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10 de marzo de 1952 en Cuba: Golpe versus Revolución (segunda parte)
El inicio de los dos Golpes
Para la perpetración de sus objetivos, Batista se apoyaría básicamente en dos grupos de trabajo. Lógicamente, el primero sería formado por un grupo de ex militares expulsados del ejército: Tabernilla, Lurrubia, Pilar García, Carlos Cantillo; el otro, por una veintena de oficiales activos, capitanes y tenientes de La Punta (Marina) y Columbia (sede del ejército); y el tercero, que a la postre significaría la mano derecha del dictador, antes y después del Golpe: Salas Cañizares, teniente de la motorizada que, como veremos más adelante, se encontraba bajo un proceso penal, acusado de asesinato, pendiente sólo de la ratificación de la sentencia.
En la lista de los coordinadores civiles de la acción, figuraban nombres como Santiaguito Rey y Carlos Saladrigas, cerebros activos de la Ley Constitucional, días más tarde puesta en vigor. Otros, como Nicolás Pérez Hernández, Colacho, Ramón Hermida1, Andrés Rivero Agüero y Marino López Blanco, serían todos futuros ministros. Asimismo, existían contactos con Guillermo Alonso Pujol, de la Unión Nacional Oposicionista que agrupaba al PAU, con el Nacional Cubano, que dirigía Nicolás Castellanos, alcalde de La Habana.
Mientras, los contactos previos a aquella conspiración, que minaban Columbia, eran ampliamente conocidos y observados por el gobierno del Presidente Prío, ahora derrocado, cuya acción se limitó a ordenar una escolta permanente a la mansión de Kuquine, al mando del teniente Mirabal, de cuya gestión ningún resultado se obtuvo, sólo que sirviera de excusa al jefe golpista para la denuncia que más tarde haría sobre el intento de asaltar su residencia por orden del presidente.
El jefe indio en su puesto. La niña bien.
Los primeros días de aquel mes de marzo del 52, serían para Batista y el resto de los complotados, lógicamente, jornadas de mucha agitación.
Dos sucesos imprimirían aún más ánimo a los golpistas: el acto del domingo 2 en el Teatro Nacional, en el cual se proclamaba oficialmente la candidatura de Roberto Agramonte y Emilio Ochoa por el PPC (O).
El otro suceso de importancia política para la Nación sería el atentado dinamitero perpetrado contra el Senador Pelayo Cuervo, una bomba de diez libras colocada en el zaguán de su casa; todo esto sin más resultados que lastimar a tres personas.
En lo concerniente a los planes golpistas, el día cuatro de marzo se celebraría una reunión colectiva del grupo operativo de la acción. La siguiente tendría lugar cuatro días más tarde.
De cualquier manera, Batista, por razón de mantener su falsa postura como líder del PAU, se reunía el día 6 en un mitin organizado por la Sección de la Juventud y la Colateral de las Mujeres y los Trabajadores, en Guanabacoa. De aquella reunión, Batista saldría acusando al gobierno de organizar un asalto contra su persona, al extremo de declarar la versión de que no debía regresar vivo de aquel mitin, citando a Jorge Quintana, simpatizante del propio Prío, como autor de aquella amenaza. Años más tarde, en sus memorias, este hombre engrandecía la actuación de los miembros de su partido en el enfrentamiento a aquel supuesto atentado, apoyado incluso por el pueblo que allí se congregó en su defensa; la fiesta política fue calmosa -anotaba-.
El sábado 8 de marzo, la federación estudiantil universitaria había presentado una reclamación ante el gobierno para que éste rompiese relaciones diplomáticas con los regímenes del Perú, República Dominicana y Venezuela.
En estas condiciones llegaba el último día. Aquella noche del 9 de marzo, amanecer del día 10, no podría dormir. Estaba en juego su "verdad como una oportuna intervención en la delicada situación política que presentaba el país", toda una falacia embustera en contra del verdadero pueblo, el de los humildes.
Era la tercera noche de carnaval habanero, pálido ante los ojos del principal golpista; más alegre posterior a la fecha del 10 de marzo, contrario sensu a la opinión de expertos. En las pantallas de la televisión cubana se presentaba el habitual programa "Ante la Prensa", donde concurría un panel de periodistas. El entrevistado sería Jorge Mañach. Una tremenda pregunta formulada por un panelista, indagaba en un hecho de relieve para todo el país: "Doctor, se dice que el general Batista está preparando un Golpe de Estado. ¿Cree usted que sea cierto?" La respuesta, como de costumbre en este tipo de personaje, se mostró vacilante, en pos de un supuesto respeto de Batista al veredicto de las urnas, soberbia mentira.
