
SABER ESPERAR LA RESPUESTA DE DIOS EN MEDIO DE LA DESESPERACIÓN, GENERA ALEGRÍA
(Salmo 40:1-3)
Este salmo es un cántico de alabanza a Dios de parte del rey David por ser liberado de una situación sumamente angustiosa y desesperante. En esta oportunidad reflexionaremos los tres primeros versículos del salmo en mención. Sin duda que es un testimonio de cómo saber esperar la respuesta de Dios en medio de la desesperación. El panorama que se nos presenta, es una situación muy angustiosa y desesperante, que al rey David le ha tocado vivir. Seguramente han pasado muchas cosas adversas que lo han llevado a una situación de dolor y de angustia. ¿Cuántas veces no pasamos por situaciones similares, que luego nos generan desesperación y temor? En esas condiciones sentimos que estamos solos, abandonados a nuestra suerte, tal vez, la idea de que Dios se ha alejado de nosotros nos invade. No es fácil soportar momentos así. Todo se nubla, no sabemos qué hacer ni a quién acudir. No podemos dormir en paz, la angustia nos invade y nos genera temor. Sin embargo, el testimonio de David nos dice que en esas condiciones, él ha sabido pacientemente esperar la respuesta, la ayuda, de Dios.
Tener paciencia, en estos casos, es fundamental para consolidar nuestra fe en Dios. Se dice que la paciencia es la capacidad de resistir sufrimientos o desgracias sin desesperarse. Esta capacidad de resistencia es la que tiene David para saber esperar la respuesta de Dios. Pero no basta saber resistir, hay otro factor importante que se funde con la capacidad de resistir, y éste es el saber esperar. La espera es confiar en conseguir lo que se desea o en que sucederá algo bueno. Sin duda que esto nos lleva al tema de la fe. Muchas veces nosotros mismos pasamos por momentos muy difíciles y trágicos; sin embargo, saber esperar no es siempre nuestra fortaleza en esos momentos, nos desesperamos, nos angustiamos, tenemos temor, lloramos y no sabemos qué hacer. Tal vez una pregunta surja de lo profundo de nuestro ser: ¿Y dónde está Dios?. David en medio de su desesperación nos dice que Dios se inclinó a él y oyó su clamor. ¡Qué hermoso testimonio de fe, de paciencia y de espera! ¡Dios se dignó inclinar su oído a las súplicas de su siervo! ¿Podemos también nosotros decir lo mismo?
La respuesta de Dios es concreta. Él saca a David del pozo de su desesperación, del lodo cenagoso. Él es rescatado de esa situación, es liberado de su angustia y desesperación. Dios no tardó en escucharlo y venir a socorrerlo en el tiempo y momento preciso. El Señor no lo ha abandonado, Él es fiel a su promesa, por los siglos de los siglos. Toda la Escritura está llena de esa promesa. Esto debemos tenerlo muy en cuenta cuando estemos pasando momentos similares. No debemos dudar en la respuesta de Dios, que sin duda será en su tiempo y en el momento preciso. ¡Dios siempre está atento a nuestras necesidades y sufrimientos! ¡Puede tardar, pero su ayuda es oportuna y a tiempo! Ahora bien, como consecuencia de la acción de Dios, David es llevado a otra situación, es rescatado de lo profundo del pozo cenagoso. Es liberado de esa situación que pone en peligro su vida, y es llevado a una peña, que es un lugar seguro, libre de todo peligro. ¡Así es como actúa nuestro Dios! Pero no todo queda ahí, el Señor ha enderezado su camino, ha llamado la atención a David, le ha hecho ver sus errores. Dios nos ama, pero también nos corrige, como todo padre que ama a su hijo. Así también, el Señor nos puede corregir, llamarnos la atención por nuestro errores, nos perdona y nos exhorta a serle fiel y cumplir su Palabra.
