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Crónica de un debate, o la consagración de la ruptura socialdemócrata con el castrismo en Suecia.
Como habíamos anunciado, en la fatídica fecha del martes 13 de abril, hubo de tener lugar el debate entre Eva Björklund, matrona del castrismo en Suecia, y Urban Ahlin, parlamentario por el partido socialdemócrata sueco. El duelo verbal resultó encarnizado, expresándose en éste la confrontación total del representante socialdemócrata con los castristas del patio.
El torneo retórico tuvo lugar en el aula magna de un antiguo centro educativo, la Matteus Skola, situada en Vasa Staden, uno de los barrios, para mí, más auténticos de Estocolmo, donde la arquitectura varía más, y donde la presencia de algunas importantes iglesias otorga un dejo de espiritualidad muy especial a la zona. Lo auspició la denominada Red de Acción contra la Guerra y la Asociación Sueco Cubana. La segunda se trata de un auténtico buró de publicidad en Suecia al servicio del Partido Comunista de Cuba.
Es interesante la forma en que en esta ocasión se anunció la actividad por parte de sus organizadores. No hubo bombo ni platillos para atraer a la sociedad sueca. Apenas encontramos un diminuto cartelito en un centro de estudios obreros. Sin embargo, por la manera en que vimos abarrotado el local, no nos cupo duda de que la movilización en el ámbito interno del castrismo fue general e intensiva.
El encuentro de ese día tenía un carácter trascendente y peligroso a un tiempo. Ahora el debate era de izquierda a izquierda. Ya no se trataba de debatir con un puñado de jóvenes y aguerridos exiliados cubanos, o con representantes del partido liberal o el democristiano, contra los que un socialismo asimilado dogmáticamente crea, entre muchas personas izquierdistas, barreras que impiden asimilar cualquier verdad que no venga de ellos mismos. El mal se agrava en la mente de los reclutados por la Sueco Cubana, quienes reaccionan como miembros de una secta, incapaces de asimilar ninguna información que no esté avalada o filtrada por el gurú. Son, por lo general, personas captadas en sectores donde la escasa cultura política se combina con un alto grado de segregación social, una característica que les acompaña desde sus países de origen y que se reproduce en aquél en el que han terminado recalando como emigrantes de origen económico (los motivos políticos desaparecieron con las dictaduras sudamericanas del siglo pasado).
De lo que se trataba ese 13 de abril era, por lo visto, de organizar una especie de ritual "guerrero" donde Ahlin habría de ser sacrificado y ofrendado a los dioses del totalitarismo cubano. Como la defensa pública y directa de estas deidades ya no resultan políticamente correctas en Suecia, la tarea habría de estar encubierta bajo el manto ennoblecido de "pacifismo", y así fue. En nombre de la Red de Acción contra la Guerra, hizo la presentación una chica muy simpática, sin dudas, quien de paso convocó a los presentes a una manifestación contra la presencia norteamericana en Irak.
Afortunadamente, y gracias a la alerta dada en un primer momento por nuestro fotorreportero Germán Díaz, diseminada después por otros colegas, no sólo estuvieron en el salón (como pretendían los organizadores) los amigos del gobierno de Castro. También fueron allí un grupo de amigos de Cuba, es decir, de la democratización de la isla, quienes con sus aplausos y preguntas efectivas conjuraron la acción dispuesta a apagar, con expresiones impertinentes y aclamaciones a Björklund, las razones del contrincante socialdemócrata. En resumen, lo que prometía haber sido un delicioso festín de canibalismo político, terminó "aguado" por los "no" invitados.
Aquella tarde, tras una última llamada de coordinación con nuestra asistente general, Mae Liz Orrego, quedó nuestro amigo Fredrik Åfelt, en cuya empresa se imprime Cuba Nuestra, en enviarnos un pequeño cargamento del flamante número 20 de la revista, una cortesía de nuestro equipo hacia los participantes del debate. Me aposté, pues, en espera del envío en la verja de la escuela. Ello me permitió captar el tipo de los participantes: muchos inmigrantes sudamericanos, en su mayoría personas de entre la segunda y tercera edad, así como alguno que otro joven. Algunos de estos especímenes iban ataviados con pullovers estampados con antidiluvianos iconos comunistas. En medio de tan rocambolesca caravana desfiló también la estrella del ocaso en aquel firmamento: Eva Björklund, a la que por fin pude captar gráficamente, por tener en aquel momento la cámara en ristre. Hacía tiempo lo intentaba infructuosamente, como si algún demonio echara a perder las imágenes que captaba en cada confrontación con la sueco cubana.
