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Nacimiento del Sistema Solar

 

 

Los cuerpos integrantes conocidos del Sistema Solar son: la estrella denominada Sol, y las entidades sin luz propia: los planetas, sus satélites, los cuerpos menores llamados planetoides ó asteroides y los cometas.

 

Prácticamente todos han nacido al mismo tiempo, por lo cual los planetas son verdaderos nueve mellizos. Conociendo la edad del Sol y estimando la vida que le queda, podemos decir que el sistema solar está en su joven madurez, es decir, tiene una edad equivalente a unos 45 años de vida humana, si la longevidad fuese de unos 90 años. La diferencia radica, como en casi todos los procesos en el cosmos, en la escala de tiempo. Nuestro patrón de medida del tiempo es nuestra propia vida. Todo lo que exceda demasiado, por grande o por pequeño, a una cuenta en años, es bastante incomprensible para nosotros. Pero para el cosmos, una longevidad de miles de millones de años es lo habitual. La edad del sistema solar se estima en unos cinco mil millones de años, millón más, millón menos.

 

Es usual encontrar en todas las regiones del espacio gran cantidad de materia atómica, molecular y partículas de polvo, que pueden condensarse más por aquí y otro poco por allá. En algún momento, una de estas condensaciones recibe un empuje que hace que la materia de la nube comience a caer hacia su centro. Una vez que esta caída comienza, y por franco aglutinamiento, el proceso que conduce a la formación de una estrella es ya inevitable.

La mezcla de ingredientes (los residuos atómicos estelares, el gas y el polvo propios del ambiente) forman un torbellino nubloso que se asemeja a una tormenta ciclónica terrestre y dará origen a los cuerpos de un sistema solar

 

Los científicos recurren a diversas suposiciones con relación a cómo se ha formado el sistema solar a partir de esta nube gaseosa. Una de ellas, quizá la más popular, es la siguiente:

En el proceso de caída hacia el centro, la materia en dicho centro comienza a soportar presiones y temperaturas muy grandes. Allí los átomos chocan entre sí con tanta violencia que al fin comienzan a fusionarse. Cuando los átomos en el interior de la nube se fusionan en un proceso continuo, y tal como sucede en una bomba atómica, se empieza a liberar la energía producto de la fusión. La estrella ha nacido, y esta liberación de energía por fusión de los átomos en su interior, la va a acompañar por el resto de su vida.

Cuando la estrella estalla a la vida, los gases, el polvo y las partículas sobrantes son lanzadas hacia fuera, impresas de un movimiento rotatorio. La materia gira en remolinos alrededor de la estrella central recién nacida. Las partículas chocan y por gravedad se unen, formando cuerpos pequeños de algunos kilómetros de diámetro. Estos pequeños cuerpos siguen atrayendo y uniéndose a otros, hasta formar grandes cuerpos planetarios llamados protoplanetas, a la vez que continúan girando en torno al astro central recién nacido.

Sol recién nacido y formación de protoplanetas

 

Cuando el protoplaneta aglutina todo el material a su alrededor, alcanza su madurez, y con ella, el título de planeta. Como tal, ingresa en una órbita permanente y armoniosa alrededor de la estrella central.

 

Y lo cierto es que todos, incluso el Sol, estuvieron, están y nada nos indica que no van a seguir estando, en permanente evolución.

 

La manifestación de la evolución en los cuerpos celestes es en esencia similar a la de los seres vivos. En las entidades cósmicas también hay un nacimiento, un desarrollo que incluye un intercambio con el medio, y una muerte.

 

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