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LAS DOCE FIGURAS-SÍMBOLO DE JANUS LACINIUS THERAPUS

EL CALABRÉS

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(Parte II)

(Apiano León de Valiente)

FIGURA 5

Que el Hijo tuviera el propósito de arrojar a su Padre, el Rey, o Mercurio Divinizador dentro del féretro y abandonarlo allí, refleja la fuerte resistencia u oposición que emerge del Caos, para impedir ser imantado por el Alkahest.

   

La tierra es constantemente debilitada por la permanente y artificial presión de su lado obscuro y es, finalmente, sumida en las cenagosas aguas de la turbiedad, propia de la lobreguez de la tierra no roturada.

La vía correcta consiste en no violentar el trabajo de depuración en la propia materia, como erróneamente lo hace el Hijo, en esta etapa o morada, y dejar que se cumplan los pasos naturales de la Obra, de modo que cambie la tonalidad o vibración de nuestra tierra.

De tales estados, arribados dentro de una completa naturalidad, surge el convencimiento interno, no razonado, que induce a que la propia tierra sea guiada por una Energía iluminadora, muy enaltecida o Alkahest, que nos persuade para que reflexionemos y modifiquemos nuestra arraigada artificialidad. De allí nacerá el impulso que morosamente despertará la potencialidad interna o Mercurio Coagulado que, al estar inactivo, desconoce la superior virtud y potencialidad de su Origen.

Tal galvanización de la semilla, permite un desarrollo efectivo y real de la materia pues, al dar vida a la potencialidad inactiva, a la energía hasta ahora adormida, ésta se evidenciará como una corriente de Fuego vivo, movida por el Mercurio Divinizador.

Nuestra tierra, imantada y dirigida por el Alkahest, puede, a través de un prolongado proceso, invertir la malignidad de su Caos y extraer de su materia la potencialidad del Mercurio Coagulado que, al unirse al Mercurio Divinizador o Alkahest, da origen a una amalgama que produce al Mercurio Interior o Divinizado, formado intracorporalmente, que limpia a la tierra, y la fertiliza con un impulso puro, liberándola de sus excrecencias, tiñéndola con una verdadera tintura mercurial.

Con todo, para fabricar la verdadera materia de la Piedra, es preciso elaborar el Oro que permanece coagulado en nuestro cuerpo, y encenderlo con una flama del mismo nivel que su Fuente de Origen, esto es, con el auxilio prestado por el Mercurio Divinizador.

Lo anterior, equivale a descubrir el Gran Secreto de la dualidad y fuente de descontento visible que aqueja, desde su nacimiento, al género humano, todo ello motivado por el imperceptible y cierto alejamiento de su verdadero Origen.

El hombre y la mujer, centrados exclusivamente en una supervivencia externa, se alejan de la admirable Energía que les entrega el Mundo Celestial, la que proviene de la Fuente Original y constituye la sustentación otorgada por el Creador.

El hombre y la mujer, ajenos a los que los mueve, buscan externamente un sostén inexistente, sin saber que este apoyo debe surgir de la profundidad de su tierra, para que se hagan uno con la natural emanación del Alkahest, que es el único Poder que cambia la tonalidad de lo inferior por la acción de lo Superior.

 FIGURA 6

 

En esta morada se muestra la fusión de dos cuerpos: El Rey o Mercurio Divinizador y la tierra endurecida de la Piedra o Hijo.

La radiación producida por el Alkahest, en estado volatilizado, envuelve a la materia ocasionando un interno proceso de combustión que la licúa y vaporiza, para que se funda en él, para trasmitirle sus cualidades mercuriales.

Tal influencia mercurial ordena y reconstituye a los cuatro elementos de la materia: Tierra, Agua, Aire y Fuego, los cuales, antes de esta elaboración, actuaban en forma desordenada y difusa, debido a las influencias negativas que les afectaba.

El influjo del Alkahest sobre los cuatro elementos permite que estos absorban la radiancia mercurial, y la retransmitan a la tierra, difundiéndola en la debida proporción.

En esta imagen o cuadro se procede, dentro del ataúd, a la disolución de la armadura metálica que es sometida a reiteradas combustiones.