Ya estaba a punto de desvanecerme por la nausea ideológica que provocaba el triste espectáculo, cuando recibí un respiro. Primero, con la presencia, en bicicleta, como cualquier hijo de vecino, de nuestro amigo Erik Jennische, secretario del Centro Internacional Liberal, y un verdadero experto en el tema del movimiento democrático de Cuba.
Un poco después, apreció, acompañado por otros miembros de su organización, Fredrik Malm, presidente de la Juventud Liberal Sueca. Reconozco que me sorprendieron gratamente, y no debía asombrarme a estas alturas, pues los jóvenes liberales son desde hace años punto fijo en la tarea de enfrentar la propaganda castrista en Suecia.
Como suelen hacer, se apostaron a la entrada del edificio donde tendría lugar la actividad y comenzaron a entregar a cada uno de los asistentes que llegaban un volante en el que denunciaban la represión en Cuba y la actividad de los que llamaban "los perros falderos de Castro".
Entre los últimos en llegar estuvo el socialdemócrata Ahlin. Subimos juntos una escalera, que en su infinitud daba un sentido, aún mayor, de aislamiento al evento (el socialdemócrata se compadeció ante mí de los pobres alumnos que en aquella escuela tendrían que subir tantos escalones).
Por fin descubrimos el local. Allí estaba el mensajero de la imprenta con las Cubas Nuestras, quien se nos había adelantado. También estaba Eva Björklund, apoderada del teatro como una emperatiz en su corte.
A la entrada del aula, había una mesa con los materiales de propaganda de la Sueco Cubana. El individuo que los custodiaba se opuso tajantemente a que colocáramos ejemplares de Cuba Nuestra junto a ellos. ¿Temor a la competencia?, le dije, mientras colocaba la revista en otro sitio.
Entonces apareció María Weiner (de la sección Internacional de la Juventud Liberal) con unas amigas, que también lo son de la causa cubana. Le di una revista, y me dijo con ese español tan dulce que maneja: "¡Qué bonitas, luego las repartiremos!"
Se dio inicio, pues, al debate. La moderadora, una amable señora, dio paso en primer lugar a Eva Björklund. Ésta, tras definir una misteriosa estructura mental que, según ella, impide a los medios de comunicación suecos reconocer las cosas positivas de Cuba, realizó su consabido panegírico sobre el sistema político cubano, asegurando que no es verdad que los socialdemócratas cubanos sean encarcelados, e indicando que estos tienen derecho a participar en el sistema político en tanto ciudadanos independientes. Por supuesto, no habló del papel fiscalizador que hacen de todo ese proceso, los comités de defensa, la seguridad del Estado y el partido comunista, monopolizador tanto de los medios de comunicación como del empleo, un recurso de neutralización política de primera. Utilizó el viejo argumento de legitimación de las "imperfecciones" del sistema: lo que denominó la guerra económica de Estados Unidos contra Cuba.
Luego le tocó la palabra a Urban Ahlin. Lo primero que hizo fue definir su compromiso social y demócrata para luego arrebatarle al castrismo la raída banderilla del antiembargo, señalando que él también se oponía a la medida económica, pero no porque perjudicara como hacen ver los comunistas de Suecia al régimen cubano, sino, por el contrario, porque le beneficiaba. Indicó que él mismo había estado en Norteamérica y debatido con los exiliados más intransigentes, transmitiéndoles esa misma opinión. El día que desapareciera el embargo, Castro se quedaría sin argumentos para defender su dictadura. Posteriormente, arremetió contra el concepto de democracia que defiende Eva Björklund para Cuba, un concepto que no comparte un solo partido, incluido el Partido de Izquierda, al que Eva pertenece. Subrayó que la posición de Eva le recordaban sus debates con los neoliberales, quienes no podían concebir para los países menos desarrollados, las mismas garantías sociales de las que gozan países como Suecia. Asimismo, indicó en franca arremetida contra los organizadores, que no existía ninguna razón para que los que se oponen a la guerra en Irak tengan que meterse en la misma cama con Fidel Castro. Lo más importante de su intervención fue, a mi parecer, el que recalcara una idea que ya había sostenido Ahlin en la prensa sueca: que no existe razón para que los cubanos tengan que escoger entre las garantías sociales y la libertad, que como los ciudadanos de Suecia, tienen derecho a ambas cosas.