La segunda parte de esta reflexión es el momento del testimonio. David expresa que el Señor luego de liberarlo, salvarlo, rescatarlo, y llamarle la atención, pone en su boca cántico nuevo y alabanza hacia Él. Aquí podemos ver, que toda liberación, rescate, produce alegría y gozo. Esa alegría ha de servir de testimonio hacia otras personas que aún no conocen, ni saben del poder de Dios. Esta experiencia es sumamente gratificante, ya que la respuesta favorable de Dios, genera alegría y gozo en lo profundo de nuestro ser. ¡Cuánto de eso necesita conocer nuestra sociedad incrédula y alejada de Dios!. La alegría es la señal contundente de la verdadera respuesta de Dios a nuestro clamor. Todos los que somos favorecidos por Dios, debemos siempre dar nuestro testimonio a otros de la realidad viva de Dios, que es el Señor y Creador del universo.
Demos gracias al Señor por este hermoso testimonio de la respuesta oportuna de Dios ante nuestras súplicas. Amén.
Rev. Lic. Jorge Bravo C.
Copyright © 2015 Rev. Lic. Jorge Bravo-Caballero.

DIOS INCLINA SU OÍDO PARA ESCUCHARNOS Y LIBERARNOS
"Al Señor esperé pacientemente, y Él se inclinó a mí y oyó mi clamor..."
(Salmo 40:1-5)
Muy pocas veces hemos tomado nota de la actitud que Dios tiene ante nuestras oraciones, ruegos, peticiones o súplicas. Pensamos que Él está muy distante y que nuestras oraciones demorarán en llegar a Él. En la Biblia encontramos un sinnúmero de textos que nos hacen ver que Dios tiene una actitud bondadosa ante nuestras peticiones: inclina su oído para escucharnos y liberarnos. Esta actitud de Dios demuestra que Él es un Dios vivo, misericordioso y sensible a nuestras necesidades y dificultades. Dios no sólo quiere que le escuchemos, sino que está dispuesto a escucharnos también.
En la vida hay momentos de tristeza, de dolor, de angustia, de necesidad; también hay momentos de alegría, de gozo, de prosperidad. En todos estos casos los creyentes siempre oran a Dios. La Biblia declara que Dios siempre está oyendo y está atento a nuestro llamado. Desde el primer libro de la Biblia, se nos muestra que Dios está escuchando. Por ejemplo, el caso de Raquel: con alegría Raquel dijo, "Dios ha hecho justicia, Él ha escuchado mi súplica y me ha dado un hijo". (Génesis 30: 6). En adelante podremos ver que una serie de textos bíblicos que refieren a que Dios nos escucha y nos libra de todos nuestros temores y miedos. Quisiera que tengamos en cuenta estos textos bíblicos:
Dijo luego Jehová: Bien he visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y he oído su clamor a causa de sus exactores; pues he conocido sus angustias, y he descendido para librarlos de mano de los egipcios, y sacarlos de aquella tierra a una tierra buena y ancha, a tierra que fluye leche y miel, a los lugares del cananeo, del heteo, del amorreo, del ferezeo, del heveo y del jebuseo. (Éxodo 3:7-8).
Y le dijo Jehová: Yo he oído tu oración y tu ruego que has hecho en mi presencia. (1 Reyes 9:3a).
Yo he oído tu oración, y he visto tus lágrimas; he aquí que yo te sano. (2 Reyes 20: 5b).
En mi angustia invoqué al Señor; clamé a mi Dios, y él me escuchó desde su templo; ¡mi clamor llegó a sus oídos! (Salmo 18:6).
Bendito sea Jehová que oyó la voz de mis ruegos. (Salmo 28:6).
Busqué a Jehová, y él me oyó, y me libró de todos mis temores. (Salmo 34:4).
Este pobre clamó, y le oyó Jehová, y lo libró de todas sus angustias. (Salmo 34:6).
Claman los justos, y Jehová oye, y los libra de todas sus angustias. Cercano está Jehová a los quebrantados de corazón; y salva a los contritos de espíritu. (Salmo 34:17-18).
Al Señor esperé pacientemente, y Él se inclinó a mí y oyó mi clamor. (Salmo 40:1).
En cuanto a mí, a Dios clamaré; y Jehová me salvará. Tarde y mañana y a mediodía oraré y clamaré, y él oirá mi voz. (Salmo 55:16-17).
