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   Golpe de Estado contrarevolucionario

1 de enero de 1959

Es probable que en este momento histórico que vive el planeta, en el que todos los parámetros establecidos en el derecho internacional han sido violados por más de un siglo, y se ha impuesto el derecho de la fuerza bruta por sobre la fuerza del derecho, comentar la historia puede resultar una manifestación de alucinación, y mucho más si estamos exponiendo en esta serie de artículos el proceso de la Revolución que perdió su cauce en uno de los pequeños pueblos -atendiendo a su número de habitantes- del Mar Caribe.

En el artículo anterior, publicado en esta revista, informábamos de los hechos previos al Golpe de Estado. En el presente, expondremos los que culminaron en el advenimiento de Fidel Castro al poder, al objeto de impedir que la acción insurreccional culminara en el proceso de realización de la Revolución Cubana, tal como sucedió posteriormente a la remoción del general Machado, cuando emergió un gobierno revolucionario (1933-34) cuyas figuras predominantes fueron Ramón Grau San Martín y Antonio Guiteras Holmes.

Expresamos que Estados Unidos, representado en la postrimería del gobierno del dictador Batista por el embajador Earl Smith, trató de proyectar una posición de neutralidad en público con relación al conflicto nacional cubano. Mientras ofrecía esa imagen, buscaba afanosamente una fórmula que permitiera el desplazamiento del gobierno de facto, que hasta ese momento había respaldado, creando condiciones para evitar que, como en 1933, se reiniciara el proceso de la Revolución Cubana.

Una fórmula bien acogida por el embajador fue la de las elecciones generales, siempre y cuando tuviera una asistencia aproximada del 50% de los electores, pero yo he pensado que su pretensión era reeditar la "mediación de 1933". El gobierno presidido por Batista promulgó la convocatoria electoral. Un considerable sector de la población la repudió enérgicamente y la gran mayoría manifestó su indiferencia.

El proyecto electoral, ignorando deliberadamente la realidad cubana de aquellos días y confiando en la injerencia norteamericana, ofrecía tres candidatos a la sucesión presidencial: el Dr. Andrés Rivero Agüero, el Dr. Carlos Marquez Sterling y Alberto Salas Amaro. El primero, ministro del gobierno de facto; el segundo, un eterno candidato presidencial; el tercero, un periodista estrechamente vinculado al gobierno (pero su nominación no tenía otro propósito que el logro de su vigencia personal).

Las elecciones fueron una farsa de conocimiento público. Las candidaturas presidenciales y otros cargos electivos que aparecían en la convocatoria electoral estaban financiados por el gobierno, en primer término, y, secundariamente, por empresarios extranjeros y representantes de la plutocracia nacional. Algunas personas bien intencionadas hacían gestiones para convencer a la embajada norteamericana y al general Batista para que en las elecciones apareciera triunfador el Dr. Carlos Marques Sterling, con el propósito de calmar la irritación popular e impedir el triunfo insurreccional, manifestando el peligro del advenimiento de un gobierno revolucionario como sucedió en 1933.

Los posibles electores estuvieron ausentes. Las urnas fueron rellenadas sin recato en oficinas públicas y privadas. El autor de estas notas recuerda una oficina de la Avenida de las Misiones en La Habana -a dos cuadras del Palacio Presidencial- el 3 de noviembre de 1958, con las puertas abiertas al pasillo central en horas de la tarde, donde unas diez personas llenaban boletas electorales y las colocaban en urnas electorales.

El fracaso electoral, el descrédito público del gobierno de Batista y el incremento de la lucha armada en las ciudades y en áreas no urbanas, hizo comprender al embajador norteamericano que Batista resultaba un obstáculo para toda posible solución de la crisis que vivía el país, y optaba por buscar en el ejército personalidades no rechazadas popularmente, así como los menos identificados con los valores de la Revolución Cubana entre los factores insurreccionales.

