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Fuente de alimentación 
Hábitos alimentarios y culturales
Resulta chocante que en nuestra cultura occidental cangrejos, langostas y gambas sean considerados como un manjar, sean criados con intensidad en viveros y lleven en el mercado precios elevados pero, en cambio, se rechace como repugnante una alimentación a base de arañas, saltamontes u hormigas, siendo todos ellos integrantes del grupo de los artrópodos. Uno de los autores que analizan el por qué de los diferentes hábitos alimentarios que se dan en el mundo es Marvin Harris. Desde la Antropología intenta explicar las razones por las que el ser humano muestra tan divergentes preferencias y aversiones alimentarias a lo largo y ancho del planeta.
Se cree popularmente que un alimento no entra dentro de las preferencias alimentarias de una sociedad cuando hay una predisposición mental en contra. Así, en nuestro mundo occidental comer carne de perro o insectos se considera repugnante. Es decir, se suele pensar que un alimento está excluido de los hábitos alimentarios porque se considera que es inaceptable socialmente. No obstante, Harris, en su libro Bueno para comer defiende que ‘la comida debe nutrir el estómago colectivo antes de poder alimentar la mente colectiva’.
Para Harris los alimentos preferidos, los que denomina ‘buenos para comer’, son aquellos que presentan una relación de costes y beneficios prácticos más favorable que los alimentos que se evitan. Cuando un determinado tipo de alimento se hace costoso de conseguir o de preparar, cuando tiene un sustituto más nutritivo y barato o cuando incide negativamente sobre el entorno, entonces se convierte en un alimento rechazado, es ‘malo para comer’ y por lo tanto se convierte con el tiempo en ‘malo para pensar’, es decir, la sociedad lo convierte en pecaminoso, ilegal o repulsivo.
El ejemplo más claro que Harris pone a este respecto es el de las vacas sagradas de la India, caso que analiza minuciosamente. Nos puede parecer un contrasentido que con la hambruna existente en aquel país no se sacrifiquen las vacas para alimentar a los desnutridos. Pero la realidad es que las vacas rinden más estando vivas que en el estómago de las personas. A pesar del estado lamentable que presentan, las vacas sagradas, de estirpe muy resistente, dan leche, su estiércol sirve como combustible y se reproducen y permiten a los agricultores tener bueyes con los que labrar y trabajar los campos. Además, se mantienen consumiendo desperdicios, hierbas de las cunetas, paja o tallos, comportándose como auténticos basureros, sin competir con los humanos por el alimento. Si se engordasen para carne consumirían los cereales con los que se alimentan muchas personas y si la carne se comercializase o se exportase, el precio de los animales ascendería y los campesinos humildes no tendrían acceso a poseer animales de tiro. En cualquier caso esto acarrearía una grave situación social.
Posteriormente también analiza por qué determinados animales son aborrecidos, como sucede con el cerdo entre judíos y musulmanes. Siendo el cerdo un animal prolífico que transforma con más eficacia que vacas, cabras u ovejas -rumiantes- el alimento que consume, resulta extraño que sea rechazado por estas religiones. Para Harris la explicación reside en que el cerdo se alimenta de vegetales que consume el ser humano -de hecho su tracto digestivo es semejante al humano-, por lo que compite con él por la cosecha, mientras que los rumiantes se alimentan de paja y hierba, ricas en celulosa que el hombre no aprovecha y no compiten con éste. Como el cerdo no sirve de montura, ni como animal de tiro, ni tiene otra utilidad, pero sí compite por el alimento con los humanos, su manutención se hace insostenible en una región árida como es Oriente Próximo, donde nacieron esas religiones.
En resumen, para Harris, las cocinas carnívoras están relacionadas con densidades de población humana bajas y con buena disponibilidad de tierras para cultivo. En cambio, las cocinas más herbívoras se corresponden con poblaciones densas cuyo hábitat y tecnología de producción alimentaria no pueden sostener la cría de animales para carne sin reducir las cantidades de nutrientes disponibles para las personas. Por otra parte, si las especies cuyo aprovechamiento como alimento es inviable producen algún otro beneficio, entonces son ensalzadas y sacralizadas. Si no, son repudiadas y abominadas. Así pues, en la India la vaca es sagrada e intocable porque hubo un tiempo en que el incremento de población humana obligó paulatinamente a destinar prioritariamente las cosechas a alimentar a las personas y no al engorde del ganado. Pero como la vaca proporciona leche, estiércol y bueyes, es ensalzada. En cambio, el cerdo, que compite con los humanos por el alimento, como no produce leche ni proporciona fuerza de tiro, es abominado por judíos y musulmanes.
Este preámbulo es necesario para entender los razonamientos que utiliza Harris al objeto de explicar por qué algunos pueblos comen o no insectos, tema al que dedica todo un capítulo de Bueno para comer. En él, este autor hace un recorrido histórico y geográfico de diversas situaciones en las que el ser humano incluye insectos en su dieta de forma sistemática, remontándose en la escala evolutiva para recordar que los grandes simios consumen insectos, inclusive los que no son depredadores sistemáticos de insectos. Así, hace referencia a los chimpancés y sus hábitos de capturar termitas y hormigas y que para ello se proveen de palos con los que hurgar en los termiteros.