Tú oyes la oración; y a ti vendrá toda carne... Con tremendas cosas me responderás tú en justicia. Oh Dios de nuestra salvación, esperanza de todos los términos de la tierra, y de los más remotos confines del mar. (Salmo 65:2,5).
En el día de mi angustia te llamaré, porque tú me respondes. (Salmo 86:7).
Me invocará, y yo le responderé: con él estaré yo en la angustia; lo liberaré y le glorificaré. (Salmo 91:15).
Amo a Jehová, pues ha oído mi voz y mis súplicas. Porque ha inclinado a mí su oído; por tanto, le invocaré en todos mis días. (Salmo 116:1-2).
Desde la angustia invoque a JAH, y me respondió JAH poniéndome en lugar espacioso. (Salmo 118:5).
Cercano está Jehová a todos los que le invocan, a todos los que invocan de veras. Cumplirá el deseo de los que le temen; oirá asimismo el clamor de ellos, y los salvará. (Salmo 145:18-19).
Jehová está lejos de los impíos; pero él oye la oración de los justos. (Proverbios 15:29).
Entonces invocarás, y te oirá Jehová; clamarás, y dirá él: Heme aquí. (Isaías 58:9a).
He aquí que no se ha acortado la mano de Jehová para salvar, ni se ha agravado su oído para oír; pero vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios, y vuestros pecados han hecho ocultar de vosotros su rostro para no oír. (Isaías 59:1-2).
Entonces ustedes me invocarán, y vendrán a suplicarme, y yo los escucharé. (Jeremías 29:12).
Clama a mí y te responderé, y te daré a conocer cosas grandes y ocultas que tú no sabes. (Jeremías 33:3).
Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que no busca, halla; y al que llama, se le abrirá. ¿Qué hombre hay de vosotros, que, si su hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿O si le pide un pescado, le dará una serpiente? pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos ¿cuánto más vuestro Padre está en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan? (Mateo 7:7-11).
Porque los ojos del Señor están sobre los justos, y sus oídos atentos a sus oraciones; pero el rostro del Señor está contra aquellos que hacen el mal. (1 Pedro 3:12).
Y cualquiera cosa que pidiéremos la recibiremos de él, porque guardamos sus mandamientos, y hacemos las cosas que son agradables delante de él. (1 Juan 3:22).
Y esta es la confianza que tenemos en él, que, si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye. Y si sabemos que él nos oye en cualquiera cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho. (1 Juan 5:14-15).
Todos estos textos bíblicos nos dan a conocer que Dios se digna inclinar su oído para escucharnos y librarnos de todo mal. Como ya hemos dicho, Dios no es estático, indiferente o inmisericorde. Es un Dios de amor y que está dispuesto a dejar de lado su posición de ser el Señor del universo para dignarse a escucharnos muy quedo al oído. Por su gracia es que somos perdonados, liberados, redimidos y librados de todo mal que el enemigo quiera hacernos. Qué el Señor nos siga escuchando cada vez que clamemos ante su santa presencia. Amén.
Rev. Lic. Jorge Bravo C.
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DIOS SIEMPRE ESTÁ EN MEDIO DE LAS PRUEBAS
(Daniel 3:16-26)
En realidad, la historia completa de este gran acontecimiento milagroso es todo el capítulo 3 del libro profético de Daniel; pero quisiera centrarme para la reflexión en los versículos 16 al 26 del capítulo 3. El contexto de este relato es el desacato de tres varones judíos a postrarse ante una estatua de oro que había levantado el rey Nabuconosor, rey de Babilonia. El castigo a la desobediencia es ser echado a un horno de fuego ardiendo.
Muchas veces nos encontramos con gente que quiere obligarnos a postrarnos ante dioses falsos, aceptar doctrinas falsas, asumir costumbres ajenas, hacer cosas en contra de nuestra voluntad, con la amenaza de un castigo severo. Se nos quiere poner a prueba nuestra fe, nuestra identidad o nuestros principios y valores. No olvidemos que el demonio también suele ponernos pruebas con el fin de doblegarnos y que renunciemos a nuestra fe en el Señor.
