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 EDITORIAL

Entre la zozobra y el miedo

Con la recalcitrancia, el añejamiento, la ferocidad y la compleja urdimbre de causas condicionantes de la
violencia en Colombia, sabemos que las palabras, los pañuelos blancos y las palomas alegórica a la paz, no bastan para detener la vena abierta en el corazón sangrante de la patria.

Pero algo hay que decirle a los alzados en armas y al gobierno nacional en nombre de la sociedad civil, neutral, sacrificada en medio de un conflicto que por décadas cobra víctimas inermes, sin probabilidades de que termine.

A cualquier costo, con transgresión, allanamiento o abolición de normas nacionales o de tratados, de leyes, parágrafos o insucesos, tiene que imponerse en beneficio de la gente una política de perdón y reconciliación y olvido, en donde se haga realidad la esperanza de una nación soberana, tranquila y próspera. Solo así los alzados en armas no tendrán pretextos para continuar en el desvarío de una posición, cuando la mano generosa del gobierno, expresión de la voluntad general, los convide a participar en pie de igualdad en el seno de la comunidad bajo el amparo de reglas de universal aceptación.

Las consideraciones anteriores ratifican nuestra posición de siempre ante el recrudecimiento de la guerra, ahora con inusual ingrediente terrorista en la capital del departamento.

No es hora de mano firme y corazón valiente para intensificar las acciones bélicas con apoyo de los Estados Unidos y comprometiendo un alto porcentaje del presupuesto nacional en compra de armas, con grave descuido de prioridades sociales, cuya desatención genera mayores impuestos y más pobreza.

El Chocó, una región particularmente deprimida, agobiada por el desempleo en sus poblaciones relativamente mayores, pero en lo absoluto sin ninguna posibilidad de ingreso en el campo, cuyos habitantes sobreviven de la pesca y del pan coger, el drama de la violencia que soportan entre la zozobra y el medio, día y noche, esperando la muerte en sus miserables viviendas, es inenarrable.

Con el proceso de desmovilización de las AUC que se cumple en San José de Realito y el anunciado para los próximos días en el Catatumbo, parecería que avanzan las negociaciones con los llamados paramilitares. No se puede decir lo mismo con el aborto de las conversaciones con el ELN, ni con las FARC que el gobierno aspira –a nuestro juicio sin fundamento logístico– a derrotar.

En contraste, y tal vez a consecuencia de todo lo anterior, el Chocó es teatro hoy de la guerra, entre los reductos de la AUC (paramilitares) y las Farc y el ELN.

Según el registro de Chocó 7 Días del viernes pasado, el 24 de noviembre integrantes ERG bloquearon la vía Quibdó-Medellín y quemaron cuatro camiones en el sitio El Diez. Ese mismo día las Farc y las AUC, protagonizaron un enfrentamiento en Bebedó, similar al de Bojayá: 4 muertos civiles, 16 heridos y 16 alzados en armas también muertos. El 25 de noviembre el ELN secuestró en el tramo Yuto-Cérteguí a cuatro pasajeros. Antes, el 16 de noviembre, el frente Cimarrón del ELN emboscó en Paimadó y masacró a nueve policías.

Para cerrar este escabroso e inquietante panorama, esta semana manos criminales conexas –según todos los indicios– con grupos al margen de la ley, pusieron una bomba en un céntrico supermercado en el barrio Pandeyuca, que deja hasta ahora tres muertos y una docena de heridos. De esto no existe todavía una responsabilidad clara. Pero alarma que la capital del departamento ya sea también teatro de la locura de esta confrontación sucia, cuya irracionalidad tiene inmersa a la sociedad chocoana entre la zozobra y el miedo.

En procura de que cese tan inhumana barbarie es por ello que clamamos –parodiando al Libertador de la patria– que cesen las hostilidades y se consolide la paz.

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