipo que permiten aumentar sustantivamente la participación de los discapacitados en el empleo, las que no estamos aprovechando en Chile. De ese modo, les negamos una igualdad de oportunidades, a ellos como personas, y como país perdemos su aporte mientras los gastos en atenciones médicas aumentan.
Preocuparse de la falta de trabajo o el mal trabajo
Nuestras familias necesitan que quienes estén en edad de trabajar encuentren empleo. El acceso a un buen trabajo es tan importante para la igualdad de oportunidades como el acceso a la educación.
Un objetivo básico del crecimiento económico nacional es el de generar buenos empleos. Para eso debemos utilizar del mejor modo nuestras riquezas naturales y aumentar la productividad, ya que la baja productividad de muchos sectores pone un techo muy bajo a los sueldos y salarios. Esto quiere decir que cada obrero, cada empleado, tiene que mejorar su rendimiento, trabajar mejor. En la misma jornada de trabajo tiene que producir más bienes o prestar más y mejores servicios, para lo cual se requiere capacitación e incorporación de tecnología. No podemos limitarnos a exportar productos básicos, sino también industriales y de servicios. Para ello es importante apoyar a los sectores más rezagados.
En el mundo de hoy se ha hecho menos habitual el tener un empleo permanente, en cambio, debe caracterizar a una economía moderna el que exista una posibilidad permanente de encontrar empleo. Para ello se requiere un programa potente de reeducación y calificación de los trabajadores.
Por otra parte, al igual que en los países más desarrollados, en Chile se debe aumentar la flexibilidad en el desempeño laboral, tanto en los horarios y las modalidades de trabajo, como en las oportunidades de calificación.
La incorporación de la mujer al trabajo fuera del hogar es una necesidad de la economía, pero también es una necesidad social, ya que ella es un factor determinante de la actual desigualdad en los ingresos familiares. Hacerla posible es una tarea nacional y no para que cada familia se las arregle como pueda, a cualquier costo. Como ya se dijo, se requiere aumentar la educación preescolar; pero además se debe terminar con la discriminación en el empleo; no sólo la de sexo, que perjudica a las mujeres, sino también la social, que posterga a los más pobres o menos educados, y la política, que castiga a los disidentes o por edades, que niega oportunidades a los más jóvenes o a los más viejos.
Nuestros empresarios tienen mucho que aprender de las empresas de los países más desarrollados, las que deberían visitar con mayor frecuencia. Se requieren remuneraciones justas y premios al desempeño; de ese modo los trabajadores ligan su futuro al de la firma. La inversión no sólo debe buscar una mayor rentabilidad. Debe también asegurar una adecuada capacitación de los trabajadores. Es necesaria una mayor comunicación entre la empresa y los trabajadores, para que ambos compartan sus obligaciones y sus responsabilidades. En este diálogo corresponde un papel al sindicato, el cual debe ser fortalecido.
La flexibilidad laboral de la economía es una herramienta necesaria, pero ella exige que durante los períodos de desempleo opere un sistema de seguro que permita atravesarlo sin angustias; de otro modo es una modernidad que resulta defectuosa e
injusta. Y cuando llegan las crisis, el costo se debe pagar entre todos. Ninguna sociedad moderna es tal sino tiene un seguro de desempleo. Cómo es posible que Chile hoy no lo tenga, cómo es posible que frente a la crisis que significa el menor crecimiento que tiene el país como resultado de la situación económica internacional, el aumento del desempleo signifique simplemente hambre y privación para muchos, porque no hemos sido capaces de concordar la fórmula para un seguro de desempleo, esto es inadmisible.
En mi gobierno se legislará sobre un seguro de desempleo, aprendiendo de los errores cometidos en otros países. Así, haremos de éste un elemento indispensable para introducir mayor justicia en la clase trabajadora chilena. Que ellos no perciban que cuando llega la crisis son quienes llevan la peor parte.
Y el temor a la vejez
El miedo de Chile, el miedo a la falta de educación, de casa o de atención médica, es aún más intenso en el caso de los chilenos y chilenas mayores. Cuántos hombres y mujeres piensan que difícilmente van a tener una posibilidad cuando llegue el momento de su retiro.
¿Hemos superado el miedo a la vejez con el drama que tenemos de las pensiones? Claro que podemos estar orgullosos de cuánto han aumentado, con un tremendo esfuerzo económico, pero mucho más importante es reconocer cuánto nos falta para tener un sistema en el que la familia de Chile no sienta temor al acercarse a la vejez. Empecemos por ése reconocimiento, construyamos un sistema adecuado de pensión y seguridad social y nuestros viejos perderán el miedo.
Necesitamos fortalecer nuestro sistema provisional. De otro modo habrá problemas: casi el 40 por ciento de los trabajadores no está incorporado al sistema provisional, por lo que sólo podrán aspirar a una pensión mínima. Casi la mitad de los trabajadores incorporados al sistema no alcanzarán a generar ni siquiera esta pensión, dados sus ingresos y las discontinuidades de los aportes. Esta es una bomba de tiempo, tanto para las familias como para, las finanzas públicas.