Aquellas palabras cayeron como martillazos en los oídos de los "sueco-cubanos", entre los que, por cierto, no detectamos a ningún cubano. La señora que conducía el debate, quien por cierto no tenía la menor idea de quiénes eran castristas y quiénes demócratas, comenzó a dar la palabra al público. Quiso el destino que, pese a la minoría en que nos encontrábamos los amigos de la democracia, tanto por la cantidad de intervenciones, como por la calidad de nuestras preguntas, los aduladores quedaran neutralizados en su intento de opacar los poderosos argumentos del socialdemócrata. Tal fue así que algún descontrolado comenzó a gritar que allí "no había democracia", como si la inocente "maestra de ceremonias" fuese la culpable de que una especie gnomo invisible le dictara al oído a cuál de las manos levantadas debería dar la palabra para ser justa en su distribución de intervenciones.
Hay que decir, para hablar del aporte de los cubanos, que la palma se la llevó la asistente general de Cuba Nuestra, Mae Liz Orrego. Sentada frente a la representante de la Sueco Cubana, le puso a la paladín de Castro en la mesa la declaración universal de los derechos humanos, con una pregunta que repitió para el público." ¿Si es tan bueno, entonces por qué el gobierno cubano no permite la entrada a la isla de un relator de los derechos humanos de la ONU? Tras precisar a la ponente varias veces para que ésta no evadiera la pregunta, Björklund respondió afirmando que en 1994 se había dado la visita de una representación de la ONU para analizar el tema de los derechos humanos en la isla. Dejo a los expertos en el tema la confirmación de tal enunciado.
Por mi lado, siendo el último de la sala al que se le concedió la palabra, no quise desaprovechar la oportunidad para darle una pequeña lección de historia a los presentes, a modo de que abrieran las entendederas sobre un pasado político que no justifica lo que ocurre en Cuba. Así pues, reclamé el derecho a colocar algunas premisas y expuse ante los presentes la tradición socialdemócrata cubana, concretizada en el hecho de que en la década de los cuarenta, uno de los dos partidos más importantes de la isla, el Ortodoxo, basara su ideario en tres pilares fundamentales: el antiimperialismo, el anticomunismo y el socialismo. Expliqué que Castro había comenzado su carrera política en ese partido y que si los cubanos le habían seguido era porque de algún modo le asociaban con los ideales de la popular organización. Recordé posteriormente que una vez importado el modelo soviético, los socialdemócratas desaparecieron del mapa político cubano por casi cuatro décadas, y que ahora renacen de sus cenizas. Sobre aquella base, hice mi pregunta, que más bien era una propuesta: la de si los socialdemócratas suecos estuviesen dispuestos a invitar a los socialdemócratas cubanos a un seminario en Suecia, para que discutieran, incluso con Eva Björklund, la naturaleza del sistema cubano y qué clase de socialismo es el que de verdad quisieran los cubanos para su isla, un debate imposible en la Cuba de hoy.
Ahlin respondió afirmativamente a mi pregunta y dio los toques finales a su participación. Se excusó de los presentes y se retiró, finalizando así el panel de la polémica y dejando entre los reclutados por la sueco cubana el amargo sabor a la derrota. Tanto fue así, que uno de ellos, una mujer de mediana edad, intentó atajarlo en el pasillo y lanzarle unas cuantas imprecaciones.
Por último, quiero reseñar un gesto que muestra el verdadero sentir del pueblo sueco hacia Cuba. Una tierna señora que había permanecido callada durante toda la sesión, no dejó marchar a Mae Liz Orrego sin darle un abrazo y felicitarla por sus palabras. Ese hecho vale por toda la algazara que armaran los fanáticos reconcentrados por Eva Björklund, y dice mucho del efecto que tuvieron en el público las palabras y la postura de nuestra asistente general. Para mí fue, junto con Ahlin, la heroína indiscutible de la jornada.
Réplica y comentarios al autor: carlosm_estefania@hotmail.com
Para consultar otros documentos sobre el tema visite la revista Cuba Nuestra.
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