En principio, la acción ensoberbecida de la materia, se niega a ser fundida e intermezclada con la influencia pura del mercurio Divinizador, por lo cual, evidencia violentas reacciones de rechazo.

 

Una vez que es remecida una porción del Caos de la materia, se separa del conjunto de la tierra, y esa partícula, mediante el proceso del Solve et Coagula, es sometida por el Alkahest, a una intensa combustión, acción que debilita y aquieta a todo lo artificial y tormentoso de la áspera dureza inferior.

Al amalgamarse el Padre (Alkahest degradado), con el Hijo (Materia no elaborada), surge de ellos una sustancia corrosiva, cuya acción abrasiva y quemante permite que en las cualidades positivas y cristalizadas en la materia caótica, sean despertadas sus esencias mercuriales, y sea separada por un lado, la naturaleza pétrea y metálica de la naturaleza mineral y, por otro, la esencia mercurial yaciente en el Mercurio Coagulado, cuyo desarrollo permitirá que el conjunto se abastezca con una mayor absorción de Alkahest.

En efecto, esta segunda operación consiste en la primera fusión de una pequeña parte de la materia, relativamente más esenciada que el resto, con el Mercurio Divinizador.

El Hijo ve frustrados todos sus intentos de evasión, por cuanto, a esas alturas, él y su Padre forman un solo todo en forma de azufre corrosivo.

FIGURA 7

En esta morada sólo se observa el féretro.

En la tapa del ataúd están inscritas las letras QVA, que significan la palabra AGUA, que da a entender que el Alkahest o Rey reduce a los compuestos endurecidos de la materia a un Agua Mineral o primera sustancia mercurial que, aunque, corrosiva y purulenta, ya no manifiesta las efervescencias propias del metal, pues ha dejado atrás el estado de corrupción propio de su naturaleza inferior.

Esta es la instancia en que se produce la primera unión del Espíritu con el Cuerpo, los que se unen para dar nacimiento a su primera sustancia mineral o Agua Mineral.

La putrefacción se realiza dentro del ataúd herméticamente cerrado, para simbolizar que tal operación no es visible para el ojo físico, ya que se trata de una combustión animada por una sublimación dispuesta en lo Alto. Esta combustión es intensa y prolongada, y está destinada a disolver las durezas metálicas, convirtiéndolas en diminutas y transparentes granulaciones, capaces de dar forma a un vaso etéreo o espiritual (Cuerpo de Luz) que ha de resistir una graduada y constante combustión de superior índole.

La putrefacción se produce cuando el calor emanado de lo Alto, traspasa y calienta a la Piedra y, después de innumerables aplicaciones de calor y circulación de la primitiva Agua Mineral, la parte más esenciada de la tierra es reducida a polvo, y da lugar a una materia purificada llamada "ceniza", de la cual debe emerger el azufre corrosivo.

 FIGURA 8

En esta morada se especifica que el vaso debe ser enfriado. Esto quiere decir que entre la Obra ya hecha y la por hacer, debe mediar un espacio que separe a la putrefacción ya producida, y lo que viene, que es "la primera rotación del Agua Mineral, impulsada por el Mercurio corrosivo, hasta que se alcance la descomposición del Agua Mineral y del Mercurio corrosivo.

En esta etapa el Alkahest empapa, permea y traspasa a la materia mineral sita en el vaso, con una frecuencia casi permanente.

Dentro del atanor se suceden terríficas convulsiones, las cuales ponen en jaque a los fantasmas creados por la materia, los que imprimían a la tierra un ritmo artificial y descompasado.

Estas contracciones descomunales son el inicio de una ardua y prolongada contienda entre la Luz y las Tinieblas.

Mientras la propia materia no perciba y asuma su obscuridad, no advertirá la dualidad que lleva in peto, que la desequilibra con motivo de la presencia de dos fuerzas: La una, que emerge del Mercurio Coagulado que es activado por el Alkahest, y colabora con las acciones y propósitos del Mercurio Divinizador. La otra, es una Fuerza entrópica, antagónica, opuesta y refractaria a la Luz, propia de la materia no trabajada, corrosiva, dirigida por una energía desconectada de lo Alto.

En tanto perduren las oscilaciones de la materia, al polarizarse con una u otra fuerza; ese vaivén entre las Sombras y la Luz, retardará a lo esenciado en su despertar y crecimiento.

