CAPITULO 2

 

Otro día sin él.

Ella se había levantado esta mañana llena de energía y llena de vida, el día comenzaba, y la marca de otro mes que pasaba sin que él viniera a visitarla, ella se deprimió una vez más.

El no venía todos los meses, o algo por el estilo, pero siempre esperaba que quizás, solo quizás, él recordaría que había estado lejos por mucho tiempo y necesitara regresar.

Esperaba por este pensamiento, pero mientras más lo deseaba, menos aparecía.

Con un suspiro, Chi Chi colgó su vestido púrpura en el tendedero para que se secara, lo aseguró mientras observaba la tela por un  momento.

Debería estar molesta con él, realmente debería pero era imposible.

Todo el tiempo él la miraba con esos grandes ojos negros, ella olvidaba todo su enojo por las promesas rotas, y solo quería estar entre sus brazos escuchar cerca los latidos de su corazón.

La última vez que había ido de visita ella usaba ese vestido, si ella cerraba sus ojos y comenzaba a imaginar, ella podía casi verse estando con él una vez más, una vez, cuando ella era verdaderamente feliz.

Se dejó envolver, pensando en Gokú.

Chi Chi no se dio cuenta cuando dos figuras oscuras aparecieron en la orilla del bosque, caminando lentamente hacia ella y a su ropa limpia.

Había cuatro de ellos todos con cabello negro y alborotado, el ceño fruncido y uno de ellos tenía un arma extraña.

Gokú estaba entrenando con Ubb ahora, en las islas y si bien ella lo extrañaba demasiado, entendía sus razones.

Había estado hablando con Bulma acerca de esto el otro día, cuando fue a ver a Goten, y ella pensaba que Gokú había olvidado que tenía una familia  que lo esperaba y ahora Goten estaba con Trunks por unos días, ella estaba sola.

La casa Son estaba vacía y triste, hacía que ella anhelara cruzar esa puerta.

Las visitas de su padre eran agradables, pero él estaba muy ocupado con su vida y no podía quedarse con ella todo el tiempo.

Nadie lo hacía.

¿Cómo podía sentirse sola en un mundo con millones de personas? No lo sabía, pero lo estaba.

Lágrimas comenzaron a salir de sus grandes ojos negros cuando levantó el tendedero.

“Oh Gokú...”

Murmuró, luchaba por ahogar sus sollozos cuando sus jos se toparon con un par de botas cerca de ella.

Comenzó a sentir miedo cuando levantó la vista, viendo las piernas musculosas y la armadura Saiya-jin, y la gruesa y peluda cola que reconoció como la de Vejita, pero cuando sus ojos llegaron al rostro, vio que definitivamente no era Vejita, era alguien completamente diferente.

Sukuashi vio la expresión de la mujer.

Era extraordinariamente hermosa para ser una criatura de la tierra, con el obscuro cabello recogido en un moño y pequeños mechones cayendo a un lado de su rostro.

Chi Chi retrocedió y sus labios rojos formaron una “o” perfecta  por la sorpresa.

“¿Quiénes son?” Preguntó con voz estremecida.

El no parecía querer lastimarla, pero una voz en su cabeza le gritaba que corriera lejos tan rápido como pudiera.

El no respondió, y los que lo acompañaban la rodearon rápidamente. Una mujer joven, la única del grupo, la miró con desprecio, odiando la forma en que Chi Chi lucia, vulnerable y hermosa, con un suave vestido verde.

Los otros eran machos, y la veían mas con aprobación que con odio, pero seguían acercándose amenazadoramente.

“¿Dónde está Kakarotto’” Preguntó finalmente Sukuashi, tendiendo una mano deteniendo a sus hombres, su cola se desenrollo de su cintura y cayó suavemente tras él.

Chi Chi lo miró sorprendida

“¿Disculpa?” Solo una persona en todo el mundo se refería a su marido como Kakarotto, y era Vejita.

“Mi marido no está aquí ahora, pero si quiere verlo está en las islas entrenando...”

“¿Kakarotto es tu pareja” Exclamó Sukuashi, mirándola aturdido.

Ella frunció el ceño ante el termino.

“Bien, es una forma de decirlo, creo. El es mi esposo, pero no está aquí. Así que váyase”

Los miró y al hacerlo sintió un poco de temor. Y no daban señales de querer irse.

“¿Cuándo regresará?”

La chica preguntó ansiosa, alejando un mechón de rebelde cabello de su rostro. Usaba la misma armadura que los hombres, pero parecía mas femenina en ella. Una larga capa roja caía de sus pequeños hombros rozando el verde pasto.

Chi Chi tomó el tendedero que sujetaba su vestido y lo llevó a sus ojos,

“¿Cómo suponen que lo sepa?”

La chica se sorprendió y furiosa desenredó su cola, crspándose.

“Si no lo dices ahora, tendré el gran placer de matarte”

“No”

Todos voltearon a ver a Sukuashi, quien había hablado abruptamente, después de que no había dicho nada. Chi Chi sonrió, y los demás solo lo veían incrédulos. Él, que nunca había perdonado la vida de nadie, ahora se la perdonaba a una frágil mujer humana. La chica no creía lo que oía, pero se limitó a bajar la mirada.

