"ANA"

                                                            By Je Miyazaki Ende

 

FILE  UNO: ARIANA.

CAPÍTULO 1: HOGAR.

 

  << Nubes oscuras de tormenta se levantaron amenazantes sobre el único puñado de humanidad en la Tierra. Rayos y truenos, potentes destellos de terror, se precipitaban al suelo predicando con anticipación el agravio que se daría lugar en breve. A la vez, en la cima de una montaña alta, un domo gigante de color blanco se mostraba majestuoso e imponente ante la tempestad, y aunque la naturaleza hiciese acto agresivo de presencia, las personas que en sus entrañas se resguardaban, eran ajenas al estruendo constante del exterior.

  La corporación G era la propietaria de dicho domo. Un selecto personal científico de cuarenta individuos realizaba extraños experimentos en el interior de esa construcción, tanto como en el día como durante la noche. Sin embargo, en ciertas ocasiones, uno de esos proyectos se salía de control... como en esa nublada tarde en particular.

  Horribles y opacos gritos de dolor comenzaron a hacer eco en el recinto. Se trataba de un hombre, sucumbiendo a un insoportable sufrimiento.

  Al tiempo, muy cerca de allí, una pequeña niña abre los ojos. Escucha los gritos a toda su potencia, y a pesar de ello, no se mueve, no se inmuta, no se compadece. La imagen en su rostro es de completa seriedad, más no así la de su alma y mente. Por dentro, ella era un nudo de nervios ante aquel desgarrador sonido. Se encontraba acostada en una cama fría de metal, atada a ésta de brazos y piernas. Su cuerpo desnudo era cubierto por una cúpula de cristal que le permitía ver, para su desgracia, todo lo que ocurría en el lugar donde se hallaba: el laboratorio G1 del domo.

- ¡Disparen! - se oyó de pronto una orden apresurada.

- ¡Aguarden, no lo hagan! - suplicó el hombre que hasta entonces se había mantenido gritando.

  Luego, otro ruido todavía más aterrador que el anterior se presentó y se repitió incontables veces; eran los múltiples disparos de poderosas armas de fuego. Después, más gritos de dolor y gemidos profundos, ahora de diversas personas, se encargaron de alarmar a la pequeña e indefensa criatura de sobremanera. Ella estaba harta, quería que todo acabara, pero no fue así, al menos no por un largo rato.

- ¡No creas que me vencerás tan fácilmente! - afirmó una voz rasgada. Su origen, un hombre barbado y calvo, mayor de edad e igualmente desnudo, quien se incorporaba al lado de la cama de ella.

  Lo que siguió fue más desagradable. El anciano se dedicó a maldecir y a insultar gravemente a los que en el domo se encontrasen, poniendo mayor énfasis al "sujeto de pruebas número 3".

 No obstante, y pese a la amenaza que representaba, la pequeña pudo ver como el hombre viejo era derribado por otra persona, la cual le habría de dar una tacleada para mandarle al piso, y aunque después aquel "blanco" intentó ponerse en pie de nuevo, un ahogado disparo al pecho se dio a la tarea de mantenerle debajo. Poco pasó, para la llegada de un tercer hombre a la escena. Era rubio, vestía uniforme militar y tenía una soberbia sonrisa en su cara. Por su parte, la niña se había quedado estática; la sangre del viejo escurría por la pared de cristal que le protegía. Los ojos de ella permanecieron abiertos de par en par, desencajados en el militar. Su rostro empalideció; lágrimas saladas rodaban por sus mejillas tan sólo por inercia.

- Mi niña - le dijo en seco aquel señor -, si resultas igual o peor que éste bastardo... ¡quedarás como él! - gritó finalmente, antes de dispararle al anciano con su escopeta, cinco veces más. A cada bala caída,  la niña sentía como su cuerpo se contraía en sí mismo... el aire le faltaba... las lágrimas ya no le eran suficientes para mostrar su temor... tenía deseos de salir corriendo, pero no podía. Oponer resistencia a los hechos, obviamente era inútil... >>

 

  

  Bird´s Town fue considerado, hasta el año 2006, uno de los poblados más pacíficos y pintorescos de Europa. Se trataba pues, de una comunidad suburbana ubicada en el centro de un hermoso valle rodeado de ríos y de montañas altas y escarpadas. Eran escasos mil habitantes los que se le reconocían en el extranjero, y a pesar de su aislamiento, no pasaban desapercibidos para la ciencia y la modernidad.

  En uno de los complejos nuevos en ese lugar, se hallaba un elevado edificio de oficinas. Allí, las personas más adineradas y ambiciosas de Bird´s se reunían para realizar complejos tratos y contratos. Todos los días a todas horas, ese era un buen sitio para la negociación y la compra-venta.

  Gabe Adams, uno de esos tan contados hombres de traje dotado de miles de ideas relacionadas con el mercado, se encontraba en el quinto piso de dicho edificio. Durante dos horas había permanecido sentado en la sala de espera.

