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SANANDO NUESTRAS AGUAS ESTANCADAS

(2 Reyes 2:19-22)

El relato nos presenta al profeta Eliseo en la ciudad de Jericó donde han venido a buscarlo unos hombres y le mencionan que el lugar donde están es bueno, pero que las aguas son malas y la tierra es estéril. Ante esa situación Eliseo pide que le traigan una vasija nueva y que dentro de ella coloquen sal. Ellos le trajeron lo que Eliseo les había pedido y se dirigió hacia los manantiales de aquellas aguas malas para echar la sal en dichas aguas, diciendo: "Así ha dicho Jehová: ¡Yo sané estas aguas, y no habrá más en ellas muerte ni enfermedad!". De inmediato las aguas fueron sanadas hasta el día de hoy, tal cual como lo dijo Eliseo.

Esta historia que ocurrió en Jericó, ciudad milenaria, nos debe llevar a reflexión sobre su enseñanza para nuestras vidas. Muchas veces, nosotros también acumulamos aguas en el interior de nuestras vidas, al punto de estancarse y generar mal olor. Los problemas cotidianos, las dificultades, los rencores, las dudas, la envidia, los enojos, la falta de perdón, heridas no curadas, hacen que nuestras aguas interiores no circulen como debe ser y se empiezan a estancar en nuestro interior, produciendo mal olor y enfermedad. Este hecho genera en nuestra vida, amargura, desaliento, tristeza, dolor, desazón, sufrimiento, enfermedades y otros males más. Hay personas que viven así casi toda su vida y no son capaces de hacer algo diferente por cambiar dicha situación, prefieren vivir con sus aguas estancadas, con el olor nauseabundo, que no genera vida, alegría y esperanza, que producen enfermedades del cuerpo y del alma. Las aguas de un estanque que permanecen estancadas por mucho tiempo producen mal olor y una situación nauseabunda. Al no generar vida, las tierras se vuelven estériles. Así pasa también cuando nuestras aguas se han estancado, no hay vida plena, ni alegría.

La vasija nueva, representa lo nuevo, la novedad que encierra esperanza y alegría; la sal, representa a la palabra de Dios que es capaz de transformar, limpiar, curar. Eliseo cuando echó la sal a las aguas de los manantiales con aguas estancadas, inmediatamente las aguas fueron curadas, generando vida y por consiguiente las tierras se volvieron fértiles. De esa misma manera cuando la palabra de Dios penetra en nuestras vidas, las aguas estancadas son curadas, las heridas son sanadas, la amargura se convierte en dulzura, el desaliento en esperanza, la tristeza en alegría, el dolor en sanidad, el sufrimiento en gozo, y todo mal es transformado en bien. Y así como las aguas de los manantiales fueron sanadas para siempre, así también nuestras aguas son sanadas para siempre cuando la palabra de Dios penetra en nuestro ser.

Jesucristo nos dijo que el que cree en Él, de su interior correrán ríos de agua viva. Él es la Palabra encarnada y penetra hasta lo profundo de nuestro ser, cambiando nuestra situación desastrosa por una vida con sentido, con propósito. Por eso, cada día hay una oportunidad para aquél que no le conoce y vive con sus aguas estancadas, de poderle conocer y cambiar su vida desastrosa por una vida en excelencia y en prosperidad.

Qué el Señor permita que su Palabra siga transformando vidas mediocres en vidas en excelencia. Amén.

Rev. Lic. Jorge Bravo C.

 

       


Copyright © 2014 Rev. Lic. Jorge Bravo-Caballero.

ELECCIÓN, ENVÍO Y MISIÓN

(Mateo 9: 35-10:1-33)

El capítulo diez del Evangelio de San Mateo es muy importante para comprender el por qué Jesús eligió a sus discípulos y la misión que deberían realizar en el contexto de la misión de Jesús. Es necesario tomar nota lo que dice Mateo acerca de la actividad de Jesús y sobre su preocupación por las multitudes que le seguían. Muchas veces pasamos por alto esta situación y nos detenemos solo en la elección de los doce discípulos y su misión. No nos detenemos a pensar sobre la gran preocupación de Jesús de no dejar a las multitudes que le siguen en pleno abandono. Ni tampoco en lo que significa cumplir la misión en  medio de los peligros. Quisiera que nos detengamos a pensar en estos aspectos ya señalados.

