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Sabemos que las migraciones han sido un factor definitorio en la conformación de los pueblos y naciones a través de los siglos. Dichos movimientos masivos de gente han ido ordenando el mosaico étnico que ahora muestran las sociedades por todos los rumbos del planeta. La Biblia y otros libros sagrados muestran estos movimientos de personas. Ahí tenemos, por ejemplo, la historia de nuestro pueblo: aquellos que salieron de Aztlán para poblar el centro de lo que hoy es México.
En ocasiones, países muy poderosos aceptan, de buena o mala gana, emigrantes que vienen con el espíritu de buscar un bienestar para ellos y sus familias, a quienes tratan de manera diferenciada. Hace algunos siglos, esos emigrantes eran esclavos, traídos en barcos, y generalmente provenientes del África. La evolución de las sociedades hacia nuevas y necesarias formas de vida política, social y económica, les fueron integrando poco a poco, no sin grandes conflictos y con gran pérdida de vidas. Así se fue componiendo la suma étnica al norte del Río Bravo y en muchos otros lugares.
Hoy las oleadas de gente siguen ocurriendo, provenientes de las naciones pobres. Su destino es variado, pero a nosotros nos interesa de sobremanera la que se dirige hacia los Estados Unidos. Lo hacen arriesgando la vida al traspasar sus fronteras, no sólo por el peligro de morir ahogados en el río o calcinados por el sol abrasador de los desiertos que cruzan, sino por la acción humana, legal e ilegal, que les impide el paso.
Hasta el año pasado, el tema se dilucidaba de manera unilateral, es decir, las reglas de ingreso las dictaría el país receptor. Aún cuando esto sigue siendo cierto, ahora se ha dado un paso importante hacia la acción concertada. Las tareas que inició hace poco la Asamblea General de las Naciones Unidas son ya una opción encaminada a superar las enormes dificultades que supone una relación bilateral entre naciones expulsoras y quienes reciben el apoyo de los emigrantes a su economía. Este es un guiño promisorio para quienes cruzan las fronteras en busca de empleo. Sin embargo, aún hay un largo camino por recorrer.
Un hecho real es que quienes ingresan ilegalmente por cualquier medio o forma a los Estados Unidos, lo hacen para trabajar. Sus contratantes los explotan, pero los preservan porque les son muy útiles. Generalmente realizan las tareas más modestas e incómodas, en actividades agropecuarias o fabriles. No obstante, aún no se piensa en su integración plena como ciudadanos, a pesar de que muchos de ellos llevan toda una vida sirviendo con honestidad y precisión a sus patrones. La insistencia sostenida por décadas por parte del gobierno mexicano para que se defina un acuerdo migratorio, no se ha logrado concretar. Pero el problema es preocupante: en los últimos quince años ingresaron 15 millones de personas de diversos orígenes a su territorio.
De ahí que se hayan puesto a trabajar la Casa Blanca y el Senado estadounidense, y que estén a punto de presentar un proyecto de Ley para el asunto de la migración. Sin embargo, se seguirá utilizando un tratamiento unilateral, y la primera lectura que nos da dicho proyecto es preocupante. La barda de la ignominia se extenderá por muchos kilómetros más, habrá más guardias fronterizos, y para lograr obtener un permiso de trabajo, primero habrá que demostrar que se tiene empleo en México, y se deberán pagar de mil a cinco mil pesos. Entonces se extenderá una visa provisional que los integrará a un sistema de puntos basado en méritos. Allí esperarán los migrantes hasta que "San Juan baje el dedo", lo que ocurrirá primero para los más calificados, que son los menos. Sólo ellos lograrán residencia permanente. ¿Y el resto, que son la mayoría?
El mecanismo -no muy claro aún- es calificado por los líderes de los indocumentados como más de lo mismo, pero ahora de forma más encarnizada contra el más vulnerable.
Se trata de "la revancha del zorro" dirán allende el Bravo, a la denominada Ley Z, aplicable para quienes están en el país antes del 1º de enero del 2007. Lo cierto es que aún es un proyecto en el que se enrolaron algunos demócratas como E. Kennedy, así como los republicanos con Bush a la cabeza. Pero no hay que olvidar que el Presidente tiene el nivel más bajo de apreciación popular y necesita obtener de 60 a 70 votos en la Cámara de Representantes antes de octubre.
La discusión apenas comienza y no se sabe qué sorpresas tengan preparadas. Sería bueno que las autoridades mexicanas auxilien a los organismos de inmigrantes, y sería bueno que les preguntaran a los migrantes. Ayudaría mucho la experiencia de nuestra gente, muchos de ellos héroes de mil batallas.
Réplica y comentarios al autor: v_barcelo@hotmail.com
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