Batista y otros miembros de su gobierno comenzaron a considerar que la alternativa para permanecer en el poder era incrementar sus relaciones con el dictador Trujillo de la República Dominicana y utilizar a la compañía petrolera inglesa Shell para la compra de armas y otros posibles apoyos políticos. Esta empresa estaba muy vinculada al gobierno por medio de su representante en Cuba, el Sr. José Iglesias de la Torre, quien recibía importantes beneficios personales y empresariales.

Colaboradores del régimen incrementaban la corrupción y sacaban maletas repletas de dólares del país, avizorando el corto tiempo que le quedaba al mismo. El contrabando logró niveles sin precedentes. En la base aérea militar de Columbia se habilitaron almacenes especialmente para aparatos eléctricos que se traían al país de contrabando por medio de naves militares.

Sectores de la sociedad cubana temían cambios bruscos en lo social y lo político, o sencillamente temían la violencia y el caos, considerando además que el gobierno había perdido el favor de Washington y se incrementaba el malestar en las fuerzas armadas.

Batista, temeroso del golpe militar, pasa a retiro abruptamente a numerosos militares de amplia gama, entre ellos, al capitán José Rodríguez Sanpedro, del servicio de inteligencia militar, al coronel Carlos San Martín, jefe de operaciones en la provincia de Las Villas, y al general Martín Díaz Tamayo, hombre clave en el Golpe de Estado del 10 de marzo de 1952 y ayudante general del ejército, quien gozaba de especial consideración por parte del gobierno de Estados Unidos. Por otra parte, se apoyaba cada vez más en Esteban Ventura, Carratalá, Laurent y Pilar García, expresando que eran ejemplo de lealtad y eficiencia, los cuales, para la gran mayoría de la población, eran notorios asesinos. Esta situación se hizo evidente cuando el mayor general Arístides Sosa de Quesada, director del departamento jurídico del ejército, decidió iniciar una causa criminal contra el coronel Ventura, porque su conducta dañaba el prestigio de las fuerzas armadas. La reacción de Batista fue inmediatamente pasar a retiro al general, no obstante el prestigio que disfrutaba.

Batista, ignorante y espectacular, alertado por García Báez, jefe del servicio de inteligencia militar, y gracias a su notable intuición, se percató que el ejército se desmoronaba y que estaba a punto de suceder un golpe militar, si es que el mismo no se estaba ya gestando. Como en otros momentos de su historia, concibió el proyecto del tren blindado, poniendo de manifiesto una vez más su total y absoluta incapacidad militar. El propósito del tren era transportar tropas de refuerzos para Las Villas, así como personal técnico para reparar puentes, líneas ferroviarias, carreteras, etcétera.

Personas comprometidas y adversas al gobierno, o simplemente curiosos, podían observar los trabajos de adaptación y blindaje. Los grupos insurreccionales conocieron el proyecto desde su inicio y recibían información casi a diario sobre todo el proceso de construcción, hasta que el mismo estuvo listo para iniciar el viaje de salida. Algunos de los informantes avisaban a activistas de organizaciones revolucionarias, a modo de comentarios, sin comprender la valiosa colaboración que brindaban. En consecuencia, el tren blindado fue fácilmente inutilizado por las fuerzas guerrilleras tan pronto como ingresó al área de operaciones.

Los proyectos del golpe militar se multiplicaban. El coronel Rosell, prestigioso militar, participó o fue considerado en varios de ellos. Al comprender que no eran viables, clandestinamente se fugó a Miami. Francisco Tabernilla, jefe del ejército, y el coronel Chaviano consideraban la asonada militar contando con el visto bueno de la embajada de EEUU. Al ser descubiertos, Batista los insultó por desleales y mal agradecidos de los tantos beneficios materiales que él les había prodigado. Chaviano escapó a República Dominicana y Tabernilla fue sustituido por el tristemente célebre general José Eleuterio Pedraza, repudiado por la opinión pública y por la mayoría del ejército.

