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Reflexión

Desde que aprendí a dominar el arte de la lectura mi mundo se volvió más grande; supe que a la abuelita se la comía el lobo (mi abuela era más condescendiente al contarme el cuento) y que Aladino despertaba al genio, o que eran siete y no nueve (mi abuelo aún rejura que son nueve) los enanitos que acompañaron a Blancanieves. Con el tiempo mis intereses cambiaron y Aladino fue Sherlock Holmes y Blancanieves, Julieta y el lobo, bueno, el lobo aún es el Lobo; pero lo cierto es que la lectura es una llave que nos permite crecer y ser mejores o, al menos, nos permite conocer más.

Hace poco, me sentí analfabeto de nuevo, como antes de aprender a leer, como cuando preguntaba por todo porque no entendía las formas tan extrañas que sólo estaban disponibles al entendimiento de los grandes. Aún puedo recordar la cara de ese sacerdote cuando dijo: "qué lees en lo sobrenatural". Tras recibir ese baldazo, vino el balazo: "si sabes leer en tu idioma particular, ¿aprenderás acaso a leer en lo sobrenatural?". Pum! Abajo y a volver con Blancanieves. Cuánto habré meditado acerca de esta frase en una pregunta que sólo el Bueno puede contestar. Lo cierto es que, desde que me fue formulada, no he podido darle respuesta. Sin embargo, la reformulé o, mejor dicho, la acomodé: "¿cómo diantres uno consigue leer en lo sobrenatural?".

Definitivamente la cuestión es profunda, pero no creo que sea una tarea que deba dejarse exclusivamente para un monje tibetano o un budista que se encuentre cerca de ser iluminado. Creo que esta pregunta exige un acercamiento personal hacia lo trascendental; al plano que escapa más allá de toda visión "terrena", es decir, empezar a ver las cosas de manera quizá más universal; de tal manera que uno pueda darse cuenta de cuándo se está cumpliendo realmente con una acción que involucra un bienestar eterno y cuándo una que no lleva a ese camino.

No es tarea sencilla responder a la pregunta.

Quizá el secreto esté en pensar un poco en una lucha eterna entre el bien y el mal, lo cual puede llevarnos a una interrogante aún mayor: ¿qué es el bien y qué es el mal? y este camino es de por sí más complicado.

Yo creo que lo que uno debe hacer es aprender a "sobrenaturalizar" las cosas. Deberíamos intentar mostrar cualquier acción como un hecho que va a tener repercusiones hasta el infinito y bajo esta conciencia, ser más conscientes de lo importante que es tener siempre una actitud positiva frente a la vida; tratar de hacer siempre el bien como decía San Ignacio, "amar es servir" y como dijo el Maestro: "Lo que a uno de estos pequeños hiciereis, a Mí me lo hacéis".

No creo que algún día pueda llegar a dominar la lectura de lo sobrenatural, pero creo que si aprendí a leer a los cuatro años de manera curiosa, llevo ya diecisiete perdidos y no quiero retrasarme más. Aprenderé con pequeños "Blancanieves" y quién sabe, quizá hasta aparezca un Lobo.

Como me enseñó una persona que quiero mucho, "debo fiarme de Dios" y será Él quien me enseñe. Sólo falta que yo quiera aprender y que me deje instruir.

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El analfabeto

Nunca olvidaré aquella vez en que el carro de mi papá pasó por una calle inmensa, con tantos carros como dientes me quedaban en la boca (habría perdido un par de leche), y de la nada dije "Súper Gordo". Mi papá volteó con cara extraña y me preguntó cómo había hecho eso. Yo no lo sabía, sencillamente había mirado hacia una sanguchería con aquellas letras tan huachafas, "S-U-P-E-R-G-O-R-D-O", y proferí la frase. Después pasamos delante de un establecimiento y le conté: "papi, allí dice Banco de Crédito" (pero esa no valió porque desde que vivía en Lima había tenido al frente de mi casa una oficina de ese banco).

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