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Lo que lengua mortal decir no pudo

Los hijos de dañado y punible ayuntamiento

Higinio Mosquera Lozano

Hemos venido asistiendo al circo de la política chocoana mediocre, sin escrúpulos, dirigida por un puñado de lobos con piel de oveja, que solo tienen como norte de sus vidas el enriquecimiento rápido e ilícito para saciar su sed de hambre. Estos personajes aparecieron producto de la ambición de nuestros políticos del ayer, de eternizarse y controlar el poder con la mediocridad aparente de unos tontos, ya que el origen de estos no tenía ni vestigios de peligrosidad a sus ambiciones, por la postura reverente, mendicante y arrodillada de sus progenitores como los antecedentes de servidumbre de sus progenies.

Estos como todo lodo ensucian lo que tocan, y como Atila donde pisa el casco de su caballo no sale la hierba. Por su resentimiento sus acciones se originan con la visión perversa de la gran bestia.

Sin intenciones siempre están fundadas en aprovechar su cuarto de hora, y todas sus acciones públicas están enmarcadas en la tesis del como voy yo, y frente a esto no transigen con nadie, lo que vale decir que su meta es el dinero fácil y rápido no importándoles los métodos aplicados con tal de lograr sus objetivos.

La mediocridad es su esencia, pues siempre fueron malos, mediocres y pésimos ciudadanos o pasaron sin destacarse, sin marchar el cristal o, peor, sin romperlo.

En su actuar cotidiano buscan aparearse con sus similares y rechazan con vehemencia a los diferentes, odian cervalmente a los que tiene conocimientos y son cultos, se atraviesan a quien le descubren capacidad intelectual e independencia de carácter. Si tienen poder actúan como las alimañas destruyendo todo a su paso.

Tienen dificultad al explicar sus ideas, por esto casi nunca se expresan en público. Utilizan el estiércol del diablo como medio de comunicación con los demás, pero en especial con los desposeídos de los cuales buscan permanentemente su respaldo incondicional a cualquier precio, ya que por su ignorancia y dependencia son presa fácil para fines mefistofélicos.

Se rodean de profesionales fatuos y mediocres, a los que convierten en parte de su servidumbre, utilizándolos como sus perros de presa para esquilmar el presupuesto estatal, pues su esencia y modus vivendi es la usura.

Son obsesivos compulsivos en la búsqueda del poder. Sus voceros son personajes fatuos y dicharacheros, convertidos en bafles para transmitir sus bondades de manera panfletaria.

No tienen un origen que les permita entrar a los círculos cerrados de la alta sociedad, pero –como los corsarios– recurren al dinero para mezclarse y comprar la aceptación de estos con dádivas graciosas.

Cuando tienen poder, eliminan todo vestigio que ose discutirles. Solo apoyan a los idiotas útiles, porque tienen características excepcionales para sus fines protervos.

Estos personajes de apariencia mansa, son felinos voraces y taimados, nunca dan la cara, siempre miran de reojo. Cualquier parecido es mera coincidencia.

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