Lo tenebroso defiende su derecho a existir, mientras que, por el contrario, las partículas de materia que han asimilado la Luz, estabilizan progresivamente a la tierra, hasta que la Fuerza Mercurial Exterior deseche lo nauseabundo y se imponga elevando el nivel de pureza de la materia.

Los dos hombres que aparecen sosteniendo la tapa del féretro, simbolizan a estas dos Fuerzas antagónicas.

Los restos óseos son el remanente de una pequeña partícula de materia que fue liberada de una abismante obscuridad. Esta emancipación jamás puede ser impuesta por la violencia. Se trata de una morosa depuración de las excrecencias o fuerzas malignas que usualmente dominan a la tierra.

En la morada anterior, dentro del féretro herméticamente cerrado, se llevó a efecto una intensa putrefacción, que tenía por objeto disolver las durezas metálicas de la tierra.

En esta figura número ocho, las dos fuerzas, la positiva y la negativa, destapan el ataúd, para verificar lo que la putrefacción hizo, y lo que resta por hacer.

Al abrir el féretro se observa que del cadáver del Rey, y del Hijo, que penetró vivo en ese encierro, sólo restan sus esqueletos.

Los filósofos han ilustrado este proceso en diferentes formas, una de ellas indica que el contenido de esa tumba representa: a la descomposición y muerte de la parte artificiosa de la materia. Defunción que está representada por los huesos que contienen el Oro imperfecto, crudo y vil del metal. Este Oro deberá ser finamente pulimentado hasta extraer de él la Luz o Fuego Activo interno o Mercurio Divinizado.

La materia restante deberá ser purgada con distintos grados de Fuego, por un largo período, hasta que expulse todas sus venenosas impurezas, y abandone su persistente coloración negra, de modo que el estado cenagoso de esa tierra pueda ser blanqueado.

Apartar del cadáver lo imperfecto y triturar los huesos, a fin de que la pureza de la sustancia extraída o azufre corrosivo sea tratada y vivificada.

El azufre corrosivo extraído de las disoluciones y descomposiciones de las durezas metálicas, durante el anterior proceso de putrefacción, conserva las propiedades de la tierra, porque aún contiene el estado no elaborado del metal.

Con todo, posee en sus entrañas a la esencia o semilla mercurial apta para ser procesada, debido a la similitud que guarda con el Agua Mercurial Superior o Alkahest, por tener ambos un mismo Origen.

Por una parte, el Mercurio Divinizador, durante el proceso de putrefacción, provoca la separación de las partes pétreas de la tierra, dando muerte a una porción del Caos inferior, y por otra, extrae de la materia en putrefacción, la primera sustancia del azufre corrosivo, le cual quedará sujeta a innumerables y sucesivos lavados ígneos.

De lo anterior, aparece que el aprendiz de Alquimia Tradicional, al trabajar su tierra, desarrolla su Naturaleza Superior, pues hace que su esencia escondida sea movida por el Mercurio Exterior, para que se volatilice una parte de su tierra y se separe, del cuerpo, lo inerte o residuo inútil.

El Agua Mineral extraída de las durezas es aún una sustancia muy débil que, para que actúe con toda su potencia, requiere completar una acabada y sublimada elaboración.

 

FIGURA 9

El hombre que extrae dos huesos del féretro, simboliza a la Energía del Mercurio Divinizador.

Este Alkahest, una vez familiarizado con la materia, la irradia con creciente frecuencia, con el objeto de encausar la unión de ambos Mercurios: El Mercurio Externo Divinizador o Alkahest, con el Mercurio Interno o Divinizado.

Tal unión produce lo que es llamado el contenido natural y virtud o poder de la Verdadera Piedra.

Este es un proceso de permanente disolución, durante el cual el azufre corrosivo es calentado por un ardiente fuego o Mercurio Divinizador, que disuelve con vigor a las durezas de la tierra, hasta transformarlas en una agua muy fluida y pura.

Este proceso de disolución consiste en desarticular todo el mecanismo artificioso de la materia. Este trabajo desestabiliza a la férrea armazón constituida por los bloques que se incrustan en nuestra materia, y que impiden o dificultan la circulación de la energía pura en nuestro vaso o cuerpo.