“Si Kakarotto no está aquí, probablemente nunca .lo encontraremos.”

Dijo mirando a Chi Chi de arriba abajo, lo que hacía que ella se sintiera incómoda. Él se detuvo en su rostro, estudiando esos grandes ojos negros franqueados por la cuerda.

Chi Chi comenzó a inquietarse por el modo en que la veía. Sus mejillas se ruborizaron y murmuró un “gracias” conteniendo el aliento. Sus manos se cerraron tras su espalda, inhibiéndose y miró al hombre de nuevo.

Aunque la atemorizaba debía verla, él anhelaba salvarla, y la respetaba lo suficiente como para dejarla sola.

“Te tomaremos en su lugar”

Sukuashi dijo sin expresión haciendo un ademán a Chi Chi.

“¡¿Qué?!” Exclamó perturbada.

“Vendrás con nosotros en lugar de Kakarotto” Repitió

Lo dijo tan tranquilo, como si nada le decía que se la llevaría, como si le estuviera hablando a un perro, a un florero o a un vegetal, y no a una humana.

Asustada, ella se alejó, y los otros corrieron tras ella, querían detenerla, ella los empujó y pasó entre ellos, tomándolos con la guardia baja y comenzó a correr hacia el bosque. Los evadió corriendo bajo los tendederos, rompiéndolos a la mitad cuando pasaba, toda la ropa cayó al suelo ensuciándose. Ella corrió tan rápido como le permitían sus piernas hacia el bosque, ocultándose tras los árboles, jadeando, temerosa. Sabía que no podía ocultarse de ellos, después de todo eran Saiya-jins, no tendría opción. Todo lo que podía esperar era que fueran lo suficientemente estúpidos y tontos para seguirla, y quizás no la atraparían. Su barbilla estaba bañada con lágrimas que salían de sus ojos. Ella no quería morir todavía, todavía tenía muchos años por vivir, planeaba hacer mucho con su vida. ¿Y que si Gokú iba a verla al día siguiente y ella se había ido? Ella no podía decirle adiós. Trato de calmar su llanto, cayó y se sentó en el árbol, sollozando.

Los Saiya-jins, aún perturbados de que la mujer hubiera tenido las agallas de empujarlos y correr, intentaban levantarse, ellos debían perseguirla, ya que Sukua los había ordenado.

“Los planes han cambiado. Quiero a esa mujer” Dirigiendo la mirada hacia donde Chi Chi había corrido.

“Esto no será así”

Sus ojos siguieron el sonido de esa extraña voz, encontrando una criatura verde muy alta, con larga capa y turbante, suspendida en el aire. Tomando una posición de pelea y sonriéndoles. Ellos notaron que no se perturbó ni asustó al verlos, pero Sukuashi volteó sus ojos.

“¿Y crees que puedes detenerme Namek?” Preguntó quitándose los guantes y agitó su cola como carnada

“Acostumbro a obtener lo que quiero Namek”

Piccolo sonrió de nuevo

“No te llevarás a Chi Chi. Ella ya tiene a alguien y dudo que estaría muy feliz si te la llevas. Sin mencionar lo furiosos que estarían contigo sus hijos y no querrás un lío con la familia Son” Lanzó su capa y turbante, cayendo al suelo con estrépito, “O conmigo”

“¿Tener líos? Por favor Namek” Dijo Sukuashi “Ellos no pueden dañarme, ahora quítate antes de que te mate

“Me quitaré cuando ustedes se vayan de este planeta. No son bienvenidos aquí”

La chica puso una mano en su boca

“Ooops, ¿olvidamos la invitación?”

Piccolo dirigió su mirada hacia ella y sonrió débilmente.

“No, pero creo que olvidaron sus modales, les dije que se fueran y no entienden que es por su bien. ¿entiendes ahora?”

Ella puso sus manos en sus caderas y lo miró con indignación. Sukuashi dio un paso al frente y ordenó a los demás quedarse donde estaban, con su scouter observó el nivel de pelea de Piccolo.

“Esto es una broma” Dijo después de ver los números. “Hasta la más débil mujer Saiya podría golpear a este Namek; no hay que preocuparse de él”

Piccolo sonrió y suspiró sacudiendo la cabeza.

“¿Cuándo aprenderán chicos que esos juguetes no sirven para nada?”

Sukuashi tomó la extraña pistola dirigiéndola a él.

“Tengan cuidado con él, tenemos que regresar a  Sukuashi antes de que el consejo se den cuenta de que me he ido”.

Sukuashi miró a Piccolo y le disparó, apareció una gota de sudor en la frente del saiya, cuando vió los penetrantes ojos de Piccolo, antes de que pudiera jalar el gatillo, desapareció y apareció frente a él, pateando la pistola y golpeándolo en la barbilla.

