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¡HE AHÍ EL CORDERO DE DIOS!

(Juan 1:29-42)

Este pasaje bíblico para su mayor comprensión debe ser tratado en dos partes. La primera, sobre la identificación y la misión del Mesías (Jn.1:29-34), y la segunda, sobre el seguimiento al Mesías (Jn.1:35-42).

El pasaje de Jn.1:29-34 es el testimonio de Juan el Bautista acerca de Jesús ante los demás. En el centro de este relato está la visión del Espíritu Santo, lo que divide la perícopa en dos partes simétricas, generando la siguiente estructura:

1:29: Afirmación sobre Jesús.

1:30: Cita de un dicho anterior.

1:31: Confesión de no conocer a Jesús.

1:32: Visión sobre el Espíritu.

1.33a: Confesión de no conocer a Jesús.

1:33b: Cita de un dicho anterior.

1:34: Afirmación sobre Jesús.

Juan al ver a Jesús que viene hacia él, lo primero que hace es exclamar a viva voz: "He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo". Sin duda que hace referencia al cordero pascual cuya sangre liberó al pueblo hebreo de la muerte (Ex. 12:1-14), ahora el cordero es Jesús, el Hijo de Dios. Es Dios mismo quien por amor proporciona el cordero para la nueva pascua liberadora, tal como aparece en el texto de Juan 3:16.  Jesús, el Mesías, ha venido para liberarnos del pecado y de la muerte, no sólo a algunos, sino a todo el mundo. ¡Esa es su misión!.

Luego Juan recuerda un dicho anterior: "Detrás de mí viene un varón que se pone delante de mí, porque estaba primero que yo" (Jn.1:15). Él afirma su condición de siervo que prepara el camino del Señor, tal como había sido profetizado (Is. 40:3).

También, Juan expresa su desconocimiento sobre Jesús, Aún menos, que había sido designado por Dios para llevar a cabo la nueva alianza. No conocía la identidad del Mesías. Sin embargo, el bautismo es el punto de conexión entre ambos personajes.

En la primera parte del relato (Jn.1:29-31), Juan ha hecho una declaración al ver a Jesús que venía. Pero ahora en esta segunda parte (Jn.1:32-34) da un testimonio sobre Jesús, que nace de su experiencia personal. Él ha visto con sus propios ojos  al Espíritu de Dios que descendió sobre Jesús en forma de paloma. Es sin duda alguna la investidura mesiánica de Jesús, la unción que recibe, o en otras palabras, la consagración del Mesías (Jn.10:36a). La venida del Espíritu Santo sobre Jesús es el cumplimiento de las profecías (Is. 11:1ss; 42:1; 61:1ss). Este hecho constituye el origen divino de la persona de Jesús y de su misión.

Cabe notar que en esta segunda parte de la perícopa, Juan niega haber conocido a Jesús. Su testimonio procede de un anuncio divino confirmado ahora por su propia experiencia. Dios le había dado una señal para conocer al que había de bautizar con el Espíritu Santo. Esa señal indicaba que ese personaje era alguien superior a él. Este bautismo con el Espíritu Santo será distinto al bautismo de Juan; no será por inmersión externa en agua, sino una penetración del Espíritu en la persona. Ahora bien, la presencia del Espíritu significa que es él quien saca al ser humano de la esclavitud y de las tinieblas, comunicándole  la vida divina, que está representada por el amor leal. Jesús es por tanto, el Cordero pascual que nos libra de la muerte, y que después de su muerte dará el Espíritu. Quien tenga el Espíritu hará brotar de su interior una vida nueva, y se incorporará al nuevo orden, contrapuesto al del mundo.

Al final de esta perícopa, Juan afirma que Jesús es el Hijo de Dios, de esto ya no hay ninguna duda. Él da su testimonio, cumpliendo su misión asignada: dar testimonio de la luz, de Jesús el Mesías.

Hoy en día este testimonio es necesario en medio de un mundo que vive esclavizado por el pecado y en tinieblas. Sólo Jesús puede liberar a la humanidad de su esclavitud. La declaración de Juan es una invitación a hombres y mujeres de todas las épocas a seguir a Jesús, en él se encuentra la vida y por medio de él pueden liberarse de toda opresión.   

Finalmente, el resto del relato (Jn.1:35-42) nos muestra que el testimonio personal de Juan hizo que sus discípulos y otros más, siguieran a Jesús, dejándolo todo. ¡Cuánta falta hace hoy en día este testimonio personal!. Se hace necesario que la gente pueda escuchar de nuestros labios: "He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo". Este ejemplo de Juan el Bautista se convierte para nuestros tiempos como un ejemplo de evangelización personal a seguir, ante un sistema sofisticado que involucra una organización y grandes recursos económicos para esclavizar a la humanidad. Las tres facetas en la vida de Juan nos dan las pautas:

1. Ser separado por el Señor para cumplir una misión.

2. El testimonio personal de su experiencia con Dios a otros que no le conocen.

3. El seguimiento de los suyos al Señor por la proclamación de la Buenas Nuevas.

¿Eres uno de los que están listos a dar testimonio del gran amor del Señor, en todo tiempo y lugar? Si es así, que el Señor de la Vida os bendiga, desde ahora y para siempre. Amén. 

Rev. Lic. Jorge Bravo C.

 

       


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