Chile....Anatomia de un Mito.....
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Prólogo
Del uso de la metáfora en este texto: «poniéndose el parche antes de la herida».
Utilizaré los recursos de la poética dentro de un discurso que, pese a esa intención, no renuncia al uso del léxico de las ciencias sociales. La aproximación al lenguaje poético, a través de tropos que denominaré genéricamente metáforas, es indispensable para un proyecto.
Intento la «comprensión» de una época plagada de experiencias límite, trágica para muchos, con actores viviendo un mundo donde la aplicación de cierta racionalidad estratégica (la del terror) los condujo a la actuación delirante. Aquellos que intervinieron o masacraron los cuerpos indefensos de otros, se comportaron como si existiera una moralidad en la práctica del sadismo impuesto a las víctimas, un uso de la crueldad justificada por el «bien común»: uso patriótico, humanista y cristiano.
¿Cómo describir esos infiernos, transmitiendo emociones que permitan la «comprensión», con el lenguaje circunspecto, congelado, grave, falsamente objetivo de las «ciencias humanas»?.
Esta introducción respecto al valor del juego lingüístico sería ociosa frente a una comunidad académica acostumbrada al carácter comunicativo, instrumental o no esencialista de la conceptualización en el discurso científico. Por desgracia, la estrategia defensiva que desarrollo en estos párrafos, esto es responder preventivamente ataques posibles, es aún necesaria. Más de algún lector grave y circunspecto se preguntará, el uso de las metáforas, tratadas no como aproximaciones retóricas sino como conceptos pertinentes, cuyo valor es su potencial significante, ¿no implicará transgredir las exigencias del análisis social, vulnerando su diferencia específica «<hablar con objetividad de hechos»), diluyendo sus fronteras con relatos cercanos a la ficción? Mi intención es producir esa disolución. Por algo he puesto como texto esta profunda e ingeniosa frase de Foucault: «el libro es una ficción pura y simple... Es una novela. Pero no fui yo quien la inventó».
En realidad, contestar a fondo las objeciones a esta propuesta requeriría un tratado de epistemología, lo que no está a n-ú alcance ni tampoco suscita mi interés. Dicho brevemente, la producción de textos en ciencias sociales debe eludir el improductivo dilema dualista en que se intenta colocarla: la opción entre el texto ritualizado por el modelo académico predon-únante y el ensayo redescubierto por los «novísimos teóricos».
El primer modelo se caracteriza a) por arbóreos y a veces pueriles marcos teóricos, b) por hipótesis, no siempre explícitamente formuladas, apoyadas en débiles probanzas (la autoridad de otros textos, la autoridad de cuadros estadísticos propios y frecuentemente ajenos, susceptibles de ilustrar lo que se afirma pero también algo diferente, hilvanando los mismos datos con otro marco teórico), y c) por interminables y exhaustivas notas al pie de página colocadas según una rigurosa normativa canónica.
Estas notas tienen una función principal y otra secundaria. La principal es demostrar la babilónico erudición del autor, virtud o apariencia usada como principio de autoridad. Parafraseando a Foucault o a Bourdieu: el dispositivo de la cita opera como recurso de poder, o se usa como la exhibición del capital cultural propio o como colaboración a la valorización del capital cultural de los pares(4).
La secundaria es mantenernos informados del caudal bibliográfico pertinente, actualmente un verdadero torrente. A veces, la intuición permite descubrir una perla entre esos rigurosos listados producidos por investigadores exhaustos de tanta lectura redundante. Antaño el cura y el barbero expurgaron la biblioteca de Don Quijote causando gran daño a su dueño, pues sacrificaron sus amados relatos de caballería.
No estoy seguro de que pueda decirse lo mismo de Carvalho, el detective iconoclasta que alimenta su chimenea con libros de su inagotable biblioteca, seleccionados con la fina erudición de un lector saturado.
Pero el rechazo del modelo predominante de textualidad en las ciencias sociales, con su erudición aparente, sus pretensiones de objetividad, sus frágiles pruebas a las que asigna el peso de la autoridad, no entroniza al neoensayo como única alternativa. Por lo menos no el ensayo que actualmente algunos reivindican: un texto hermético que preferentemente comenta otros textos, como si la historia se agotara en los libros escritos sobre ella y la realidad sólo constituyera una paráfrasis de la escritura.
En todo caso, más allá de las opciones metodológicas de sus cultores, el ensayo aporta aire y luz en el clima monótono de la escritura sociológica. Tiene razón Nelly Richard cuando plantea que nuestra incapacidad de transgredir la canónica escrituras nos ha impedido avanzar más allá en la iluminación de las realidades estudiadas.
Pienso, sin embargo, que el futuro de la escritura sociológica se encuentra en la hibridez. Otra metáfora, una importación de la genética, enaltecido al estatuto de un concepto de la analítica cultural . «Dícese de todo lo que es producto de la mezcla de elementos de distinta naturaleza» define el diccionario. Dícese de un discurso «bricolé» o de montaje que recurre para transmitir, tanto la riqueza y la pasión de lo vivido como los monótonos procesos estructurales, a todos los recursos disponibles, olvidándose de la canónica escrituras de la sociología: junta el concepto, la cita erudita, el análisis numérico con el juego lingüístico, las referencias literarias, las técnicas retóricas y de la ficción, los relatos periodísticos o la invención cultural a lo Borges: Pierre Menard creando el Quijote.
A ese modelo quiero acercarme al escribir este libro, recuperando mayor libertad para interpretar una historia desde el revés al derecho(9), para reconstruir un mundo de vida trastornado por torvos sucesos y ciertas experiencias dantescas, para dar cuenta de crueldades y heroísmos, de cambios culturales, de olvidos y de mitos, de la destrucción del Estado-aparato del viejo capitalismo y de otras transformaciones. El lenguaje tradicional de la sociología no alcanza para hacer «comprensible» esa odisea de creación y de crueldad, de innovación y de castigo.
Estos intentos son relativamente nuevos en la sociología ilustre, instituida, pero son muy antiguos, por ejemplo, en la filosofía. Platón utiliza la forma del diálogo y sus argumentos tienen una estructura dramática y un vigoroso aliento poético. Nietzsche escribe aforismos y poemas: «Desde que me cansé de buscar/ aprendí a encontrar./ Desde que un viento se me opuso/ navego con todos los vientos»('O). Diderot crea novelas en las que algunos ven ilustraciones de su filosofía, Sartre produce un teatro que pone en juego y en escena su filosofía moral. ¿Quién puede olvidar en Las manos sucias los dilemas éticos de Olga o de Hugo, ilustraciones del compromiso y de la ambigüedad?("). En contrapartida, ¿quién recuerda esa temática en El Ser y la Nada? Derrida, según Rorty, se asemeja a Proust como creador de léxicos nuevos.
La intención es reaprender a escribir produciendo este texto. Prefiero enfrentar los peligros del exceso retórico antes que el vacío de la pulcritud, las ambigüedades antes que el helado rigor de un saber redondo. Este es un ensayo. Su destino no se juega ni en la coherencia absoluta ni en la demostración formal de cada hipótesis. Se juega en la insinuación. Quisiera que los libros usados, de los cuales evito hacer un uso maniaco-erudito, pernútan abrir ventanas que iluminen con su luz exterior, de afuera, algunos procesos sociales.