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Durante mucho tiempo los expertos no encontraron explicación científica alguna a la asombrosa recuperación de aquellas personas que, por haber sufrido adversidades muy serias en su vida, deberían haber quedado irreparablemente traumatizadas.

Sin embargo, estos casos fueron los que sirvieron de base para que, a comienzos de los 80, se iniciaran estudios tendientes a averiguar qué se necesita para que las personas desarrollen esa capacidad de reponerse y salir enriquecidas de experiencias devastadoras, aún cuando las hayan sufrido a muy temprana edad.

Así, lograron encontrar la razón por la cual algunas personas rebotan y se elevan como una pelota de caucho cuando sufren un golpe, mientras que otras son por el contrario como de plastilina y quedan aplastadas cuando se enfrentan a una situación dura o dolorosa.

Esa facultad de sobreponerse a las situaciones adversas de la vida y construir sobre ellas es lo que se ha denominado “resiliencia emocional”, una capacidad fundamental para que los niños puedan reponerse y hasta salir enriquecidos de las experiencias tan difíciles que les está tocando vivir hoy día.

La lista de peligros y adversidades a las que están expuestos la mayoría de nuestros hijos se amplía cada día más. Hoy los niños saben que cualquiera puede ser secuestrado, abaleado, violado o atracado, ser víctima del sida, perecer aplastado por un derrumbe, ser abandonado por sus padres, morir asesinado en su propio colegio o ver a su familia arruinada.

Y el solo hecho de vivir informado por los medios y la sociedad de que pueden sufrir cualquiera de estas desgracias es suficiente para llenarlos de angustia y a veces lesionarlos emocionalmente.

Pero la vulnerabilidad de los niños a las calamidades se puede neutralizar con actitudes y conductas que promuevan en ellos un espíritu “resiliente”. Los expertos en el tema afirman que la forma de promover la resiliencia necesaria para superar las vicisitudes y crecer a partir de ellas no es sobreprotegerlos para evitarles todo problema.

Por el contrario, se logra desarrollando en ellos una serie de capacidades que les acrecienten su fortaleza interior, entre ellas: optimismo, persistencia, flexibilidad, creatividad, capacidad para comunicarse con claridad y habilidad para enfrentar las dificultades como un desafío.

Además, los expertos hacen énfasis en la importancia de promover en los niños la convicción de que son personas capaces, para lo cual se recomienda dejar de centrarnos ante todo en remediar las limitaciones de los hijos para concentrarnos en enriquecer sus talentos.

Por último, estaremos contribuyendo a fortalecer a los hijos si asumimos una actitud que les haga comprender que las calamidades tienen su lado positivo porque son las experiencias que nos hacen crecer como seres humanos.

Como afirma el educador Rene J. Trossero, “las dificultades y el sufrimiento son muchas veces los únicos guías que nos conducen al encuentro con lo más profundo de nosotros mismos, librándonos del peligro de derrochar los años para morir sin haber vivido.”


árticulo tomado del periodico EL TIEMPO del dia 29 de Abril de 2001
Ángela Marulanda Educadora Familiar