En primer lugar, el evangelista Mateo presenta a Jesús en plena tarea de enseñar, predicar y sanar en todo su recorrido por las ciudades y aldeas. En pleno ministerio pastoral, Jesús se da cuenta que son miles los que le siguen y quieren aprender más sobre el reino de Dios. Considera que las multitudes están abandonadas, desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor. Esta situación de abandono le lleva a tener compasión de ellas, aflora aquí su gran amor por el pueblo que no es atendido por los pastores que deberían estar con ellos. Tantos años que se viene enseñando sobre Dios y de sus promesas, sin embargo, las multitudes ignoran todo esto y están sufrientes, inclusive enfermas, adoloridas, y no hay quien las sane. En esas circunstancias es que Jesús les dice a sus discípulos que la mies es mucha, pero los obreros son pocos. Esta actitud de Jesús nos debe llevar a todos los que somos pastores de su rebaño a tenerla en cuenta. Hoy en día, Jesús seguiría diciéndonos lo mismo. ¡Tanta gente que aún necesita saber más Jesús, del reino de Dios y más aún, ser sanadas por el poder del Espíritu Santo!.

Lo primero que hizo Jesús fue llamar a sus discípulos para una misión y para que dejen de ser simples seguidores. Este es un momento muy importante para Jesús y para los doce discípulos. Ahora dejarán de ser simples seguidores y oidores, para asumir una gran tarea entre las multitudes. Primeramente, ellos reciben autoridad de parte de Jesús, autoridad sobre los espíritus inmundos, para que fuesen echados y para sanar toda enfermedad y toda dolencia. A partir de ahora, ya no son discípulos, son apóstoles. Doce nombres con realidades distintas y con expectativas diferentes. ¿Cuántos seguimos siendo meros oidores y seguidores de Jesús y no discípulos de Él?. Somos miembros de una iglesia, asistimos a todos los cultos y a todas las reuniones, ofrendamos y diezmamos, asistimos a un sinnúmero de talleres de capacitación, y  hasta tomamos cursos de teología, pero nos quedamos en eso, simples seguidores y oidores de Jesús, pero no discípulos de Él.

Es interesante ver cómo Jesús una vez que los llamó, los eligió apóstoles y les dio autoridad, inmediatamente los envía a la misión y les da instrucciones para cumplirla. Ahora bien, Jesús les da una serie de consejos y advertencias. La misión no será fácil, conlleva peligros, amenazas y persecuciones. ¿A dónde ir? ¿A quién predicar y a quién no? ¿Qué predicar? ¿Cómo sanar y echar demonios? ¿Qué llevar para el camino? ¿Qué hacer ante los lobos, los malos, los perversos, los gobernadores y autoridades? ¿A quién se debe temer? Sin duda que Jesús les da todas las recomendaciones necesarias y la promesa de que no estarán solos. El Espíritu Santo estará con ellos. ¡Cuántas veces nuestra misión se ha visto en peligro! Pero gracias al Señor Jesús y al Espíritu Santo hemos podido superar toda adversidad y hemos seguido adelante con la misión.

Demos gracias al Señor para que siempre estemos listos para cumplir la misión entre las multitudes y poderlas atender con la misma pasión que Jesús tuvo por ellas. Amén.

Rev. Lic. Jorge Bravo C.

 

       


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ALEGRÍA Y GOZO EN MEDIO DE LA ADVERSIDAD

(Habacuc 3:1-18)

Esta expresión puede parecer una ironía, alegría y gozo en medio de la adversidad. Sin embargo, no es así, esta es una afirmación sustentada en la fe y en la esperanza en un Dios de la vida, que genera alegría y gozo en medio de las adversidades. El profeta Habacuc en su oración coloca estas palabras que parecen contradictorias con respecto a lo que está pasando en ese momento. Es cierto que hay una gran adversidad que genera graves consecuencias, pero él, en medio de estas circunstancias, da su testimonio de fe y esperanza, que le genera gozo y alegría en Dios. Este testimonio debería ser imitado por todos nosotros cuando nos toca pasar por lo mismo. Ahora bien, es bueno preguntarnos, ¿cuál es esa circunstancia adversa?, la respuesta lógica es: un desastre, una sequía total, una guerra, una pandemia, como la que estamos pasando, el COVID-19, entre otras. Ante esa situación, el testimonio de Habacuc es: aunque pase toda adversidad, yo me alegraré y me gozaré en el Dios de mi salvación.

