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 EDITORIAL

¿Qué pasó con el mejor vividero del mundo?

El Chocó hasta hace pocas décadas fue tierra de promisión que, en contraste con la zozobra, la inseguridad y el clima de violencia generalizada en el país, ofrecía a sus gentes un envidiable entorno de paz y de tranquilo discurrir, pese a las falencias que siempre se han vivido en el campo o las que hemos soportado en la infraestructura urbana.

Poco a poco, en una sistemática penetración, lo que juzgábamos como territorio inhóspito e inexpugnable para los grupos al margen de la ley, han ido copando todos los espacios, desalojando a los nativos y sembrando su ominosa industria por doquier, peleándose metro a metro nuestra geografía, en la que la sangre y el despojo no tienen límites.

El chocoano de raíz, para decirlo de alguna manera, es un extranjero en su patria natal. Lo más grave hoy es que las adversas condiciones ambientales que antes creíamos que nos ponían a salvo de tales asechanzas, hoy sirven de refugio y resguardo a los conjurados cuando la fuerza pública los acosa en otras regiones del país.

Pero allí no paran las cosas: son inquietantes las versiones que el dinero proveniente de empresas de dudosa legitimidad, ha venido de un tiempo a esta parte infiltrando la política local y regional y apoderándose de negocios estratégicos a los cuales llegan con el poder avasallador del dinero.

Como si todo lo anterior no bastara, ahora en Quibdó, que antaño fuera calificado como el "mejor vividero del mundo" por su idílica placidez, el estilo de pacífica convivencia ciudadana, y un sistema de vida pletórico de alegría, de tranquilidad y seguridad para propios y extraños, hoy está asediado por bandas de delincuentes de todo tipo, entre las cuales las juveniles, con presumible adicción a las drogas, representan mayor peligrosidad.

Hace algunos años registramos un plan macabro de exterminio a drogadictos y "desechables", que amanecían "ajusticiados" en las calles de Quibdó, sin que hasta ahora se conozca la verdad judicial de los autores.

No pretendemos que se aplique igual procedimiento para las bandas de antisociales que siembran de terror los barrios periféricos. Solo que la autoridad obre con eficacia y con apego a los procedimientos de ley para conjurar esta amenaza creciente, que impide que las gentes de bien transiten y disfruten en libertad, sin miedo y sin sobresaltos en la capital del Chocó.

Antes que obras de gran o pequeña magnitud, de las que tanto precisamos, hay que rescatar para Quibdó y el departamento el sistema de vida que hizo posible que en una tierra tan marginada –tierra de nadie– florecieran generaciones de hombres ilustres, matronas y manifestaciones culturales que nos llenan de orgullo y reconocimiento chocoanista.

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