Como vemos en el relato bíblico, estos tres varones, prefieren ser fieles al Dios verdadero, resistir la prueba, antes que postrarse ante una estatua de un dios falso y sin vida. Pero, como suele suceder, el rey es informado de la rebeldía de estos tres varones judíos. El rey lleno de ira ordena que sean castigados, siendo echados en el horno de fuego ardiendo. No sin antes preguntarles: ¿qué dios los librará de sus manos?. ¡Qué soberbia!
En nuestra vida cotidiana, hay momentos que como cristianos debemos tomar una decisión con respecto a nuestra fe en Dios, que en muchos casos está de por medio la vida, nuestra comodidad, la familia, o nuestro prestigio personal o social. ¡Es el momento de dar testimonio de nuestra fe en el verdadero Dios!.
El desenlace de este relato histórico es que los tres varones, son atados y echados al horno con fuego ardiendo, calentado siete veces más de lo normal. Ellos no se resisten. Están dispuestos a sacrificarse para dar testimonio del poder de su Dios. Confiar en el Señor y esperar, sabiendo que Él ha de actuar. Ellos están convencidos de que Dios está en medio de la prueba y no hay que temer. ¡Qué gran ejemplo para nuestros hermanos y hermanas para los tiempos de hoy!.
Finalmente, podemos constatar que Dios está en medio del fuego, estos tres varones son protegidos y salvados, hay un ángel protegiéndolos, el gran milagro es una realidad. De igual manera, muchas veces nos toca pasar por pruebas muy duras, pruebas que ponen en peligro nuestra vida. A veces pareciera que Dios está como ausente. Nos sentimos abandonados, solos en medio de las pruebas. Pero de pronto, descubrimos que Dios está con nosotros en medio de las pruebas. Que un ángel está a nuestro lado y nos está cuidando, protegiendo y salvándonos. Ante este milagro, al rey Nabucodonosor no le queda otra cosa que reconocer que en verdad existe un Dios todopoderoso. Es importante tener en cuenta las palabras del rey Nabucodonosor: "Bendito sea el Dios de ellos, de Sadrac, Mesac y Abed-nego, que envió a su ángel y libró a sus siervos que confiaron en él, y que no cumplieron el edicto del rey, y entregaron sus cuerpos antes que servir y adorar a otro dios que su Dios". ¡Qué gran testimonio!.
Qué el Señor nos dé el coraje y la valentía de dar testimonio de nuestra fe en Dios, en medio de las pruebas y las aflicciones, y que sigamos confiando en Él, para que el mundo crea. Amén.
Rev. Lic. Jorge Bravo C.
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¡VELAD Y ORAD POR EL REBAÑO DEL SEÑOR!
(Hechos 20:17-38)
Este relato histórico del discurso del apóstol Pablo, sirve para que podamos tener en cuenta la gran preocupación de Pablo al dejar el rebaño del Señor, debido a su regreso a Jerusalén. El acontecimiento empieza cuando Pablo manda a llamar a los ancianos de la iglesia a Efeso para tener una reunión privada con ellos y compartirles su gran preocupación por el cuidado de la iglesia del Señor, ahora que tiene que regresar a Jerusalén.
Pablo empieza la conversación dando su testimonio personal sobre de cómo él ha servido al Señor y todo lo que ha tenido que sufrir por serle fiel. Les recuerda sobre las muchas lágrimas y pruebas que ha tenido que sufrir debido a las asechanzas de los judíos. Pero que a pesar de ello, él ha seguido testificando a judíos y gentiles acerca del arrepentimiento para con Dios y de la fe en Jesucristo.