Aquella pregunta agitaría el proceso golpista
Ese día nueve de marzo, Batista regresaría a La Habana proveniente de Matanzas a las 11:30 de la noche. De su programa en esta provincia sobresale el ímpetu que le imprimió a la reunión que sostendría con las mujeres del partido. Inmediatamente después de su llegada, se reuniría con los capitanes García Tuñón y Robainas, en casa de Rodríguez Calderón. Ya los cuatro grupos de penetración (Columbia, La Cabaña, La Punta y la Jefatura de la Policía) estaban listos para la hora acordada: 2:40 de la madrugada. De guardia, en cada sitio, se encontraban hombres comprometidos con la acción. Objetivamente, nada impediría la ejecución del "cuartelazo madrugón".
Todos los preparativos se verificarían en la reunión de la biblioteca en Kuquine, que se prolongaría hasta después de la medianoche, presentes los grupos de acción, bajo las órdenes de Batista que, al terminar, ordenaba la sincronización de los relojes por la emisora Radio Reloj, al tiempo que descorchaba una botella de coñac Napoleón, en muestra fehaciente de nerviosismo e incertidumbre por los resultados de su acción.
Tabernilla, indicada la orden con antelación, avisa a Batista a las dos y diecinueve minutos y diecinueve segundos, momento en que es ordenada la partida, en una pequeña caravana compuesta por el carro del jefe y dos patrullas como escolta. Salen de la finca enfilando entre los pinos australianos hacia la carretera, por la que marchan unos diez minutos.2
Sin embargo, después de tantas coordinaciones, dos paradas retrasarían tres minutos la entrada de Batista por la posta 4 de Columbia -cambio de último minuto ante el temor de una celada, según sus propias declaraciones-. Alrededor de las 2:30 horas se produce la primera parada, en la carretera de Arroyo Arenas a Marianao. En ese momento se incorporaba otro auto con cuatro oficiales, del cual se baja Luis Robainas Piedra, capitán del regimiento seis, y pasa a conducir el carro de Batista, acompañado en aquel Buick por dos de sus más incondicionales aliados, Tabernilla y Roberto Fernández. En otro automóvil viajaban los capitanes Jorge García Tuñón, Víctor Dueñas, Roberto García Tuñón y los tenientes Echemendía Leyva y Pedro Barreras Pérez. Minutos más tarde, se incorporarían dos autos más a la caravana, totalizando la cantidad de cuatro automóviles y dos patrulleros, en el primero de los cuales iría el futuro jefe de la policía, teniente Salas Cañizares, que mantiene comunicación por radio con la planta central.
"El jefe indio en su puesto. La niña bien". Esta era la contraseña que indicaba buen rumbo. Siete perseguidoras captarían la señal de proteger la acción hasta Columbia.
Momentos antes de llegar al destino final -dos cuadras antes del cuartel-, se produciría la segunda parada, ordenada por el propio jefe de la conspiración, que ahora decidiría penetrar por la posta 4, cambiar de máquina y hasta de ropa, alterando todo lo que estaba ya programado con la guardia de Columbia. Pedro García Tuñón y Pedro Barreras se encargarían de abrir paso con el soldado de guardia, mientras Batista se agachaba en el asiento trasero del auto. Eran las 2:43 minutos de la madrugada.
Otras máquinas marcharían a ocupar las demás posiciones: las estaciones de radio y televisión y la sede de la Cuban Telephone Company.
En Columbia, Dámaso Sogo, oficial de guardia, se encargaría de dar la bienvenida al "general", invitándolo a la jefatura del regimiento, donde se encontraban otros oficiales complotados con la acción. Para esta hora, ya habían sido movilizadas las tripulaciones de tanques para cercar el campamento.
Se rodearon las residencias de los más altos oficiales, que fueron detenidos provisionalmente en casa de la suegra del máximo jefe de la acción golpista: Ruperto Cabrera, jefe del Estado Mayor del ejército, los generales Quirino Uría, inspector general, y Otilio Soca Llanes, ayudante general.
El primero en ser detenido esa misma madrugada es el general Cabrera, en su residencia del campamento. Es sacado de la cama en pijama, siendo obligado a vestirse para que procediera la detención. Había tenido un precedente un poco oscuro con Batista.
Consuegra, jefe de la policía, recién nombrado por el gobierno derrocado, es también sorprendido.
Aureliano Sánchez Arango es el primer detenido que llega a casa de la suegra del tirano, casualmente en un intento chismoso por averiguar qué pasaba en Columbia tras las sospechas por los movimientos extraños, pese a que fue advertido por un soldado de su escolta.
El ex presidente auténtico, Ramón Grau San Martín, de igual manera era detenido ese día y conducido a Columbia, sólo que en este caso muy particular, al llegar al recinto militar con chistes a costa de Batista, éste mismo lo mandaría a sacar de allí, envuelto en ásperos gritos.
En fin, veintidós hombres comenzaban a dominar los destinos de toda la Isla desde una fortaleza militar, quitando de su camino todo posible estorbo a sus intereses.
En poco tiempo, eran dominadas las posiciones de La Cabaña, la Marina de Guerra y el Cuartelmaestre de San Ambrosio.
