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   Manuel Urrutia, presidente. Fidel Castro, gobernador.

Páginas de una revolución que perdió su cauce.

En nuestro artículo anterior informamos sobre la percepción del gobierno norteamericano acerca de la cuestión de que Batista era insostenible. Comerciantes y empresarios comenzaban a estrechar relaciones con los insurrectos.

Batista decidió su última maniobra para sostenerse en el poder, mediante comicios generales, en los cuales hizo elegir al Dr. Andrés Rivero Agüero como presidente de la República. La mayoría mostró indiferencia, mientras otro sector manifestó una considerable indignación. Se había ilegitimado el poder, si es que en algún momento tuvo algún grado de legitimación.

Las conspiraciones militares y cívico-militares se multiplicaban con muy diversas variantes. Fidel Castro se disponía a asaltar el poder y el régimen se desplomaba. La clase política, la plutocracia, la embajada de EEUU, sus servicios de inteligencia y los grupos revolucionarios no eran capaces de percibir la realidad. Los "bombines"(*) preparaban sus trajecitos, el cuello y la corbata por considerar que llegaba un nuevo momento histórico que permitiría su protagonismo.

El embajador de EEUU, Earl Smith, temía que podía generarse una situación similar al desplome del gobierno del general Machado en 1933. Preocupado de que pudiera surgir un nuevo gobierno revolucionario, avaló la fórmula electoral de Batista, considerando que el éxito consistiría en crear alguna credibilidad pública. La farsa resultó evidente e incrementó el aliento nacional a la lucha armada.

Descartada la formula electoral, la embajada y la clase dominante comenzaron a considerar la conspiración militar y la neutralización de los grupos insurreccionales, muy especialmente los que en diferentes grados se sentían comprometidos con el pensamiento revolucionario que floreció en 1933-1934, y de diferentes modos se expresó en los gobiernos del Partido Revolucionario Cubano (1944-1952).

En la mañana del sábado 22 de noviembre de 1958, en el cuarto piso del Departamento de Estado en Washington, se celebró una reunión que pretendía ser lo más discreta posible, bajo la presidencia del Secretario Asistente para Asuntos Interamericanos, Roy R. Rubbotom, junto a otros funcionarios del Departamento de Estado, como Earl R. Smith, embajador de EEUU en Cuba, el senador John F. Kennedy, el magnate Henry Ford y diversos representativos de la sociedad norteamericana. Por parte del gobierno de Batista se encontraban el embajador de Cuba en los Estados Unidos, además de personalidades de la "sociedad habanera".

En la reunión mencionada se analizó la cuestión nacional cubana y llegaron a la conclusión que la continuidad del gobierno de Batista perjudicaba a los intereses norteamericanos, y toda solución posible conllevaba a que Batista tendría que traspasar el poder a una junta cívico militar en el mes de enero o primeros días de febrero de 1959.

La conspiración militar comenzó a avanzar aceleradamente en los meses de noviembre y diciembre de 1958 con el visto bueno de la embajada norteamericana, no obstante la neutralidad que proclamaba. Resultaba evidente, o se suponía, que la mejor vista era la que lideraba el general Eulogio Cantillo, mucho más cuando la misma incrementaba los contactos con Fidel Castro.

No obstante el aparente conciliábulo creciente de Fidel Castro y Eulogio Cantillo, de la sierra llegaban informaciones a los grupos insurreccionales sobre el golpe militar que se proyectaba para impedir el triunfo revolucionario, y era necesario frustrarlo desde el primer momento.

El 17 de diciembre de 1958, el embajador hace conocer el criterio del gobierno de su país a Batista, en el sentido de que debía de entregar el poder a una junta militar. La junta ya estaba en formación aunque no se lo comunicaron, y en ella se consideraban en posiciones claves al general Eulogio Cantillo, el coronel Ramón Barquín, los generales Arístides Sosa de Quesada y Martín Díaz Tamayo, entre otros; al mismo tiempo se estudiaba la posibilidad de incluir en el gobierno a Raúl de Cárdenas, Alberto Blanco y Ricardo Núñez Portuondo, figuras representativas de la vigorosa línea conservadora.

