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   Clase de madre

Ser demasiado obediente y dócil, y sólo reflejar los criterios y los valores de la madre, no deja lugar al desarrollo del hijo. Comportarse en forma apropiada, según el criterio de los padres, obliga al hijo a huir hasta encontrar el alimento necesario espiritual que le otorgue la paz.

La mayor parte de los adultos hemos recibido de la madre un legado interior -bueno o malo- según la infancia que nos haya tocado vivir. Existe en la psique un doble de la madre que habla y actúa y responde, del mismo modo como la madre real de la infancia.

La madre ambivalente se siente atacada, emocionalmente dividida, pues no se doblega a los deseos de la sociedad. Suele intentar moldear al hijo para que se comporte como lo exige su medio ambiente. Teme ser ella y su progenie castigados; por un lado, lo protege y, por el otro, se debate entre el deseo de ser aceptada. La madre necesita enormes resistencias para poder nadar en contra de la corriente de una cultura de estrechas miras, que la obligan a elegir entre las reglas o su instinto. Para poder criar a su niño en una cultura dominante, debe ser heroica, defendiendo a su hijo y ocultando su personalidad.

La madre derrumbada es aquélla que se desploma psicológicamente y que ha perdido el sentido de sí misma; se ha visto separada del Yo y se ha derrumbado, debido al temor de una amenaza real psíquica o física. Cuando una persona se derrumba suele resbalar hacia uno de estos tres lados emocionales: a) se siente confusa; b) cree que nadie la comprende o no comprenden su tormento y; c) es una repetición emocional de una antigua herida no reparada, cometida en su infancia o hace muchos años. Para conseguir que una madre se derrumbe hay que provocar en ella una división emocional; debe elegir entre ella y una sociedad terriblemente cruel y desconsiderada; debe buscar la puerta correcta para no ser repudiada una y otra vez: buscar la apropiada, no la más fácil.

Aparentar es cortar la conexión entre la mujer y su psique. La disimuladora es una mujer sin garra, nerviosa, con buenas intenciones, que se desvive por ser buena. Mostrarse fría es en ella un acto de ira defensiva; disimula o rechaza los sentimientos hacia ella misma o los demás.

Si una intentó encajar en algún molde y no lo consiguió, tuvo suerte. Es una exiliada, pero protegió su alma sin saberlo. Es mucho peor permanecer en el sitio que no nos corresponde y andar perdida buscando el lugar apropiado. Si no lo encuentra en su grupo familiar o profesional, debe encontrarlo por sí misma. No debe obligarse ni adoptar formas que no le son propias.

Todo ser debe investigar su propio Yo y puede romper tabúes para encontrarse con la realidad y descubrirla. ¿Qué hay en el fondo de mi ser? ¿Qué parte mía ha sido asesinada? No indagar equivale a una muerte consciente. A veces se debe temblar o correr, pero el ser humano tiene derecho a luchar por conservar su conciencia. Si no lucha o pierde el interés es porque conserva su instinto dañado.

La familia a veces pellizca el nervio vital de nuestra existencia. Se necesita que emerja la tensión para poder crear un cambio, para poder decir no. Una no puede -para agradar- ser la esclava de todo el mundo. Toda mujer que oculta sus deseos y sentimientos, con el tiempo lo paga. La falta de decisión mata. La intuición intensifica y agudiza la capacidad de moverse con fe en el mundo exterior. Se debe vivir de acuerdo a uno mismo, sin fingir, según el brillo propio y al margen de la moda impuesta. Por ejemplo, aprobar cierta clase de belleza impuesta es no prestar atención a la naturaleza. Juzgar negativamente el aspecto físico heredado es crear un generación de mujeres angustiadas y neuróticas. Emitir juicios destructivos sobre esa herencia física es despojarse del orgullo de su linaje ancestral. Es aparentar, no ser.

Para conservar la intuición femenina, debemos lograr la unión interna. La colectividad eclipsa las necesidades del alma individual. Todos recibimos el influjo de otros grupos y otras sociedades, pero la colectividad reparte premios y castigos entre los rebeldes individualistas. El desafío de diferenciarse es arduo y difícil, porque desarrollar los singulares talentos está entre los logros más importantes del ser humano, e impide que la psique se deslice hacia la esclavitud. Una cultura que promueve la evolución individual jamás convertirá en esclavos a sus miembros. Dejarse convertir en ceniza, es perder el tesoro de la vida y comportarse como ya muerto.

El instinto creativo es el lenguaje lírico del Yo. Las palabras que impulsan el estímulo guían a los seres hacia una conducta integral. Cuando se pierden los ciclos naturales se produce el vacío y comienza el tedio, los estados de ansiedad o la temible depresión. Cuando uno accede a los mandatos, en ocasiones siniestros, el individuo queda herido y sus impulsos quedan extinguidos. Si uno acepta las reglas de su grupo social, se aniquila la creación. La represión de los instintos negativos, así como los positivos, torna a la oscuridad. La colectividad ejerce presión para obligarnos a adaptarnos. El juicio negativo amputa cualquier miembro que no se adecue a las normas. El grupo social es hostil a la rebeldía y a la no aceptación de los mandatos. Se debe buscar otro grupo, desconectarse incluso de la familia, si lo que buscamos es crecer. Porque ser salvaje es enfrentarse a los desafíos. Ser sumisa es privarse del alma.

Réplica y comentarios a la autora: mcbosch2002@yahoo.com.ar




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