En el exilio, Tony Varona trataba lograr el apoyo del Pentágono hacia el proyecto del coronel Rosell, y hacia énfasis en que asumiera la jefatura de las fuerzas armadas el coronel Barquín, quien se encontraba preso en el llamado presidio modelo y gozaba de gran prestigio en las fuerzas armadas norteamericanas. Un plan similar estaba conformado por Justo Carrillo con la fuerza aérea norteamericana. Carlos Prío, al frente de la OA, organizaba el viaje por vía aérea para hacerse presente en Las Villas, y Aureliano Sánchez Arango, al frente de la AAA, pretendía hacerlo por vía marítima al sur de la provincia de La Habana.

Mientras estos eran los movimientos en las fuerzas armadas y en el exilio, Fidel traslada su campamento desde un área inaccesible en la Sierra Maestra (noviembre de 1958) a La Plata, y el 21 de noviembre a Bueycito, en las estribaciones de la Sierra Maestra y a dos horas de camino de Bayamo y a tres de Santiago de Cuba. Raúl Castro operaba con éxito, creando una fuerte y disciplinada fuerza guerrillera, así como una red organizada de asistencia desde Alto Songo, lugar inhóspito e inexpugnable. A mediados de diciembre, olvidando el Pacto de Caracas y el de Pedrero, Fidel hace llegar al Dr. Urrutia a Cuba para su proclamación como Presidente de la República. La proclamación se pospuso en razón de la precipitación de los acontecimientos.

En Las Villas, zona central del país, el Movimiento 26 de Julio y el Directorio Revolucionario 13 de Marzo, ya coordinados, habían incomunicado por tierra a las provincias occidentales de las orientales. En Fomento, primera ciudad ocupada permanentemente por el Directorio por más de dos meses, se nombró un gobierno municipal a cargo de la administración civil, mediante un acuerdo del Directorio y del Movimiento. De inmediato, en acción conjunta, reconquistan a Placetas y se completa el cerco de Santa Clara, la ciudad más importante del centro del país. El norte de Las Villas estaba bajo el control de las columnas guerrilleras, bajo la jefatura de Camilo Cienfuegos. Las condiciones estaban dadas para el asalto a Santa Clara y ambas organizaciones coordinaban su plan de acción.

En La Habana, el embajador de EEUU, el 17 de diciembre, ordena a Batista abandonar el país y entregar el poder a una junta militar. La junta ya se encontraba compuesta por el general Eulogio Cantillo, el coronel Ramón Barquín y los generales Arístides Sosa de Quesada y Díaz Tamayo, entre otros.

En artículos anteriores, hemos hecho referencia a los contactos de Fidel Castro y Eulogio Cantillo y su intercambio de mensajes. El 28 de diciembre, el coronel Fernando Neugart concertó una entrevista personal entre ambos dirigentes, donde Cantillo se compromete a:

a) incorporar en las fuerzas armadas a los miembros del ejército rebelde que lo deseasen;
b) restablecer la Constitución de 1940;
c) convocar elecciones generales tan pronto como sea posible y;
d) someter a los tribunales de justicia a todos aquellos miembros de las fuerzas armadas que hubieran cometidos maltratos, crímenes y otros delitos.

Mientras estos acuerdos entre militares y Fidel Castro se producían, de la sierra llegaban a los grupos urbanos alarmantes noticias sobre conspiraciones en las fuerzas armadas, así como sobre la demanda de una inmediata acción para frustrar todo intento de golpe militar, insistiendo que su único objeto era impedir la realización del programa de la Revolución Cubana. Las insistentes y crecientes demandas consistían en que a todo intento de Golpe de Estado militar, la respuesta inmediata sería la de asaltar cuarteles militares y policíacos, ocupar emisoras de radio y televisión, apoderarse de los medios de transporte y, en los casos donde la ocupación no fuera posible, destruirlos.