El 28 de diciembre de 1958, el coronel Fernando Neugárt concertó una entrevista con Fidel Castro y Eulogio Cantillo en las estribaciones de la Sierra Maestra, en la que llegaron a un acuerdo definitivo. La junta militar, bajo la jefatura de Eulogio Cantillo, concretó cada paso después de destituir al gobierno de Batista: restablecer la constitución de 1940, incorporar a los miembros del ejército rebelde que lo desearen a las fuerzas armadas, someter a los tribunales de justicia a todos aquellos miembros de las fuerzas armadas que hubieren cometidos maltratos, crímenes u otros delitos y convocar a elecciones generales tan pronto como fuera posible.

Mientras estos acuerdos se concretaban, alarmantes noticias de un posible golpe militar eran recibidos por los grupos insurreccionales urbanos, y se clamaba a una acción coordinada para impedir que se consolidara, ya que los viejos políticos pretendían el poder a fin de impedir el triunfo revolucionario. Se incrementan las acciones en las ciudades, especialmente en La Habana, y se toma Santa Clara, la ciudad más importante del centro del país, en una operación conjunta de las columnas guerrilleras del Movimiento 26 de Julio y del Directorio Revolucionario 13 de Marzo.

Es el primero de enero de 1959, a primeras horas del nuevo año, cuando Eulogio Cantillo se proclama Jefe Superior de las Fuerzas Armadas. Exige la renuncia a Fulgencio Batista. Anselmo Alliegro ordena el cese al fuego en el territorio nacional, y proclama que ha restablecido la Constitución de 1940, y en cumplimiento de la misma envía al Dr. Jesús Coll, fiscal de la Audiencia de La Habana, y a un oficial del ejército a la residencia del magistrado Carlos Piedra para informarle que el Jefe del Estado Mayor Conjunto, el general Eulogio Cantillo, reclama de inmediato su presencia en el campamento de Columbia para un asunto muy grave.

El general, en cumplimiento de sus acuerdos con Fidel Castro, de inmediato envía un avión a la Isla de Pinos, donde se encontraba el presidio, con orden de traer al aeropuerto militar de La Habana a los lideres políticos y militares presos por enfrentarse a la dictadura. Ordena la libertad de todos los que guardaban prisión en el país por causas políticas.

El magistrado Carlos Piedra y Piedra se presenta ante al general Cantillo. Este le muestra la renuncia de Fulgencio Batista y de Anselmo Alliegro, presidente del Senado, y hace patente al magistrado que lo reconoce como Presidente de la República, conforme lo dispone la Constitución de 1940. De inmediato, la agencia de noticias norteamericana AP informa al mundo que el general Batista había huido y que el magistrado Piedra había ocupado el poder.

El magistrado-presidente se traslada al palacio presidencial aproximadamente a las 10 A.M. Los bombines se movilizan y los oportunistas aparecen por todas partes. El pueblo se lanza a las calles y los grupos insurreccionales imponen la huelga general, y comienzan a ocupar posiciones estratégicas de carácter político o militar.

Fidel ordena a Camilo Cienfuegos y al Che Guevara avanzar sobre la Habana. El Directorio Revolucionario toma la misma decisión y las columnas dirigidas por Faure Chomón y Rolando Cubela, al igual que las del Movimiento 26 de Julio, reclutaban a todos los que se sumaran. La de Efigenio Almejeira se trasladaba por ferrocarril a La Habana en una estampa que rememoraba a la Revolución Mexicana.

El coronel Rego Rubido, jefe del regimiento del Moncada en Santiago de Cuba, se suma a la Revolución. Fidel lo reconoce como coronel jefe del Estado Mayor del ejército, debilitando gravemente el poder de Eulogio Cantillo. Pocas horas después, proclama al Dr. Manuel Urrutia como presidente de la República, desconociendo los acuerdos del Pacto de Caracas, del cual él era el primer firmante, y amenaza además con establecer la capital de la República en Santiago de Cuba. Designa un gabinete ministerial democrático moderado, entre quienes estaban Manolo Fernández, Luis Orlando Rodríguez y Faustino Pérez, todos comprometidos con el pensamiento revolucionario. El propósito era no inquietar al gobierno norteamericano o a las clases económicas dominantes. Fidel se reservaba para sí el de comandante en jefe de las fuerzas armadas

El Che Guevara, que avanzaba sobre La Habana, contacta con Eulogio Cantillo, cuestionando la conducta del general. Este le informa que está actuando conforme lo acordado con Fidel Castro. El Che se comunica con Fidel y éste responde: "Cantillo nos ha traicionado, demanda la rendición incondicional."