- Señor Adams - le llamó de pronto una mujer vestida de enfermera -, el señor Yagar le atenderá ahora.

- Si, gracias.

  Adams recogió su portafolio, se acomodó el bigote y entró a la oficina del tal señor Yagar. En el interior, un hombre reposado detrás de un escritorio le recibió. Él era bien parecido, de cabello corto color café y piel morena. Sus ojos oscuros despedían la fortaleza y tranquilidad de un individuo joven y vigoroso que no debía tener más de treinta años en su faz.

- ¡Buenos días Adams! - dijo de modo amable -. Hazme el favor de tomar asiento.

  El visitante se limitó a sentarse, de nuevo, al otro lado del escritorio.

- ¿Gusta algo de beber? - preguntó dulcemente la joven mujer de antes.

- No, se lo agradezco, estoy bien.

- Cross - intervino Yagar -, puede retirarse. El señor y yo tenemos cosas que es necesario hablar en privado.

- Como usted diga, director.

  La enfermera tomó un bolígrafo del escritorio, luego se encaminó a la puerta de la oficina y posteriormente salió, seguida en cada momento por la mirada acosadora de Adams.

- Veo con curiosidad que mi asistente, la señorita Cross, le ha llamado la atención Adams.

- ¿Eeh...?, ¡oh!, ¿y cómo no iba a ser? Cabellos largos y rubios, ojos azules, piel clara, cuerpo de diosa... ¡uff! Creo que me enamoré de ella - ambos hombres rieron con malicia.

- Sin embargo Gabe... - retomó Yagar su tono serio -, dudo mucho que te hayas tomado la molestia de venir aquí, únicamente para contemplar a mi ayudante.

- ¿Qué...?, ¡si... si claro, tienes razón!

  Adams cogió su portafolio, lo acomodó sobre sus piernas y lo abrió. De ahí tomó dos fotografías y las pasó a Yagar para que él las viese.

- Ella - prosiguió Gabe - es Ariana, tiene nueve años. Hace dos meses fue encontrada por unos trabajadores del servicio de limpia, desnuda e inconsciente a la mitad de un terreno baldío.

  Yagar contempló la primera foto; se mostraba a una pequeña infante leyendo un libro, sentada en una cama de sábanas blancas. En la segunda foto, se podía ver a la misma niña, con el dorso desnudo, dejando a la vista marcas terribles, tal vez provocadas por golpes u objetos cortantes. Éstas aún sangraban.

- ¡Por Dios! ¿Quién rayos le hizo esto?

- Lo ignoro. Pero lo más probable es que haya sido masacrada y abandonada por sus propios padres... aunque también hay indicios de secuestro y violación sexual.

- ¡Es realmente escalofriante! ¿Cómo está ella ahora?

- Pues, muy bien. Se ha recuperado de la mayoría de sus heridas. Pero el trauma psicológico es otra cosa. Le ha costado mucho articular palabra de nuevo. Incluyéndome a mí, sólo tres personas hemos podido conversar con ella.

- ¿Qué más saben de Ariana?

- Nada. Absolutamente.

- ¿¡Pero cómo es eso posible!?

- Puede que no me crea pero... todo lo que le conocemos se lo he dicho ya. No hayamos ni cartilla de seguro social, ni registros de alguna escuela. Nadie la ha reportado como un pariente desaparecido. Ni siquiera hay un acta de nacimiento que la reconozca. A los ojos de la ley, Ariana simplemente no existe.

  Yagar se quedó pensativo un rato. Cuando pudo asimilar totalmente la situación, cuestionó:

- ¿Y qué piensan hacer con ella?

- Pues... es ahí donde quisiera que usted me ayudara. Resulta que tengo el conocimiento de una institución humanitaria que se encarga, no sólo de dar asilo a niños huérfanos o abandonados, sino también de conseguirles hogar dentro de una familia adoptiva para rehacer sus vidas. Me refiero al Centro para Infantes de Swan.

- ¡Espere!... ¿está hablando del Centro Swan que yo mismo presido?

- ¡Exacto! Le ruego que le dé protección a Ariana de hoy en adelante dentro de su institución. Ella es seria y en extremo reservada; no es normal para una niña que debería estar jugando, corriendo y conviviendo con otras chicas... ¿comprende? Lo que yo deseo... es darle una oportunidad más para que experimente de nuevo las risas y la alegría. Por favor... ¡dígame que la aceptará!

  Yagar se levantó de su sillón marrón y se dirigió con fría expresión en su rostro hacia la única ventana de su oficina. Miró a través de ésta con desaliento; no podía acomodar con claridad sus ideas.

- ¿Lo hará...? - insistió Adams.

  Yagar sólo se mantenía callado.

- ¿Lo hará, señor director...?.

 

 

  Algún tiempo después, Gabe Adams arribaba a un edificio más, abordo de su flamante automóvil color negro. Al encontrarse de pie frente a la construcción, sólo sonrió con hipocresía y se dedicó a entrar a paso lento y firme.