En esta etapa actúa imperiosamente la Fuerza del Mercurio Divinizador, que ductiliza a la sustancia del metal, con el objeto que de ella surja la esencia natural que la compone.

La disolución consiste en el reblandecimiento de todos los compuestos endurecidos. La acción del Fuego Superior hace que se violenten todas las sustancias corrosivas que integran la materia, de modo que la suciedad aglutinada y adherida a nuestra tierra es disuelta.

Los huesos son retirados del ataúd y esparcidos ante él, porque ya ambos cuerpos han sido completamente disueltos, salvo sus esqueletos.

En efecto, la permanente acción de la influencia del Mercurio Divinizador altera a la dura consistencia de la tierra, de tal suerte, que la escinde o divide en dos partes: La una, es el sector más fermentativo y sensible a la imantación Superior, que evapora sus compuestos, sublimizándolos y volatilizándoles.

La otra porción, está configurada por las durezas corrosivas de la tierra.

Las sustancias sutiles y volátiles se unifican dando forma a una Fuerza ígnea que destruye a las ataduras metálicas que envuelven a la materia, e irradian a la tierra, reordenándola en un estado más enaltecido de purificación.

La frase: " y hecha la cosa, deberéis guardarlo cuidadosamente", que se relaciona con esta morada a la sublimación o estado de profundos cambios en la tierra.

En esta etapa, la tonalidad y percepción interna del discípulo, antes acalladas por el ruido de las sensaciones irreales, comienzan a manifestarse con más claridad, de modo que se percibe el eco magnetizador del origen, situado en el centro de todas las cosas.

Esta resonancia expansiva al contactarse con mayor intensidad y profundidad con las virtudes de la esencia o Mercurio Coagulado, que yace entorpecido e incrustado en el vaso, hace que aquellas cualidades ignoradas empiecen a emerger y a evidenciarse como acciones correctas, que se imprimen o fijan en el exterior, y permiten la asimilación de Rocío Iluminador, o Mercurio Divinizador que alimenta al Mercurio Coagulado. Esta no es una nutrición artificial, sino un sostén espiritual y sutil, que fomenta el desarrollo y elevación del Mercurio Coagula.

 

 

FIGURA 10

En esta morada, los huesos del Rey y de su Hijo son agrupados en nueve porciones que son arrojadas a una tierra blanca que hay que cocer.

Cada porción de los huesos representa una particular etapa de la Obra, consistente en un completo ciclo de elaboración o purificación del metal empotrado en nuestro cuerpo o estado endurecido d e la Piedra.

Si se observan las figuras nueve y diez, se comprobará la existencia de sólo ocho lotes de huesos y no de nueve. Esto se debe a que el número nueve representa un ciclo completo, de modo que, en este caso, la etapa número nueve, representa el final de la operación, donde todas las porciones se unificarán en una sola, y esto no pudo ser dibujado en ambas moradas.

Primer grupo de huesos:

En este sector se representa el hecho de que el Mercurio Divinizador o Alkahest irradia a la materia, y su magnetización se adhiere al vaso o cuerpo, y ejerce una presión continua hasta que logra hacer fermentar al azufre corrosivo, o primera sustancia extraída

de los metales, a la cual el Alkahest procesa hasta que alcance una perfecta purificación.

Cualquiera que sea el grado de cocción que se produzca en la materia, la irradiación del Mercurio Divinizador se manifiesta como un Fuego que agita, descompone y disuelve todo lo corrosivo y altera al fuego artificioso que mueve desarmónicamente a la materia.

Nuestra tierra o cuerpo, mientras no sea controlado por el Alkahest, permanecerá aplastado por una presión negativa; cuya tendencia obscurecida se debe aprender a eludir, valiéndose de una más profunda absorción de la magnetización del Fuego Superior.

La materia debidamente nutrida por el Mercurio Divinizador, tomará su propio impulso y despertará su Fuego dormido o Mercurio Coagulado diseminado en su interior.

El Mercurio Exterior, o Fuego Superior, debilita el hacer obscuro de la materia, hasta consumir, uno a uno, a los compuestos corrosivos, y revive con su influencia al Espíritu puro de la tierra ,parte esenciada o Mercurio Coagulado.

