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 EDITORIAL

Manuel Zapata Olivella

El viernes pasado falleció en Bogotá en las primeras horas de la mañana, el maestro Manuel Zapata Olivella, quien padeció con espartana templanza una larga enfermedad. Sus ochenta y cuatro años de vida los dedicó a las letras, a la literatura y al arte, con abandono total de la medicina que estudió en la Universidad Nacional.

Tal vez hubiese podido ser un buen médico, pero el demonio o la locura de escribir, de pensar, de escudriñar raíces, de investigar y de aventuras, fue superior en fuerza y naturaleza al pergamino universitario.

No conocemos a fondo la saga de los Zapatas Olivella, de Lorica. Juan, también médico e historiador, residenciado en La Ciudad Heroica, fue candidato presidencial de las negritudes. Delia Zapata Olivella fue pionera del folclor de las dos costas colombianas. Menuda, ágil, brillante, paseó por todos los continentes con su grupo folclórico, recaudado en los palenques caribeños, en Buenaventura y el Litoral Pacífico, y en nuestras riberas y tradiciones del San Juan

y del Atrato, hasta obtener la más genuina expresión de lo que en materia musical manifestaron nuestros ancestros como signo de alegría, de tristeza, de protesta o de esperanza.

Los Zapata Olivella constituyen una familia de gentes de bien, que nunca renunciaron a su identidad racial y que proclamaron con orgullo su sentido de pertenencia.

Particular y especialmente el maestro Manuel Zapata Olivella, tal vez el último de los grandes hombres de la afrocolombianidad, que hoy despedimos.

De memoria, mencionamos algunas de sus obras cumbres: He visto la noche, Changó, el gran putas, y tantas otras que perpetuarán su memoria como escritor, y como exponente de los derechos de las negritudes.

De la permanencia de Manuel y Delia Zapata Olivella en Quibdó nos quedan gratos recuerdos. Vecinos como éramos a la casa de doña Francia y de don Luis Redondo, donde también vivía el doctor Antenor Barbosa, padre del actual alcalde de Cartagena, el maestro nos bendijo.

Estas letras, que son un homenaje pobre a lo que merece Manuel Zapata Olivella, solo tratan de evocar la grandeza de su pensamiento y de su trayectoria vital, y de no dejar que sus ejecutorias, ideas e ideales se diluyan en el tiempo.

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