Es difícil aceptar que, en medio del sufrimiento, el dolor, y el abandono, la alegría y el gozo sean la respuesta. Para cualquiera que no cree en Dios, esta situación es absurda, una locura. Pero bien sabemos que para los que creemos en el Dios de la vida, toda situación adversa es una prueba, antes que una crisis; es una nueva oportunidad para seguir confiando en Dios y no tener miedo ante cualquier amenaza. ¡Dios responderá y vendrá a nuestro pronto auxilio! (Salmo 46:1). Esta actitud del profeta Habacuc nos debe servir para reflexionar cuando vienen a nosotros, pruebas, tentaciones, dificultades, una sequía de todo tipo, hasta una pandemia. ¿Cuántas veces nosotros mismos nos hemos visto en situaciones muy difíciles, desesperantes, y en muchos casos al borde del abismo? No contamos con recursos suficientes para sostener a la familia, no hay cómo pagar las deudas, hemos perdido el trabajo, enfermedades que aparecen de la noche a la mañana, y no sabemos cómo salir de toda esta adversidad; pareciera que se nos vino un desastre y una calamidad. En esa situación, muchas veces, lo primero que sentimos, es una grande frustración, dolor, tristeza, depresión, soledad, angustia, al punto de pensar en el suicidio. ¡Ya no hay esperanza!

Pero, el profeta Habacuc nos da un ejemplo de cómo sobrellevar cualquier adversidad o calamidad económica, o de salud, o espiritual, generando dentro de sí un sentimiento contrario a ello, que es la alegría y el gozo en Dios. Esto implica sacar fuerzas desde lo profundo del ser que está amenazado y a punto de ser eliminado. Él, como creyente en Dios supera lo que está pasando y acude a un Dios que genera vida, alegría y gozo. Es tener una fe y una esperanza muy grande. Habacuc se convierte para nuestros tiempos en un ejemplo y en un gran animador, que nos propone superar la crisis y aunque nos falte todo, la fe y esperanza en Dios nos debe generar un sentimiento de alegría y gozo inmensurable. Recordar siempre que el Espíritu Santo, que mora en nosotros, nunca nos dejará solos, que ninguna circunstancia adversa, sufrimiento o pérdida, podrá separarnos del amor de Cristo (Romanos 8:35, 38-39).

En este tiempo de Adviento y Navidad, demos gracias al Señor que puede generar en nosotros, sentimientos contrarios a la adversidad. No es fácil tener esta actitud, en medio de una pandemia, que está causando mucho dolor, sufrimiento y muerte. Sin embargo, basta recordar que Jesús vino a traer alegría y gozo a una humanidad pecadora y sufriente, y para dar a saber que aún hay esperanza en medio de la desgracia. En el evangelio de Lucas se describe este gozo: "Había pastores en la misma región, que velaban y guardaban las vigilias de la noche sobre su rebaño. Y he aquí, se les presentó un ángel del Señor, y la gloria del Señor los rodeó de resplandor; y tuvieron gran temor. Pero el ángel les dijo: No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor. Esto os servirá de señal: Hallaréis al niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre. Y repentinamente apareció con el ángel una multitud de las huestes celestiales, que alababan a Dios, y decían: ¡Gloria a Dios en las alturas, Y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!" (Lucas 2:8-14). Otro profeta, como Nehemías, nos dice que el gozo del Señor es nuestra fortaleza (Nehemías 8:10). De ahí que cuando estemos pasando situaciones similares a las que describe Habacuc, hagamos una pausa y cambiemos nuestro ánimo, alegrémonos y gocémonos en el Señor, a la manera de Nehemías, ya que Él, en su momento nos proveerá lo necesario y prosperará nuestra vida. Amén.

Rev. Lic. Jorge Bravo C.

 

       


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RESOLVIENDO UN PROBLEMA AL INSTANTE

(Hechos 6:1-7)

Cuando leemos este pasaje bíblico, lo primero que se nos viene a la mente es pensar sobre la elección de los siete diáconos, sin embargo, no nos detenemos a reflexionar acerca del problema que se originó en el seno de la comunidad de fe y cómo los apóstoles lo resolvieron.

Quisiera invitarles a revisar cómo se originó el problema. En primer lugar, se nos informa que la obra estaba creciendo de una manera significativa. Los que aceptaban a Jesucristo como su Señor y Salvador, es decir, los discípulos, estaba creciendo en gran número, y esto como consecuencia de la labor de los apóstoles que no cesaban de enseñar y predicar a Jesucristo (Hch. 5:42). En esas circunstancias surge un problema, los discípulos de origen griego comienzan a murmurar contra los discípulos de origen hebreo, a pesar de que ambos ahora son discípulos de Jesús. La razón de esta murmuración en el seno de la comunidad de fe es que las viudas de los griegos no son atendidas en la distribución diaria.

Ahora bien, pareciera que al crecer en demasía la obra, los apóstoles no estaban presentes en el momento de la distribución diaria, debido a que seguramente estaban enseñando y predicando en el templo y en las casas. Un descuido involuntario, pero que genera un serio problema. Aquí podemos tomar nota cómo el diablo se mete en el seno de la comunidad de fe para generar las murmuraciones, los pleitos, los chismes, y los comentarios adversos en contra de los hermanos y hermanas, con el único propósito de crear caos y división. Muchas veces en nuestras iglesias o comunidades de fe suele suceder lo mismo. Basta una dificultad o problema y se genera el caos o la división.