Ahora que el apóstol Pablo está por regresar a Jerusalén, hay una preocupación por lo que ha de pasar. Deja todo en las manos del Espíritu Santo. Él confía que sus discípulos continúen la Obra y estén firmes. Sin embargo, les exhorta a que apacienten el rebaño, la iglesia del Señor, la cual ha sido ganada por su propia sangre. Les advierte a los ancianos de la iglesia, que después de su partida habrá dos amenazas que afrontar, una externa y otra interna. La amenaza externa, está referida a los lobos rapaces que aparecerán y devastarán el rebaño. Son los enemigos de Jesús, de Pablo, y de la Iglesia. Ya Jesús también advirtió a sus discípulos sobre este asunto (Mt. 7:15). Están ahí, al asecho, esperando meterse y devorar. Son los secuaces de Satanás que está como león rugiente, listo para devorar. Pablo los conoce y sabe qué es lo que quieren. De ahí su advertencia. Esta amenaza, no sólo es de ese momento, sino que es actual y permanente. ¡Cuánto de esa realidad hemos podido tener conocimiento!. Muchos pastores, descuidan el rebaño y no les interesa apacentar el rebaño, la iglesia del Señor. Sólo reaccionan cuando ya los lobos se han metido en la iglesia y empiezan a devorar el rebaño. La otra amenaza, que es más peligrosa, es aquella que se da en el mismo seno del rebaño. También Pablo ha tenido experiencias sobre este asunto. Son aquellas personas que se hacen creyentes en el Señor y viven una aparente vida en santidad. Estos son los lobos disfrazados de ovejas que se infiltran en el rebaño. Pablo dice que son personas del mismo rebaño que se dedican a hablar cosas perversas para arrastrar a los discípulos. ¡Cuánto de esos hay en la actualidad, están infiltrados en la iglesia del Señor!. Están con nosotros, oran con nosotros, lloran con nosotros, alaban al Señor con nosotros, pero viven una vida totalmente lejos del evangelio de Jesús. ¡Son los falsos cristianos, los lobos disfrazados de ovejas! ¡Cuánto cuesta al pastor separarlos y echarlos del seno del rebaño!. Se camuflan; se refugian en una aparente santidad de vida; apelan a ciertas partes de la disciplina para enquistarse en las estructuras; y hasta asumen cargos en la iglesia. De eso Pablo advierte a los ancianos de la iglesia. Hoy también es una advertencia vigente, para todos los pastores.
Ahora bien, ante esas amenazas, Pablo les pide a los ancianos de la iglesia que velen, que confíen en Dios, que dejen que el Espíritu Santo actúe y que sea la Palabra la que edifique sus vidas y la de la iglesia. Es necesario tener en cuenta estas advertencias del apóstol Pablo para nuestros días, ya que las cosas no han cambiado. Satanás está a la puerta del rebaño, queriendo devorar a las ovejas; día y noche envía a sus secuaces para hacer la labor de destrucción. Cada vez que la iglesia crece, cuando muchos aceptan al Señor y cambian sus vidas, el evangelio es proclamado en todo momento, esto produce gozo y alegría en la congregación; pero que sin duda alguna, Satanás estará más furioso que nunca. ¡A tener cuidado y velad en todo momento!
La reunión termina, y Pablo se pone de rodillas para orar con todos ellos. Es un momento muy emocionante y triste, Pablo se va y no sabe si volverá. Hay llanto, dolor y sufrimiento por la partida. ¡Cuánto amor por el apóstol y siervo del Señor!
Qué el Señor nos ayude a cuidar de Su rebaño y nos mantenga vigilantes ante cualquier asecho de Satanás. Recordemos siempre las palabras de Jesús de que él es el buen pastor (Jn. 10:11). Confiemos que el Espíritu Santo nos guíe y nos proteja siempre. Amén.
Rev. Lic. Jorge Bravo C.
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¡SOMOS INJERTOS DEL SEÑOR!
