
ACERCA DE LA PENA DE MUERTE
Hoy en día, es preocupante que en medio de tanta convulsión social y ante la carencia de solución a los problemas sociales que afectan a nuestra sociedad, se toque el tema de la pena de muerte como un asunto trascendental. Hay muchos temas pendientes que necesitan ser atendidos, como, por ejemplo, el cumplimiento de las recomendaciones de la Comisión de la Verdad y Reconciliación. Una de ellas es la compensación de parte del estado a miles de familias víctimas de la violencia y del terror. La muerte se signó en ellas en forma despiadada. Sin embargo, aún sigue ignorada. Ahora, se propone más muerte entre nuestra sociedad que todavía no ha cerrado sus heridas.
Desde el punto de vista de la Creación divina, la vida es un don de Dios y por lo tanto Iglesia está llamada a defenderla y protegerla más allá de cualquier posición ideológica, social o política. Es responsabilidad de todo creyente cristiano promover la plenitud de vida en todas las personas sea cual fuere su estrato social. Más aún en el sector pobre, que cada día sufre la violencia social y que cada día muere en vida, sin que nadie haga algo por mejorar su situación, especialmente los políticos de turno.
De ahí que la pena de muerte es una salida simplista ante la impotencia de resolver los verdaderos problemas sociales que originan la violencia social y sexual en nuestra sociedad. Los “depravados sexuales” son la expresión más evidente de un problema moral de la sociedad, que vive en contra de los principios y valores cristianos. En tal sentido no se puede aceptar fácilmente que un grupo de personas, que dicen ser cristianas, decidan eliminar la vida, don precioso de Dios, sea cual fuera la falta. Para ello la legislación ya ha previsto medidas correctivas que deben aplicarse en forma urgente. Considero que la pena de muerte es una nueva cortina de humo que distrae la solución de los verdaderos problemas de nuestra sociedad.
Si aceptamos la pena de muerte como una medida correctiva social, negamos el poder de Cristo para redimir, restaurar y transformar a todos los seres humanos. Cuando los gobiernos implementan la pena de muerte, entonces la vida de la persona convicta se devalúa y termina toda posibilidad de cambio en la vida de la persona y ya no hay posibilidad al arrepentimiento y al perdón. Estaríamos negando un principio bíblico que señala que no debemos matar, de lo contrario seremos culpable de juicio (Mateo 5:21).
Por eso, nuestra voz de protesta debe ser en contra de la pena de muerte y más bien promover la defensa de la vida para toda criatura. Si alguien atenta contra ella de be ser castigado según las normas legales vigentes. Prediquemos en todo tiempo y lugar que toda vida humana es valiosa y sagrada. Busquemos juntos la disminución del crimen de personas y criaturas inocentes, a través de los mecanismos legales vigentes. Finalmente, me aúno a todas aquellas voces que reclaman la defensa de la vida. Que el Dios de la vida no libre de quitar la vida a todo ser humano, queriendo con ello reemplazar a Dios.
Lima, 14 de Septiembre de 2006
Rev. Lic. Jorge Bravo C.
Obispo
Iglesia Metodista del Perú
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