En La Habana las guerrillas urbanas del Directorio Revolucionario, al mando del comandante Gustavo Machín, realizan un ataque comandado contra la decimoquinta estación de policía con éxito. Mientras tanto, en la capital de la República, la tensión se incrementa.

Se inicia el ataque a Santa Clara. El regimiento del ejército se atrinchera en su cuartel central. El Che Guevara establece su comando en las instalaciones deportivas de la ciudad. El comandante Rolando Cubela emprende una fiera batalla durante más de dos días contra el cuartel 31 de la guardia rural que protegía la ciudad. Simultáneamente, Roberto Rodríguez (el Vaquerito) planea y ejecuta un osado ataque frontal para ocupar la jefatura de la policía, pereciendo en la batalla pero logrando la victoria. La victoria de Rolando Cubela y del Vaquerito dan por terminada la resistencia de la dictadura. Así, la ciudad más importante de la zona central de Cuba capitula ante las fuerzas guerrilleras.

Eulogio Cantillo se proclama jefe superior de las fuerzas armadas, y exige la renuncia de Fulgencio Batista en su condición de Presidente de la República, así como de Anselmo Alliegro, presidente del Senado, los cuales aceptan siempre y cuando se les garantizara su salida del país. Ordenó el cese al fuego en todo el territorio nacional. Proclama restablecida la Constitución de la República de 1940, y envía a unos oficiales en busca del magistrado del Tribunal Supremo, Carlos M. Piedra, que de acuerdo con dicha Constitución, le correspondía la sucesión presidencial. Éste se personó en Columbia al objeto de formar gobierno. De acuerdo a conversaciones anteriores, ya se conocía que el nuevo gobierno estaría compuesto, entre otros, por Raúl de Cárdenas, Alberto Blanco y Ricardo Núñez Portuondo. Simultáneamente, el general Cantillo envía un avión a Isla de Pinos, donde se encontraba el presidio, para trasladar de inmediato a La Habana a los ex militares y líderes insurreccionales que se encontraban en prisión. Al llegar estos al aeropuerto militar de Columbia, el general los esperaba en la puerta de la jefatura del ejército, saludando efusivamente a los recién llegados. Minutos después, el general Cantillo invitó a pasar al despacho de la jefatura al coronel Barquín, y sostuvieron una entrevista durante quince o veinte minutos, la cual, para los recién llegados, pareció eterna.

Los grupos insurreccionales se lanzaron a ocupar las instalaciones militares y policíacas, lugares de significación política o centros militares estratégicos, estaciones de radio y televisión, enclaves de transporte, etc. Conforme a las informaciones que poseían, había con qué impedir el golpe militar.

Fidel ordena el avance sobre La Habana de las fuerzas guerrilleras dirigidas por el Che Guevara, Camilo Cienfuegos y Efigenio Almejeira, ordenándoles que incorporaran a las mismas a todos los que se sumaran. El Directorio Revolucionario hizo lo mismo, y otros grupos guerrilleros tomaron una idéntica decisión.

Aparentemente, se consolidaba un triunfo revolucionario. Realmente se había producido un golpe de Estado contrarevolucionario, en la que pugnaban por prevalecer, al desplomarse la dictadura, tres modalidades diferentes. La primera, conservadora y regresionista, sin capacidad de comprender la realidad del país; la segunda, bajo la dirección de un caudillo con absoluta indigencia ideológica, voluntad de mando y carisma personal, para quien lo importante era el poder. En tercer término, grupos sin dirigencia aceptada ni coherencia interna, comprometidos con la realización de los valores de la Revolución Cubana.

Comprenderemos la situación en ese momento de la historia cuando revisemos los acontecimientos subsiguientes, que permitieron consolidar en el poder al Dr. Fidel Castro, un peculiar caudillo.

Réplica y comentarios al autor: r.simeon@psrdc.org




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