Medellín
en el poema
Quisiera revisitar la historia y dejarme invadir para pensar que Medellín es mi otra ciudad una ladera del país que llevo en mi corazón como un techo de cielos y soles mi otra ciudad tallada en la piedra montañas como un inmenso escudo con sus calles paralelas secretas y altas donde deambulan entremezclados hombres y mujeres y niños de este país profundo donde el hombre enfrenta la vida. Digo hola a los que trabajan la tierra a los que andan con su tarro vacío en la ciudad o su plato lleno los pobres los ricos los carretilleros los emboladores los policías los ambulantes de todo y estos que venden el alcohol del olvido. Digo hola a los mendigos a los conductores de buses toreros en la arena de la calle digo hola a las monjas a los curas paseando su majestad celestial digo hola a Simón Bolívar a los obreros de la palabra que son los poetas a los niños de la calle que son mis soles a las putas pálidas Aquí está la ciudad con sus discotecas y sus moteles su metro aéreo y lleno de vida tráeme un mango maduro que voy a mamar como un pecho suculento tráeme una guanábana jugosa como la leche de mi infancia tráeme la piña y las arepas con miel espesa y el aguardiente de estas montañas sagradas tráeme aguacates y una mazorca olorosa asada al fuego de la leña. Pero ¿dónde están los poetas para celebrar conmigo? Medellín la bella miradla desde lo alto de la montaña mirad sus calles con vuestros ojos de sílex puros para urgir el canto de mañana escuchad sus campanas de bronce y sus trompetas nocturnas y las señoritas os traerán una vela encendida un ramo de flores puesto en el pecho y una flor en el bolsillo para escribir en fin un gran poema para el pueblo y la ciudad de Medellín Medellín Medellín con sus sílabas densas Paul Dakeyo Traducción del francés de Bénédicte Dakeyo.
José Mena Abrantes
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