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Marco Minguillo



Velarde

“Esa tarde íbamos en un taxi y nos dirigíamos hacia la casa de unos familiares. Ella estaba sentada a mi lado y hablábamos de nuestros planes matrimoniales. En esos instantes, creo que fue al dar la vuelta en una esquina cuando escuché disparos, sonido de vidrios que se hacían trizas y gritos. Muchos gritos. No comprendía nada en esas milésimas de segundos. Sólo sentí pánico y me abracé a ella. De pronto, el auto chocó, no sé si fue contra una pared o un muro, y nuestros cuerpos volaron hacia adelante. Recuerdo que levanté la cabeza con dificultad y mi mirada se posó en la cabeza calva del taxista, que colgaba en desarmonía de su tórax. Manchas de sangre por todas partes y el rostro de ella, más pálido que nunca, pegado a mi pecho. Sus ojos abiertos, despavoridos, me miraban desde el otro lado del mundo y sólo pensé en abrazarla nuevamente, con todas mis fuerzas, en medio de ese torbellino de sudor y sangre…”

 

La mujer de cabello corto y rubio, vestida con jeans y zapatillas, está sentada frente al hombre, con las piernas cruzadas, y anota con interés lo que él le va narrando. La mujer le alcanza, con delicadeza, unos pañuelos de papel y el hombre, cabizbajo, hundiendo las pupilas en el suelo trajinado, se va secando las lágrimas.

Es la cuarta vez que ellos se encuentran en esa oficina, desde cuyos ventanales se divisan edificios amarillentos, la vía del tren besando las aguas de un lago en deshielo y atrás, bosques inconmensurables de pinos y abedules que se difuminan en la niebla.

El hombre le dice que ya no desea hablar más por el momento. Escucha que la voz de la mujer lo trata de calmar y alentar, para finalmente recibir una nueva cita. Se volverán a encontrar dentro de una semana y se despiden dándose las manos.

Luego de unos cinco o diez minutos, la mujer concentra el interés en su agenda del día, lee mentalmente un nombre femenino árabe y sale a recoger a su nueva visita, pasando por corredores largos, iluminados, en donde hay puertas cerradas y abiertas, desde donde atisban papeles sobre escritorios, computadoras y tazas de café. Antes de abrir la puerta, que da hacia la recepción, piensa en la visita que recibirá y en las calles desangradas de Bagdad.

 

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Marco Minguillo (Perú-1965)


Egresado de la Universidad Nacional Federico Villarreal (Perú), estudios en Sociología, y de la Universidad de Estocolmo (Suecia), estudios en Trabajo Social.

Autor de ”Una noche de otoño y otros relatos” (1998), ”Voces en tiempos de tormenta” (2002), “Diario de estaciones” (2008) y “Al borde del camino” (2011)

Finalista en el I (1998) y II (1999) Concurso Internacional de Cuento A Quien Corresponda (México). Primera mención en el Concurso de Cuento Breve Santiago Dabove (Argentina, 2001). Finalista en el IV Concurso de Cuento Encuentro de dos Mundos (Francia, 2003).  Mención honrosa en el Certamen Internacional Terra Austral Editores (Australia, 2004). Miembro de la Asociación de Escritores Inmigrantes de Suecia.



Textos de Marco Minguillo en Literatura Virtual

José y Manuel

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Madriguera de topos

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Sueños, pesadillas y escondidas

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Algunos poemas de Diario de estaciones