Aramburú: Símbolo del Periodismo y la Defensa Nacional

De 1807 a 1809 primaba en Lima el interés por las noticias referentes a las expediciones del precursor Miranda Valenzuela, y a la guerra de los franceses en España.

La sagacidad de Abascal promueve en esos años un constante y exaltado amor a la monarquía. Fidelísimo al soberano español publicó "La Minerva", cuyo titular va precedido de un servil "viva Fernando VII", difundía y excitaba ya a la esperanza patriótica.

El Ejército libertador no olvidó traer la eficaz arma ideológica: la prensa. Las proclamas de San Martín, el Boletín del Ejército, El Pacificador del Perú, hojas en que la pluma gallarda de Monteagudo hacía la guerra de papel. Impusieron al periodismo de entonces un tono enardecido y lírico, contagiado de emoción y orgullo al pronunciar las palabras que servían de impulso y de lema a la epopeya. Por su parte, el periodismo español, expulsado de la capital, se expresaba en dos periódicos: El Boletín del Ejército Nacional de Lima y el Depositario, en el que Gaspar Rico y Angulo estampaba sandeces e insultos contra los patriotas.

Contesta estas injurias Larriva en el Nuevo Depositario, utilizando ingeniosamente cáusticos diálogos, octavas y jocosas parodias. En 1822, se agitan los ánimos. El tema de discusión es la forma del gobierno futuro.

Fulgura el verbo gallardo y cáustico de Sánchez Carrión en la Carta del Solitario de Sayán y en el Tribuno de la República Peruana, Maynas en el norte. En el gobierno de La Mar se abre una nueva perspectiva en que hay lucha ideológica entre el grupo liberal (La Mar, Luna Pizarro) y el conservador (Gamarra, la Fuente, Pando). defendiendo su república soñada. En esta gloriosa campaña de prensa, la primera de nuestro periodismo, se salva el noble y fecundo principio democrático.

La aparición de Bolívar en el país y con ello el predominio de las acciones militares, un poco que aminora el fragor periodístico.

No es sino hasta 1827 en que se prepara una carta constitucional, se reivindicaban territorios de Jaén y En el gobierno de Gamarra la polémica periodística se vuelve dura, incisiva y violenta. La odiosidad de Gamarra se desató implacable a su caída: Contra la célebre Pancha hubo un ensañamiento que no se detuvo a su muerte.

Salaverry en su agitado y corto gobierno tuvo más lealtades que deslealtades. Ante Santa Cruz la lucha fue porfiada. El que combatió con más éxito al Protector fue Felipe Pardo, con El Intérprete (1836) publicado en Chile y a cuya campaña se debió él. En 1839 aparece El Comercio. Su gancho periodístico original estuvo en los comunicados. Su lema era "orden, libertad, saber". Su imparcialidad e interés en asuntos ajenos a la política de Partidos marcaron distancia con los demás medios. La otra cara de la moneda era El Correo, escrito por plumas como las de Vigil, Lazo y Mariátegui, La Guardia Nacional desde la que Felipe Pardo disparaba saetas contra Castilla, o La Bolsa dirigida por Manuel A. Segura.

Con el gobierno de Castilla se acabaron las oposiciones periodísticas, pues, o clausuraba el diario o compraba al periodista.

En los preludios angustiosos de la guerra, los diarios traducen la enorme zozobra colectiva. Los editoriales de Aramburu, condensan la emoción de la muchedumbre patriótica, denuncian a la vez la preparación del agresor rapaz y sueñan inútil y generosamente en convertir su odio en proyectiles. La prensa, fervorosamente unida, mantiene la alucinada esperanza de triunfo y aún después de Angamos y de Arica, hasta que la derrota llega a las puertas de Lima.

Si hubiera que indicar en el periodismo a un personaje que enarboló la defensa nacional; este sería Andrés Avelino Aramburu. Él no fue maestro ni perteneció en vida a la Academia de su tiempo, pero dejó una huella de enseñanza generosa y noble.

Su primera aparición, siendo estudiante de San Carlos, fue un artículo publicado en El Comercio, titulado: La Voz del Patriotismo. En 1865 trabaja en El Nacional. Luego funda la Opinión Pública. En esa estela periodística destaca la campaña a favor del civilismo que representaba la figura de Manuel Pardo; la defensa del interés nacional en la guerra con Chile y la acción cívica de la post guerra de Cáceres.

La emoción vital para nuestra patria a causa de la guerra del 79' hay que seguirla, si no se busca simplemente la minucia informativa en las páginas llenas de emoción de la Opinión Nacional de 1879. Como prueba de su valor y de su beligerancia patriótica.

Aramburú fue llevado prisionero en 1882 a Chillán en Chile. Al regresar en 1883, trabaja a lado de Cáceres, al que consideraba héroe de la resistencia y la encarnación del honor nacional.

En los últimos años de su vida, la figura de Aramburú, con su impecable traje gris, los escarpines de fin de siglo, la barbilla del gentleman victoriano, con el invariable ramo de violetas en el ojal, era reverenciada como la de un patriarca del periodismo nacional. Cuando muere en 1,916 Antonio Miró Quesada a nombre de la prensa dijo de él: "supo conservar siempre en sus escritos los respetos impuestos por la cultura, por la moral y por el honor, a quienes escriben en público".

Para todo el periodismo militar, Aramburu es y será: el periodista de la defensa nacional.

Inaugurada la paz en el tratado de Ancón, reaparecen los periódicos, a todos les preocupó la reconstrucción nacional.

En esta nueva época, El Nacional es adquirido por Canevaro, la opinión Publica se convierte en una fuerte empresa tipográfica, El Tiempo dirigido por Alberto UlIoa se une con La Prensa, fundada por Pedro de Osma en 1903.

A lo largo del siglo XX, el periodismo ha seguido su rol orientador en su voceado amor a la libertad. Ha estado presente en las operaciones de la Cordillera del Cóndor como en el Cenepa, las luchas contra el terrorismo, inclusive en ocasiones poniendo en riesgo su vida. Por ello, nuestro homenaje institucional, por ello nuestro reconocimiento a su labor en provecho de la defensa nacional.

por: Jorge Torres

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