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JUAN VALDÉZ

No habla inglés y lo hace bien como pintor

El rostro amable de Colombia

Un paisa nacido en Fredonia es el hombre que durante 30 años ha personificado al colombiano más conocido alrededor del mundo: Juan Valdéz, el campesino que cultiva el más exquisito café del mundo y cuya imagen publicitaria acaba de cumplir 40 años de existencia
Por ANDREA DOMÍNGUEZ DUQUE Santafé de Bogotá

No se sabe bien si Carlos Sánchez interpreta a Juan Valdéz o si es el personaje cultivador de café el que encarna a Carlos Sánchez de vez en cuando. Después de 30 años de ser Juan y Carlos a la vez,él se siente como un Juan Carlos Valdéz Sánchez: ambos son paisas, honestos, emprendedores, descomplicados, patriotas y de buenas.

De buenas porque Juan Valdéz es el colombiano más conocido en Estados Unidos, y sin duda, el que goza de mejor fama. Afortunados, porque no se encuentra un empleo entretenido y para toda la vida a la vuelta de la esquina.

Carlos Sánchez se encontró con Juan por casualidad y con la ayuda de un bigote postizo. Estaba interpretando a un alcalde bigotudo en la obra teatral "La zapatera prodigiosa", cuando un grupo de creativos de la agencia de publicidad neoyorquina Doyle Dane Bernbach -inventora del personaje- llegó a Medellín en busca de un alma para su campesino cafetero. Y la encontró.

Ahora, después de tantos años, Alma de Sánchez lo acompaña a sus viajes con más frecuencia que antes. "Nosotros somos unas personas sencillas, descomplicadas y no se nos ha subido la fama a la cabeza", aclara. Ella asegura que para la familia ha sido un orgullo que en esta época tan difícil le haya correspondido a su esposo mostrar la cara amable de Colombia.

¿Carlos, qué significa ser al mismo tiempo un famoso y un desconocido apellidado Sánchez?

"Es fácil porque yo nunca he tratado de cambiar internamente. Con Juan Valdéz es como si Carlos Sánchez estuviera actuando de sí mismo. Yo he sido medio montañero y muy paisa, así que resultó un personaje sencillo, transparente, que no tiene que impostar la voz o asumir una actitud singular".

¿Qué tan reconocido es usted y cómo lo afecta esto?

"Según un reciente estudio de mercadeo, el 82% de la gente en Estados Unidos sabe correctamente quién es Juan Valdéz y lo mismo ocurre con el 70% de los europeos. A mí me quieren en todos lados y siempre tratan de colaborarme, sin yo pedirlo. Por ejemplo, como no puedo meter el sombrero en la maleta porque se me aplasta, lo llevo en la mano y apenas llego a inmigración en Estados Unidos, me reconocen e inmediatamente me dejan seguir. En Medellín hay taxistas que no me aceptan la plata y me dicen que cómo me van a cobrar si es suficiente con el orgullo de haberme llevado a mi casa".

¿Qué carga en el carriel?

"Antes llevaba dados cargados, muelas de Santa Apolonia, anzuelos, escapularios, tabaquitos, camándulas y cositas muy simpáticas que tienen generalmente los campesinos, para mostrarlo en el exterior. Pero como en los eventos siempre me lo desocupaban, ya no llevo sino postales de Café de Colombia, varios bolígrafos para los autógrafos, platica que hay que mantener siempre, unas gafas para cuando toca dar discursos y el pintalabios de la mujer porque ella no mantiene bolsillo".

¿Nadie en la familia presume de que usted es Juan?

"Sí hay alguien que presume de mi parentesco con el personaje. Es mi nieta María José, de cinco años. Ella no puede ver un muchachito por ahí porque le empieza a decir: mi abuelo es Juan Valdéz, mi abuelo es Juan Valdéz".

¿Cuándo no trabaja como imagen de Café de Colombia a qué se dedica?

"Yo siempre he tenido un taller de serigrafía. Antes era muy artesanal pero últimamente la hija mía se está encargando de él. Se ha puesto en la labor de modernizarlo y ya le puso computador. Es otra de las cosas lindas que me ha sucedido en la vida, los hijos me quieren mucho".

¿Cuántos cafés se toma al día? ¿Qué le ha dicho el médico al respecto?

Pues yo sí he consultado con el médico y no tengo problemas con el café. Me tomo unos cuatro pocillos mugg de café al día y hasta más cuando hay algún evento. Tengo varios secretos: cuando uno tiene sed un granizado es fabuloso, pero tomarse un café caliente y después un vaso de agua también le quita la sed. De noche, cuando tengo algún problema o hace calor, me levanto y voy con toda la calma del caso a la cocina, pongo la cucharada de café en el colador de papel, le echo agua a la cafetera, espero que salga, me lo tomo despacio, vuelvo a leer EL COLOMBIANO y por ahí a los diez minutos ya tengo sueño otra vez, me acuesto y me duermo: así es como se me asienta el espíritu".

¿Quién es la mula que está con usted en la publicidad y en los eventos?

"Se llama Lana, aunque yo prefiero decirle Conchita Casquitos de Oro. La mulita es siempre diferente porque es muy difícil transportarla a todos lados y como las mulas son muy parecidas para la gran mayoría de la gente, entonces en cada país a donde vamos tratamos de conseguirla. Pienso que ese fue un gran acierto de la Federación Nacional de Cafeteros porque esa mula refleja una imagen de ternura y de trabajo honrado".

¿Cómo le va con el inglés?

Muy mal, ¡eh avemaría!

¿Y entonces cómo se comunica con sus seguidores?

Yo soy muy bueno para hablar inglés por señas... Para decir "drink" no es sino señalar la boca y listo. Eso en cierta forma ha gustado aunque al principio la agencia me decía que me pagaba un curso para que aprendiera inglés. Yo empecé pero no me funcionó la cosa porque como dicen por ahí, loro viejo no aprende a hablar. Las postales, por ejemplo, las firmo en español y eso fija una imagen más exótica, más colombiana".

Ahora está dedicado a pintar ¿Qué pinta?

Yo empecé con dibujo publicitario para ganarme la vida y en esa época se dibujaban hasta las letras del periódico. Luego me metí con lo de serigrafía y después al teatro, allí hacía muchas escenografías, pintaba al óleo y en acrílico. Cuando llegué a ser Juan Valdéz me olvide de pintar, del teatro, de todo. Ahora, con la cuestión de que la hija mía se encargó del taller, me queda tiempo libre y he vuelto a pintar acuarelas de paisajes, mulas, cafetales... Algo afín conmigo. Y me va lo más de bien, la Federación me compra. Mejor dicho, se me arregló la vida".

Pero hace rato la tiene arreglada, ¿o no?

"Sí, ya me puedo morir tranquilo y ni tengo que pensar en el epitafio porque ese me lo escribe por ahí un poeta".

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