(Romanos 11:17)
Leyendo el Aposento Alto, encontré esta reflexión de la Sra. Karline Fischer (California, EE.UU.): "Una vez mi padre injertó una rama de árbol de pera en un árbol de manzana. Primero, cortó una rama de nuestro árbol de manzana, creando una superficie plana en el tronco. Luego cortó una ranura en la superficie plana y colocó la rama de pera en la ranura. Por último, la cubrió con alquitrán para adherir el injerto. Al final, el injerto produjo un fruto que parecía manzana con sabor a pera. Después de ver este proceso, comprendí el versículo de Romanos 11. Cuando llegamos a la salvación, el Señor nos separa de nuestra antigua forma de vida y nos injerta en la familia de Dios. La muerte de Jesús abrió la puerta para poder ser adoptados en la nueva familia. Recibimos el sello del Espíritu Santo y somos añadidos a la iglesia de Cristo (Ver Hch. 2:47) —una familia espiritual que nos proveerá el cuidado, el compañerismo y la responsabilidad esencial para un crecimiento saludable y de mucho fruto. Cada uno de nosotros necesita formar parte de una comunidad de fe. Si somos creyentes nuevos o nuevos en una congregación particular, puede que tengamos dificultades al principio. Sin embargo, el Señor nos injertará en la familia de la fe si somos pacientes en el proceso. A medida que crecemos, vamos a producir el amor, la alegría, la paciencia y otros frutos del Espíritu. (Ver Gal. 5:22)"
Esta reflexión me hizo pensar sobre el injerto, ya sea en la planta o en situaciones de la vida real. Si bien es cierto que es más fácil entender el injerto en las plantas, no lo es así en las situaciones diversas de la vida. Cuando uno ha nacido en una familia, sociedad, o país, de alguna manera conlleva el germen natural de ambas realidades. En muchos casos la realidad no es siempre favorable, existen problemas, dificultades, pecado, pleitos, envidia, chismes, insultos; es decir, un mundo en tinieblas. Llega un momento que uno se acostumbra y se adapta a esa realidad. No se conoce otra realidad alternativa que sea diferente. Pero cuando, en algún momento de nuestra vida escuchamos el Evangelio, que nos habla de Jesucristo, y éste penetra a nuestros tuétanos, nos provoca una reacción para ser diferentes, de dejar todo aquello que no nos es favorable, hasta el punto de llegar a nuestra conversión. Es ahí donde somos esa ramita que puede ser injertada a una comunidad de fe, para dar frutos buenos y diferentes. Jesucristo, nos llama a ser sus discípulos y luego nos invita a pertenecer a una iglesia o comunidad de fe, para ser incorporados, injertados, y producir frutos en abundancia. Esta experiencia de ser injertados, incorporados a la iglesia, no siempre es fácil, al comienzo hay recelo, incomprensión, marginación, de parte de los hermanos, hasta que poco a poco el proceso de incorporación va dando sus resultados. Este hecho nos recuerda al apóstol Pablo luego de su conversión. Al comienzo nadie quería aceptarlo, incorporarlo, injertarlo, a la comunidad de fe cristiana, por todos sus antecedentes; sin embargo, Jesucristo facilitó el proceso de incorporación.
El Señor siempre está dispuesto a injertarnos a Su Iglesia, para ser nuevas criaturas. Nos saca de una realidad adversa para incorporarnos a una comunidad de amor, donde el fruto del Espíritu Santo sea una realidad (Gal. 5:22). Por eso debemos dar gracias a nuestro Señor que nos permitió ser injertados a Su iglesia.
Roguemos al Señor para que muchas personas que viven en situaciones adversas puedan ser injertadas a Su iglesia, tal como una rama se injerta en una planta para nutrirse de la savia. Amén.
Rev. Lic. Jorge Bravo C.
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UNA SEGUNDA OPORTUNIDAD, NOS DA EL SEÑOR
(Juan 8:1-11)
Desde joven he escuchado: "siempre hay una segunda oportunidad para volver a empezar" En algún momento me he preguntado si para la salvación también hay una segunda oportunidad para volver a empezar. A mis oídos ha llegado afirmaciones de que el que ya es salvo no puede volver a pecar; que el que es salvo ya lo es de por vida; que la salvación no se pierde o que si se puede perder. Ante estas conjeturas, decidí revisar en la Biblia, si el Señor nos da una segunda oportunidad para ser salvos. Mi sorpresa fue encontrar una cantidad de hechos donde el Señor sí nos da una segunda oportunidad para salvarnos. Un ejemplo, muy concreto es la situación de la mujer adúltera que estaba condenada a morir por su pecado, según la Ley. Sin embargo, cuando para ella todo estaba perdido, Jesús le dice: "Ni yo te condeno, vete y no peques más." A esta mujer el Señor Jesús le da una segunda oportunidad para ser salva. ¡Cuán grande es su misericordia!
