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JULIUS EVOLA O EL CAMINO MÁS PELIGROSO

(ANTONINO BOSCO)

 

 

No es fácil tarea lograr un eficaz resumen sobre la obra y doctrina de una de las personalidades más apasionantes de los últimos tiempos. Habría tanto que decir que, sin duda, terminaríamos escribiendo un libro en vez de un artículo. O incluso una novela, pues su existencia sería buen material para una bella y heroica narración literaria. Y sin embargo nuestro objetivo se presenta más modesto: tratar solo una de las regiones que constituye el prodigioso universo evoliano.

Hablemos de Evola y su actitud existencial.

1.-

Uno de los rasgos distintivos del aludido pensador italiano, es éste: su inconformismo. O lo que es lo mismo, defender la autonomía del ser.

A diferencia de la mayoría de los intelectuales, Evola no sólo leyó historia, sino que la vivió. Nietzsche ya había precavido en una aguda crítica a los historiadores que la historia no se escribía sólo con pluma, sino con sangre. Es decir, tanto para Nietzsche como para Evola hemos de transformarnos en partícipe de los movimientos históricos, y por tanto rehuir aquella actitud de quienes sólo son meros observadores del acaecer y que viven extasiados en su narcisismo o en su propia cobardía - la cual les impide enfrentar la realidad de los hechos -.

Por esto Evola nunca esquivó temas como la política, la espiritualidad, el deporte, el sexo, la creciente socialización de la cultura, el jazz, el existencialismo, la guerra, la historia. Y así fue alpinista, pintor, escribió algunos poemas, fue partícipe de revistas, no evitó - cuando la ocasión lo exigía - el ser un gran polemista, estudioso de temas ocultos, militar, viajero, mago, ensayista.

Y en todas estas actividades siempre entregó una visión distinta a las preponderantes en la modernidad. Se lo acusa por los ignorantes y malintencionados de fascista, pero nada más alejado de aquello. Sí fue un hombre libre que no se afiliaba a ninguna idea sin antes haberla explorado a cabalidad. Su visión amplia de la realidad le permitió acercarse a círculos fascistas para intentar darle a aquéllos una doctrina firme y no moderna. Así pudo publicar en revistas como Régimen Fascista, en la cual, gracias al escritor italiano, el mismo René Guénon pudo incluir algunos de sus trabajos. Pero siempre mostró sus discrepancias con el fascismo, el cual, aunque parecía una oportunidad de rescatar ciertos valores tradicionales, como la idea de Imperio - que nada tiene que ver con imperialismo- y la de Jerarquía, sin embargo contenía elementos modernos que estaban en abierta pugna con el mundo de la Tradición, especialmente el aspecto socializante de su doctrina y su práctica, como también el culto mussoliniano al Estado.

En una ocasión cuando el mismo Duce le solicitó escribir algo sobre el racismo pero desde una perspectiva italiana, Evola concurrió al llamado de aquél, intentado de esta manera hacer una aguda crítica a la visión alemana y nórdica de Alfred Rosenberg. Frente al racismo biológico defendido por el nacional-socialismo, Evola opuso el racismo del Espíritu, es decir la diferenciación de los hombres conforme a parámetros inmateriales, como lo es la actitud existencial.

Pero así como Evola criticaba el racismo nacional-socialista, también atacaba al filósofo del fascismo, Giovanni Gentile, al comunismo y con mucha mayor energía a la democracia liberal. Además era capaz de mostrar los equívocos o puntos débiles de los semejantes, incluso de quienes fueron sus maestros espirituales: Nietzsche y Guénon.

¿Alguien podría criticar al pensador italiano elevarse a estas alturas para buscar la Verdad?

2.-

Evola no silenció jamás su pensamiento. Incluso durante la ruda represión que provino de los aliados y sus vasallos en Italia. El proceso de desnazificación, que se presentó como el mayor imperativo en Alemania a la caída de aquel Reich que se pretendía de mil años, llegó a la península itálica, y, en verdad a todo el globo. Persecuciones, Tribunal de Nüremberg, proscripción de toda literatura "fascista", eliminación de la palabra "raza" a nivel antropológico, fotografías de campos de concentraciones alemanes, han sido notas características de la historia que va desde 1945.

Y aun cuando nunca fue fascista - si así hubiere sido, él no lo habría negado, como no calló su amor por ideas jerárquicas y su visión orgánica de la sociedad, totalmente contraria a la democracia -, fue juzgado como tal en su país, acusándole la camarilla pro-aliados el intento de reconstituir tal doctrina, a la cual siempre vio como viciada desde dentro. Esto incluso físicamente no podría haberlo hecho, dado que se encontraba en aquella fecha y hasta su muerte postrado e inválido, "gracias" a los misiles no muy democráticos de los norteamericanos. Un tribunal lo citó, y declaró con una valentía impresionante. Aludió a que sus ideas no eran otras que las que forjaron el mundo occidental, y que encuentran asidero ya en Platón y en la Roma imperial. Si él debiera ser cuestionado por sus ideas totalizantes y antidemócratas también lo debieran ser los textos de Platón.

La Verdad primó y Evola fue absuelto.

Siguió escribiendo textos sobre religiones, tradiciones, símbolos, política, trascendencia. Y sus agudas críticas a la sociedad actual no pararon. Era un Kshatriya, un guerrero, para quien silenciar el mal es una forma de traición a su propia visión.

Crítico del nacionalismo, habló de una confederación europea. Crítico de la sociedad de consumo, defendió el Espíritu. Crítico de la moralina de ciertos círculos, la que les impide expresarse sobre ciertos temas, dijo las cosas tal cual son.

Hay postulados evolianos respecto de los que podemos discrepar: su crítica al matrimonio, su visión "machista", su idea de defender una "derecha", la cual escribe con "D" mayúscula para querer diferenciarla de lo que hoy se entiende por tal idea; actitud que, sin embargo, sólo tiende a equívocos.

Pero nadie podría negar que fue fiel a su modo de pensar. La identidad predicación-práctica es un rasgo del italiano, que pocos pueden lograr en esta vida.

 

3.-

Hay quienes, como Guénon, que piensan que  el hombre actual debe adherir a una tradición particular. Sin embargo, Evola creyó que si bien tal conducta es un verdadero deber en ciertos tiempos, en la actualidad se hace inútil, dado que no existen agrupaciones tradicionales puras.

Evola hace primar aquí lo aprendido en la filosofía "moderna" (Nietzsche) por sobre la escuela tradicionalista (Guénon, Schuon. etc).

Y señala que el hombre que se encuentra entre las ruinas, debe seguir un camino solitario; siendo su única ley hacer lo que debe hacerse.

El desierto crece, dijo el filósofo alemán, y Evola dedujo que este aforismo lo es en todo sentido. La religión no podría librarse del oscurantismo o yermo espiritual. El modernismo todo lo toca, y nada queda puro. ¿A quién hemos de recurrir? A uno mismo, dice Evola. Y así plantea una postura de enfrentamiento constante con todo lo decadente. Sin esperanza, pero sin decepción. Este es el camino o vía del Héroe.

Grande entre los grandes, Evola marcará una línea de pensar y actuar digna de imitar. Tal vez las nuevas generaciones sean capaces de entender su legado y librarse de toda la nefasta estructura mental y existencial del burgués.

Tal vez. Mientras, el desierto seguirá creciendo.

 

©Antonino Bosco

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