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Las Sociedades de Guerreros

Así las cosas, todo parece indicar que  la institución del berserkir no es un fenómeno exclusivamente germánico o sólo escandinavo, sino que, en sus rasgos esenciales, pertenece al patrimonio común de los pueblos indoeuropeos. Esa hipótesis adquiere más fuerza cuando examinamos la cuarta característica básica del hombre-oso, que es formar parte de una banda de guerreros. En efecto, todos los pueblos indoeuropeos dieron nacimiento en un momento otro de su expansión a "sociedades de guerreros" o "liga de hombres". La anatolia del segundo milenio a.c. fue testigo de las correrías de los mariannu,guerreros que combatían a bordo de sus ágiles carros tirados por caballos. Es la misma institución que recogen los vedas bajo el nombre de Máryah; son igualmente los Maruts y los Rudras, esas tropas de jóvenes guerreros ágiles y ruidosos de escoltaban a Indra, el dios de la guerra; esos mismos batallones, auténticas órdenes militares vinculadas al dios de la guerra, se llamarían en Irán "tropas de Fravasis" y, entre los germanos, mannerbunde, "ligas de hombres", "compañeros de Odín".
Pero hay más: autores como Ludwig Weniger han descubierto que esta misma institución existía también entre los primeros griegos. Y hay quien todavía llega más lejos: las primitivas sociedades de guerreros estarían en el origen de dos tradiciones muy extendidas en todos los pueblos de Europa, a saber, las campañas más o menos santas de guerreros que surcan la noche y los relatos sobre grande hazañas caballerescas, e incluso , y volvemos a toparnos con el asunto, la propia institución de las órdenes de caballería.
Cuando Odín Fue Rey
Con todo, esta especie de casta guerrera, estas órdenes religiosas y militares serían inexplicables si no entendemos antes lo que significaba la figura de Odín y la enorme fuerza religiosa de la guerra entre nuestros antepasados de todos los pueblos indoeuropeos. ¿Qué papel otorgaban a los dioses los primeros europeos? A partir de los trabajos de Dumezil, ha quedado demostrado que los primeros europeos estructuraban su panteón, así como la sociedad, en tres funciones principales: una primera, de carácter religioso, soberano y jurídico; una segunda función que encarnaba la fuerza guerrera; en fin, una tercera representaba la fuerza vital, la fecundidad, la cosecha...

En esta panoplia de dioses y fuerzas de la vida, la guerra quedaba encuadrada en la segunda función. Ahora bien, Odín, entre los germanos Wotan, es un dios de primera función, un dios soberano cuyas competencias no se agotan en la guerra. ¿Cómo es posible que las cofradías de guerreros se acojan a la protección de Odín? ¿Cómo es posible que la guerra se convirtiera en competencia de los dioses soberanos, y no de los dioses propiamente guerreros?
Todo indica que estamos ante uno de los momentos más enigmáticos de la evolución social y religiosa de los primitivos europeos. Según parece, en los primeros tiempos -aprox. entre el IV y el III milenio a.C.- las sociedades indoeuropeas eran fundamentalmente agrarias, y la función de los reyes era asegurar la cosecha. En una sociedad de estas características, el guerrero era un combatiente solitario, más o menos apartado de los centros de poder.
Sin embargo, en un determinado momento de la historia hace su aparición un dios soberano, que es al mismo tiempo dios de la magia, creador de la poesía y señor de la batalla. Eso ocurre en todos los pueblos indoeuropeos; en el caso que nos ocupa, esa gran figura del dios padre será Odín para los escandinavos y Wotan para los germanos. Ambas denominaciones tienen el mismo origen: Wodh Wodhanaz, que puede relacionarse con el furor, el éxtasis y la poesía, y cuya raíz se encuentra en el latín vate, "adivino". Así aparece. entre la aristocracia, el culto a un dios padre guerrero y brujo.

Se supone que el culto a Odín-Wotan -así como a los otros dioses que, en distintos pueblos europeos, representaban el mismo espíritu- irrumpe con fuerza en el momento en que comienzan las grandes migraciones desde el lugar de origen de los indoeuropeos hacia el Viejo Continente y la India. La estructura social cambia, el valor guerrrero y el sentido del honor empiezan a jugar un papel fundamental, pero los dioses de la segunda función, "solitarios y plebeyos", no pueden gobernar a esta nueva élite de soldados. Así aparece la ética de Odín, que es una ética trágica, una ética de combate donde la muerte se acepta como parte inevitable de la vida, pero que no se agota en la pelea.
El imperativo heroico nace en este contexto moral. Pero también nace aquí otro elemento que va a durar largos siglos en Europa: la realeza militar, la idea del rey como poder militar y autoridad espiritual.