Felizmente, los apóstoles llenos del Espíritu Santo, afrontaron rápidamente el problema y tomaron la decisión de resolverlo inmediatamente. ¡Gran enseñanza para todos nosotros en estos tiempos!. Ellos no quisieron dejar pasar esta situación y esperar más tiempo para resolverla. Actuaron de inmediato. Así también nosotros deberíamos actuar con rapidez y firmeza cuando surge un problema en el seno de nuestras iglesias o comunidades de fe. La decisión que tomaron fue la de convocar a una asamblea y ahí exponer cuál sería la solución al problema presentado. Los apóstoles consideraban que no era justo que dejaran la palabra de Dios para ir a servir las mesas. En verdad, no era que ellos rehuyeron a servir las mesas, sino que consideraban que dicha labor era más doméstica, que podría realizarse a través de otras personas. De ahí que pidieron a los hermanos que buscaran siete varones de buen testimonio, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, para encargarla la tarea de servir a las mesas, mientras que ellos se encargarían de estar en oración y predicando la palabra de Dios. Una pregunta surge en el camino, ¿por qué tantos requisitos para servir a las mesas?, ¿no es acaso una labor simple?. Bueno, aquí podríamos decir que sí, pero los apóstoles querían que los que habían de cumplir con esta tarea, deberían ser personas de buen testimonio personal, consagrados a esa labor, que no vieran en esta labor un servir y nada más, que estén llenos del Espíritu Santo, ser apasionados por el servir al otro; pero además, que supieran discernir y tuvieran la inteligencia necesaria para resolver cualquier problema. Esos son los requisitos para ser un diácono o una diaconisa, en la iglesia o en la comunidad de fe. ¡No es cualquier labor!. Los diáconos y diaconisas apoyan el desarrollo de la misión. Hay que enseñar y predicar, pero también hay que dar de comer, sirviendo con justicia a las mesas.

Bueno, el relato bíblico tiene un final feliz. La propuesta agradó a toda la asamblea y procedieron a elegir a los siete varones que se describe en el texto, para luego ser consagrados. El problema presentado fue resuelto de inmediato, no se le dejó para otro momento. La solución dio como consecuencia que crecía la palabra del Señor y el número de los discípulos se multiplicaba grandemente. Esta experiencia nos debería enseñar a no dejar nunca de lado los problemas o dificultades que se presenten en nuestras iglesias o comunidades de fe, para así evitar que el diablo haga de las suyas, generando el caos y la división. ¡Hay que actuar de inmediato, pedir la presencia y sabiduría del Espíritu Santo para resolverlos!. Solo así habrá paz, unidad, armonía y crecimiento en el rebaño del Señor.

Oremos para que el Señor nos guíe y nos de la sabiduría necesaria para pastorear Su rebaño. ¡Qué seamos instrumento de bendición!. Amén.

Rev. Lic. Jorge Bravo C.

 

       


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UNA FE INIGUALABLE

(Mateo 15: 21-28)

El relato de esta porción del evangelio de Mateo nos presenta a Jesús caminando en la región de Tiro y Sidón, lugares donde se practica otro tipo de religión. Él ha salido de Genesaret, que está en la costa del mar de Galilea, a unos 37 y 75 kilómetros al norte de Galilea en la costa del mar Mediterráneo. Es en esos lugares donde una mujer se le acerca a Jesús clamando: ¡Señor, Hijo de David!, ten misericordia de mí! Mi hija está gravemente atormentada por un demonio. El clamor es por la salud de su hija. Ella intercede por ella. ¿Quién es esta mujer que clama a Jesús por sanidad de su hija? No se nos dice mucho de ella, solo que es cananea, mejor dicho una gentil. Es bueno notar que la mujer se dirige a Jesús como “Señor” y como “Hijo de David,” palabras que solo un judío usaría para el Mesías. Que ella lo diga, muestra que hay en ella una aceptación de que Jesús es el Mesías. Le honra como Mesías. Como que tiene fe en este Mesías y espera que sane a su hija enferma. ¿Habrá oído de Jesús en alguna parte? Ante ese clamor de la mujer, pidiendo sanidad, Jesús no responde palabra alguna. Tan igual cuando estuvo frente a la mujer adúltera (Jn. 8: 1-8). Esto nos recuerda las veces que hemos acudido a Jesús, clamando por sanidad, por un milagro, por un trabajo, por recursos económicos, o por alguien en particular, y a veces no tenemos respuesta alguna en el momento.