 

                                  SANATORIO MENTAL DE BIRD´S TOWN

 

  Era lo que decía un letrero al lado de la doble puerta de cristal que atravesó el hombre para ingresar al edificio.

  En determinado piso, Adams se topó con un guardia de seguridad. Ambos caminaron a lo largo de un pasillo angosto. Había muchas puertas metálicas a los costados del mismo.

- ¿Qué tal le fue con Yagar, señor?

- Muy bien. El pobre iluso se tragó mi cuento de persona preocupada. Lo que nos queda... es asegurarnos de la postura adoptada por él. No debe cambiarla hasta que el trato se haya consumado.

- Será fácil cuando vea de cerca las marcas en la chica.

- Si. A propósito, ¿cómo se encuentra ella en éste momento?

- De igual manera señor. Hace días que no ha probado bocado. Cuatro horas atrás se sentó en el piso con la mirada fija. Por un minuto pensé que había muerto... pero luego me di cuenta de que aún respiraba.

  Los dos hombres se detuvieron justo al lado de una puerta marcada con el número 66; mientras el guardia la abría, Adams le miraba con desagrado.

- Imposible. Ariana es una mercancía valiosa. Está prohibido que muera.

- ¡Je, je...!. Cierto.

  Gabe entró entonces a la habitación, sólo; ahí dentro lo único visible era una total oscuridad.

- ¡Buenos días Ariana! - dijo al vacío con felicidad fingida.

  Nadie le contestó, más sin embargo, una pequeña sombra se hizo notar cuando giró con dirección al hombre.

- ¿Qué dices?... - siguió el hombre - ¿has inventado algún juego nuevo?

- No - habló una débil voz átona, al cabo de un rato.

- ¿Has pensado en un poema que me quieras comentar?

  La sombrita pensó un poco y luego contestó:

- No.

- ¿Has hecho algo productivo hoy? - Adams comenzaba a impacientarse.

- Bueno, yo... yo... soñé.

- ¡Ja!, ¿y a eso le llamas productivo? - rió el guardia desde el pasillo exterior.

- ¡Silencio! - ordenó Adams, mientras miraba con incertidumbre hacia la habitación -. Y cuéntame Ariana... ¿con qué soñaste?

  La niña giró en sí misma y les dio la espalda a los hombres.

- Como si le importara - susurró después.

- Mira chica... durante el corto tiempo que llevamos de conocernos, e intentado acercarme a ti de cualquier modo. Pero siempre que lo hago, tú te cierras en un mundo de verdades imaginarias. Y debo serte sincero... ya estoy cansado de esto. Por la misma diminuta razón, he decidido que otra persona ocupe mi lugar, a cargo de tu cuidado.

  La sombra, que hasta entonces había permanecido inmóvil, dejó a la vista su peculiar interés en aquella última frase. Lentamente, esa figura misteriosa se levantó del suelo acolchonado de la habitación, se dio media vuelta e inició al fin su andar, deteniéndose a un metro del señor Adams; la luz que provenía del pasillo dejaba notar la apariencia de Ariana, cayendo sobre el lugar donde ésta se encontraba.

  La pequeña de nueve años de edad no lucía en mucho anormal a otras tantas chicas. Sus cabellos eran negros y cortos, contrastando del todo con su piel, la cual era muy clara, casi blanca. Sus ojos azules tenían un especial tono oscuro y no parecían pretender mostrar algún tipo de emoción. Lo único que llevaba sobre su flaco y miserable cuerpo, era un camisón blanco sin mangas que le cubría hasta debajo de las rodillas.

- ¿Qué quiso decir con eso? - preguntó sin rodeos la niña.

- Ariana... te he conseguido un nuevo hogar en las afueras del pueblo. En él podrás jugar, correr y divertirte con decenas de chicos de tu edad. A menos claro que te moleste compartir tu espacio personal con ellos.

  Ariana miró confusa hacia el suelo. Posteriormente giró en sí misma dándole la espalda de nuevo a Gabe y adentrándose a la oscuridad como antes. El hombre no salió de su asombro y decepción.

- ¿¡Qué pasa!? ¿Piensas tirar a la basura la oportunidad de volver a ser feliz? ¿Por qué te has rehusado niña?

- Nunca dije que me rehusaría a aceptar.

- ¿Quieres decir que...?.

- Si... - exclamó Ariana emergiendo por segunda vez de lo profundo del cuarto, estrechando un libro de cubierta rojiza contra su pecho -. Tal vez a Annie Frank no le guste pero... a mi me fascina la idea.

- ¡Genial! - gritó Adams, triunfante -, ahora todo está arreglado. Mañana tenemos una cita con el señor Michael Yagar. Prepárate.

 

  Mientras una pequeña sonreía de felicidad en sus adentros, un guardia fanfarrón reía burlonamente. Adams realizó su propio trato y el plan que había tejido desde semanas atrás, ya era todo un hecho.

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