De la policía se encargaría Salas Cañizares 3, como quiera que sus ambiciones se giraban en ese sentido. A La Cabaña, Pancho Tabernilla llegaría a la hora acordada, en compañía de Ugalde Carrillo, Pablo Miranda, Jacinto Macías y Rafael Fernández, (tenientes), el sargento Gómez Porras, los soldados Pedro Vallasco y Pedro Abreu y el policía Rolando Sánchez Gay. Por su parte, Sánchez Gómez, jefe de los tanques, se pone a disposición de los golpistas. En la Marina la situación no es distinta. En el Estado Mayor de La Punta, Rodríguez Calderón está en complicidad con los capitanes Pedro M. De la Concepción, Conchito y Juan Pedro Casanova, y los primeros tenientes Mario Menéndez Domingo, Gumersindo Febles, José Guernica del Río, Chaviano y Nicolás Cartaya. Noventa minutos bastarían para consolidar estas posiciones en La Habana. 4
Mientras tanto, en el recinto de Columbia, lleno de algarabía más que de ideas brillantes, continuaba la agitación. Mario Kuchilán narra lo que ocurría, a través de las declaraciones de García Tuñón:
"Cuando vinimos a ver, miles de civiles estaban por toda la base militar, dando vivas a Batista, con los soldados bailando congas... El mando se nos fue de las manos."
Lo que se nos ocurrió en el momento fue trasmitir una orden por los amplificadores para que los soldados y cabos se presentaran ante los jefes de compañías a fin de que se inscribieran sus nombres, para los ascensos que se estaban estudiando. Cinco minutos después, todos estaban en sus respectivas compañías y dimos órdenes a los jefes que inclusive las formaran, para restablecer el mando.
El amanecer traería a las puertas de Columbia a varios oportunistas en busca de "trabajo" en el nuevo gobierno. De esta manera se verían entonces las caras de Santiaguito Rey, Panchín Batista, el viejo y conocido cabo Urúe, Yoyo García Montes, Carlos Saladrigas, Andresito Rivero Agüero, Marino López Blanco, entre otros, asegurados todos en algún puesto "decoroso" en las filas batistianas por su incondicional apoyo al tirano.
Unos llegarían a ser ministros, incluso algunos por pura casualidad, y a otros la suerte le llevaría a adueñarse de carteras ministeriales de reciente creación, como es el caso de Ernesto de La Fe, conocido terrorista y pandillero, ahora al frente del Ministerio de Información, después de que inicialmente, en el texto de aquella Proclama al Pueblo de Cuba, había sido anunciado como uno de los ministros sin cartera. Evidentemente, había una elevada cuota de agradecimiento del tirano en estos nombramientos. Precisamente, en este grupo donde radicaba lo que antes hemos denominado como cerebro civil de la conspiración, se apoyaría Batista para lograr de manera exitosa la anulación de otras figuras, sobre todo dentro del mando militar, que aspiraban a la efectiva formación de una junta militar para el gobierno del país, provocando sobre todo la discordia interna entre ellos.
1 A partir de este instante, Hermida irrumpía en la vida política del nuevo Gobierno como un personaje imprescindible para los objetivos de su figura rectora: Batista. Había sido miembro del DEU que inició en 1927 la lucha contra la Prórroga de Poderes de Machado.
2 Narración hecha por Mario Kuchilán Sol en art. cit. a partir de las declaraciones hechas en Miami por García Tuñón, que se había plegado a los intereses golpistas a partir de una serie de entrevistas con Batista, quien lo convenció personalmente acerca de las posibilidades que se abrirían con el Golpe Militar para los uniformados en todo el país.
3 En su libro El grito del Moncada, el historiador Mario Mencía asevera de la figura de Salas Cañizares: Autoascendido a coronel -y pocos días después designado brigadier general, cargo que se creó para gratificarlo-, Salas Cañizares ordenó la ocupación de la Compañía de Teléfonos, la Planta Matriz Eléctrica de Tallapiedra y las estaciones de radio en las que, a partir de ese momento, se impidió lanzar al aire noticias políticas. Como iniciativas propias, más allá de lo planeado, ordenó la ocupación del Capitolio Nacional -sede del Congreso-, el edificio de la Confederación de Trabajadores de Cuba (CTC) y las oficinas centrales del Partido Socialista Popular y del Partido Ortodoxo. Cada estación de la Policía fue reforzada con diez soldados que portaban armas largas. Esa misma mañana, exhibiendo atribuciones personales que ningún otro actor del Golpe fuera de Batista asumió, Salas Cañizares anunciaba en entrevista de prensa un aumento general de sueldo para toda la policía. La escala era generosa a partir de los 150 pesos fijados para los simples vigilantes. En Mencía Cobas, Mario: El Grito del Moncada T -I. Editora Política, La Habana, 1981. p. 68.
4 Lo ocurrido en esa madrugada en el Palacio Presidencial, sede del ejecutivo de la nación, así como la actuación del presidente derrocado, Carlos Prío Socarrás y su partido, es tratado en el epígrafe 2.2, de las respuestas dadas al Golpe de Estado.
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