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 EDITORIAL

En la encrucijada

Decir que el Chocó es un sitio de privilegio geográfico, con dos mares que lo circundan en la
esquina de América del sur, es un lugar común, al cual nos hemos ido acostumbrando, sin hacer nada para que el Estado colombiano asuma con responsabilidad y criterio futurista lo que la madre tierra nos deparó.

Han transcurrido desde la independencia y la creación de la república casi dos siglos –194 años– con tímidos intentos o propuestas quiméricas oportunistas, detrás de las cuales se asoma el propósito del establecimiento de utilizarnos para salvar una coyuntura política con el expediente de que se avecinan grandes días para el país con proyectos redentores en cabeza de los gobiernos de turno.

Así lo hizo el Presidente Samper últimamente cuando el proceso 8.000 se le vino encima con todas sus implicaciones. Pero antes lo utilizaron –hasta donde la memoria nos alcanza– el presidente Barco Vargas y hasta Alberto Lleras, que nos ofreció no solo la construcción del canal interoceánico, sino dos represas sobre los ríos San Juan y Atrato, con capacidad para exportar energía a países vecinos.

Se han comprometido ingentes recursos en estudios que hoy permanecen empolvados y olvidados en los archivos oficiales, recursos pagados a laboratorios hidráulicos foráneos y nacionales, y a oficinas de consultorías, que hubieran servido de alguna manera para ayudar a la región y a sus gentes.

No nos digamos mentiras: las nuevas generaciones no creen, ni se tragan entero estas entelequias, sub producto de la pérdida de Panamá, que crean falsas expectativas según las cuales el futuro del Chocó depende de que se construyan mega proyectos, que la nación ni quiere ni puede realizar. Es más, que no son atractivos para la inversión extranjera en la actual coyuntura mundial, y por los riesgos y dificultades técnicas que se deben afrontar.

Es por todo ello, y mucho más, que hemos propuesto como propósito regional que nos concentremos en la demanda de una salida al mar, viable, posible al alcance del presupuesto nacional si hay voluntad política, muy por debajo de las grandes inversiones que en materia de vías se realizan en el resto del país, con la diferencia de que es una obra que abre al Chocó, al eje cafetero y al país una perspectiva de desarrollo y de comercio con el mundo que tanto precisamos.

El Presidente Uribe Vélez se comprometió en el reciente consejo comunal celebrado en Quibdó con esta idea, recogiendo el sentimiento general ya expresado con ocasión del foro en el cual participó su ministro de transporte Uriel Gallego, confeso partidario de la obra.

Y acaba de confirmarlo en el reciente encuentro con el Presidente Chávez de Venezuela en el que se acordó en principio la construcción de un poliducto que atravesando el país terminaría en Tribugá para darle salida al petróleo venezolano a los países del Pacífico. Ojalá y ello sea así, porque aseguraría la construcción del puerto de Tribugá, sin lo cual la salida al mar sería un propósito trunco.

Todo lo cual confirma que estamos inscritos en una encrucijada estratégica del mapamundi, y que tarde o temprano nuestra posición geográfica se encargará de resarcirnos del olvido y el desamparo en que hemos estado inmersos durante centurias. Pero claro, no hay que dormirse sobre estos laureles, a la espera de que la buena fortuna nos toque a la puerta. Corresponde a nuestros gobernantes y voceros una participación activa y seria para poner a salvo lo que nos corresponda y asegurarse de que lo que está por venir sea bien de nuestras gentes.

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