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LA COLUMNA DE MENA MENA

Como para Ripley

Mi pobre ciudad. ¿Penalizar la negligencia?

Hubo una purga natural en nuestras instituciones de origen popular, asamblea y concejo. El pueblo soberano, decepcionado y fatigado de tanto abuso, le dio la espalda a unos viejos dirigentes que por muchos años gozaron de sus favores (el voto). Cómo negar que sentimos los chocoanos un inmenso alivio y grandes esperanzas por el porvenir. Llegó una nueva clase de profesionales jóvenes de todas las tendencias y uno que otro mayor, reconocidamente pulcros. Ya paso el período de acomodamiento que exige todo cuerpo y con nostalgia vemos que pasan los días y meses, y nada extraordinario

ocurre. La politiquería y los intereses personalistas sigue siendo la principal motivación. La labor municipal, cayéndose a pedacitos, y los concejales durmiendo la siesta todavía. Quibdó en su peor momento y los concejales no se dan por notificados. De ellos, no hemos oído los quibdoseños ni un solo grito de inconformidad. ¡Oh, pigmeos, exclamaría el Dr. Mosquera Garcés!

Cuando todo apunta favorable a la chocoanización de Bajirá, el apóstol de esa causa, Leopoldino Perea, se desgañita pidiéndole al ejecutivo departamental actos de gobierno, "elección municipal".

Para salvar las finanzas municipales hace muy poco al alcalde de Quibdó, de mi pobre ciudad, se le ocurrió pedir al Tribunal desembargar a la entidad y rechazar todo intento que llegue a ese despacho. En otras palabras, tirar por tierra toda la legislación judicial. ¿Negar el constitucional derecho a vivir de litigantes y trabajadores judiciales?. Una pieza para enmarcar.

Se van a despejar los andenes y vías de invasores, no por acción del concejo o el alcalde, sino por demanda judicial. ¡Qué vergüenza!

El Contralor del Chocó, con los pantalones puestos, demanda un juicio a los dos últimos gobernadores, Juan B. y Hálaby, por negligencia en el caso de Bajirá e incita al actual al cumplimiento de sus deberes de servidor público. ¡Quién lo creyera!.

La gente dice que dos funcionarios en el Chocó, salvan la institucionalidad pública: el procurador regional y el contralor del Chocó. Grave es la cosa, Areiza, cuando tienen que penalizarnos por no reclamar lo nuestro.

Jorge E. Dueñas: un amigo del alma

Con él compartimos los años de la infancia y los primeros de la juventud, la escuela pública y los iniciales del colegio Carrasquilla. Nuestros maestros inolvidables, –Ramón Carlos Goez, Rogerio Velásquez y Roberto Rentería–, sabios cada cual en lo suyo, nos dieron las motivaciones iniciales y fueron paradigmas de carácter y rectitud cualquiera que fuera el rumbo, de cada cual, en nuestra generación.

Compartimos pupitres con Oscar Coutin Garrido (Oscutg), Antonio y Julio Cesar Coutin Santos (El Sapo), Ernesto Zúñiga Tovar (El Cojo), Darcio Serna Córdoba, Manuel Hinestroza Mena (Mayeto), Ovidio Asprilla Palacios (El Poeta), Luis Álvarez Yoli (Luchiman), Gabriel Baldrich Andrade (Lito), Celemías Serna, y tantos otros perdidos en mi memoria.

La gran influencia de la música antillana, que hacía furor en las décadas del caurenta y cincuenta, marcó para siempre en él su pasión musical. Se las aprendía y las cantaba con gran facilidad. Nos llevaba a la casa de los Baldrich, en la Alameda Reyes, todos los días, de 6 a 7 p.m., a escuchar en un radio de batería (no había energía a esa hora en Quibdó), a los Panchos, a Eva Garza y el sexteto de Selxo Vega que interpretaban música romántica en directo desde una emisora de Nueva York. No había evento musical que Papito, como lo llamábamos, se perdiera. Jorge E. Dueñas, ya en ejercicio de su gran pasión, fue de los organizadores de La Timba, legendario conjunto musical que amenizó tertulias sociales y serenatas. Conformado por lo mejor del folclor de ese momento. Admiraba de él su versatilidad en la imitación del boricua Daniel Santos. Mi preferida fue un bolero que él interpretaba Vendrás y A lo mejor, que nunca pude conseguir en grabación original, en todos estos años de vida. Me recuerdan de él inmensamente.

Jorge E. Dueñas (Papito), falleció el domingo 30 de enero, en Cartagena. Lo acompañaron sus hijos y los amigos de esa época inolvidable, residentes en la Ciudad Heroica. Desde esta, su ciudad natal, lo honramos sus amigos y admiradores, a quienes nos embriaga y nos apasiona el recuerdo de su cálida amistad y el de una época fija para siempre en nuestras almas.

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