De hecho, la jefatura de Columbia la comienza a asumir el coronel Barquín. Una de sus primeras ordenes es ocupar la jefatura de la fuerzas aéreas y ordena a los tenientes Manolito Villafaña y Alvaro Prendes -ambos oficiales recién salidos de presidio- a asumir la jefatura. Ellos dos solos fueron a cumplir la orden. Horas después recibieron la orden de arrestar a todos los oficiales que tuvieran grados superior a capitán. Prendes comentó: "Manolito te das cuenta, nosotros somos tenientes y debemos detener a oficiales superiores". La respuesta de Villafaña fue: "Nos pondremos los grados que sean necesarios". Encontraron insignias de capitán y se las pusieron. Llamaron por altoparlante a los oficiales para que se presentaran a la jefatura, y todos obedientes concurrieron sin excepción.

El capitán Prendes recibía a coroneles, comandantes y capitanes en la puerta, los saludaba militarmente y los oficiales que llegaban le respondían el saludo al capitán que les ordenaba que entregaran las armas porque estaban arrestados, y los mandaba a sentar en un sofá. El capitán Villafaña acumulaba las armas sobre una mesa. Posteriormente, el comandante Camilo Cienfuegos llega a Columbia y asume el mando.

El 2 de enero se dan a conocer por diversos medios de publicidad las "instrucciones de la comandancia general a todos los comandantes del ejército y al pueblo", en la que se expresa que:

  • Cualesquiera que sean las noticias procedentes de la capital, nuestras tropas no deben de hacer alto el fuego en ningún momento.
  • Nuestras fuerzas deben de proseguir con sus operaciones contra el enemigo en todos los frentes de batalla.
  • Acéptese sólo conceder parlamento a las guarniciones que desearen rendirse.
  • Al parecer, se ha producido un golpe de Estado en la capital. Las condiciones en que ese golpe se produjo son ignoradas por el ejército rebelde.

Y bajo este mismo tenor continúan las instrucciones de la Comandancia General, firmadas por Fidel Castro, comandante en jefe.

El tres de enero de 1959 se dicta el comunicado No. 1 de la jefatura del mando conjunto revolucionario, firmado por José M. Rego y Raúl Castro Ruz, jefe de las fuerzas rebeldes de Oriente. En dicho comunicado se dice que:

"Se hace la aclaración pertinente en el sentido de que la huelga general decretada, solamente fue ordenada por la comandancia general del movimiento revolucionario para aquellas zonas que aún no han sido liberadas..."

Fidel Castro, rememorando a Benito Mussolini, inicia una marcha hacia La Habana que se demora cinco días, incorporando a la misma a todo el que se le sumaba. El 8 de enero llega Fidel Castro a La Habana, y se instala en el campamento de Columbia, mientras que el Presidente de la República junto con su gabinete, se instalan en el palacio presidencial. Poco después, los más destacados representativos de la Iglesia, la plutocracia y los mercaderes vinculados con el gobierno norteamericano demandaron al Directorio Revolucionario 13 de Marzo, congregándose frente a la sede del poder ejecutivo en el Parque Zayas, que le entregaran el palacio presidencial al nuevo gobierno designado por Fidel Castro.

De esta manera, se reeditaba la situación de 1934-1940, cuando el presidente de la República residía en el palacio presidencial, y el comandante en jefe de las fuerzas armadas, Fulgencio Batista, gobernaba desde el campamento de Columbia.

(*) Se les dice bombines en Cuba a los que tenían fama de ser intelectuales y personas decentes, quienes se prestaban a formar parte de cualquier gobierno.

Réplica y comentarios al autor: r.simeon@psrdc.org




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