El Saiya trataba desesperadamente de defenderse, aún completamente sorprendido, cuando Piccolo siguió golpeándolo. Limpio sus manos y rodillas, que estaban bañadas de sudor por el esfuerzo y Piccolo se detuvo frente a él, con una sonrisa malévola. Reunió si Ki, lanzando su ataque favorito, Sukuashi no lo podía creer, la luz lo consumía, sin dejar nada, solo una nube de humo y polvo, en el lugar donde estaba parado.

Cuando la nube desapareció no había rastro de él, solo un pequeño cráter u un poco de sangre. Piccolo se levantó y tomó su posición de ataque una vez más. Sonrió a los Saiya.jins otra vez.

“Eso solo fue una muestra, se ven perturbados y horribles, espero no crean que acabé con él tan fácilmente. ¿supongo que no están muy contentos ahora?”

Con un grito la chica voló a él como un relámpago, golpeándolo en el brazo, pero no le hizo daño, ella giró en el aire, él la esquivó y tomó su cola, ella tratabae y lo golpeó de nuevo, pero desapareció y se materializó tras ella, y tomó su cola una vez más.

“¡Pi!” De pronto Sukuashi la llamó “¡Dejalo!”

Piccolo sonrió. Ella cayó al suelo, viéndolo con furia y odio. Nadie habia sido más imbécil que ella, o si no, golpearla no hubiera sido fácil.

“Esto no es tan fácil como piensa alien” dijo viéndolo con furia y viendo a la chica. “Tu raza ya lo intentó antes y perdió”

El no dijo nada. Pi escuchó la orden de su padre en su cabeza, vió con odio a Piccolo, tomó la pistola de otro saiya, fácilmente la colocó en su hombro, apuntó y tiró del gatillo, un rayo azul salió, dando giros en espiral y golpeándo a Piccolo en la espalda.

El grito de dolor y sorpresa, cayó al suelo sin moverse.

“¡Onore!” Gritó con furia, tiró el arma y lo golpeó con odio. Queria atravezarle el corazón, estaba furiosa, hizo que luciera como una imbécil frente a todos. Maldito Namek. Sukuasho se agarró desesperadamente de su hombre

“Terminaré con él, llevate a los otros a la nave y esperenme ahí, y encuentra un lugar para poner a la mujer”

Golpeándolo en las costillas, ella se alejó, dirigiendo a los otros a la nave. Tan pronto como se fueron Sukuashi se inclinó, vió el nivel de Piccolo y sonrió.

“¿Y ahora qué tienes que decirme Namek? ¡Alguien mas inteligente me retará?” dijo viéndolo a los ojos.

Piccolo habló con dolor en su voz

“Gohan vendrá y...t... mandará al infierno, tus desechos Saiya-jin. El ya está...está en camino”

“Desafortunadamente no podré jugar con tu amiguito, para cuando él llegue ya estaré de regreso en ese horrible planeta, andando por la nieve, con la mujer que infructuosamente protegías.”

Sukuashi se levantó, los ojos de Piccolo se cerraron, perdiendo la conciencia, y Sukuashi lo golpeó en las costillas de nuevo, viéndolo con furia.

 

Chi Chi aún sollozaba, apretándose al árbol, deseando que esos hombres se fueran, vió la pelea de cerca y cuando Piccolo cayó estaba segura que había muerto protegiéndola. La culpa la agitaba, su cabello se habia soltado y caía en su rostro, confundiendose con sus lágrimas.

No era justo, nunca lo fué. A pesar de todo lo que despreció a Piccolo en el pasado, él aún defendió su vida, y estaba muerto por ello.

“Tú no puedes pelear” Dijo una voz detrás del árbol, y ella sabía que era el hombre que había intentado llevársela. Continúo llorando avergonzada de no poder hacer nada para defenderse, pero se sentía culpable por la muerte de Piccolo, por esto apenas si se movía, él caminó frente a ella y puso sus manos en la cadera.

“Levántate”

Ella no hizo nada, solo lloró, y deseó con desesperación que Gokú, o alguien, viniera a ayudarla. Pero él no vendría, nadie lo haría. Pensó con dificultad qué había sido en el pasado, una joven peleadora, llena de fuerza y energía.

Sukuashi comenzaba a impacientarse.

“Dije que te levantaras”

Aún seguía sentada, pero dejó de llorar, y lo miró furiosa, con sus ojos llorosos.

“Te escuché la primera vez, y no iré a ningún lado contigo, tengo una familia que cuidar.”

Él miró alrededor

“¿Y dónde está tu familia? No veo a nadie aquí. Deja esa insolencia y no te haré daño”

Chi Chi se levantó, y lanzó su largo cabello negro lejos de su cara, quitándose el polvo.

“Te dije que no iré contigo a ninguna parte”

Una mano cruzó su rostro, su cabeza se golpeó cerca del árbol y quedó inconsciente al instante en los brazos de Sukuashi, quién burdamente la puso sobre sus hombros y salió del bosque con ella, sonriendo.

A millas de ahí, en una pequeña isla, de pronto un hombre se levantó alarmado.

Algo le había pasado a Chi Chi

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