De pronto, sus discípulos se le acercan y le piden que la despida porque está haciendo mucho ruido. Una vez más, los discípulos muestran una actitud contraria hacia los gentiles, con los que nos son de la misma religión o cultura, contra la mujer. Recordemos que también tuvieron esa misma actitud con la mujeres y sus niños (Mt. 19: 13-15). Similar actitud tuvieron con la multitud que seguía a Jesús (Mt. 14:15). Esta actitud, lamentablemente aún no ha cesado. Existen muchos casos de marginación social, cultural, espiritual y de género, en la sociedad y en la mayoría de las iglesias o comunidades de fe. Ante esa situación, Jesús se dirige a la mujer cananea y le dice que él ha sido enviado solo a las ovejas perdidas de Israel y no a otros. No a los que no creen en el Dios verdadero de Abraham, de Jacob y de Isaac. Pero la mujer, al oírlo decir aquello, se angustia y viene a él y se postra diciendo: ¡Señor, socórreme! Ante esa insistencia angustiosa, Jesús le dice que no es bueno tomar el pan de los hijos y echarlo a los perrillos. Esta es una expresión muy fuerte de Jesús. En realidad, lo que ha querido decirle a la mujer, es que la salvación es para los judíos y no para otros. En la metáfora del pan, los hijos y los perrillos, está el significado de que los judíos tienen la prioridad de la salvación, ya que son hijos de Dios, mientras que los gentiles no. Para los judíos, los gentiles eran menos que ellos y los comparaban como animales. Sin embargo, la mujer ha captado que Jesús ha querido decir que los perrillos son las mascotas, que están siempre en casa y muchas veces comen de las migajas que caen al suelo. Eso le da pie para que le diga a Jesús, que aún las mascotas comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos. ¡Ella se considera una mascota que quiere comer de la migaja! ¡Quiere tener acceso a esa salvación! ¡Que fe inigualable y persistente!     

Jesús se queda admirado por la fe de esta mujer y su insistencia de que él sane a su hija gravemente enferma, por lo que le dice que se haga lo que ella quiere. Y en efecto, su hija se sana en el acto. ¡Cuán importante es la fe y la oración intercesora! Esto nos recuerda, la perseverancia de la viuda ante el juez injusto por pedir justicia, en el relato de Lucas 18:1-8. ¡Cuánto tenemos que aprender de esta mujer, de su fe, de su perseverancia  y de la intercesión por su hija!

Que el Señor siempre nos siga enseñando a través de su Palabra, de cómo otros, sin ser creyentes en el mismo Dios que nosotros, son capaces de recurrir a Él y aceptarle como su Señor y Salvador y ser beneficiarios de su amor y misericordia. Amén.

Rev. Lic. Jorge Bravo C.

 

       


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DE LA MUERTE A LA VIDA

(Juan 11:1-45)

Este extenso relato tiene que ver con el hecho milagroso de la resurrección de Lázaro, amigo de Jesús. Aquí se nos da toda una explicación de cómo y en qué contexto sucede este milagro hecho por Jesús. Hay personajes, preguntas, cuestionamientos, afirmaciones de fe, admiración, y conversión.

El relato empieza señalando que Lázaro está enfermo, luego se muere, para después indicar que ya está enterrado en una cueva, y finalmente se describe su resurrección. El propósito de este relato es hacer ver que la resurrección no es un acto mágico, sino que es un proceso milagroso, que solo puede hacerlo Jesús, el Hijo de Dios. Sin duda que este proceso pasa por varios momentos y por preguntas y cuestionamientos a Jesús de parte de las hermanas de Lázaro. La gran lección es: Jesús puede sacarnos de la muerte para vivir una vida abundante.

El pasaje bíblico comienza señalando que Lázaro está enfermo y sus hermanas María y Marta envían emisarios a Jesús para decirle que su amigo Lázaro está enfermo. Jesús al oír la noticia les dice a sus discípulos que la enfermedad no es para muerte sino para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella. En esas circunstancias Jesús decide regresar a Judea, lugar que anteriormente le había sido hostil y hasta habían querido apedrearlo, para ir a ver a Lázaro. Sin embargo, Jesús les dice a sus discípulos que Lázaro ya ha muerto y que ahora verán el milagro a realizarse. Ya en Betania, Jesús toma nota que Lázaro ya había muerto hace cuatro días y que estaba en el sepulcro. Vio que muchos judíos habían venido a consolar a las hermanas de Lázaro. De pronto Marta oyó que Jesús venía a verlas y decide salir a su encuentro, dejando a su hermana María en casa. Lo primero que Marta le recrimina a Jesús es el no haber estado a tiempo para que su hermano no muriese. La actitud de Marta nos hace recordar que muchas veces nosotros también solemos hacer. Le recriminamos al Señor por qué no nos escuchó, por qué no nos ayudó, por qué no nos sanó, por qué se murió un familiar, etc. Ante esta situación, Jesús consuela a Marta diciéndole que su hermano resucitará. En ese encuentro personal, Marta le dice a Jesús que ella sabe que su hermano resucitará en el día postrero, pero Jesús le va a decir, que no es en el futuro, sino que es ahora. Sus palabras son contundentes: "Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente." A la pregunta ¿Crees esto?, ella responde: "Sí, Señor; yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo." Un encuentro personal de afirmación de fe, muy similar al encuentro con la mujer samaritana.