 

Segundo grupo de huesos:

Aquí se alude a la vigorosa resistencia que oponen los cuerpos metálicos a la intromisión de la Luz, y su persistente propósito de mantener a la tierra o cuerpo, en un constante estado mineral, a fin de que la Energía superior no pueda fijarse en ella.

Por esta tendencia antagónica a lo elevado, los metales vulgares, mientras permanecen ajenos a la activación de su propia esencia o Mercurio Coagulado, son considerados "muertos". Ello porque mientras no se evidencia el impulso espiritual que está enquistado en la tierra, es imposible comprender que bajo esta dominante y compulsiva masa pétrea que nos envuelve, subyazca, coagulada, la vida mercurial latente propia del verdadero Ser.

No obstante, cuando la tierra se deja cultivar por la por la imantación más enaltecida, aprende a despertar la potencialidad de su Fuego, y eleva, gradualmente, su nivel espiritual.

Todo este quehacer, como el mismo logro de la meta que persigue, no es algo quimérico, puesto que al galvanizar e impulsar a la esencia o fuego interno de la materia, se aplaca, doblega y cambia su compulsiva malignidad, sustituyendo esa perjudicial tendencia por un impulso interior de carácter espiritual, que antes estaba prisionero y comprimido en dura masa.

El azufre corrosivo al ser extraído, tratado, purificado, enaltecido, asegura la inmortalidad de nuestra tierra, por cuanto sus características resultan coincidentes con las del Alkahest, si bien en el azufre corrosivo tales cualidades mercuriales aún están en proceso de desarrollo.

Para que se manifiesten en plenitud las características mercuriales soterradas en nuestro cuerpo. es menester quemar las impurezas superficiales y groseras del vaso, para inducirlo a avivar su fuego interno, para que esta flama, cual ardiente llamear anime a su sustancia ya disuelta, de aspecto oscurecido o negrura, que indica su estado de putrefacción.

 

Tercer grupo de huesos:

A partir del ennegrecimiento de los componentes de la tierra, nuestra materia o cuerpo, abandona parte de su artificialidad que le sustentaba negativamente, y entra en la continuada descomposición de sus durezas metálicas.

Asimismo, la tierra es inducida por la acción del Alkahest, a desechar lo que de superfluo y contaminado hay en ella, separando en ella lo obscurecido de lo luminoso.

De este modo, el Mercurio Divinizador impulsa y conduce a una profunda madurez al azufre corrosivo, o sustancia extraída de la tierra.

De ese estado caracterizado por el azufre corrosivo, se extrae un azufre aún más perfecto y más noble que el anterior. Esto permite que se produzca un remanente de Mercurio Interno o Mercurio Divinizado, formado intracorporalmente por el Solve et Coagula, que deberá ser guardado "en otro vaso".

 

Cuarto grupo de huesos:

En esta instancia, el azufre diluido empieza a tomar un tinte más puro y evidencia una mayor actividad. Asimismo, muestra la transparencia propia de desarrollo de una superior sensibilidad interior, que se manifiesta con un leve brillo de indescriptible belleza.

Quinto grupo de huesos:

La imantación del Fuego Superior permite, con su Luz, el despertar y activación más evidente y potente del Fuego Interno de la tierra o azufre licuado, de modo que este azufre sea capaz de captar más acentuadamente y la presencia de la Luz.

Así, el compuesto de la Piedra ve purificarse progresivamente a su composición, que ha de centellear colores más desvaídos, hasta colorearse con visos suavemente blanquecinos.

Sexto grupo de huesos:

Una vez que las sustancias depuradas comienzan a asimilar con mayor perfección la imantación de la Luz Superior, es menester aislar a la materia de todo murmullo perturbador, porque es preciso que la tierra cambie la tonalidad que la compele a controvertidas turbulencias que la merman y emasian, y consumen innecesariamente gran parte de su vitalidad.

Para no detener el largo proceso de purificación, es necesario mantener una combustión permanente, hasta llegar a emanar un agua pura que brote de tu azufre licuado.

 

Séptimo grupo de huesos:

La imantación del Mercurio Superior vierte su agua ardiente sobre el azufre licuado o agua pura. Al contacto con el Alkahest, el azufre licuado reacciona, dentro del propio vaso o cuerpo, procediendo a separar su parte obscura de la esclarecida, para manifestar el pleno candor o pureza que deviene desde el Origen.

