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ARMADURA
En defensa de la fea

Amilcar Cuesta
Torres
Por
todo lo que tiene de superfluo, el tema que tocamos esta vez no está
dentro de nuestros preferidos, pero un detalle nos obliga a opinar
acerca de la belleza femenina y los reinados.
Nos llamó poderosamente la atención la burla y el reproche que se hacía
a una de las divas que optaban por la corona de señorita Chocó en el
reciente certamen de la belleza departamental. El rechazo se originó
por la supuesta fealdad de la aspirante.
Este hecho convoca a una reflexión sobre la utopía de la hermosura
total y el papel que cumplen los reinados en la sociedad.
En primer lugar digamos que toda apreciación de la belleza es un acto
subjetivo del ser humano: una persona puede ser hermosa para algunos,
pero fea para otros. En este juicio tiene mucho qué ver el aspecto
cultural; una mujer Hindú posee unos rasgos faciales distintísimos a
los de una anglosajona o de una asiática. De acuerdo a esto, es
inapropiado y absurdo tener un patrón universal que mida o califique la
belleza física.
En más de una ocasión estas valoraciones han derivado en conflictos: en
la Ilíada, obra épica cumbre de la literatura universal, Homero plantea
de entrada esta dicotomía: la resentida Éride, diosa de la discordia,
inicia la guerra de Troya porque no fue invitada a una fiesta de diosas
en el Olimpo. Su estrategia fue sencilla, bastó con dejar caer entre
las damas una manzana de oro con la leyenda “a la más hermosa”. Apenas
es de imaginarse la rebatiña de las diosas por poseer la manzana de la
discordia.
En el plano local, hace un año el agrónomo sanjuaneño José Ángel
Valderrama increpó en un programa radial al “reinólogo” Augusto Cicerón
Mosquera porque su sobrina no fue elegida Señorita Chocó. El agrónomo
juraba que su sobrina merecía la corona, pero el jurado conceptuó otra
cosa. Volvemos a lo dicho, es cuestión de apreciación.
De otro lado, los reinados, además de desviar la atención sobre temas
más apremiantes como la pobreza, las masacres, el analfabetismo o la
desnutrición infantil, son una gran vitrina de ventas de cosméticos,
trajes y accesorios que avivan la eterna vanidad femenina. Detrás del
cetro y corona siempre están los comerciantes usando a la mujer como
gancho y consumidora a la vez. Por eso nos entusiasmó que una “fea” se
presentara a concursar. También la fealdad cabe en este mundo.
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