Ahora le toca el turno a María, encontrarse con Jesús. Marta llama a María, su hermana, para que hable con Jesús. María al saber que Jesús la ha llamado, sale corriendo al encuentro con Jesús. Al verle, se postra a sus pies y le recrimina el por qué no estuvo a tiempo para que su hermano no muriese. Sin duda que el dolor y la angustia de las hermanas de Lázaro y de sus amigos los judíos, conmovieron a Jesús de tal manera que él también lloró. Al ver esto los judíos se admiraron del amor que Jesús tenía por Lázaro. Jesús se solidariza con el dolor humano, no es ajeno al sufrimiento. Él siempre está a nuestro lado en los momentos más difíciles de la vida, llora también con nosotros en los momentos de sufrimiento. Él es nuestro amigo fiel. En medio de esos momentos de dolor, Jesús pide ir al sepulcro, que era una cueva, la cual estaba sellada por una piedra. Jesús da la orden de que quiten la piedra, pero Marta le objeta, diciéndole que ya huele mal porque ya tiene cuatro días. Jesús le responde: "¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios?."

Estamos ante el gran milagro que Jesús va a realizar. Al ser quitada la piedra, Jesús hace una oración de gratitud para con su Padre ante la multitud que lo rodeaba. Luego de esa oración clamó a gran voz: "¡Lázaro, ven fuera! Y Lázaro resucitó. Muchos de los judíos al ver esto creyeron en Jesús. Lázaro salió de la muerte para vivir una vida en plenitud. Dejó las tinieblas para venir a la luz admirable de Jesús. Lo imposible se hizo posible. La muerte fue vencida desde lo profundo. La vida es un don de Dios. No nos imaginamos la alegría y gozo que experimentaron María y Marta al ver a su hermano salir de la oscuridad de la tumba. La resurrección ofrece esperanza ante la muerte. La muerte no es la última palabra, es el camino hacia la vida eterna.

Muchas veces nosotros nos encontramos en situaciones de muerte, no sabemos cómo salir de esa situación. Vivimos en medio de las tinieblas y sucumbimos ante ellas. Pareciera que ya no hay esperanza, que estamos muertos en vida. Es como si tuviéramos una piedra delante de nosotros que nos impide disfrutar de la vida y nos sepulta al igual que Lázaro. Sin embargo, hoy Jesús nos dice a través de este relato bíblico: "¡Ven fuera!" "¡Sal de esa situación de muerte y ven a la vida!" "¡Yo soy la resurrección y la vida, cree en mí, aunque estés muerto vivirás!". Si estás pasando una situación de muerte, de enfermedad, de dudas, de dolor, de angustia, de desesperación, y ya no sabes a dónde recurrir, hoy es el momento para que vengas a Jesús y pongas en sus manos todo eso y Él quitará esa piedra delante de ti para recibir el milagro de la vida. Jesús nos sacará del valle de huesos secos a una vida en plenitud. ¡Créelo ahora!

Que podamos siempre confiar en nuestro Señor y anunciemos Su palabra a muchos que viven en situaciones de muerte, en medio de un valle de huesos secos, sin vida, para que Su espíritu les infunda vida. Amén. 

Rev. Lic. Jorge Bravo C.

 

       


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¡HE AHÍ EL CORDERO DE DIOS!

(Juan 1:29-42)

Este pasaje bíblico para su mayor comprensión debe ser tratado en dos partes. La primera, sobre la identificación y la misión del Mesías (Jn.1:29-34), y la segunda, sobre el seguimiento al Mesías (Jn.1:35-42).

El pasaje de Jn.1:29-34 es el testimonio de Juan el Bautista acerca de Jesús ante los demás. En el centro de este relato está la visión del Espíritu Santo, lo que divide la perícopa en dos partes simétricas, generando la siguiente estructura:

1:29: Afirmación sobre Jesús.