Hay otros ejemplos sobre este asunto. Si hacemos un recorrido histórico, encontraremos muchos personajes favorecidos por el Señor. Abraham mintió ante Faraón sobre su esposa y el Señor le dio una nueva oportunidad para ser su siervo; Jacob, le quitó la primogenitura a su hermano Esaú, sin embargo, Dios le dio una segunda oportunidad para ser su elegido; Rahab que era prostituta y estaba condenada a morir en manos del ejército de Josué, no pereció junto con los desobedientes porque recibió a los espías en paz, le fue dada una segunda oportunidad para salvarse; Sansón que desobedeció al Señor y se entregó en manos de Dalila revelándole el secreto de su fuerza, siendo castigado por el Señor. Sin embargo, Dios le dio una nueva oportunidad para destruir a los filisteos; David, el elegido del Señor, cometió adulterio con Betsabé y envió a la muerte a su esposo. Dios lo castigó con la muerte de su hijo. Pero el Señor, una vez más, le dio una segunda oportunidad para ser el descendiente de Jesús; Pedro, negó a Jesús tres veces y le falló en varias oportunidades, pero a pesar de todo ello, el Señor Jesús le dio una segunda oportunidad para ser su discípulo principal; Tomás, no creyó en la resurrección de Jesús, sin embargo el Señor le dio una segunda oportunidad para seguir siendo su discípulo; Nicodemo se creía salvo por ser fariseo y Jesús le dio una nueva oportunidad para volver a nacer en la fe. Bueno, estos son algunos ejemplos notorios.
Como se podrá ver, el Señor siempre está dispuesto a darnos una segunda oportunidad para lograr nuestra salvación. ¿Cuántas veces le hemos fallado al Señor? ¿Cuántas veces le hemos prometido cosas al Señor y no hemos cumplido? ¿Cuántas veces nos hemos apartado del camino y hemos caído en lo profundo del lodo? ¿Cuántas veces hemos negado al Señor con nuestros actos incorrectos? ¿Cuántas veces hemos sido rebeldes y desobedientes? Pero a pesar de ello, ha habido un momento donde el Señor se nos ha acercado y nos ha dado Su mano, llamándonos al arrepentimiento y diciéndonos: "Ni yo te condeno, vete y no peques más." Por su infinita gracia hemos alcanzado Su perdón. Sin duda que esta situación nos genera alegría y gozo de volver a tener una segunda oportunidad para nuestra salvación. ¡Así es el amor de Dios! ¡Siempre hay una segunda oportunidad!
Cuántas personas que han caído o han pecado, por diversos motivos, ignoran que el Señor puede darles una segunda oportunidad para salvarse, si existe en ellos un arrepentimiento genuino. Muchas veces, al no saberlo, prefieren seguir en el pecado, hundiéndose cada vez más, pensando que Dios ya no los ama. Demos gracias al Señor por esta actitud misericordiosa hacia nosotros y ayudemos a otros a conocer esta gran verdad. Amén.
Rev. Lic. Jorge Bravo C.
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TEOLOGÍA DE LA PROSPERIDAD O TEOLOGÍA DE LA COIMA
(Mateo 6:33; Proverbios 30:8-9)
En estos tiempos está muy en moda la llamada teología de la prosperidad que enseña que todos los cristianos deben ser ricos. Los que no son ricos es porque no tienen fe, no saben la voluntad de Dios y porque no siembran las semillas de fe (dinero). El dinero o semilla va a parar en los bolsillos de los predicadores, llamados “apóstoles” y “profetas” con el fin de darse una autoridad. Para estos predicadores la pobreza es señal de maldición. Su fundamento está en textos bíblicos sacados de contexto o ignorando otros. Aquí debemos aclarar que ser rico no es malo ni pecaminoso, el problema radica en distorsionar el evangelio poniendo las riquezas materiales como el fundamento sin tomar en cuenta la soberanía de Dios. Debemos tener en cuenta lo que nos dice el autor de los Proverbios: "Vanidad y palabra mentirosa aparta de mí; No me des pobreza ni riquezas; Mantenme del pan necesario; No sea que me sacie, y te niegue, y diga: ¿Quién es Jehová? O que siendo pobre, hurte, Y blasfeme el nombre de mi Dios". (Proverbios 30:8-9).
