Drogas de Combate
Veamos el ejemplo de
las "drogas de combate", que van a producir la figura del "héroe
extático", el que pelea en éxtasis. Snorri Sturluson nos
cuenta en la Saga de Egil Skallagrimsson cómo el berserkir Kveld-Ulf,
tras haber librado y ganado una tremenda batalla , se ve dominado por tal
debilidad que tiene que meterse en cama . Estamos sin duda ante una droga
poderosamente estimulante, que proporciona una fuerza descomunal durante
el combate y que luego hunde al combatiente en una depresión
profunda. Sus efectos pueden aproximarse a lo que los griegos llamaban
enthousiasmós. Ahora bien, en el mundo antiguo la ingestión
de drogas estimulantes estaba íntimamnte relacionada con los ritos
religiosos. en este caso la religión era la guerra y la guerra era
la religión. ¿Qué drogas podían ser esas? es
muy importante recordar que en otra gran rama del pueblo indoeuropeo, la
hindú, también aparece con frecuencia una droga con carácter
religioso y guerrero: el Soma.Nadie sabe que era exactamente el Soma, pero
parece que trata de una bebida estimulante extraída de ciertos vegetales
no identificados. El Soma proporcionaba vigor, entusiasmo e inmortalidad;
era consumido por los dioses y por los hombres. estaba considerada como
la mejor de las ofrendas sacrificiales y en ella residía la fuente
de la vida. Lo más interesante es que el principal consumidor de
Soma era Indra, es decir el dios védico de la función militar
y guerrera, que siempre iba en cabeza del combate. En definitiva: la droga
permitía al guerrero acceder a un estado superior, semidivino; el
combate se convertía así en un acto religioso.
La
Furia del Guerrero
Otro tanto ocurre con
el furor, que es uno de los rasgos característicos de los berserkir,pero
que es también elemento común a todas las figuras guerrerasindoeuropeas.
"Ardor guerrero
vibra
en nuestros pechos", dice, todavía hoy, el himno de la infantería
española. El furor, en nuestra vieja tradición, no es tanto
una manifestación de fiereza como un reflejo de una cualidad interior:
el furor del berserkir equivale al ferq del irlandés Cuchulainn
y a la ceguera de Marte o del Horacio victorioso. Los viejos relatosno
escatiman imaginación a la hora de retratar este furor guerrero.
De Beowulf se decía que "tiene en su puño la fuerza de 30
hombres". Al pequeño Cuchulainn, amenazante, han de meterle en tres
cubas de agua fría para aplacar su furia: la primera cuba se calentó
hasta reventar, la segunda hirvió y sólo la tercera, por
fin pudo sosegar el furor del niño guerrero, pero no sin desprender
una impresionante humareda. La expresión de fiereza es un rasgo
inseparable de la función guerrera. Tácito cuenta en su Germania
cómo los suevos ese mismo pueblo que se instalaría después
en Galicia y reinaría durante 2 siglos, intentaban sobre todo imponer
un gran terror al enemigo. El furor del berserkir, como el combate extático,
es por lo tanto un elemento arraigado en la más honda antigüedad
guerrera indoeuropea.
Osos,
Lobos y Toros
La misma conclusión
hallaremos si nos inclinamos sobre el tercer rasgo que identifica a los
berserkir: la mutación animal. Los berserkir no sólo iban
envueltos en pieles de oso y lobo;
según
parece fueron los primeros en coronar sus cascos con grandes astas de toro
una imagen que ha servido para retratar a todos los escandinavos en general.
¿Cuál era el significado de esas alusiones animales? Con
toda seguridad, no un simple adorno o un mero recurso utilizado -pieles
gruesas para combatir el frío-, sino una representación mágica
y religiosa del alma del guerrero. Dumezil ha explicado que los antiguos
indoeuropeos atribuían a un mismo hombre diversas almas, al mismo
tiempo que la forma externa era considerada como la expresión más
neta de la personalidad. Por tanto, esas pieles de oso y esos cascos astados
serían la expresión de una de las almas principales de los
guerreros, y concretamente, en el caso del berserkir, el alma del oso,
que se apoderaba del hombre en el combate y, ocasionalmente, al anochecer.
Las Sagas están
llenas de guerreros que, cuando cae la noche, se transforman en lobos o
en osos. Este es posiblemente el origen de las creencias de la Licantropía,
el fenómeno de los hombres-lobo. Pero es que esa misma contumbre
de explicarlas virtudes guerreras mediante metamorfosis animales está
presente en todas las culturas indoeuropeas. La mitología celta
está plagada de hombres y mujeres que se convierten en jabalíes,
osos, lobos y ciervos. El persa Verethragbna, dios de la vistoria en el
Avesta, acumula siete formas animales que representan las virtudes necesarias
para vencer en el campo de batalla: el toro salvaje, el garañón,
el camello en celo, el jabalí impetuoso, el halcón, el carnero
salvaje, el macho cabrío de las montañas... No es un azar
si cinco de estos animales reaparecen en las enseñas del ejército
romano antes de Mario. Para los pueblos indoeuropeos, el guerrero participaba
del alma de estos animales.
Por eso Dumezil
dice que los berserquires no sólo parecían osos o lobos,
sino que, en algún grado, esos animales vivían en ellos.
Y ése es el sentido profundo de la creencia indoeuropea en la metamorfosis.