1:30: Cita de un dicho anterior.

1:31: Confesión de no conocer a Jesús.

1:32: Visión sobre el Espíritu.

1.33a: Confesión de no conocer a Jesús.

1:33b: Cita de un dicho anterior.

1:34: Afirmación sobre Jesús.

Juan al ver a Jesús que viene hacia él, lo primero que hace es exclamar a viva voz: "He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo". Sin duda que hace referencia al cordero pascual cuya sangre liberó al pueblo hebreo de la muerte (Ex. 12:1-14), ahora el cordero es Jesús, el Hijo de Dios. Es Dios mismo quien por amor proporciona el cordero para la nueva pascua liberadora, tal como aparece en el texto de Juan 3:16.  Jesús, el Mesías, ha venido para liberarnos del pecado y de la muerte, no sólo a algunos, sino a todo el mundo. ¡Esa es su misión!.

Luego Juan recuerda un dicho anterior: "Detrás de mí viene un varón que se pone delante de mí, porque estaba primero que yo" (Jn.1:15). Él afirma su condición de siervo que prepara el camino del Señor, tal como había sido profetizado (Is. 40:3).

También, Juan expresa su desconocimiento sobre Jesús, Aún menos, que había sido designado por Dios para llevar a cabo la nueva alianza. No conocía la identidad del Mesías. Sin embargo, el bautismo es el punto de conexión entre ambos personajes.

En la primera parte del relato (Jn.1:29-31), Juan ha hecho una declaración al ver a Jesús que venía. Pero ahora en esta segunda parte (Jn.1:32-34) da un testimonio sobre Jesús, que nace de su experiencia personal. Él ha visto con sus propios ojos  al Espíritu de Dios que descendió sobre Jesús en forma de paloma. Es sin duda alguna la investidura mesiánica de Jesús, la unción que recibe, o en otras palabras, la consagración del Mesías (Jn.10:36a). La venida del Espíritu Santo sobre Jesús es el cumplimiento de las profecías (Is. 11:1ss; 42:1; 61:1ss). Este hecho constituye el origen divino de la persona de Jesús y de su misión.

Cabe notar que en esta segunda parte de la perícopa, Juan niega haber conocido a Jesús. Su testimonio procede de un anuncio divino confirmado ahora por su propia experiencia. Dios le había dado una señal para conocer al que había de bautizar con el Espíritu Santo. Esa señal indicaba que ese personaje era alguien superior a él. Este bautismo con el Espíritu Santo será distinto al bautismo de Juan; no será por inmersión externa en agua, sino una penetración del Espíritu en la persona. Ahora bien, la presencia del Espíritu significa que es él quien saca al ser humano de la esclavitud y de las tinieblas, comunicándole  la vida divina, que está representada por el amor leal. Jesús es por tanto, el Cordero pascual que nos libra de la muerte, y que después de su muerte dará el Espíritu. Quien tenga el Espíritu hará brotar de su interior una vida nueva, y se incorporará al nuevo orden, contrapuesto al del mundo.

Al final de esta perícopa, Juan afirma que Jesús es el Hijo de Dios, de esto ya no hay ninguna duda. Él da su testimonio, cumpliendo su misión asignada: dar testimonio de la luz, de Jesús el Mesías.

Hoy en día este testimonio es necesario en medio de un mundo que vive esclavizado por el pecado y en tinieblas. Sólo Jesús puede liberar a la humanidad de su esclavitud. La declaración de Juan es una invitación a hombres y mujeres de todas las épocas a seguir a Jesús, en él se encuentra la vida y por medio de él pueden liberarse de toda opresión.   

Finalmente, el resto del relato (Jn.1:35-42) nos muestra que el testimonio personal de Juan hizo que sus discípulos y otros más, siguieran a Jesús, dejándolo todo. ¡Cuánta falta hace hoy en día este testimonio personal!. Se hace necesario que la gente pueda escuchar de nuestros labios: "He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo". Este ejemplo de Juan el Bautista se convierte para nuestros tiempos como un ejemplo de evangelización personal a seguir, ante un sistema sofisticado que involucra una organización y grandes recursos económicos para esclavizar a la humanidad. Las tres facetas en la vida de Juan nos dan las pautas:

1. Ser separado por el Señor para cumplir una misión.

2. El testimonio personal de su experiencia con Dios a otros que no le conocen.

3. El seguimiento de los suyos al Señor por la proclamación de la Buenas Nuevas.

¿Eres uno de los que están listos a dar testimonio del gran amor del Señor, en todo tiempo y lugar? Si es así, que el Señor de la Vida os bendiga, desde ahora y para siempre. Amén. 