Este tema de dar dinero a cambio de un favor de Dios nos debe recordar los tiempos de Martín Lutero, la iglesia católica vendía indulgencias (perdón de pecado) a cambio de dinero. Se dejaba de lado que ya Cristo pagó la salvación de todos dando su vida por todo ser humano, es decir, no hay que pagar nada. Este asunto es lo que generó Reforma Protestante. La teología de la prosperidad propone que ya no hay que esperar a ir al cielo para recibir la recompensa porque ahora podemos comprar la bendición de la prosperidad dando un dinero a un particular. Ante esta afirmación, considero que esta teología de la prosperidad es la teología de la coima. Se pretende comprar con dinero las bendiciones de Dios. Mientras más dinero se dé, mayor será la bendición o prosperidad. En otras palabras, se quiere coimear a Dios para obtener un beneficio espiritual o material. El diccionario define la coima como una cantidad de dinero con que se soborna a una persona influyente con el fin de obtener un beneficio fuera de lo común. En ese sentido, es bueno tomar nota de lo que las Escrituras nos advierten: en Apocalipsis 3:16-19 se nos habla de la iglesia en este estado. Los dones y riquezas de Dios no se compran, Dios los da a quien el escoge para ello con un propósito en particular. En Hechos 8:20: "Entonces Pedro le dijo: Tu dinero perezca contigo, porque has pensado que el don de Dios se obtiene con dinero". En Isaías 53:1 "A todos los sedientos: Venid a las aguas; y los que no tienen dinero, venid, comprad y comed. Venid, comprad sin dinero y sin precio, vino y leche". Dios derrama sus misericordias y bendiciones de acuerdo a su santa voluntad y no necesita que nosotros hagamos cosas humanas y demos dinero para lograr un beneficio de parte de Él. Olvidamos la enseñanza de Jesús sobre la ofrenda de viuda pobre (Marcos 12:41-44). Entonces, cuando decimos que hay que sembrar, que significa que debo dar un dinero, para cosechar, es decir, recibir bendición, estamos coimeando a nuestro Dios. Pensamos que Él está dispuesto a recibir dineros a cambio de sus bendiciones. El grave error de la iglesia católica en la Edad Media fue hacer creer al pueblo que mientras más dinero daba, podrían ser salvos por mucho tiempo en función a ese dinero. No decían al pueblo que ese dinero no iba a parar a Dios, sino a las arcas del Papa y de los obispos. Hoy, muchas iglesias evangélicas han caído en este mismo error, haciendo que los creyentes den más dinero para tener mayor bendición de parte de Dios. No dicen los pastores de dichas iglesias que ese dinero va a parar a sus bolsillos para enriquecerse. Pero, ¿Que dice la Biblia al respecto? "Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición; porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores. (1 Timoteo 6:9-11);
Ahora bien, no es que dejemos de dar ofrenda y diezmo, estos son mandamientos bíblicos que debemos seguir para apoyar la obra de Dios. El asunto es que cuando lo hagamos no debemos pensar que estamos invirtiendo en un banco o mutual. Damos a Dios por agradecimiento, en gratitud a su amor. Es lamentable ver cómo muchas iglesias evangélicas han caído en la misma situación de la iglesia católica de la época de la Reforma y se ha dejado que la teología de la prosperidad se infiltre en el seno de cada una de ellas.
Que el Señor nos ayude a liberarnos de esta influencia, de este tipo de teología, que lo único que persigue es saquear cada vez más a los creyentes. Amén.
Rev. Lic. Jorge Bravo C.
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