En esta etapa flota sobre el compuesto ennegrecido – a una simbólica distancia de una pulgada- la parte más pura y volatilizada de la materia.

Durante todo el proceso, de principio a fin, se deja en claro que al estimular la escondida esencia del Mercurio Divinizado o interno, en el cual se sostiene cada forma, es factible elaborar ese Cuerpo Espiritual o Cuerpo de Luz que, lentamente, ha de desplazar al ilusorio manejo, propio de la materia no forjada en el Fuego Supremo.

El Cuerpo Espiritual es construido sobre la base del remanente de Mercurio Divinizado o Interno, que sobrepasa a la cantidad consumida diariamente por el Adepto, residuo que es acumulada en el cuerpo o vaso; energía que también es alimentada jornada a jornada por el Mercurio Divinizador, y ella, a su vez, hora tras hora, imanta a la tierra no trabajada. Todo ello a través de la práctica del Solve et Coagula.

Con la influencia del Mercurio Divinizado formado intracorporalmente, de la propia tierra, se silencia y armoniza el proceso de la Obra.

La operación o práctica del Solve et Coagula, ha de repetirse, hasta que el Cuerpo de Luz pueda contener a la verdadera Vida de la Esencia, y sea esa la construcción del verdadero Templo Interno.

Octavo grupo de huesos:

En todo el proceso se establece que al prendernos o adherirnos al desarrollo de la Esencia escondida, en la cual forzosamente se sostiene cada forma, estamos elaborando el Vaso o Cuerpo Espiritual, que ha desplazar, lentamente, al ilusorio contorno de la forma, Nuevo Contenido en el cual se deberá vaciara el extracto de la sustancia extraída, o azufre licuado, el cual será alimentado por el Mercurio Superior. Esta operación debe repetirse hasta que sea elaborada la verdadera Vida de la Esencia, o construcción del Templo Interno, donde deberá activarse la real Luz.

 

 

Noveno grupo de huesos:

 

En esta lámina aparece un hombre que deposita los huesos sobre la tierra purificada.

Este individuo es el Mercurio Divinizador, que impulsa y lleva a la tierra a mantenerse en una permanente fermentación.

Es difícil el arduo proceso de fijar en uno mismo al Fuego Exterior, y despertar en su interior la llama inactiva del mercurio Coagulado, No es fácil, debido a que ambas esencias, el Alkahest y el Mercurio Coagulado requieren, para actuar, de una tierra medianamente elaborada.

Es menester un permanente esfuerzo para estar en condiciones de recibir a la Energía superior que, con su Fuego Puro, penetra en el Mercurio Coagulado que está adherido a las entrañas de tu propia tierra.

Que se diga, en este pequeño tratado, que haya que colocar, tanto el compuesto de la tierra, como los huesos, en un frasco cerrado o alambique, significa que debe lograrse la indeleble unión entre las dos naturalezas, la superior y la inferior, la del Alkahest con el Mercurio Coagulado.

Lo anterior, equivale a la elaboración que lleva a cabo el Fuego Superior sobre las durezas de la tierra, que sometidas y subyugadas por ardientes y sucesivas combustiones, libera su oro retenido o Mercurio Coagulado.

Debe ser separada la parte más espesa de la materia, utilizando para ello al fuego más violento, y dejar a la materia en el fondo de una sustancia dura.

El Fuego Natural (Alkahest), es puro, y al contactarse con la obscurecida sustancia de la tierra, se troca en un Fuego quemante que afecta a las sustancias corrosivas, y licua las durezas para controlar al Fuego artificioso y artificial, propio de la forma.

El Fuego Superior invierte el proceder de la Forma, y le otorga una dirección propia de lo mercurial, que la faculta para liberarse de las obstrucciones propias de su envoltura pétrea y, seguidamente, separa lo obscurecido de lo luminoso, impulsando y orientado al compuesto para que alcance una plena madurez, de la que ha de nacer una materia nueva, la que debe ser regada con un caudal más generoso y puro de la Fuerza Superior.

 

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A TERCERA PARTE Y FINAL>>>

Agradecimientos a Apiano León de Valiente por enviarnos este bello material (imágenes y texto)

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