Rev. Lic. Jorge Bravo C.

 

       


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cuando Dios pide algo de nosotros, él nos recompensa

(Génesis 22:1-14; Romanos 6:12-23; Mateo 10:40-42)

Es bueno revisar la historia de Abraham ya que ésta es muy interesante, especialmente en lo que respecta el dar a su hijo Isaac como ofrenda de sacrificio. Abraham no pregunta nada, ni reclama nada a Dios, solo obedece y responde: "Heme aquí". Abraham no sabe que Dios lo está probando, ni tampoco sabe el final de esta situación. Dios le ha pedido a su hijo amado en sacrificio y él se lo da. No debe haber sido fácil a Abraham aceptar la solicitud de Dios, su Señor. Tal vez cruzó por su mente alguna pregunta o reproche, o tal vez una negativa. Pero a pesar de ello, el obedeció. ¿Quién aceptaría una situación como ésta?

En el desarrollo del relato vemos que hay un diálogo entre Abraham y su hijo Isaac acerca de dónde está el cordero a sacrificar. La única respuesta que tiene para su hijo es que Dios proveerá. Llegado el momento, Abraham se apresta a dar cumplimiento al sacrificio a pedido de Dios. Y he aquí que sucede algo grandioso, en el momento que Abraham toma el cuchillo para degollar a su hijo, el ángel de Jehová le da voces para que se detenga. Dios comprobó la fidelidad y la obediencia de Abraham. Él le dio a su hijo sin condiciones. Ahí nomás Dios le proveyó el carnero para el sacrificio. Abraham fue bendecido por Dios y lo hizo instrumento de bendición. ¿Cuántos de nosotros estamos dispuestos a darle  a Dios lo que nos pide? ¿Estamos dispuestos a darle lo que más apreciamos?. Muchas veces le damos a Dios lo que nos sobra y no lo que es valioso. Esto nos recuerda la historia de Abel y Caín (Gén. Cap. 4). Dios siempre quiere lo mejor de nosotros y a cambio nos tiene preparado una recompensa o bendición. Cuando Dios nos pide algo, es sin condición, y a cambio nos recompensa, porque él es bondadoso. Algunas  veces somos probados por Dios para saber cuánto le somos fieles, cuánto le obedecemos, y cuánto estamos dispuestos a dar de nosotros.

En la lectura del libro a los Romanos, vemos que Dios nos pide que abandonemos el pecado, ya que esto solo nos lleva a la muerte. Él nos pide que abandonemos todo pecado, ya que no estamos sujetos a la ley, sino a la gracia. Somos salvos por gracia. Entonces, ¿qué nos pide el Señor como discípulos de Él? La respuesta es: la santificación. El Señor nos pide que vivamos en santidad de vida y a cambio se nos proveerá la vida eterna, que es una dádiva. Él nos pide que seamos santos todos los días y a cambio él nos provee bendición. Esto implica que el Señor quiere de nosotros que vivamos en santidad de vida y que ya no estemos sujetos al pecado. A cambio recibiremos, o mejor dicho, se nos dará como dádiva, la vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro. No estamos solos en este caminar, él nos provee lo necesario para vivir una vida agradable a Dios.

Por último, en el evangelio de Mateo, lo que el Señor nos pide es que recibamos a todos los que vienen en su nombre, ya que al recibir a ellos recibimos también a Dios Padre. El que recibe a un profeta, recompensa de profeta recibe; el que recibe a un justo, recompensa de justo recibirá. También se nos dice que si damos a los pequeñitos del Señor un vaso de agua, recibiremos la recompensa. Aquí podemos decir que si Dios pide algo de nosotros, él siempre nos dará una recompensa o bendición. Esta recompensa o bendición se puede traducir en paz, alegría, sanidad, prosperidad, ayuda para resolver algún problema, etc. En estos días muchas personas le piden muchas cosas a Dios todos los días. Estos pedidos son de toda índole y a veces son muy urgentes. Sin embargo, vale preguntarnos: ¿Si Dios nos pide algo, estamos dispuestos a darle lo que nos pide, con la misma urgencia también? ¿Estamos dispuestos a darle nuestra vida o la vida de nuestros hijos? ¿Estamos dispuestos a darle nuestro tiempo, dones, capacidades, recursos, talentos u otra cosa de valor?

Que el Señor nos ayude a reflexionar sobre este asunto y nos permita responder a Su solicitud de alguna cosa que sea necesario para la extensión de Su reino. No dudemos que Él, en su infinita misericordia, estará siempre dispuesto a darnos la recompensa que merecemos. Amén. 

Rev. Lic. Jorge Bravo C.

 

       


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